Horizonte de coral

Los tritones no tenían permiso de salir del agua hasta que hayan cumplido los quince años, pero a ningún humano se le prohibía ingresar.


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Siempre era común que aquellos ciudadanos de las profundidades del vasto océano recibiesen la orden estricta de retornar al mar cuando se vea a lo lejos a los hombres tomar las redes y preparar los arpones que abordarían los barcos dispuestos a irrumpir en el hogar de las criaturas marinas que los observaban atentamente por cada centímetro que la marea los alejara de la costa.

La luz del sol se filtraba en estelas que rompían por la oscuridad de la navegación superior, los peces se apartaban al pasar de sus semejantes en cola cuando estos chiquillos se empujaban entre sí, enredándose en la flora del fondo de mar, o molestando a las estrellas destellantes y jugando con las luces que llenaban de vida sus risas al rodear sus cuerpos para no interferir en su camino.

Uno de ellos hubo de molestar a un cardumen al cual dispersaron de su formación. Bajo aquel manto azul al que los humanos temían durante la noche, la luz se desvanecía a su paso capturando la atención de los seres que, por temor a un castigo severo del rey de mar, nadaban hacia la arena en la que podrían ocultarse.

No había oscuros bosques entre cuyos árboles caminar, ni carretas de increíble tallado a los cuales transportar, mucho menos marcas de pasos a los cuales perseguir para no perderse de su destino. Era una extensión de maravillas meciéndose con la marea que quien viva fuera del agua jamás podría presenciar.

Había formaciones rocosas ocupando los lados de los senderos borrados por el constante esparcimiento de las aletas que nadaran sobre ellos, los corales de colores vibrantes les ofrecían un escenario verdoso y confortante cuyas plantas de gran extensión se mecían, plantas que parecían jugar con el tritón que hablaba con ellas a la falta de compañía, respondiendo con un balanceo delicado para permitirle el paso.

Con el roce apenas perceptible de la yema de sus dedos, las flores despertaron a la primera señal de adoración y los caballitos de mar le provocaron cosquillas al recorrer una fila imaginaria que envolvió al joven príncipe hasta que los vio alejarse hacia la comitiva de familiares que acudían al nacimiento de una nueva vida que llenaría pronto los espacios repletos de jardines que serían su nuevo hogar.

Al levantar la mano para despedirse, siguió la dirección de su palma con una sensación de extrañeza y vio una vez más la superficie. Ninguna criatura, sirena o tritón, que perteneciera al reinado de su padre podía aproximarse si no se contaba con la edad que este había impuesto, nadie sabía con exactitud si el mar o el rey era quien castigaba a quien quebrara ese juramento, pero pocos que vivieron ante ello han sabido dar una explicación.

Tails Prower contempló una pequeña oscuridad que se asomaba por los límites del mar, sus ojos azules como el agua que lo rodeaba mantuvieron puesta su atención en lo que claramente era un barco, su flequillo ambarino se mecía por la marea natural del océano y su mente intentaba recordarle que no podía anhelar algo que por ley no podía tener aún. El tritón bajó la mirada donde su cola se extendía frente a él y su aleta se agitó para recordarle que dejara de pensar en el exterior.

Era un príncipe, y como tal no era su labor ni tarea u obligación acercarse a los extremos y arrecifes con el riesgo de que un día fuese capturado por temibles redes. Zails Prower era su hermano mayor, usualmente no portaba la corona de turritellas doradas a menos que fuese un evento de especial atención, además, era el único de los tres hijos del rey del océano que ya había alcanzado la posibilidad de romper la tensión del agua desde hace muchos años.

Pese a sus gentiles tratos que contrastaban con el segundo, Tails no distinguía entre tener un consanguíneo favorito, aunque de Zails a Miles haya mucha diferencia. Miles Prower seguía siendo su hermano mayor, y hubo repetidas oportunidades en la que los guardias de su padre lo confundieron con un simple tritón, aunque Tails no los culpaba si el azabache lo único que tenía de prueba de ser príncipe era el apellido.

Pese a esos conflictos de índole interna, para la familia de la corona, sus padres ya habían destinado roles para ellos que esperaban que fuesen obedecidos.

Una vez.

La marea era alta, lo cual implicaba que los humanos arriba optarían por apartarse de los dominios de su padre solo si eran inteligentes. Tails en verdad era muy pequeño para entender lo que significaba que esos seres, cuya mitad inferior no estaba compuesta de una cola sino de piernas, eran monstruos que atesoraban contaminar el mar con sus navíos.

Pasaron unos años hasta que entendió que eran solo humanos que actuaban sin consciencia real del mundo que había bajo el mar. Cuando Zails tuvo la libertad de salir del agua y explorar por sí mismo, la experiencia casi provoca que termine en platos de comida en un restaurante de un pueblo perteneciente a algún reino fuera, razón por la que sus padres tuvieron que ir a rescatarlo.

Sin embargo, Tails siempre se preguntó, mientras se encontraba recostado en una piedra lisa como para que no lastime ninguna de sus aletas, cómo hicieron Rosemary y Amadeus Prower para llegar a Zails si no había mar fuera del agua.

Tails reía al nadar entre extensas hojas que rodeaban su figura al pasar, y acariciaban sus orejas membranosas que se sacudían al llegar al extremo. Aprovechaba mucho de su tiempo libre para atender la vegetación que creía y nutría de su armonía el fondo del océano, ya que sin ella sería un lugar desértico en el que fácilmente el único atractivo serían los esqueletos de los hombres que naufragaban. El zorro se sacudió el pensar en ello, era un temor recurrente el que su padre se enojara y una tormenta hiciera perecer vidas que intentaban en vano alcanzar la costa.

—Pero eso no ocurrirá nunca más, ¿verdad? —murmuró al extenso mar sobre él cuando una esfera brillante parecía difuminarse, Tails nunca supo qué era, su madre una vez le explicó que se llamaba "sol" y que a las personas les gustaba verlo porque su calidez del verano, pero el menor no podía imaginar cómo se sentiría si no tuviera litros de agua rodeándolo.

Miles iba a cumplir quince años en dos semanas, lo cual significaba que sería el siguiente que podría explicarle las maravillas del exterior, además, ya que este hermano en especial era tan explícito en su manera de hablar, quizá Tails podría tener una idea más clara de lo que se siente la arena cuando no se arremolina hacia el cielo como hace cuando ellos dan vueltas en el fondo del mar.

