Capítulo 7: Volver a empezar

Cuando el despertador sonó a las cuatro de la mañana, Sasuke ni siquiera podía moverse. Había estado practicando su triple Lutz casi toda la noche. En parte se sentía cansado, pero otra parte se alegraba de pasar el menor tiempo posible en aquella casa. Por suerte, cuando él llegó, su padre no estaba allí y ahora parecía reinar un silencio sepulcral. Quizá aún no había vuelto a casa y prefería marcharse antes de tener que verle.

Salir del edredón era toda una odisea. El frío se colaba hasta lo más profundo de sus huesos y conseguía que la pequeña lesión que ya sentía en su rodilla, intensificase el dolor. Abrió con rapidez la puerta del armario obteniendo de ella el chirrido de todas las mañanas. Las bisagras estaban a punto de soltarse pero nunca encontraba tiempo para repararlas. De una de las baldas, sacó un pantalón largo de deporte y una camiseta oscura junto a la sudadera azul oscura que solía utilizar para entrenar.

Tras vestirse en el mayor de los silencios, abrió la puerta saliendo al silencioso pasillo. Era posible que Itachi estuviera durmiendo aún o puede que se hubiera ido a trabajar pese a que Minato le había exigido que dejase el trabajo y se centrase en sus estudios. Para eso le había ofrecido la beca con todo pagado aunque dudaba que su hermano dejase el trabajo así sin más.

Bajaba las escaleras a hurtadillas cuando escuchó la puerta de su hermano cerrándose también con un gran sigilo. Se esperó en las escaleras entre la penumbra del rellano y pilló por sorpresa a su hermano, que se dio un susto de muerte al verle allí.

- Joder, Sasuke – susurró mirando primero hacia arriba por si estaba allí su padre y luego hacia abajo observando el sofá – no me des estos sustos.

- Ni se te ocurra ir – le dijo Sasuke – nos meterás en un lío.

- El lío lo tendremos si no trabajo – susurró Itachi – ahora hazte a un lado. Voy a llegar tarde.

- Minato te dijo que nada de trabajar.

- Minato no paga las facturas de la casa, tan sólo todo lo referente a los estudios, así que guárdame el secreto o no tendremos nada con lo que comer ni un techo al que volver.

- Creí que vendrías a ayudarme con el hockey – hizo un puchero Sasuke hacia su hermano tratando de convencerle de que era una penosa idea contradecir al entrenador.

- Me encantaría ayudarte, pero tendrá que ser después del entrenamiento. Ahora tengo que trabajar. He cambiado al turno de madrugada. Llegaré para el entrenamiento de las nueve.

- Vale – dijo Sasuke al final – lo intentaré yo solo.

- Lo siento, Sasuke – susurró su hermano terminando de bajar los peldaños y sentándose en el último para ponerse las zapatillas – te veré luego en la facultad. Vete antes de que llegue papá o se despierte, ni siquiera sé si está en casa.

- Sí, ya me voy.

Observó cómo se cerraba la puerta principal y pese a que quería haber ido a la cocina a desayunar algo, sabía que sería una total pérdida de tiempo, no habría nada. Cogió la bolsa con los patines y se marchó con rapidez abrigándose bien.

Al llegar al campo de hielo, Sasuke dejó la bolsa en el banquillo y se calzó los viejos patines de hockey que una vez pertenecieron a su hermano. Le venían un poco justos y la verdad era que estaban destrozados, pero le servirían por ahora. Cogió el stick entre sus manos y empezó a patinar tratando de conseguir dirigir el puck pese a que, cada dos golpes, se iba hacia otra dirección donde él no lo había lanzado.

- Se recibe con el dorso de la pala y se dirige con la interior – escuchó la voz de Naruto desde el banquillo.

- No necesito tu ayuda. Lárgate.

- Yo creo que sí la necesitas. El hockey no es tan fácil como la gente piensa y por muy bien que patines, la coordinación de tus manos y tus ojos debe ser perfecta. Es un deporte muy rápido donde es fácil perder de vista el puck, incluso perder su control. Vamos... déjame ayudarte.

- ¿Por qué me ayudarías? Me quieres fuera de tu equipo.

