Horizonte Perdido
Este fic forma parte del Concurso Luz y Oscuridad *TPN*.
Los asteriscos sobre algunas palabras u oraciones tienen su explicación al final del cap.
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≪Cuentan las leyendas que a través de los inmensurables mares y el vasto cielo que cubre nuestro mundo, unas mujeres tan bellas como la misma Afrodita y tan sanguinarias como el mismo Ares viven escondidas en las profundidades de las aguas, esperando parsimoniosas la llegada de aquellos hombres que vuelven de largos y cansados viajes, ansiosos de lujuria y diversión. Una vez los seducen con sus ojos cual piedras preciosas y sus cuerpos tan perfecta y armónicamente dotados los llevan directo a su lecho de muerte, volviendo así a la oscuridad de sus escondites. Dicen que nadie jamás ha podido descubrir la verdadera naturaleza de esos seres, féminas sumisas y sensuales capaces de endulzar el oído de hasta el hombre más duro e insensible con su canto celestial, y que muy pocos han logrado escapar del trance al que ellas los someten y sobrevivir para contarlo. Algunos marineros dicen que su forma real es la de una mujer de la cabeza a la cintura pero que poseen una cola de pez...≫
– No te crees realmente esas estupideces que lees, ¿O sí?
– Sonya, arruinas el suspenso del momento –se quejó el moreno que sostenía el pergamino que le habían "prestado" en el último mercado que saquearon.
– Ella tiene razón, Don, es tan estúpido como suena –defendió una rubia de ojos verdes, sentada en uno de los barriles–. ¿Mujeres con cola de pez que matan hombres? Por favor, los hombres se matan solos en cuanto los pierdes de vista por un minuto –alegó con diversión, recibiendo risas de parte de sus compañeras pero malas caras de parte de los hombres.
– Muy graciosa, Gillian, pero sólo estás celosa porque Nigel se ve tan interesado como el resto por estas criaturas de ensueño –la aludida borró su sonrisa y lo fulminó con la mirada–. Pero seamos sinceros, ¿Quién no querría encontrarse con una de ellas y probar lo que estas leyendas dicen?
– ¿Acaso quieres morir? –intervino una mujer de cabello verdoso y recogido en dos trenzas–. Porque créeme que te puedo hacer ese favor sin necesidad de encontrar una estúpida sirena –desenfundó su espada y con un dedo acarició el filo de la misma hasta sangrar levemente.
– ¡G-Gilda! ¡N-no! N-no es... No es lo que tú crees. A lo que me refiero es que todos queremos comprobar la verdad de esas leyendas, cruzarnos con una de ellas y decapitarlas como los demonios que son –explicó con nerviosismo a la par que le entregaba el pergamino a su compañero–. Tsk, ¿Escucharon eso? Creo que el Capitán me llama. Lo siento, muchachos, el alma de la fiesta se va –se apresuró a decir antes de correr hacia el camarote de su desaparecido Capitán.
– Tsk, cobarde –murmuró Gilda con una sonrisa ladeada, tomando asiento nuevamente luego de enfundar su arma.
– No, tú eres el hombre de la relación, Gilda –bromeó Gillian.
– Por supuesto, nunca lo dudes –respondió con altivez, riendo junto a sus dos compañeras.
– Pero entonces –se dejó escuchar de parte del menor de la tripulación–, ¿Las sirenas matan sólo a los hombres? No es justo, debería haber sirenos también.
– Phill, esas son todas patrañas. No me dirás que con tu inteligencia de borrego crees en tonterías como esas.
– Ya no soy un borrego, tengo dieciséis años, Gilda –recriminó el chico inflando sus mejillas y frunciendo su ceño–. Mira, Don hasta me regaló su daga de plata.
– Tu hermano es el mayor de los idiotas aquí, Phill, que no se te olvide –comentó Gillian.
– Oye, sólo yo puedo llamarlo así –recriminó Gilda fingiendo molestia.
– Ah, tienes razón, ese es tu idiota. Lo siento –le siguió el juego, cediéndole el paso para que le respondiera al pequeño Phill, como todos lo llamaban de cariño.
– Gracias. Tu hermano es el mayor de los idiotas aquí, Phill, que no se te olvide –el aludido se compadeció de su pobre familiar. Era duro tener novia en esos tiempos–. Pero esos cuentos acerca de sirenas y mujeres que matan hombres son sólo invenciones de estúpidos machos pecho peludo que buscan excusas para no admitir que mujeres les ganaron en fuerza e inteligencia a su género –los tripulantes masculinos se voltearon a verla con la boca abierta y expresiones de suma ofensa e incredulidad.
– Gilda, te amo –murmuró Sonya al ver la expresión de Oliver.
– Tsk, ¿Que las mujeres nos ganan en fuerza e inteligencia? Cierta mujer pirata se olvida de quién es nuestro Capitán. Hombre. Macho pecho peludo –provocó Oliver acercándose a ella y golpeándose el pecho al pronunciar esas últimas palabras.
– ¡Oh, vamos! Todos sabemos que él sólo tiene el título de Capitán. Emma siempre fue mucho más que todos ustedes juntos.
– Ja, ¿Estás loca? ¿Acaso ese licor tenía estupefacientes?