Quería convencerse de que sería suficiente, pero Tails no había sido un tritón especialmente falto de curiosidad, tal vez era muy obediente, mas el interés en asomarse por la superficie había surgido en su mente desde que Zails empezó a llevarlos hasta allá arriba, sin que Miles ni Tails pudiesen salir.

—¿En qué piensas? —preguntó su hermano de mechón negro al asomarse por su costado, Tails vio a unos peces escabullirse para dejar al par solo, peces que Tails había estado mimando al jugar a las escondidas con ellos y que ahora lo observaban entre las rocas.

—En mantener este lugar en orden —contestó al despertar de su pensamiento ilógico y regresar su vista al territorio al que sí pertenecía, el menor nadó hasta un sendero en el que el pasto marino no invadía—. ¿Por qué estás aquí?

—¿Crees que podría hacer un consolador de cucharas?

—¿Qué? —Tails giró un tanto en pánico al reconocer el objeto al que su hermano se refirió, pero Miles se encontraba inclinado sobre una roca mientras observaba sin ánimo al menor.

—Cucharas, dildos, meter y sacar —repitió—. Vi que mi padre tenía algunas como reliquias en el salón principal, mamá no tiene que saber para qué las uso.

—¿Te refieres a un objeto humano? —El ojiazul retrocedió ascendiendo ligeramente al ver unos cangrejos caminar hacia el camino opuesto con piedras—. No deberías tocar esas cosas, no sabes de qué están infectadas —continuó al levantar una flor caída y dejarla caer sobre una piedras—. Y no podrías usar nada, no eres...

Humano, no era humano, pero Miles se encogió de hombros sin tomarle importancia y dejó su posición para nadar frente a Tails y desordenar la fila de pétalos que había armado para los peces globo. El zorro vio su trabajo de horas dispersarse y su cola casi de inmediato reaccionó para perseguirlo, Miles no supo que Tails quería atraparlo hasta que se desvió y el más pequeño de la familia no pudo detenerse a tiempo, por lo que chocó con uno de los guardias que esperaba a Zails en la puerta.

Tails suspiró antes de recibir una reprimenda y optó por dirigirse hacia el único lugar en el que no debía recordar que, aunque no la portara, tenía una corona.

Sus hermanos, sus padres, nadie tenía que saberlo a menos que desease sufrir una invasión de su único espacio de privacidad. La única persona que tenía conocimiento de aquella cueva a la que el menor ingresó era Silver, un tritón al que conoció durante una ocasión en la que el príncipe intentaba huir al ver que las gigantescas olas del mar hundían una vez más a cientos de marineros y pescadores.

Era un espacio de iluminación natural, aunque el sol se hallara opacado por el mar, y tenía un lugar de acceso en el techo por el que fácilmente cualquiera podría ingresar, pero no ocurría. Tails miró a los lados al tomar el borde de la cueva y se sumergió para tomar asiento en una de las rocas, donde levantó la mirada y vio esa radiante esfera en lo que para él era su cielo.

Tails bajó la vista para observar a su aleta azul como el resto de su cola sacudiéndose en la arena para jugar, sonrió, aunque era un poco más clara que el color que predominaba en él, esa aleta le regresó el sentimiento de pertenencia con los suyos en su reino. El menor notó el caballito que salía de una de las grietas y levantó una mano cuando el diminuto ser se aproximó con curiosidad, el ojiazul rio cuando lo sintió nadar hacia su flequillo y luego hacia la salida, donde se perdió de vista con la distancia.

Lo más satisfactorio de una marea tranquila era que los tripulantes no debían aferrarse al timón ni a los mástiles, era más un recorrido en el que no esperaban pesca alguna, ya que la actividad de los peces de reducía de manera considerable. Las olas menores no perturbaban un cielo despejado ni el movimiento sereno de la embarcación a la que su único capitán e integrante veía con orgullo.

—Sonic, eso es patético —observó su hermano mayor al ver al cobalto de pie ante el bote que servía, de hecho, en caso de emergencias para los barcos "de verdad"—. ¿A dónde llevarás esa basura?

—Iré a navegar —expuso con la mirada en alto.

Scourge pensó que Sonic había comido algas que nunca debió tocar; sin embargo, el ojiverde estaba decidido a llevar el navío al océano como un intento de superar su temor a las profundidades: Sonic no sabía nadar, el cumpleaños de Scourge iba a ser en dos semanas en un barco al que el cobalto no subiría si no superaba su fobia esta tarde, y no quería recibir ninguna reprimenda o burla de sus súbditos y empleados.

El erizo vio que su hermano mayor no tenía fe en lo que estaba haciendo, así que no se preocupó en dar explicaciones cuando lo vio irse. Sonic exhaló con confianza, la marea era pacífica, era imposible naufragar, aunque esté dirigiendo un bote hecho para lagos y paseos en pareja.

—El rey del océano debe estar complacido —susurró al recordar las historias que contaba su madre acerca de figuras imposibles que vivía en el fondo del mar.

Sonic se asomó por la orilla, vio únicamente su reflejo y luego notó que estaba alejado de la costa y no había empezado a gritar para que alguien lo rescatara, así que estaba perfecto, su plan estaba funcionando.

—Deben tener un poco más de fe —dijo con orgullo al agarrar el ancla que trajo consigo para no seguir avanzando y mantener estable a la embarcación. Sonic tomó una al azar, así que no se aseguró de que sus condiciones fueran óptimas y menos de que sea del tipo adecuado para el bote en el que se encontraba.

Por desgracia.

Cuando el cobalto se puso de pie para arrojar el objeto pesado al mar, no solo se enredó con una de sus piernas, sino que se dio cuenta de ello una vez que ya el ancla se estaba hundiendo hasta tocar el fondo. Sonic intentó desenredarlo cuando aún no se ajustaba a él lo suficiente, pero al haber sido una cadena de extensión corta, lo jaló consigo y ni siquiera le dio opción de aferrarse por si quiera un minuto al borde del barco.

—Miles cumplirá quince años —se dijo el zorro que nadaba de un lugar a otro y en círculos aún en su cueva, y dio un giro en su eje cuando se dio cuenta de lo que significaba—. Solo tendré que esperar trescientos sesenta y cinco días más y será mi turno.

Entusiasmado, el zorro se asomó por el borde de las rocas y salió rápidamente para buscar a Silver y escuchar una segunda opinión sobre lo que podría planificar para el momento en el que consiguiera cumplir quince años. El albino también cumpliría esa edad, pero Tails ya lo había ayudado a llenar un bolso de ideas grabadas en algas rojas.