- Vengo a ayudarte porque lo necesitas si quieres quedarte. Me gustaría tener a gente preparada pero no niego que mi padre tiene razón, los tres sois grandes patinadores, sólo os falta aprender sobre este deporte. Practicaré contigo por las mañanas si quieres.

- Aunque hagas esto, sigues sin caerme bien – le dijo Sasuke ganándose una sonrisa de Naruto.

- Lo sé, tampoco tú me caes bien, niño peonza – sonrió Naruto – pero si queremos ganar y que no nos quiten las becas, habrá que trabajar como un equipo y mejorar. Puedo ayudarte con esto.

Naruto terminó de calzarse los patines y salió al campo dejando los gordos guantes de hockey en el banco de madera. Ni siquiera le hacían falta aunque estaba convencido de que en un futuro, tendría que enseñarle a Sasuke con ellos puesto que el agarre al stick cambiaba bastante.

- ¿No vas a ponerte los guantes? – preguntó Sasuke.

- No, ni tú tampoco. Entrenaremos unos días con unos guantes finos. Quiero que aprendas primero a manejar bien el stick y luego, lo complicaremos con los guantes reales.

- De acuerdo.

Pese a la sorpresa que resultaba aquello para Sasuke, tampoco podía negar que necesitaba ayuda aunque no iba a decírselo directamente a Naruto. No le caía bien y eso era algo que saltaba a la vista, pero era cierto que tenía que mantener la beca y su hermano estaba muy ocupado para ayudarle. No le quedaba otra opción que conformarse con Naruto.

Durante dos largas horas, ambos chicos estuvieron entrenando pese a los bostezos que de vez en cuando lanzaba Naruto al aire. No estaba acostumbrado a madrugar tanto. Al cuarto bostezo de Naruto, Sasuke empezó a sonreír.

- ¿Tan aburrido estás? – preguntó Sasuke.

- No... es que odio madrugar – dijo sin más Naruto.

Sasuke iba a contestarle, cuando el rugido de su estómago consiguió que el chico se sonrojase y Naruto le mirase extrañado. El silencio reinó en aquel instante entre ambos, mirándose fijamente sonrojados por el ruido, hasta que Sasuke habló girando la cabeza hacia otro lado y tratando de aparentar molesto.

- Deberías desayunar algo, tú estómago hace ruidos raros – dijo.

- ¿Que mi estómago hace ruidos raros? Es el tuyo, idiota.

- Eso jamás ocurriría – mintió Sasuke – es el tuyo.

Un nuevo rugido hizo que Sasuke se pusiera aún más rojo de lo que ya estaba. Creyó que Naruto le diría algo, que le insultaría o le llamaría mentiroso, en cambio, resopló frustrado y cansado.

- Te invito a desayunar – dijo al final Naruto.

- No quiero desayunar. Ya lo he hecho en casa.

- Genial por ti, yo aún no he desayunado y me gustaría no desayunar solo. ¿Te importa acompañarme? – intentó Naruto de esa forma conseguir que Sasuke comiera, porque para él, estaba claro que ese chico mentía, no había desayunado nada – en la cafetería de arriba hacen un chocolate con churros increíble.

- Esta cerrada hasta las ocho y son las seis y media.

- Puedo prepararlo yo. Vamos.

Sasuke iba a quejarse pero Naruto ya había empezado a patinar en dirección al banquillo dispuesto a quitarse los patines y el equipo para ir a tomar ese chocolate caliente.

***

A las ocho de la mañana, Deidara caminaba calle abajo hacia la facultad. Acababa de salir del bullicioso metro en plena hora punta pero no le importaba apenas. Algunos alumnos caminaban delante de él con sus mochilas y hablando con sus amigos, él simplemente, iba solo como todos los días.

Pensaba en el hockey y no estaba seguro de si conseguiría practicar ese deporte. Era cierto que le gustaba patinar y que lo había dejado hace mucho cuando Naruto empezó a apoderarse de todo. El antiguo entrenador de hockey le había preferido a él, quizá porque era más manipulable. Siempre habían estado muy unidos pero desde aquel primer año de facultad, los dos se habían alejado. Un año había pasado de aquello, de ese cambio drástico que dio su hermano.