– Admítelo, Oliver. Emma incluso te ganó en diez de nueve enfrentamientos. Así es, incluso sin enfrentamientos ella te ha superado siempre.
– ¿Quieres pelea, cuatro ojos? –sentenció sacando sus espadas gemelas.
– Creí que sólo eras puro pico como los pericos, blanquito –aceptó la otra, desenfundado nuevamente su espada.
– Ustedes dos, abajo las armas. Desembarcaremos en la próxima isla –interrumpió la situación un pelinegro de tez trigueña.
– ¡¿QUÉ?! –vociferaron todos los hombres al unísono.
– ¿Olvidaron hacer velas con la cera de sus orejas o qué? –bromeó con mal genio–. No repetiré las cosas una segunda vez. Alístense algunos para bajar a buscar provisiones mientras que otros se quedarán y ayudarán a reparar el barco.
– ¡A-ah, Ray! –exclamó Nigel con preocupación, captando la atención del mencionado–. Pues... Bueno, lo que sucede... Nosotros creemos...
– Habla si vas hablar, tengo cosas que hacer.
– La próxima isla es la Isla de Coia, famosa por las leyendas que se cuentan sobre ella.
– ¿Y? No creo en lo que no se puede demostrar.
– Ray, no seas necio –interrumpió Oliver acercándose a él–. Sean ciertas o no, sí estamos seguros de que muchos piratas y mercaderes han desaparecido en ese lugar. Nadie nunca ha encontrado sus cuerpos o siquiera sus embarcaciones. No podemos arriesgarnos –argumentó el peliblanco con seriedad.
– Lo haremos de todos modos –fue la decisión final de Ray antes de darle la espalda y alejarse.
– ¿Qué piensa el Capitán de todo esto? –el pelinegro frenó sus pasos y sólo giró levemente su cabeza.
– Oliver, no –susurró Sonya a su lado.
– Norman estará de acuerdo. No te preocupes por él, preocúpate por la manera en la que limpiarás el acrostolio*.
– ¿El qué? Creí que debíamos arreglar el...
– Tú no. Tu trabajo será dejar ese acrostolio* más brillante que la pelada de Vincent antes de que nos vayamos.
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– ¡NO IRÉ A NINGÚN LADO, GILDA!
– ¡Ya deja de quejarte, Don! ¡Diablos, que eres un pirata no una niña!
– ¡ME NIEGO! ¡ES UNA LOCURA! ¡ME NIEGO A MORIR EN UN LUGAR COMO ESTE!
– ¡Déjate de bromas y ya vámonos! –exigió con un golpe en la cabeza del moreno–. No puedo creer que tengas miedo de estúpidas leyendas marinas.
– Eso lo dices porque no es a ti a quien matarán si logran seducir.
– Don, cariño –llamó la peliverde situándose de frente hacia él–. Tu fortaleza mental es insuperable. Créeme, lo sé.
– ¿Enserio? –preguntó con voz de niño y ojitos de cachorro mojado.
– ¡Claro! Sé que jamás te dejarías engañar por ningún ser sexy y tramposo para que te mataran, porque... –se acercó a él por completo y lo besó brevemente antes de abrazarlo por la cintura–, sé que eres consciente de que si eso ocurre yo te salvaré para matarte con mis propias manos por ser un idiota semental que sólo piensa con la cabeza de abajo.
Sonya, Gillian y Violet se aguantaron las carcajadas al ver la reacción tan aterrorizada de Don. Podrían jurar que incluso había soltado un pequeño chorro por el susto.
– C-claro... m-mi a-amor... –respondió entrecortadamente devolviéndole el abrazo.
– ¡Ah, chicos! Todavía no se fueron, qué bueno que llegué a tiempo.
Todos los presentes se quedaron con la boca abierta de la sorpresa. Delante de ellos, se cernía amable e inofensivo su querido Capitán.
– Nor...man –susurró Gilda sin creérselo.
– ¡Norman! –exclamó Don al contrario.
– ¡Nooorman! –se escuchó el grito de Phill, quien se apresuraba hacia su querido Capitán para abrazarlo con fuerza y cariño.
– ¡Phill! –exclamó el peliblanco abrazándolo de vuelta y palmeando su espalda con alegría–. ¿Qué cuentas?
– Iremos a buscar provisiones. ¿Nos acompañas?
– Por supuesto. De hecho esa era mi idea desde un principio –el menor de los morenos sonrió mostrando sus dientes y corrió a buscar sus pertenencias.
– ¿Entonces? –preguntó devolviendo la mirada a sus confundidos amigos y subordinados–. ¿Me admiten en su grupo o no?
– Estoy confundida. ¿Es una petición o una orden? –preguntó Gillian sin dejar de mirarlo sorprendida.
Norman rió en voz baja ante su duda y la miró con suavidad.
– Supongo que debería ser una orden, ¿No es así?
– ¿Estás bien? –preguntó Sonya con cautela.
– Claro, ¿Por qué no habría de estarlo? –fue su respuesta inmediata.
Pero todos allí sabían que no lo estaba. No desde aquel terrible suceso hacía dos años.
– Sólo necesito estar solo y pensar, o Ray va a volverme loco con los mapas de Neverland.