No obstante, por las veces que había acompañado a Zails a la superficie para que el mar subiera a una roca y contemplara a los pescadores cercanos, el menor sabía lo que era un arpón porque había tenido que esquivar muchos de ellos antes de que su hermano mayor lo agarrar del brazo para apartarse de los barcos.

El ojiazul se aproximó al objeto que se había enterrado en la arena. Los barcos de los lamentables naufragios también tenían anclas, pero Tails las había visto de lejos porque su padre le prohibió que se aproximara a esos lugares hasta que él mismo los haya destruido, así que por esto el ambarino llevó con temblor una mano hacia el metal y lo acaricio por primera vez.

—Pero está muy cerca de la tierra —musitó antes de darse cuenta de que una cadena estuvo por golpearlo. Confundido, el zorro miró hacia arriba para saber por qué ocurría eso si su función era quedarse quieta, y notó que había un humano cerca luchando por zafarse del agarre.

Tails apenas si notó que no tenía aletas, nadó rozando el pastizal para ocultarse entre los colores vibrantes del coral, los peces lo vieron asustado y optaron por alejarse también del lugar al que pensaban inspeccionar por curiosidad. Pese a ello, al llegar a su refugio se detuvo abruptamente e impactó con otra roca en la que los animales que lo veían se petrificaron al imaginar que sería una tragedia si no se volvía a mover.

—Es humano —se objetó para sí, miró hacia atrás porque pesaba en su consciencia que podía dejar morir a alguien—. Ellos ya saben que no deberían meterse al mar —prosiguió—. Ellos saben...

Tails miró su aleta azul y miró atrás, donde dejó a una persona que intentaba aferrarse a la vida.

—Si Zails se entera, se va a enojar mucho —dijo ante pulpos que dejaron de camuflarse sin encontrar una manera de aconsejarlo—. Conmigo.

Si había alguien a quien iba a atormentar cuando fuese un fantasma, sería Scourge, ese fue el pensamiento que tuvo Sonic antes de que alguien a quien no tuvo tiempo de ver a la cara lo abrazara luego de liberarlo. Su cuerpo ya había cumplido con la función principal de mantenerlo con vida pese a esos largos minutos sin oxígeno, por lo que el cobalto pensó que lo que esté ocurriendo ahora era una alucinación, pero Tails hizo un mayor trabajo por desatar la cadena unida a él, luego de sacudirla, golpearla y finalmente hacer que cayera, y todo lo que pudo pensar fue en arrastrarlo hacia la superficie.

El menor tenía planeado solo empujarlo hacia el exterior para que las olas lo guiaran a la superficie y él pudiera retornar a su reino en el mar, pero cuando tuvo que detenerse, cuando pudo oír los sermones futuros si su reino lo sabía, cuando pudo visualizar la decepción que recorrería hacia él si no paraba ya, y cuando el mismo océano le pidió que esperara, el menor se impulsó hacia el exterior y sintió por breves segundos el calor directo de los rayos de sol que había apreciado por tantos años antes de caer al mar.

Tails jaló al erizo hasta la orilla, tendido sobre la arena, pero lo soltó cuando esta se apegó a sus brazos húmedos por más o menos catorce años dentro del agua. El ojiazul observó la costa y notó que todo el suelo estaba cubierto de ella, y miró sus dedos hundiéndose pero al arrojar tierra al aire no la vio ampliarse por metros, sino que cae y recorrer junto al aire.

Sorprendido al percatarse del calor inusual que percibía en su cola y en la espalda, giró con dificultad y observó por primera vez el sol, la esfera de luz perfecta que resplandecía sobre las olas e iluminaba su rostro maravillado por el exterior. Tails extendió una mano y se dio cuenta de que estaba muy lejos para alcanzarla, pero la arena que se impregnó en su cuerpo era una realidad que lo entusiasmo tanto que rio junto a la brisa que meció sus orejas.

Oyó el quejido junto a él y se percató de que el humano al que le debía la experiencia estaba a punto de despertar. Con cuidado, el ambarino arrastró su propio cuerpo hacia él, mas antes de que pudiera decir algo, sintió que el desconocido tomó la mano que tenía junto a él con fuerza.

Tails miró el sol y luego al cobalto, debido a que el calor que lo había cubierto ahora parecía solo reunirse en sus mejillas, otra nueva sensación que jamás creyó sentir, pero era momento de retornar. Se zafó con lentitud y se acercó lo suficiente al mar hasta que una ola lo ayudó a regresar a su hogar.

El tritón giró para ver si el erizo estaría bien, y cuando pensó verlo aún recostado en la arena intentando recuperar la noción, el ojiverde lo estaba observando luego de tomar asiento; sin embargo, Sonic miró al lado cuando escuchó el grito de Amy aproximarse a él, y no volvió a ver a aquella misteriosa aparición.

Tails se sumergió hacia las profundidades con una sonrisa, se reía consigo mismo mientras daba vuelta cada dos metros para que su cola se estirara con gusto y se ejercitara, porque sentía que la amaba más que antes. Unos peces lo vieron jugar y se animaron a darle vida al lugar con su nado, y la flora que el tritón siempre protegía se agitó ante la alegría del ojiazul, quien se aproximó a la arena y la barrió con su aleta antes de volver a ascender y nadar entre los espacios que las hojas le daban para que llegara a su reino.

Amadeus Prower daba un paseo rutinario para oír lo que sus guardias debían decir sobre la protección del océano, pero Tails al acercarse hizo girar a su padre y continuó zigzagueando entre las columnas de oro y los soldados que perdían sus posturas al verlo tan animado. El rey sonrió al verlo de esa manera porque solía ser cuerdo, no tan ensoñador, así que si era una nueva faceta suya estaría orgulloso de él.

El tritón tomó una flor antes de que tocara el suelo y la llevó hasta la cueva de la que, si antes no hubiese decidido escogerla como suya, entonces nunca hubiera podido conocer al erizo y el exterior.

—¿El erizo? —Tails se sorprendió al pensar en él y tomó asiento en una roca, había imaginado que su entusiasmo explosivo se debía al sol, a la arena, a la brisa y todas las nuevas sensaciones que anhelada experimentar mañana, pero no sabía por qué entre toda su felicidad estaría dicho desconocido.

Aquella interrogante lo persiguió incluso a la hora de dormir, al recostarse intentó acurrucarse en sí mismo para hallar tranquilidad, pero en su lugar, su propia aleta meciéndose con inquietud le recordó el color de las púas de la persona a la que salvó.