El sonrojo se hizo presente en sus mejillas al recordar el entrenamiento junto a Itachi. Su padre había convencido a ese ex jugador de volver al equipo y podía ser algo extraño, pero desde el primer momento, se había fijado en él, le había gustado. Quizá parecía tener un aspecto duro y todos decían que era agresivo, que por eso fue expulsado del equipo, sin embargo, para Deidara... ese chico tenía algo especial que le llamaba la atención.

Estaba absorto con sus pensamientos fijos en Itachi, cuando se chocó contra la espalda de otro joven. Molesto por el golpe, el chico de profundos ojos marrones se giró a mirar a ese chiquillo rubio que se había chocado contra él.

Deidara se sonrojó al instante al reconocerle, el quarterback del equipo de fútbol americano de la facultad. Aquel cabello rojizo no pasaba desapercibido para nadie allí, todos le conocían y más aún las chicas que babeaban por él.

- Lo siento – susurró Deidara.

- No pasa nada, pero ten más cuidado la próxima vez. Deberías ir mirando al frente – sonrió el joven levantándole la barbilla con dos dedos para que le mirase, aunque no sabía quién era ese chico.

Deidara se marchó con rapidez apretando aún más con sus manos las asas de su mochila. No quería permanecer mucho tiempo cerca del equipo de fútbol americano. Sasori, en cambio, se quedó mirando a ese chico que se marchaba pese a que sus compañeros estaban sonriendo.

- Me suena mucho ese chico – comentó Sasori sin perderle de vista.

- Es normal, es el hermano gemelo de Naruto Namikaze.

- ¿El capitán del equipo de Hockey? – preguntó Sasori pese a saber la respuesta.

- Sí. De todas formas, es algo lógico que no le conozcas, ese chico sólo es un nerd. Apenas sale de su casa, siempre está estudiando y no tiene amigos, al menos eso es lo que se cuenta por la facultad.

- Qué extraño, teniendo en cuenta que su hermano gemelo es popular por aquí.

- ¿Vamos al entrenamiento o qué? – preguntó su compañero algo más impaciente.

- Sí, claro que sí.

***

En el pabellón de la universidad privada, el entrenador daba sus órdenes a los miembros de su equipo. Minato aprovechó para sentarse en las gradas y observar aquel entrenamiento. Miró el papel que Jiraiya le había dado y se aseguró de que estaba en el lugar indicado. Ese debía ser el antiguo entrenador del equipo que ahora él llevaba. Ese hombre tenía la culpa de que su hijo hubiera dado aquel cambio de actitud y estaba dispuesto a averiguar cómo había llegado a conseguir algo así.

Al final del entrenamiento, esperó allí sentado hasta que el antiguo entrenador apareció sentándose a su lado. Minato ni siquiera le miró, tan sólo observó el campo vacío.

- Minato Namikaze en mi campo – comentó Orochimaru – me han dicho que estás entrenando a ese equipo que dejé. No sabía que te conformarías con mis sobras.

- Bueno... los llevaré al campeonato y ganarán. Gracias por dejarme entrar a ver tu entrenamiento, ha sido muy esclarecedor – dijo Minato levantándose.

- No me importa que vengas a ver el entrenamiento, no cambiaría nada, ganaremos igualmente. Mi equipo no lo lleva un fracasado como tú.

- Nos veremos en el campo – dijo Minato sin más con una gran sonrisa – al fin y al cabo, yo al menos no tengo una mala reputación en la liga profesional.

- Supongo que volveré a ver a Itachi, ya me han dicho que le has admitido en tu equipo. Supongo que esto es todo lo que podía esperar de un entrenador como tú, que recoja la basura que yo ya tiré.

- Creo que lo estás infravalorando – dijo Minato sin más – quizá es que no supiste ver ni sacar su potencial.

Con aquellas palabras, Minato se marchó de aquellas gradas dejando a Orochimaru con una macabra sonrisa que se le borró enseguida al darse cuenta de que era cierto que Itachi había vuelto a ese equipo que él dejó.


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