Dicho lo último, el peliblanco se encaminó hacia el interior de aquella frondosa vegetación, siendo seguido de cerca por los demás.
Durante dos horas se la pasaron recogiendo frutos y semillas ya que no se observaban animales que cazar en los alrededores. Don se quejaba constantemente de ello y sólo conseguía que Gillian se burlara cada vez más de él mientras Gilda sólo reía por las ocurrencias de la rubia y Sonya ayudaba al pequeño Phill.
Norman observaba de lejos, sonriendo con nostalgia al ver a sus amigos interactuar y divertirse... A su manera, claro. A ella le encantaba eso, los consideraba su familia y amaba verlos sonreír más que a cualquier tesoro que pudieran encontrar. Ella... amaría estar allí con ellos ahora.
–...man...
Una voz lejana llamó su atención. Volteó su cabeza en busca de la dueña de tan familiar voz, pues claramente había sido una voz femenina.
– Noor~man... –volvió a llamar esa voz con cierta entonación melodiosa antes de reír como si se tratara de un juego.
– ¿Norman? –llamó Gilda al verlo tan inquieto–. ¿Todo bien?
– ¿Eh? A-ahh... S-sí, es sólo... Yo... creó haber encontrado un nido de pájaros. Debería ir a ver.
– ¡Ah, yo voy con Norman! –exclamó Phill soltando su bolso.
– ¡NO! –respondió el peliblanco con urgencia, sorprendiendo y confundiendo a sus compañeros–. E-es... Es que... N-no deberías interrumpir tus tareas así de repente, recuerda que Emma te enseñó a terminar con uno de tus deberes antes de comenzar con otro.
– Noor~man...
– Así que... Sigue así. Yo volveré muy rápido –habló sin mucha coherencia antes de salir corriendo.
– Eso fue muy raro, ¿No lo creen? –indicó Gillian con una ceja elevada.
– Demasiado, diría yo. Nunca antes mencionó a Emma tan naturalmente desde hace dos años. Debería seguirlo...
– Gilda –llamó Don con seriedad–. No lo hagas.
– ¿Por qué no? Hemos revisado los alrededores tres veces, no hay ningún nido de nada.
– Un hombre debe hacer lo que debe hacer –se irguió sobre sí y cruzó sus brazos sobre su pecho.
– ¿Y qué es eso que debe hacer? –preguntó Gillian con desdén.
– Bueno, estaba demasiado inquieto y nos mintió. Además se fue hacia lo oscuro y se negó a llevar a Phill. Yo creo que él... –con su mano hizo un gesto lo suficientemente sugerente como para que las mujeres lo comprendieran.
Tres golpes lo suficientemente sugerentes para que él lo comprendiera fue lo que se ganó. Y no volvió a hablar por el resto de la noche.
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– ¡Espera! ¿Dónde estás? ¿Quién eres?
– Noor~man... –seguía insistiendo aquella voz, con risas burlistas que hacían eco a través de los altos árboles.
– ¿Quién...? ¿Quién eres? –volvió a preguntar con su corazón latiendo sin control y un nudo en su garganta–. ¡¿QUIÉN ERES?!
– Noor~man...
Norman giró sobre sus pies para enfrentar a aquella cruel mujer que utilizaba la voz de su difunta amada. Su emoción se desbordó, haciéndolo soltar gruesas lágrimas y sintiendo que su pecho se cerraba impidiéndole respirar en lo absoluto.
– N-no... No puede... ser –trató de convencerse. Sus piernas perdiendo fuerza y cayendo sobre sus rodillas mientras aún lloraba como un niño desconsolado–. No puedes ser tú.
– Noor~man –volvió a canturrear aquella mujer de ojos tan verdes como el jade y cabellera pelirroja. Sonrió mostrando todos sus dientes y rió como una niña que juega a las escondidas–. Te extrañé, Norman.
– ¡Emma!
Norman intentó en vano ponerse de pie, por lo que ella corrió y se lanzó sobre él abrazándolo con todas sus fuerzas, de la misma manera que lo hacía él.
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– Se fueron a la medianoche, ¿Por qué aún no vuelven? –se preguntó Ray por enésima vez mientras le robaba el reloj de bolsillo a Vincent.
El cielo comenzaba a esclarecer y ni Norman, ni el grupo de los que buscaría las provisiones había regresado.
– Señor, ellos volverán sanos y salvos –trató de tranquilizar el moreno–. Debería calmarse...
– ¡¿QUE NO VES QUE ESTOY CALMADO, VINCENT?! ¡IRRADIO CALMA POR CADA PORO DE MI CUERPO!
El resto de la tripulación dio un paso atrás a la par que tragaban grueso y desviaban su mirada.
– Juro que voy a hacerlos caminar por la tabla sobre la fosa de los cocodrilos allá en Grace Field. El primero en dar el ejemplo será el desgraciado de...
– ¡RAY, EL CAPITAN HA DESAPARECIDO!
– ¡Norman, hijo de...!
– ¡¿Señor, qué debemos hacer? –preguntó Vincent alarmado.
– ¡SEPARENSE TODOS EN GRUPOS DE TRES Y BUSQUEN POR TODOS LOS ALREDEDORES! –indicó el pelinegro tomando su sombrero y su espada–. ¡MATEN A QUIEN SEA QUE LO TENGA SECUESTRADO Y NO VUELVAN SIN ÉL!