—¿Al fin te metiste el tridente de Amadeus? —preguntó Miles cubriéndose las orejas tras oír los pequeños golpes de Tails en el suelo—. Espero que mi padre o tú lo hayan limpiado, porque tal vez olvidé hacerlo cuando...

Pero no quería oír las formas raras que Miles tenía para masturbarse. Tails miró las algas fuera de la ventana balancearse por la marea y sonrió, era su secreto, no fue visto y eso implicó la falta de un regaño de por medio, así que podría hacerlo una vez más sin que nadie se enterara. Además, ¿quién sospecharía del hijo más obediente y sumiso del mismo rey del océano?

Con aquel mismo anhelo, el menor vio desde su cueva la brillante esfera a través del agua y nadó hasta la superficie con decisión, fuerza, de manera que no le diera tiempo de arrepentirse y, aunque lo hiciera, no pudiese echarse atrás.

Ante la velocidad, el menor rompió las leyes de su reino una vez más y la mitad superior de su cuerpo sintió los rayos cálidos antes de que el tritón se sumergiera por unos segundos para asimilar la sorpresa. Tails miró el sol una vez más antes de girar y notar la costa a unos metros. No era consciente del peligro, pero al saltar como vio alguna vez hacer a los delfines, los niños que jugaban desde lo alto de un mirador pensaron que se trataba de uno de esos gentiles animales.

El menor notó una piscina de pequeña extensión, pero gran profundidad, rodeada de piedras que servirían como un muro para mantenerlo escondido de las personas. Tails nadó, dejando solo su torso al descubierto y contempló el cielo y las aves surcando en él.

—Debería haber traído algas.

Sonic giró una de sus orejas a donde escucho el murmullo constante. El día anterior había sido la preocupación de su reino y la burla de Scourge, pero el cobalto creía que la persona que lo salvó le tenía miedo, a lo cual no había motivo si era el príncipe más amigable de los Hedgehog y, en verdad, por salvarlo era obvio que se le daría un regalo y no un castigo.

—Si el mar se viera así de especial, jamás habrá salido.

Tails exhaló, aunque se inclinó al notar que un pez se aproximaba a él con curiosidad, y se alejó con terror cuando notó al erizo que se detenía de pie en la roca detrás del tritón. Tails iba a sumergirse para seguir a un posible súbdito, pero vio el reflejo adicional y se dio la vuelta para ver al extraño.

—No quería asustarte —dijo el erizo rápidamente al encontrar la manera de bajar hasta la piedra más cercana al agua. Tails miró abajo para asegurarse de que su cola no se notara, a menos que el erizo la hubiese visto el día anterior, lo cual no creía posible—. No pensé que encontraría a alguien aquí.

Si sus cinco sentidos siguieran pendientes de las promesas a su padre, habría nadado hasta las profundidades del océano, pero Tails permaneció viendo lo inusual que era el desconocido, y cómo le faltaban aletas y una cola.

—Las personas no suelen venir aquí, muchas de ellas no han vuelto, creo que es un poco profundo —explicó el cobalto.

—Ah, eso explica los esqueletos abajo —se percató el zorro, el erizo lo vio sorprendido, pero rio al suponer que fue una suposición y extendió una mano hacia él.

—Soy Sonic.

—¿Puedes caminar? —preguntó el tritón al aproximarse hacia el mayor y apoyarse en la roca sobre la que estaba el otro.

—Claro. —Sonic se irguió, aunque no entendió por qué el menor parecía ver su mitad inferior con fascinación. Si Sonic fuera como Scourge, habría pensado que el zorro en el agua se la quería chupar.

—Soy Tails —asintió el ojiazul.

—Estuviste ayer también. —Tails iba a negarlo, pero recordó que el mayor ya lo había visto y sería inútil—. Gracias por salvarme, ¿eres de otro reino? No tienes que esconderte, no te haremos prisionero, puedes ir a mi reino porque soy...

—Sí, pero no puedo porque...

—¿Tienes que irte?

—Sí, pero... —El menor intentó no observarlo a la cara, su aleta se movía con nerviosismo debajo del agua, pero no encontró las palabras para decirlo—. ¿Siempre ves el sol?

—No, siempre sale, excepto los días de tormenta, solo esperamos que en el cumpleaños de mi hermano no haya una.

—¿Tienes un hermano? —cuestionó cruzando los brazos sobre la roca en la que el erizo estaba sentado—. También tengo un hermano.

—Scourge es mayor que yo, mis padres intentan que se case con alguien, pero a este paso no tendrá pareja a menos que viva su romance imposible. —Sonic vio unos peces nadar hacia el menor, sin que este pareciera asustarse, incluso el cobalto lo vio palpar la cabeza de uno y despedirse de ellos.

—Scuar —repitió el ojiazul—. Sonic...

Tails iba a ocultarse debajo del agua cuando nuevamente sintió el calor reunido en su rostro, y Sonic pensó enterrarse cuando le pasó lo mismo. Ambos se miraron en medio de sus respectivos intentos por esconder nacientes sentimientos y solo ocasionó mayor pena entre los dos que concluyó cuando el ambarino señaló detrás de él.

—¿No podrías quedarte, por favor? —preguntó el cobalto al bajar una mano y encontrar la del zorro, quien lo observó al instante. Su padre lo habría ahorcado, pero Tails se apoyó en la roca para poder alzarse un poco más y alcanzó a depositar un beso en su mejilla.

—Debo irme —dijo el menor bajando sus orejas. Sonic se retiró primero luego de que el tritón dijera que debía cambiarse, pero se sumergió al verlo a lo lejos y trató de evocar cada segundo junto al erizo—. ¿Qué estaba pensando? —preguntó al descender, pero al no tener la cara para ver a sus padres, envió a un caballito a que llamara a su único amigo y se dirigió a la cueva en la se tomaría un momento para reflexionar hasta que alguien sí le gritara.

Lo requería.

—¿Puedes fingir que eres mi papá y gritarme cuando te confiese lo que hice? —cuestionó el ojiazul cuando Silver lo vio sonriente sin entender de qué estaba hablando.

—Puedo fingir bien —asintió.

—Gracias. —Tails abandonó a la roca en la que había estado recostado y respiró con lentitud para hallar el valor—. Papá, salí del mar.

—¡Tails! ¡¿Estás loco?!

—Lo finges bien —admitió el menor cuando el albino lo jaló del brazo para sacudirlo, pero Silver lo soltó más asustado de lo que el "criminal" estaba y dio vueltas un rato hasta que se calmó y regresó su mirada al menor.

