T R E S
No siempre las buenas formas funcionan
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Se aproximaba el anochecer como un depredador que acecha a su presa. Allí en Asgard la Luna no tenía lugar es su órbita, en cambio el brillo de las millones de estrellas y diferentes supernovas a kilómetros y kilómetros de distancia iluminaban las lúgubres estancias en palacio. Cuando alzaba la vista al cielo mis pupilas se dilataban y todos los colores plasmados en el firmamento se reflejaban en mis iris cristalinos.
— Mi señora, es hora de que se prepare para la festividad. — mi criada Helena dijo tras de mí.
Salí del balcón y me adentré en mis aposentos. La cama seguía deshecha, Helena había insistido en hacerla, pero se lo prohibí. Había algo en el desorden a lo que no me podía resistir, el caos me parecía acogedor.
— La reina Frigga me ha ordenado traerle este vestido. — la muchacha tendió sobre las sábanas un palabra de honor color azul marino con un cinturón dorado que adornaba la zona de la cintura y escote corazón de encaje. Simple, pero elegante. Desde luego las preferencias de Frigga no eran de mi desagrado.
— Muchas gracias, puedes retirarte. — la despedí viendo como salía por la puerta. Después me apresuré a vestirme y hacer yo misma mi maquillaje.
Aunque llevaba cientos de años haciéndome la raya del ojo, aún no le había cogido el truco. Un delineado siempre salía más delgado que el otro y viceversa.
Finalizando de emperifollarme, me puse frente al espejo pensando en qué hacer con mi larga melena. Me acerqué a mi tocador y comencé a atusar mi cabello con un cepillo. Tras varios minutos peleando con los enredones me dispuse a hacer trenzas con mechones de la parte superior de mi cabeza que se juntaban en la coronilla con otras de los laterales. Terminé el trabajo y mis brazos dolían de mantenerlos tanto tiempo en el aire. Me di por satisfecha y me dirigí a los pasillos en busca de algo con lo que entretenerme hasta la hora de la fiesta.
Mientras caminaba por los laberintícos pasillos divisé una figura masculina en la distancia, era alto y de espalda ancha. Venía en mi dirección.
Loki Laufeyson.
Pasó de largo sin dirigirme si quiera la mirada, pero en mi misión de indagar acerca de él no pude evitar llamar su atención.
— ¡Loki! — exclamé haciendo que parase en seco sus pasos acelerados.
Se giró lentamente, su mirada fría atravesando mi alma.
— Para ti es Princípe Loki, o Dios del Engaño. — escupió sus palabras claramente con intención hiriente, aunque a penas me afectaron.
— Perdón, mi Príncipe. — me corregí fallando al ocultar una sonrisa. Eso le puso de peor humor, al parecer no le gustaba que me tomase las cosas a broma, lo que me incitaba a reírme aún más. — Solo quería hacerle saber que siento que mi presencia en Asgard le moleste. Comprendo que es lo suficientemente mayor para cuidar de sí mismo y que ve mi función de proteger el palacio como algo inútil, pero antes de que diga nada, debo advertirle de que su opinión acerca de este tópico... ¿Cómo se dice? Ah, sí; me importa una mierda.
Su sorpresa no pudo ser escondida, me miró con los ojos como platos. Según mi criterio era un niño grande que necesitaba que le diesen un poco de su propia medicina.
— ¡¿Quién te crees que eres para hablar a un dios como yo así?! Estúpida forrajera abandonada por su propio pueblo. — gritó a pleno pulmón. Desde la distancia que manteníamos podía ver como la vena de su cuello estaba a punto de estallar y sus manos se cerraban en puños apretados. Toda la situación me resultaba cómica, en un momento dado incluso pensé que podría convertirse en Hulk o algo así.
Me reí.
Error.
Loki no dudó en venir casi corriendo a por mí, yo no hice nada por apartarme, no podía demostrarle ninguna señal de miedo. Me agarró por el cuello con una mano y con su fuerza sobrehumana me empujó contra los muros estampando mi cráneo duramente.
Mis ojos no se despegaron de los suyos, oscuros y amenazantes.
— Tiene usted, príncipe, un ego bastante frágil. — conseguí articular a la vez que él apretaba más mi garganta, mis vías respiratorias cada vez más reducidas y mi visión más borrosa.
— Tal vez Odín te tenga cierto estima por venir de ese reino de pájaros, pero él no está aquí para salvarte de mi ira. — una sonrisa perversa se plasmó en sus labios y yo sentía menos oxígeno llegar a mi cabeza.