– ¡AYE*!
Sin embargo, ninguno alcanzó a bajar del barco cuando el sentenciado se presentó frente a ellos, desnudo, pálido del frío y con mirada perdida.
– Ray –susurró aún mirando sus pies lastimados por las piedras y espinas.
El aludido corrió junto a su cuñado y lo cubrió con la capa que llevaba encima justo antes de que él se desmayara.
– Norman, maldito hijo de...
– Señor, debemos llevarlo a su camarote –interrumpió Vincent de nueva cuenta.
– Vamos.
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Sus manos lo recorrían por todos lados, sus labios lo besaban con ferocidad y sentía tanta necesidad de ella, de su mujer, su Emma. Dos años no eran nada, pero para él se habían convertido en una eternidad.
De repente sintió como sus ropas eran desgarradas y Emma se lazaba sobre él con desesperación.
– Emma... Emma, espera –trataba de recuperar su poca cordura en vano–. Emma, mi amor...
– Bésame. Me extrañaste, ¿No es así? Bésame entonces –imploró con urgencia mientras lo besaba por todo su cuello y pecho desnudo–. Yo te extrañé, Norman. No tienes idea de cuánto te he extrañado.
Norman despertó en su cama. Ray se encontraba a su lado, sentado y de brazos cruzados mientras dormitaba con su ceño fruncido.
– Emma decía que de viejo estarías arrugado por fruncir tanto tu ceño –bromeó en voz baja, despertando al pelinegro de un sobresalto.
– ¡Norman! ¿Cómo te sientes?
– Bien, supongo. Un poco confundido, no recuerdo nada...
Ray no le dio tiempo de decir más nada antes de golpearlo a puño cerrado en el medio de la cara. El peliblanco cayó sobre su espalda y se aguantó el dolor.
– ¿Qué diablos, Ray?
– ¡"¿Qué diablos?" debería ser mi frase, maldito albino desconsiderado! –vociferó con enojo antes de golpearlo en el abdomen.
– E-está... bien, Ray. Ya lo e-entendí, lo prometo. No vuelvo a salir sin decírtelo antes.
– Eso espero. La próxima vez te lanzaré a los cocodrilos de la Bruja Isabella.
– Debes dejar de llamar así a tu madre.
– No es mi madre, es una bruja, y tú un loco suicida. Dime, ¿Dónde diablos anduviste anoche? Hiciste a Don mojar sus pantalones y a Phill llorar como una niña.
– Debo disculparme con ellos...
– Claro que debes.
–...pero es que no... No recuerdo lo que sucedió anoche –mintió sin poder mirarlo a la cara.
Ray lo supo de inmediato, ese desgraciado era tan transparente como el manantial que descubrieron en Goodwille Ridge. Sin embargo, optó por no decir nada, sólo escucharlo.
– Yo... creo que quiero estar solo, Ray. Por favor, retírate –pidió casi en un susurro mientras se recostaba de nueva cuenta pero dándole la espalda.
El pelinegro salió de la habitación sin voltear a verlo. Definitivamente ambos debían estar solos.
"Emma..." fue lo que dijo antes de perder la conciencia aquella mañana. No es que fuera raro de su parte, pues durante dos años tuvo que ser el apoyo de su cuñado cuando éste se derrumbó por completo luego de perder a su prometida. Emma era su eje, el de toda la tripulación de hecho, pero para Norman era más que una simple compañera tripulante. Ellos se enamoraron a primera vista, o así se lo hizo saber su hermana una vez estando solos. Nadie se esperaba que aquellos desgraciados la mataran por un poco de comida y oro.
Fue una muerte casi instantánea... Ojalá lo hubiera sido, así Emma no habría sufrido esa dolorosa agonía al igual que Norman. Luego de eso trataron de darle una muerte digna, lanzándola a las profundidades del mar como ella siempre lo quiso.
Pero Norman nunca logró superarlo. Aunque, siendo sincero, dudaba que alguno de ellos lo hubiera logrado en realidad. Sólo que para Norman era agónicamente peor... Y ahora él se perdía por toda una noche, volvía desnudo y maltratado, y lo último que decía antes de perder la conciencia era "Emma".
– Que Coia* me libre y me guarde... Y se olvide dónde –farfulló molesto despeinando su ya desarreglado cabello.
Por la tarde, Norman supo de parte de Vincent que la razón por la que todavía no zarpaban era porque el barco, misteriosamente, tenía más averías de lo que creían, sin embargo, si todo salía bien podrían irse en la madrugada. No pudo evitar pensar en Emma, su voz, su pelo, sus ojos, esa noche que pasaron juntos. Tal vez... ¿Debería buscarla otra vez? Quiso creer que tan sólo había sido un sueño, pero Vincent le confirmó que el dolor que sentía en su espalda era producto de los numerosos arañazos que presentaba.
No había sido un sueño, ni ella una ilusión.
Subió al puesto del vigía, para hablar un poco con Zack, sin embargo él no se encontraba allí. Probablemente estuviera con Pepe, tomando a escondidas por ahí.