—¡Tails! No puedes salir del agua, no tienes la edad, ni la supervisión —expresó angustiado.

—No es malo, Silver, y no he terminado —interrumpió—. Conocí a alguien.

Silver no lo reprendió, pero sí le dio una descripción un tanto detallada de uno de los salones del castillo del príncipe Sonic y habló sobre algunos guardias reales, una muy detallada descripción para alguien que nunca había salido del agua. Tails se sorprendió cuando Silver le contó lo que hacían los humanos para divertirse, como dar un paseo en el bosque, correr en los festivales o bailar.

Sin embargo, no aprobó que lo volviera a hacer.

—Porque eres un tritón, Tails —enunció Silver cuando el menor miró su aleta con tristeza—. Él es un humano, ni tú ni él pueden cambiar lo que son.

Tails no pudo dormir tranquilo esa noche, mientras Zails los ayudaba a cepillar sus flequillos y les contaba algunas historias debido a que Miles estaba próximo a cumplir quince años. El mayor de los hermanos notó al zorro sentado en la ventana observando la esfera que había conocido como "luna", preocupado, tomó asiento a su lado.

—¿Estás bien, Tails?

—Sí, solo estaba... agotado por las carreras entre los cangrejos ermitaños, hay que ayudarlos a recoger las conchas vacías que cargan cada vez que las sueltan —sostuvo—. Estoy bien.

Pero así pasaron dos días en los que su sentimiento de fidelidad ante su reino permaneció inquebrantable y no volvió a salir del agua, dos días de paz hasta que Scourge vio que Sonic quería hacer el ridículo otra vez.

—Para hacer un viaje a otro reino, ¿no necesitarías un bote que no sea de juguete? —cuestionó el erizo verde cuando su hermano empujaba un navío como el anterior hasta el mar. No llevó un ancla esta vez, solo su presencia porque no había visto un mapa en años y no estaba seguro de cuántas horas, porque no sabía que eran semanas, le tomaría llegar a otro territorio. No obstante, mientras rebuscaba por alguna guía entre las cosas que subió a bordo, un collar especial que guardaba de su madre saltó al océano.

—¡No! —Sonic iba a atraparlo, pero al inclinarse lo hizo también el bote, por lo que se mantuvo en su sitio y resopló, era un obsequio de enorme significado para él, y pensaba dárselo al zorro que vio hace unos días y que creía que nunca contemplaría de nuevo.

El collar de peculiar joya descendió hasta que se deslizó por las orejas y acarició las mejillas blancas del zorro que descansaba sentado en una roca en medio de un arrecife de coral. El accesorio se acomodó perfectamente en su cuello, el zorro bajó la mirada suponiendo que sería basura de los humanos, pero al notar el zafiro se percató de que no era así.

Tails dirigió su faz hacia arriba, donde distinguió una sombra acercarse a la orilla e imaginó que sería nuevamente Sonic, por lo que olvidó sus tareas y un cardumen se hizo a un lado al notar que se dirigía a ellos por alcanzar la superficie.

—¡Sonic! —Tails llegó al lugar en el que se conocieron y trató de asomarse entre las rocas para que el cobalto lo notara, Sonic giró al oírlo gritar su nombre y sonrió esperanzado al verlo. El ambarino esperó hasta que descendió a la piedra en la que el agua ya se filtraba por la marea creciente; levantó el collar de plata—. ¿Es tuyo?

—Cayó al fondo del mar —evocó el erizo con sorpresa—. ¿Cómo lo conseguiste?

—Estaba cerca, me gustan los corales —respondió, no era mentira, pero tampoco toda la verdad. Para Sonic fue suficiente, porque antes de que las mejillas del zorro se tornaran rosas, el cobalto le colocó el collar con cuidado—. ¿No lo quieres?

—No lo querría tanto como te quiero a ti, Tails.

—Sonic... —Algo estaba cambiando, Tails quería levantarse como hizo antes y poder sentirlo cerca, pero su aleta se sacudió para arruinar su ilusión, tampoco jalaría a Sonic del brazo para quedárselo en su cueva a salvo de su padre pero no de la naturaleza de la anatomía humana. A Tails no le importaba si era siendo humano o tritón, solo quería estar junto a él.

Regresar a su hogar con ese razonamiento amargo fue de las peores experiencias que pudo tener antes de tiempo. Nadie podía cambiar una cola de tritón por un par de piernas, al menos no de la manera correcta.

El zorro giró hacia donde solían decir que vivía la bruja marina y sacudió su cabeza.

—No esos medios, mis medios —se dijo, pero sus medios implicaban traicionar a su padre de todas maneras, así como arrastrar a alguien consigo.

Quería estar seguro de lo que estaba a punto de hacer, mas la idea de no poder permanecer aunque sea un minuto al lado del cobalto tampoco de su agrado. Tails nadó entre los guardias de su padre, quienes claramente no le impedirían el paso y tampoco lo verían cuando huyera entre las tantas columnas por las cuales Silver sí tuvo que filtrarse para ayudarlo a vigilar los pasillos por los que solo su familia podría pasar: nunca se sabía cuándo Miles querría conseguir un nuevo consolador.

—¿Esto es seguro?

—No lo sé —expresó el zorro al ver el trono vacío de su padre, pero no la ausencia del arma más poderosa del océano. Aunque Tails era el menor de la familia, sus hermanos aún no habían podido dominar ninguna habilidad que sus padres como reyes sí consiguieron, como controlar las olas y los vientos. Honestamente, Tails tampoco, pero el zorro había conseguido crear olas pequeñas y creía que eso era suficiente potencial como para ir al desafío más lejano.

Silver vio a Tails tomar el tridente de Amadeus y trató de pensar qué tan cómodo sería un calabozo. El ambarino trató de jalar el arma con mucho esfuerzo, nadó hacia atrás, intentó empujarlo, romper el soporte que lo sostenía, mas no lo movió.

—¿Tails?

—¡Vigila que nadie venga! —pidió, Tails suspiró porque ya había dado el paso adelante como para dar el opuesto, así que puso sus dos manos sobre el tridente, que brilló mientras se desprendía. Tails sonrió al conseguirlo, Silver miraba entre su amigo y su hermano, Miles, quien se aproximaba al lugar. El ambarino lo escuchó hablar, por lo que sin más tardar, soltó el tridente de su padre hasta que el extremo del mango chocó con el suelo y envió un destello que envolvió a Tails unos segundos en los que se dio cuenta de que podía respirar, y luego ya no.