— No-... No pue-... Do. No puedo res-... Pirar. — el simple hecho de hablar me dolía, mis pulmones luchaban por recibir algo de aire. Sentía las arterias de mi cabeza bloquearse, mis sienes iban a explotar.
Loki se dio cuenta de que se le estaba yendo de las manos y muy a su pesar me soltó, aunque en el fondo ambos sabíamos que si no estuviese bajo el punto de mira de su padre, me hubiese matado en ese mismo lugar.
— Escúchame muy atentamente. — me dijo mientras yo tosía desesperadamente recobrando la estabilidad. — Yo soy superior a ti, y como tal me debes tratar como la realeza a la que pertenezco. No aguantaré más impertinencias por tu parte o la próxima vez te estrangularé hasta tu último aliento. — me amenazó con su cabeza baja cerca de mi oído, su dedo apuntándome y reprendiéndome con sus ojos brillantes.
Esta vez tomé la decisión de no burlarme. Me había demostrado de lo que era capaz y aunque yo podía haberme defendido perfectamente, dejé que siguiese con su espectáculo. Quería ver hasta donde podía llegar y ese límite era la muerte.
Asentí volviendo a respirar con normalidad, aunque mis bronquios continuaban ardiendo levemente. Loki se quedó observándome unos segundos más antes de desaparecer mágicamente enfrente de mí. Ganarme su confianza no iba a ser fácil, pero me gustaban los retos y cuanto más difíciles mejor, y este parecía prácticamente imposible, pero, nunca digas nunca.
La hora había llegado. Helena me acompañó hasta la sala en la que iba a darse la celebración. Era una habitación vacía de paredes blancas y techos kilométricos a excepción de unos pocos muebles. En el centro había gente bailando al compás de vals y a los extremos otras damas y caballeros charlaban entre sí. Frigga y Odín, los anfitriones, estaban sentados el uno al lado del otro en un gran sofá al fondo.
— Lady Lee. — Thor apareció de pronto a mi derecha.
— Buenas noches mi Lord. — le hice una reverencia mostrándole mi admiración.
— Oh, no hacen falta tantos formalismos, mi Lady. Espero que esté teniendo una buena velada. — el Dios del Trueno tomó un sorbo de su copa dorada mirando a las parejas moviéndose al ritmo de la música. Pude ver nostalgia en sus ojos azules.
— ¿Echáis a alguien de menos? — me atreví a preguntar, Thor asintió apenado.
— Una mortal. Jane Foster. Me gustaría que ella estuviese aquí. — confesó volviendo a beber de aquel líquido transparente.
— Siento su ausencia. — sabía perfectamente la historia de amor entre él y la científica, todos en Midgard la conocían. — Seguro que vuelven a encontrarse pronto. — sonreí expresando mi apoyo, Thor copió mi gesto.
— Bueno, ahora si me disculpáis voy a hablar con mi padre. — le seguí con la mirada hasta el sofá dorado en el que el susodicho estaba sentado y los dos empezaron a hablar sobre algo que les hizo reír. Ver a gente feliz me hacía feliz, pero había algo que me hacía más feliz aún y eso era molestar a los príncipes con complejo de rey.
Loki se encontraba solo observando a los demás en la otra esquina de la sala, tal como lo estaba haciendo yo. En un punto de su recorrido su ojos se toparon con los míos. Sonreí maliciosamente y él frunció su ceño. Estaba confundido, no estaba acostumbrado a que la gente no le tuviera miedo. Anduve hasta quedarme a pocos metros de él con una mesa llena de cócteles y botellas de lo que creí que era alcohol en frente de mí.
Cogí una copa y empecé a mezclar todos los brebajes que tenían una pinta más o menos apetecible.
— Váis a acabar ebria en medio de vuestra propia fiesta. — Loki afirmó lo que intentaba ser una pregunta.
Seguí experimentando con la especie de cubata que estaba creando, ignorándole, pero con una sonrisa traviesa en mis labios. Tras varios segundos en silencio decidí romperlo.
— ¿Quieres? — le ofrecí sin molestarme en utilizar la segunda persona del plural de cortesía.
— Creo que si le doy un solo sorbo a lo que vos llamáis "bebida" moriré en el acto. — respondió deshaciendo la distancia entre los dos caminando hacia la mesa con las manos entrelazadas detrás de su espalda.
— Hmm... Mejor, todo para mí. — y dicho esto tragué todo el contenido de una sola vez dejando al príncipe casi boquiabierto. — Pues yo no me he muerto.
— Aún. — terminó la oración esbozando media sonrisa, sus ojos exclamaban malicia.