– Podría cambiarle de sitió a Zack –sopesó suspirando sonoramente. Se recargó sobre la barandilla y observó al horizonte con nostalgia–. ¿Es realmente allí donde te encuentras, Emma?
Volvió a suspirar y decidió cambiar su vista hacia el frondoso paisaje verde que denotaba esa isla. A pesar de los rumores tan oscuros no podía negar que era sumamente agradable... A la vista.
– Emma... –susurró sorprendido al ver su característico cabello entre todo ese fondo verde.
Ella le sonrió de forma seductora, descubriéndose un poco más de aquella flora que la escondía y enseñándose frente al peliblanco con poca ropa. Norman se sonrojó fuertemente y Emma tan sólo rió juguetonamente antes de desaparecer por donde llegó. De inmediato, él se apresuró a bajar de aquel lugar para seguirla, poco importándole si alguien lo vio desembarcar.
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– Está bien, supongo que debería justificar mi comportamiento algo... Tosco de esta mañana. Aunque te advierto que no voy a disculparme porque tú eres un maldito hijo de... –Ray estrelló la bandeja que llevaba en manos tan pronto se percató de que el idiota de su cuñado no estaba allí y que probablemente tampoco se encontraba en algún rincón del barco–. ¡MALDITO HIJO DE...!
– ¡SEÑOR!
– ¡RAY!
– ¡¿QUÉ DIABLOS, RAY?! ¡ERA EL JUEGO PARA GINEBRA QUE LEGALMENTE ME GANÉ EN UNA APUESTA EN GRAND VALLEY! –se escandalizó Gilda, con Gillian secundando el enfado de su amiga.
– ¡ESE IMBÉCIL SE VOLVIÓ A IR!
– Ah, pues que alguien más lo busque. De noche no me bajo de este barco –sentenció Don sin percatarse de la mirada asesina de Ray.
– ¿Tienes idea de dónde pueda estar el Capitán? –preguntó una mujer de cabello castaño y recogido en una alta coleta de lado.
– ¡¿ACASO ESTARÍA TAN ALTERADO SI ASÍ FUERA?!
– ¡VUELVE A GRITARME Y TE DEJO SIN VOZ, EMO DE POCAS PULGAS! –amenazó la mujer dirigiendo su bate minado de clavos frente a la cara de Ray–. Yo obedezco sólo al Capitán, imbécil.
Gillian y Gilda silbaron con sorpresa ante la tensión que podía sentirse en esa habitación.
– Cálmense los dos, Bárbara, Ray –pidió Vincent interponiéndose entre ambos–. Ya es de noche y debemos encontrar al Capitán antes de zarpar. Así que creo que es conveniente que tomemos la organización de esta mañana y busquemos con cuidado pero con prisa.
Todos asintieron de acuerdo, sin embargo voltearon a ver al pelinegro para obtener su aprobación.
– ¡ANDANDO!
– ¡AYE!
En el camino, varios grupos de tres tripulantes se separaron para buscar en diferentes direcciones a excepción de Ray, quien decidió buscar por su cuenta a su cuñado. No pasó mucho tiempo hasta que comenzó a escuchar gritos masculinos desde distintos puntos, algo que llamó demasiado su atención ya que no habían notado signos de que hubiera personas o depredadores viviendo en la isla.
– Probablemente se asustaron entre ellos –pensó con decepción al imaginárselos en dicha situación.
De repente escuchó corridas en su dirección. Adoptó una pose de batalla, colocando su mano sobre su espada, listo para desenfundarla con rapidez si lo necesitaba.
– ¡RAY! –gritó uno de los dos muchachos que salieron de entre la oscuridad–. De-debemos... ¡Debemos largarnos de aquí cuanto antes! ¡Rápido!
– ¿De qué hablas, Rossi? ¿Han encontrado a Norman?
– No, pero esas criaturas nos han encontrado a nosotros –habló el otro hombre con nerviosismo.
– ¿De qué criaturas hablan? ¿Qué está pasando? –preguntó el pelinegro perdiendo cada vez más la paciencia.
– ¡LAS SIRENAS! –exclamaron ambos tipos al unísono.
Ray frunció el ceño y entrecerró los ojos con incredulidad.
– ¿Qué fue, puntualmente, lo que vieron para estar hablándome de estos disparates?
– Z-zack... Zack. Él ha sido devorado por ellas. Vimos su cuerpo y el de Pepe sin vida, arrojados en cualquier sitio, con la ropa destrozada y su cuello mordido.
– Es como dicen algunas de las leyendas. Ellas te seducen y luego te comen sin piedad. Algunos dicen que ellas adoptan la figura de la amada de su víctima y con eso los confunden hasta llevarlos a su perdición.
– Ray, debemos irnos de aquí. ¡Rápido!
– ¡No nos iremos sin Norman y lo saben! Ahora dejen de llorar como un par de niñitas lamentables y busquen a ese imbécil hasta por debajo de las piedras si es necesario.
– ¡Pero las sirenas...!
– Si las sirenas no los matan por ilusos lo haré yo por cobardes. ¡AHORA ESPABILEN Y BUSQUEN A SU CAPITÁN!
– ¡AYE SIR!