Silver nadó hacia Tails a tiempo para llevarlo hasta la superficie un instante antes de que el azabache notara lo que había ocurrido. El albino se apresuró para evitar que su mejor amigo se ahogara, pero no saldría del océano, por lo que apena rozó el exterior del agua cuando dejó a Tails y dio una vuelta para observarlo desde el mar.

Una marea suave guio al menor hasta la arena. El ojiazul sonrió al sentir nuevamente la textura que esta tenía, aunque se arrastró por unos segundos hasta que recordó que había tomado el tridente de su padre con una buena razón.

—Sonic lo hace parecer muy fácil —opinó al apoyarse en una roca, aunque se dejó caer cuando notó que detrás tenía dos colas que nunca imaginó que aparecieran con una magia tan poderosa. Tails trató de ponerse de pie, dio un par de pasos hasta que quiso ver el sol porque ahora lo sentía en sus nuevas dos piernas.

Habría caído, pero Sonic lo sostuvo luego de permanecer toda la mañana junto a las rocas para saber a qué hora llegaría el zorro para verse por cuarta vez. Al percatarse de su presencia en la orilla, se aproximó hacia él, ilusionado por poder compartir un momento a su lado.

—Tails. —El cobalto sostuvo al menor para que no se deslizara hasta la arena, aunque parecía incómodo al intentar caminar y un poco torpe para doblar sus rodillas. Sonic pensó, al verlo cerca de las rocas, que tal vez cayó de ellas, por lo que pasó un brazo detrás de las piernas del menor y lo cargó, procurando no asustarlo—. Mejor de lo que había pensado.

—Mejor de lo que había pensado —estuvo de acuerdo el zorro al enrollar sus brazos en torno al cuello del cobalto. Tails vio a las personas a su alrededor, parecían verlo entre risas y con interés, Sonic mismo tropezó sin caer cuando se distrajo viendo la timidez asomarse en el rostro del menor, y estuvo seguro de que iba a tener una erección si Tails volvía a intentar acariciar su entrepierna con sus colas.

—¿De qué reino vienes? —preguntó el erizo al dejar al zorro en una extensa bañera de mármol, no llamaría a ningún sirviente porque Amy podría alejarlo del más bajo, y ahora solo anhelaba dedicarle toda su atención.

—Es un reino un poco... profundo, muy cerca del mar, como el tuyo —explicó, Tails nunca había visto un lugar tan decorado y repleto de luces como ese, los ventanales dejaban ver el cielo y el mar en su extensión. Prower se sintió lejos de casa de repente, aunque se disipó de la inquietud al sentir el agua tibia cayendo sobre sus orejas cuando Sonic la vertió sobre él con un jarrón—. ¿Tú corres, Sonic?

—En ti, me gustaría, pero también soy bueno en las carreras —expuso. Tails suspiró con cariño, aunque al mover sus piernas en sincronía se dio cuenta de que ya no debía hacerlo si no tenía una cola de tritón consigo.

—Me gustaría estar más tiempo contigo, Sonic —manifestó, el cobalto lo vio sorprendido y ambos bajaron sus miradas cuando la introversión se apoderó de ellos, aunque el erizo fue el primero en decirse que él no es así y que debía verse más seguro.

—Quédate —pidió, pero el ambarino negó de inmediato—. Tails, te amo.

—Pero no me conoces... —insistió el zorro al tener una extraña sensación en las manos—. No como deberías, me siento seguro contigo, Sonic, quisiera estar para ti aquí, pero no puedo.

—¿Por qué? —cuestionó apenado, Tails abrió la boca para responder y sintió que sus piernas ardían, pero seguían iguales a la vista. El vulpino solo optó por resoplar porque era un secreto que podía mantener mientras su cola siguiera en el agua, pero ahora se apegó con dulzura al mayor cuando este lo ayudó a tomar asiento sobre una silla cercana. Tails observó cuando el erizo pasó una suave tela por sus colas, mas al tenerlo cerca de sí nuevamente, Prower se inclinó y besó su mejilla.

Tails rio cuando sintió que Sonic le devolvió el beso al darle uno en el cuello, logró ponerse de pie mientras era mimado con devoción por su acompañante, ni siquiera imaginar que Amadeus enviaría una inundación al darse cuenta de su crimen lo persuadió de no pararse de puntillas y darle un último corto beso con ternura en su mejilla, que Sonic tornó en pasional cuando le acarició la espalda.

El palacio era diferente al que el tritón tenía bajo el mar, quizá lo más admirable era tenerlo todo: cielo, mar, tierra. Tails solo tenía tierra y mar, pero Sonic podía abrir una ventana para que el ojiazul vea el firmamento y tendría más de su corazón.

Sin embargo, Tails volvió a sentir que ardía, el más bajo miró sus piernas y se dio cuenta de que empezaban a cubrirse de escamas. Sonic no se percató, seguía jugando con el zorro, hasta que este notó las membranas que aparecían entre sus dedos.

—Tengo que irme —dijo abruptamente.

—Puedo llevarte, pediré un carruaje... —Sonic giró para llamar a un sirviente, pero al virar para tomar la mano del menor, Tails estaba corriendo hacia la salida.

Tails no sabía qué era peor, que estaba escapando como si hubiera robado una vela para que Miles se masturbe con ella o que luego de ese día tendría que enfrentar una conversación la próxima vez que viera a Sonic.

Miró sus colas, que ya no estaban, pero sus piernas empezaban a cerrarse conforme más escamas azules aparecían en ellas, y antes de que un resplandor lo envolviera, el zorro saltó al agua de la estrecha piscina natural en la que habló por primera vez con el erizo. Tails abrió los ojos cuando a su alrededor dejó de haber turbulencia y su aleta azul se extendió frente a él, por lo que supo que pudo haber hecho una buena transformación que perdió casi frente al ojiverde, pero definitivamente no del poder que tenía Amadeus para que esa transformación fuese permanente.

—¡Tails!

El ambarino miró hacia arriba, podía ver a Sonic asomándose entre las rocas, quien podía verlo también porque Tails no había ido tan profundo, así que regresó a la superficie sin saber cómo explicárselo, pese a que el cobalto no sospechaba nada.

—Tengo que irme —reiteró el ambarino.

—¿Crees que puedas venir mañana...?

La petición completa del erizo se perdió cuando la roca cedió y cayó al agua, Tails retrocedió porque casi es golpeado por el material duro, pero al notar que Sonic no salía del mar, recordó que no se suponía que debiera verlo desde ese punto de vista.