— Me alegro de que mis posibles infortunios te hagan feliz. — me dispuse a verter lo que supuse que se trataba de whisky dentro de un vaso mucho más pequeño. — Veámos si con un chupito consigo desfallecer.
Loki me miró extrañado, claramente no sabía lo que significaba la palabra "chupito", pero tampoco quise explicárselo.
Tal como anteriormente, todo el líquido pasó a mi estómago de un corto y ardiente sorbo que dejó mi garganta algo dolorida añadiéndole el hecho de que aún seguía ligeramente dañada por el estrangulamiento del hombre que ahora se encontraba a mi derecha observando todos mis movimientos.
— Parece que tendremos que esperar un poco más para que celebres mi funeral. — bromeé sintiendo el ligero efecto que las bebidas estaban teniendo en mí.
— Si vos morís, ¿quién protegería el palacio sino? — contestó con claro sarcasmo. Loki creía que mi función de guardián era simplemente absurda.
— Supongo que tendréis que arreglároslas solos. — notando mi visión algo mareada confirmé mi estado previo a la total ebriedad. — Siempre podéis llamar a Iron Man, o Capitán América, o... Hulk.
Sus orbes se abrieron enormemente lanzándome dagas. El odio rebosaba en su expresión. Tal vez no debería haber hecho referencia al "incidente" de Nueva York, y mucho menos a cuando Hulk golpeó su cuerpo repetidas veces contra el suelo hasta dejarlo inmóvil.
— Lo siento, yo... Eso ha estado fuera de lugar. — admití viendo como poco a poco se relajaba, aunque continuaba estando claramente enfadado por mis palabras.
Y así me perdí en su rostro. Como la primera vez. Verde vivo y vibrante iluminaba sus iris a la vez que contrastaba con su piel pálida. Sus finos labios estaban fruncidos y no me di cuenta de que había estado observándolos durante demasiado tiempo.
Loki carraspeó llamando mi atención que rápidamente se centró en un punto lejano mientras mis mejillas se teñían de rojo. Cuando me armé de valor y giré mi cabeza para verle ya no estaba allí.
— Lady Lee. — era la segunda vez en menos de veinte minutos que oía ese título como excusa a mi nombre aquella noche.
— Fandral... Hola. — saludé cortante aunque él no logró notarlo. Fandral era un hombre amable y de buen ver, pero sabía perfectamente cuáles eran sus intenciones con las mujeres.
— Me permite este baile. — la música sonaba de fondo lentamente, las personas se habían juntado de nuevo en el centro bailando.
— Eeehh... — dudaba de poder ser capaz de dar un par de pasos y no tropezarme, bailar era un muy distinto nivel en que uno de los dos, o sino ambos, acabaríamos abochornados en el suelo. — Sí, claro.
¿En qué momento decidí que esto era buena idea? ¿Cómo se andaba? Por Odín, iba a hacer el mayor ridículo de la historia.
— Lady Lee.
— Shiva. — le interrumpí. Vi a Loki aún en la sala bailando con su madre. La imagen era demasiado tierna como para pasarla por alto.
— Shiva... — prosiguió. — ¿Estáis bien?
— Buena pregunta. La respuesta es no. — confesé al fin liberándome de la carga de tener que bailar borracha. En este punto las palabras salían de mi boca sin un segundo para pensarlas.
— ¿Queréis sentaros? — Fandral me tendió su mano y la acepté con gratitud.
— Sí, por favor. — me senté en una silla dorada de bonito diseño y bastante incómoda. — Mierda.
— ¿Habéis dicho algo? — Fandral me observaba confuso hasta que una muchacha de rubia cabellera y rizos brillantes y definidos se acercó a él pidiéndole acompañarla a la pista que en esos instantes estaba abarrotada.
— Ve. — le dije notando sus ojos suplicantes. La chica era joven y hermosa, pronto me cambiaría a mí por ella, o por cualquier otra. Fandral era el típico hombre que iba de flor en flor y cuando no encontraba más polen se iba volando a por otra mejor, más colorida y con más vida.
Estuve allí sentada el resto de la noche, ninguno de los presentes prestándome la más mínima atención. Todos estaban demasiado ensimismados en sus propios asuntos. Todos, excepto Loki Laufeyson, príncipe ilegítimo de Asgard.
— ¿Vienes a intentar asesinarme otra vez? — pregunté sin mirarle, muy consciente de su presencia tras de mí.
— A pesar de la tentación, esta vez no. ¿Decepcionada? — vi como extendía su brazo al respaldo de otra silla como la mía y la cogía posicionándola a mi derecha unos centímetros adelante.
— No, solo aburrida. Y borracha. — mis manos se juntaron en mi regazo y mis dedos comenzaron a jugar entre ellos.