Tan pronto como ambos muchachos se perdieron en la oscuridad de aquella selva, Ray hizo tronar su cuello para liberar tensión. Esa tripulación de idiotas y cobardes no habían aprendido nada luego de todas las situaciones extremistas que habían vivido en esos años.
"Emma..."
Abrió sus ojos tanto como pudo, sintiendo cómo su corazón se aceleraba y su pecho se cerraba. Él apareció desnudo y maltratado, el nombre de su difunta hermana fue lo único que dijo al respecto antes de desmayarse y ahora dos de sus hombres estaban muertos.
"No parece ser una isla habitada de animales para cazar. Ni siquiera hay aves" recordó las palabras de Sonya aquella mañana. Si no había aves ni ninguna otra clase de animales, ¿Entonces qué podría haber dejado en ese supuesto estado a sus hombres?
Aunque trató de convencerse de otras mil posibilidades, no podía dejar de pensar en ese ser misterioso que Norman había encontrado la noche anterior.
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Norman rodeaba con sus brazos el delgado cuerpo de su amada, sobaba sus hombros con suavidad y escondía su nariz en su cuello, entre las hebras de su cabello, tratando de memorizar una vez más la fragancia natural de su cuerpo.
– No ha habido una noche en la que no pensara en ti. Te extrañé tanto, Emma –susurró con nostalgia mientras la abrazaba por detrás.
– ¿Por qué me dejaste ir entonces? –preguntó ella sin emoción, logrando tensar al albino.
**– Yo... no quise hacerlo –Emma sintió los brazos de su prometido temblar y sus lágrimas recorriendo su nuca–. Te juro que fue lo más difícil que he hecho mi vida, despedirme de ti y dejarte ir –el peliblanco trataba en vano de regular su voz, sin embargo no podía evitar que ésta saliera temblorosa y entrecortada–. Ray dijo que ese era tu deseo.
– ¿Cómo podría haber sido ese mi deseo? Me abandonaste, Norman –frunció su ceño, expresando con su sola mirada dolor y repulsión–. Me abandonaste como todos los hombres lo hacen cada vez que sacian sus deseos. Juran amor eterno y luego simplemente las arrojan sin más a lo profundo del mar, como si no fueran nada más que objetos despreciables.
– ¡Eso no es cierto! –vociferó Norman para sorpresa de la muchacha–. No es cierto, Emma. Tú lo quisiste así, ¿no lo recuerdas? Ray me lo dijo, tú deseabas vivir para siempre en el mar, explorando la inmensidad de las aguas... D-desde... Desde las orillas de la isla más conocida y poblada hasta el horizonte infinito. Tú... T-tú eras mi horizonte, Emma. Tú eras mi infinito y te perdí... Por tanto, tanto tiempo –Norman no podía controlar su llanto y apretaba cada vez más a Emma en su abrazo, aunque a ésta poco le afectara su fuerza–. ¿Sabes...? ¿Recuerdas cuáles fueron tus últimas palabras? –Emma tan sólo se quedó en silencio, mirando sus manos sobre su regazo–. "Me haré una con el mar y te cuidaré por siempre". ¿Lo recuerdas, Emma?
La mujer abrió por completo sus ojos y se tensó bajo el agarre de su prometido.
– Las personas pueden decir muchas cosas cuando están al borde de la muerte –Norman descansaba su cabeza en el hombro de ella, con su mirada nostálgica y una sonrisa completamente rota–. Pero ahora estamos juntos una vez más, ¿No es así? –Emma se soltó de su agarre y giró sobre sus pies para quedar de frente a él y mirarlo a los ojos–. Y ya no te dejaré ir nunca más –prometió con una sonrisa.
Tomó su cara con ambas manos y lo besó con profundidad, primero de forma lenta para luego acelerar el ritmo y convertirlo en un beso feroz y cargado de lujuria. Norman tan sólo se dejaba hacer, la tomaba delicadamente por la cintura y cerraba sus ojos, tratando de no arruinar el momento con su atormentado llanto de huérfano de amor.
Ray se acercó hacia donde creyó haber escuchado ruidos, debía agudizar tanto como pudiera sus sentidos debido a la oscuridad de la zona. La leve neblina que se había formado tampoco era de mucha ayuda, dificultándole la poca visión que lograba tener de sus alrededores.
Cuando lo vio.
Norman se encontraba recostado e inmóvil con esa criatura encima, besándolo por todos lados y mordiéndolo suavemente, como si estuviera jugando con él antes de lograr su verdadero cometido.
"Espérame Emma" logró leer sus labios justo antes de disparar. Una lágrima cayendo y perdiéndose entre sus cabellos platinados.
Esa mínima distracción lo fue todo. Si tan sólo no le hubiera prestado atención...
Su disparo se retrasó un segundo, un mísero segundo en el que la sirena finalmente le mordió el cuello a su amigo, justo a la altura de sus vasos más importantes. Norman comenzó a respirar erráticamente y Ray gritó llamando la atención de aquel repugnante ser.