Tails se sumergió y pudo ver la expresión perdida de Sonic fijada en la cola azul del menor que se balanceaba lentamente, el tritón se acercó a su compañero con cuidado, quien permanecía conteniendo la respiración para no morir o entrar en pánico y ahogarse, pero Tails no se lo iba a comer, quizá al revés.

Cuando no contó con más oxígeno, Sonic se esforzó más de lo que hizo en toda su vida para usar las rocas a sus costados y respiró aliviado de seguir con vida cuando sobrepasó el límite del mar. Tails vio al cobalto subir a tierra firme, lucía desconcertado, no asustado, pero sí pensante y su ademán no cambió al girar para ver al tritón que seguía en el agua.

—¿Por qué no...?

—No puedo quedarme... —Tails levantó su aleta azul para que Sonic pudiese verla mejor—, porque no soy un humano —admitió afligido, sintiendo que se rompía consigo el espíritu del océano—. No soy como tú, Sonic, realmente quería estar contigo, pero...

—¿No me lo pensabas decir? —cuestionó el erizo cuando reaccionó y esbozó una sonrisa—. Tails, habría preferido ahogarme mientras aprendía a nadar o enredarme en otra ancla solo para verte, no me importa si no eres como yo, no cambia lo que siento por ti.

Tails rio cuando Sonic tomó su mano para jalarlo fuera del agua y tomar asiento a su lado, nunca nadie había expresado ese nivel de aceptación por él, Tails había pensado que fue broma o que se golpeó la cabeza en lugar de saltar al agua, pero cuando el cobalto lo sentó en su regazo, el ojiazul le dio un dulce beso en los labios que, una vez más, Sonic cambió a pasional cuando acarició su aleta hasta que le hizo otro tipo de cosquillas.

Sonic lo amaba, Tails permaneció toda la tarde junto a él mirando el atardecer, hasta que Sonic lo sostuvo en sus brazos amorosamente y se adentró en el mar hasta que Prower pudo nadar y regresar a su reino.

Silver vio cómo Tails colocaba sobre una roca pequeña el collar que el cobalto le había obsequiado, su cueva ahora solo tenía ese adorno, pero el albino estaba casi seguro de que la siguiente vez que acudiera, estaría repleto de objetos desconocidos para cualquier criatura marina.

—¿Cómo te fue? —preguntó su amigo al seguirlo, Tails hizo una pirueta por la emoción retenida e inició su relato.

Por su parte, mientras cenaban en torno a la mesa real en la que ninguno de sus padres estaría, Sonic estaba sonriendo mientras jugaba con la comida frente a él. Amy lo vio y se mostró más contenta que el resto de empleados porque ahora quería saber quién había sido quien encantó el corazón de uno de los príncipes. Scourge frente a Sonic solo lo observaba asqueado.

—Acaba de quedarme demostrado que no quiero tener una pareja —expresó—. O enamorarme, para no tener esa cara de sonso...

—Conocí a alguien increíble —interrumpió Sonic balanceando el tenedor—. Es del mar.

—Aj.

—Debe tener la cola más hermosa que ningún tritón podría poseer jamás...

—Yo he visto colas muy lindas, pero no pensé que haría falta que te enamoraras de una ballena para decir eso —dijo Scourge con asco, imaginando lo que se debía sentir tocar una escama.

—Tails tiene la aleta más delicada y cuidada de todos los reinos —suspiró al dejar caer su cubierto sobre un vaso a su lado.

—Y tendrán tres hijos: Pejerrey, Bonito y Jurel.

—Debería invitarlo a dar un paseo.

—¿En tu polla?

—No puedo creer lo afortunado que soy de haberme ahogado por esa ancla...

—Ojalá su padre Trucha y su madre Merluza acepten que su hijo se case con alguien que tiene fetiches muy extraños —sostuvo antes de ordenarle a un ayudante que llevara a su cena a su alcoba porque no quería ver más a Sonic por ese día.

Al día siguiente se cumplía una semana desde que se conocieron, una semana para que Miles saliera a la superficie, y Tails seguía feliz por él porque podría saber lo que se siente estar bajo el sol y tocar la arena en tierra firme.

La cueva del menor se llenó con algunos regalos que el ojiverde le dio esa mañana, como una caja musical que el ambarino nunca había visto y un arpa. Silver era testigo de ello, no solo fue ese "aniversario de siete días", sino que durante el siguiente y el siguiente, ese lugar ya era todo un museo de chatarra, como el albino lo veía, pero de tesoros, según el punto de vista del tritón que observaba a su alrededor complacido de que su lugar seguro se haya convertido en un recordatorio constante del amor secreto que mantenía con el erizo.

—Tails, deberías regresar esto —recomendó Silver cuando su aleta se enredó con un candelabro que el zorro sacó de un naufragio para llenarse de posesiones humanas que lo ayudaran a entender mejor ese mundo distinto al suyo—. ¿No crees que un día Miles o tu padre podría ver este lugar?

—No lo harán —sostuvo el ambarino—. Es que, Silver, no puedo olvidarme de él, si pudiera cambiar esto... —indicó a su aleta—, por piernas, lo haría, pero no porque debiera darlo todo para vivir fuera del agua, sino porque solo quiero estar donde él esté.

—Pero ¿no preferirías seguir aquí? Este es tu reino —le recordó al observar una espada.

—Lo tengo todo —evocó el menor, era príncipe, no sufría carencias antes—. Pero Sonic no vive bajo el agua, Silver, y todo lo que él hace, como las carreras, los paseos, todo lo que hace a pie, yo jamás podré hacerlo mientras mantenga mi apariencia de tritón, nunca podré quitarme la cola.

—¿Él no sabe nadar?

—Ni siquiera sé exactamente qué es esto —expuso al agarrar una cuchara—. Sonic sabe para qué sirve todo lo que me da, y ninguna de estas cosas las tenemos en el océano. Aunque él no tiene lo que nosotros tenemos aquí, me gustaría traerlo un día al mar, sin volver, pero ¿crees que los humanos dejarían que eso ocurra? No confían en nada, no entenderán lo que siento por él, pero mi padre tampoco me permitiría ir para ningún lado siempre que Sonic sea mi objetivo.

—¿Por qué no intentas con el tridente de nuevo? —sugirió al ver las orejas del vulpino agachadas.

—Si Amadeus me diera una oportunidad, si no le temiera al exterior ni a Sonic en él, le pediría si quiera un día junto a él...