— Eso es una combinación poco usual. ¿Por qué estáis aquí sola? La fiesta está a punto de terminar y he podido ver que no se ha movido de este mismo asiento en dos horas. — ¿Podido ver? ¿A caso me miraba cuando no me daba cuenta? No. Solo estaba remarcando lo obvio, que nadie se había acercado a mí y que era la única persona que no estaba en pie riendo y pasándolo bien.
— Es irónico. Una fiesta en mi honor y nadie la celebra conmigo. — suspiré con tristeza, sintiéndome dada de lado, marginada. Lo que por definición se llama sentirse una pringada.
— Conozco esa sensación, de estar siempre en la sombra. — confesó Loki soltando un largo y profundo suspiro.
Por supuesto que sabía a lo que se refería. No había que ser extremadamente avispada como para darse cuenta de que hablaba de Thor y como durante la mayor parte de su vida vivió eclipsado por él, aunque este no lo pretendiese.
— Menuda mierda de noche. — bufé cansada de todo el lujo y los refinamientos, pensando mientras que yo estaba sentada en una silla realmente incómoda y contando los minutos para que la fiesta acabase.
— ¿Esa es la clase de vocabulario que utilizáis en Midgard? Es verdaderamente burdo y soez. — comentó pasando una mano por su melena azabache. Lo cierto es que me hacía reír sin siquiera él quererlo, era un hombre desconocedor de lo gracioso que resultaba en ocasiones.
— "Burdo y soez". — cité fallando en retener una carcajada.
— Desde luego todo os parece jocoso...
Comencé a reírme más alto y con menor disimulo. "Jocoso", solo alguien como Loki calificaría algo con ese adjetivo.
— ¿Qué es lo que os produce tanto jolgorio?
Eso fue la gota que colmó el vaso, y estallé. Lágrimas caían de mis ojos dejando un rastro de maquillaje por mi mejilla. ¿Jolgorio? Desternillante. Tal vez fuera el alcohol o su cara, pero sin lugar a dudas estaba pasando el mejor rato desde que llegué al reino.
— Lady Lee, ¿se encuentra bien? — Sif, la Diosa de la Guerra, me preguntó con un semblante entre entretenido y preocupado.
— Sí... — no.
— Deberíamos retirarnos ya, creo que es hora. — habló Loki por los dos, algo que me molestó, ya que no deseaba ir a dormir cuando estaba en la cumbre de la noche.
— Ugh... No seáis aburrido. — lo que dije a continuación no solo sorprendió a Laufeyson, sino a todos los que atendían nuestra conversación también. — ¿Me concedéis este baile?
Su rostro gritaba desconcierto. Hice un movimiento arriesgado e inesperado, necesitaría unos segundos para asentarlo.
Todos los presentes esperaban su respuesta. Vi como Loki buscaba consejo en los ojos de su madre, quién asintió, lo que me hizo sonreír.
— Está bien. Solo uno. — carraspeó levantándose de su asiento, todas las miradas sobre nosotros al mismo tiempo que nos aproximábamos al centro del salón.
— Quiero disculparme en antelación por las posibles y casi seguros choques y pisadas. — susurré cuando nos colocamos frente a frente para dar pie al baile, el cual no tenía la más remota idea de cómo seguir.
Su mano izquierda se posó en mi cintura enviando un cosquilleo a través de la tela del vestido. La otra sujetaba mis temblorosos dedos en su palma. Hacía años que no sentía esto con nadie. Oh, Shiva... En qué lío te estabas metiendo...
Mis ojos celestes se posaron en los suyos, profundos bosques exóticos. Pude vislumbrar un casi imperceptible brillo en ellos. Empezamos a movernos al son de la música lenta, Loki guiándome gentilmente. Por suerte o por destino, logré no tropezarme, pese al gran mareo que me estaban produciendo los giros y vueltas.
Mis piernas bailaban sin que yo se lo pidiese, automáticamente, a la vez que me perdía en ese limpio remolino de olas negras que tenía por cabello. Noté su mirada fija en mí, como todo buen caballero debe hacer cuando están en la pista con una dama, pero algo me decía que no solo era por la cortesía, sino, por un probable sentimiento de deseo o placer.
Su mandíbula se tensó rápidamente a la vez que la canción terminaba suavemente entre un silbido de violines y piano. Sus orbes se despidieron de las mías dando unos pasos hacia atrás y abandonando velozmente la sala, dejándome atrás atónita. ¿Qué le había hecho huir? ¿Fui yo quién lo intimidó o... fue él mismo.?
Sin editar.
7/06/18
2958 palabras.
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