Esa criatura del demonio, esa cría del mal más aterrador y oscuro, ahora lo miraba con sus ojos rojos y saltones, ni siquiera tenía nariz, respirando tan sólo por aquellos agujeros que probablemente correspondían a sus fosas nasales. Su piel arrugada y brillante como si fuera cubierta por una capa de baba y de un color violáceo, sus dientes filosos y puntiagudos sobresaliendo de su boca y dándole, si es que era posible, un aspecto aún más repulsivo y tenebroso. Sólo una cosa era cierta de las leyendas que contaban, su cola de pez, larga y escamosa, que se balanceaba de un lado hacia otro como la cola de un gato enojado, de colores brillantes y tornasoladas.
Ray no podía creer lo que sus ojos veían, pese a que siempre había confiado plenamente en ellos.
La sirena dio un alarido tan agudo que llegó a lastimar el oído del pelinegro, pero justo antes de que lograra abalanzarse contra su víctima número dos Norman la tomó por la nuca, acercándola a sí mismo, y le clavó el puñal que tenía escondido entre sus ropas.
– T-tu... nun-ca... podrías com-mparar...te con mi amada Emma –la criatura se mecía violentamente en busca de apartarse de él, sin embargo Norman la sostenía con sus últimas fuerzas para evitar que atacara a su hermano–. P-pero... Te lo... agra-dez...co. Darme la opor... –un violento ataque de tos sanguinolento lo obligó a interrumpirse hasta recuperarse, sin embargo se obligaba a no soltar a la sirena–. Tuve la oportunidad... de volver a estar con... ella. Ahora es tiempo de que ambos nos vayamos** –Norman desenterró la daga clavada en la espada de la criatura redirigiéndola hacia su cuello, realizando un corte profundo a la altura de sus vasos importantes.
Debido a que la sirena ya había sufrido una seria herida en su corazón, además de que había perdido mucha sangre, o tal vez fuera porque la herida en su cuello fue mucho más grave que la que ella le causó a él, ésta cayó sin vida sobre el peliblanco al instante. Y mientras, Norman daba bocanadas de aire, siendo consciente de que no le quedaba mucho más tiempo que a la falsa Emma.
– ¡NORMAN! ¡E-espera un poco! ¡Resiste! L-la ayuda viene en camino, Vincent... Él te sacará de esta, lo prometo. Sólo... Resiste. Por favor, hermano mío, resiste –suplicaba con desesperación mientras no podía evitar llorar frente a él. Arrastró a la criatura lejos de él y procuró limpiar su mano tanto como pudiera, pese a que su ropa probablemente se encontrara incluso más sucia que la misma tierra, para luego comprimir la zona de su cuello por donde la sangre no dejaba de salir en grandes cantidades y de forma pulsátil–. ¡VINCENT! ¡DON! ¡OLIVER! ¡GIL...! ¡¡GILDA!! –comenzó a llamarlos a los gritos al verse incapaz de hacer nada más.
– E-E...mma...
– N-no, no, no lo hagas... Tú... debes... Debes estar callado. Cállate... o te golpearé. Sí, te golpearé. N-no hables –hablaba de manera entrecortada y sin poder pensar en nada más que toda la sangre que regaba el suelo alrededor de ellos.
Norman cada vez empalidecía más, sus párpados pesaban más y más y no sentía su cuerpo. Aun así, logró llevar su mano y posarla sobre las de Ray, quien lo miró sobresaltado y con más lágrimas en sus ojos.
– Dé...jame... Ella m-e... espera... –Ray se mordía el labio con fuerza y se esforzaba por dejar de llorar–. Está... sonriendo... –murmuró con un hilo de voz y sonriendo también–. Dice que... nos ama. Quiere que... tengas una... lar-ga vida, Ray.
Con tan sólo esas palabras, el pelinegro sintió cómo se derrumbaban sus murallas, esas que con tanto esmero construyó a su alrededor para evitar que otros lo vieran sufrir. Emma, su pequeña Emma, esa pequeña niña adoptada por sus padres aquella vez que sucedió la masacre en la isla de Lambda. Nunca esperó que se convirtiera en la pieza central de su vida. La cuidaba y la quería como si se tratara de su hermana biológica, como si sus lazos fueran de sangre. Cuando conocieron a Norman y pudo ver el amor que se profesaban el uno al otro no pudo ser más feliz, bendiciendo su relación y su futuro.
Norman no fue el único que perdió una gran parte de su vida cuando esos vandidos le quitaron la vida a Emma, pero él decidió cumplir la voluntad de su hermana y cuidar de su cuñado como si fuera su segundo hermano, así como de la tripulación que ella tanto consideraba su segunda familia.
No podía... Simplemente no podía dejarlo ir a él también.
– D-déjame... Ray. Por... Por favor, déjame ir... con ella –pidió Norman mirando más allá de sus ojos. Ray negó con súplica–. Déjame... vivir por siempre... en el mar con ella.
Ray cerró sus ojos con dolor, sintiendo cómo su corazón se rompía en mil pedazos.
Esta vez los muros ya no se volverían a alzar, pues no solucionarían nada. Aunque en realidad, nunca lo hicieron.
Con las ganas de gritar de impotencia finalmente retiró su mano del cuello de Norman, dejando que terminara de desangrarse. Los ojos de Norman perdieron su brillo y su piel, naturalmente pálida, se volvió más blanca que sus cabellos. Sin embargo, una sonrisa apacible adornaba su vacío rostro, dejándole entender a Ray que había muerto en paz y feliz.
La agonía de su búsqueda había terminado.
Su horizonte perdido finalmente había sido encontrado.
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No fue la mejor de las despedidas, aunque ¿debía serlo? Nadie encontró ánimos para preparar un funeral digno para su Capitán, todos se escondían para llorar desconsolados la pérdida de un excelente hombre, no tanto tiempo después de haber perdido a su amada.
– Nos quedan sus recuerdos, sus consejos, sus órdenes inútiles que nunca acababan sin el clásico "por favor" –todos sonrieron con nostalgia recordando aquellos momentos–. Y a pesar de que su muerte fue un trágico suceso infortuito, él se fue en paz y feliz de reunirse con su amada Emma, en su horizonte infinito.
Ante el gesto de Ray, los hombres procedieron a arrojar su cuerpo sin vida, preparado y envuelto en mantas, a las profundidades del mar. Nadie estuvo exento del llanto triste y cargado de otros sentimientos.
Por siempre recordarían a Emma y Norman, los dos Capitanes más gentiles y dedicados de la tripulación Horizonte Infinito.
Ray se acercó a la proa del barco, apoyándose sobre el barandal y observando las aguas calmas que los acompañaban en su viaje. Frunció sus labios a la par que apretaba con fuerza sus dientes. Ahora sabía más acerca de los misterios que escondía el mar, criaturas oscuras que atacaban a sus presas en su punto débil... Pero que tal vez, sólo tal vez, tuvieran un mínimo de empatía segundos antes de cometer sus actos descarados y tramposos.
Ella... Lo había liberado de su tortuosa vida después de la muerte de su amada. ¿Por qué aquel ser había sonreído con nostalgia cuando Norman dijo "Espérame Emma"? ¿Acaso ya sabía que él no se había tragado el cuento de su amada resucitada? Entonces por qué continuar la farsa, sabiendo que corría el mayor de los peligros tan cerca de él.
Suspiró con cansancio y despeinó sus desarreglados cabellos. No tenía caso seguir insistiendo en aquello, ambos estaban muertos y ya no conseguiría las respuestas a sus preguntas.
De repente, algo captó su atención. Algo se movía en lo profundo, unos orbes azules como el cielo lo observaban a la par que se movía con el ritmo del barco. De a poco, una mujer hermosa surgió del agua, cabello dorado como el sol naciente y una piel perlada que era adornada con una cola larga de color amatista. "
– Tú serás el próximo –le dijo el ser con una voz tan melodiosa que lo enamoró al instante.
Ray parpadeó varias veces, saliendo de aquel trance. La criatura había desaparecido de repente.
¿Quién era aquella personificación tan pura y brillante, más que cualquier tesoro que hubieran conseguido jamás? Las leyendas decían que las sirenas sólo tomaban la forma del ser amado por aquel humano que sería su presa, pero entonces... ¿Eso también era mentira?
¿Cuántos misterios guardarían aquellos seres provenientes de las aguas profundas?
– Te fuiste sin ayudarme a descubrirlo. Norman, maldito hijo de...
Pero nadie lo interrumpió esta vez.
Ray sonrió con nostalgia. Extrañaría a sus dos hermanos como a nada ni nadie más en el mundo.
– ¡A BABOR! –gritó enérgicamente a su tripulación, quienes luego de tanta aura sombría por lo ocurrido en la isla y la muerte de su anterior Capitán recobraron de inmediato su habitual semblante–. ¡RUMBO A LA ISLA CONOCIDA COMO NEVERLAND!
– ¡AYE SIR! –respondieron los demás entre risas y alaridos de alegría
Era hora de otra aventura de piratas.
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Notas de autor:
*Acrostolio: Era una especie de adorno, que se ponía en la punta de la proa de la nave.
*Aye: Expresión que solían usar los piratas y es el equivalente a "Sí".
*Coia: Pirata del siglo XVI que operó en los mares del Japón.
**Escribir esto escuchando My Heart Will Go On... Escalofríos (–w–)
** Deoooh!! Escribo esto mientras escucho el clímax de la canción por... No sé, sexta vez? Jaja.
Así que ya saben, para mayor placer vuelvan a leer las escenas finales con la música más icónica del Titanic de fondo (guiño, guiño) jajajaja.
Espero que les haya gustado y que me comenten qué les gustó, qué no, qué les pareció este final agridulce y quién creen que es la sirena misteriosa que amenazó a Ray. Amaigaah, quién será, quién será... Jajjajaja.
Bueno, este fic originalmente formaría parte del Concurso de Luz y Oscuridad TPN, pero no estoy segura de si ya quedé descalificada por entregarlo tan fuera de tiempo. SEÑORES JUECES, SI LEEN ESTO POR FAVOR DENME UNA ÚLTIMA OPORTUNIDAD!! Escribí esto con sangre, sudor y lágrimas a pesar de lo complicado de mis tiempos (y cofcofelficquetodavíatengoqueactualizarcofcof).
De estar descalificado, por lo menos estoy satisfecha de esta nueva historia que les comparto, disfruté mucho escribiéndola, espero poder transmitirles esos sentimientos.
Nos leemos en mis demás historias!! O.-/
Carpe Diem!!
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