Pudo ser la fuerza del anhelo. Faltaban cuatro días para que Miles cumpliese quince años, Tails saltaba en la superficie del agua para que Sonic supiera que se estaba acercando, y lo recibió sintiéndose dichoso al recibirlo cuando la marea ayudó a que el zorro no tuviera que arrastrarse.

—¿Alguna vez subiste a un carruaje? —preguntó el ojiverde al cargar al tritón en sus brazos, Tails agitó su aleta para que dejara de gotear el agua salada, y negó con la cabeza, solo su padre y su madre lo hacían en su reino—. Bien, entonces lo haremos por primera vez.

—¿Lo haremos? —Sí sería su primera vez, pero Tails ya no tenía piernas.

Luego vio el carruaje y se sintió avergonzado, y eso que no había estado hablando con Miles durante esos días porque no quería sentirse culpable de ocultarle la verdad. La felicidad lo invadió de inmediato, Sonic lo subió, aunque Tails tuvo que sostenerse mejor porque solo podía aferrarse al asiento y los caballos frente a él no se parecían a los delfines, aunque sí a los caballitos de mar que el menor siempre cuidaba.

—Mis padres siempre decían que yo no sirvo para conducir, pero ellos no están aquí ahora —contó el cobalto al tomar asiento junto a él, tomó las riendas del equino para que empiece a andar y puso una mano alrededor de la cintura del menor para que se mantuviera junto a él. Al empezar a andar, las personas que caminaban en sus labores rutinarias o los niños no se daban cuenta de la mitad inferior del zorro, solo levantaban los brazos para saludar al príncipe, y unos cuantos para felicitarlo por lo que veían que se iba a comer esa noche.

Lo que dijo Sonic se hizo evidente cuando agitó las riendas y Tails sintió que ni siquiera la corriente marina a la que se metió por error lo sacudió de esa manera, Sonic bajó la mirada cuando vio al zorro caerse del asiento y soltó aquello que guiaba al caballo para cargar al ambarino y tenerlo contigo nuevamente.

—Lo siento, creo que lo seguiré practicando —dijo el ojiverde, pero Tails besó su mejilla y dejó que acariciara las escamas azules de su cola. El paseo en cabello se hizo con tanta fortuna que no hubo ninguna criatura marina, como Zails asomándose por la orilla ni Scourge se acercó a su balcón para saber con qué novio imaginario estaba perdiendo el tiempo su hermano.

Sonic cargó a Tails cuando estacionó el carruaje, había preparado un almuerzo con él en un lago que ordenó mantener lo más cristalino posible para que Tails pudiera nadar en él, y el vulpino se sorprendió con ese cuidado cuando saltó en la superficie y giró emocionado, como Sonic extendiendo un mantel para tomar asiento.

—¡Mira! —Sonic sacó la canasta del carruaje y lo dejó en el pasto, Tails se arrastró un poco para ver lo que el ojiverde retirara—. Aquí hay pescado, cangrejo relleno, camarones, ¡algas! Pescado... Acá hay ceviche.

Tails miró el plato que Sonic dejó frente a él y agarró un pedazo de carne fresca de los muchos trocitos que había.

—Yo... —Tails vio lo que tomó con detenimiento—. Creo que conocí a este.

—Ay, lo lamento, quizá debí traer comida más neutral...

—No importa, las algas están bien para mí —sostuvo Tails antes de reír por lo que había ocurrido, lo recordaría por unos días más. Sonic se divirtió jugando con él cuando el zorro le quitó un poco del relleno del cangrejo, pero no pudo seguir cuando Tails retrocedió y saltó al lago.

Cuando el almuerzo terminó, la pareja permaneció unos minutos sobre el mantel con la mirada en la luz que atravesaba la copa de los árboles, la sensación cálida, viva del ambiente que primaveral en el que las flores crecían y los arbustos los ocultaban de curiosos, Tails giró hacia Sonic y puso su cola sobre las piernas del cobalto buscando su calor, el cual el ojiverde le dio al abrazarlo.

Tails aún podía recordar las criaturas que creyó identificar en el plato de su pareja, pero cuando regresó al mar, solo lograba enfocarse en cada tacto que tuvieron y situación en la que estuvieron cerca de dar un beso más serio y formal. El menor rio de cualquier manera y se sumergió hasta que llegó a su cueva, donde dejó un tenedor para coleccionarlo junto al resto de obsequios.

El turno que siguió fue el de Tails, quien al día siguiente subió a la superficie con la intención de que Sonic conociera lo que era un arrecife de coral. El cobalto no estaba seguro de que saldría con vida o de si los peces se vengarían de él porque una vez tiró las redes del barco, pero el ambarino extendió una mano como su galán solía hacer e incitó a que el cobalto avanzara.

Si Sonic se quedaba sin aire, ahí estaría Tails. Sonic mantuvo sus ojos cerrados todo el tiempo, pero al sentir que el tritón dejó de moverse, los abrió y contempló la belleza del mundo submarino en todo su esplendor, notó cada diversidad de colores, los peces que conocían al príncipe de su territorio y lo rodeaban, los caballitos de mar que jugaban con su aleta y las ramas de coral que destellaban vibrantes al recibirlos rayos del sol filtrándose a través del agua.

Tails rio cuando un pez globo nadó directamente hacia el erizo para asustarlo y hacer que soltara el aire que estuvo reteniendo, así que lo llevó a la superficie, le dio un beso en la mejilla como agradecimiento y motor, y volvieron a sumergirse. Tails nadaba con gracia, con lentitud y con respeto a cada ser vivo cerca de ellos, no soltó la mano del erizo en ningún momento, aunque este se asustó cuando llegaron a un extremo donde la única vista parecía presentarse en lo profundo, y algo en esa posición lo hizo recordar aquel día en el que el ancla se aferró a su pierna.

—¿Puedo enseñarte algo? —preguntó Tails cuando salieron para que el cobalto tome aire.

—Todo lo que quieras, Tails, te enseñé parte de mi mundo, me gustaría conocer también el tuyo.

El ambarino tomó la mano del erizo. La cueva en la que solía refugiarse no estaba en la profundidad, estaba cerca del arrecife que acababan de recorrer, y al adentrarse al lugar, soltó la mano del cobalto para que este se agarrara de las rocas. Tails giró al notar que no nadó hacia él, sino que permaneció de cabeza admirando la manera en la que el tritón guardó con aprecio cada regalo que el humano le diera.

Sonic abrió la boca porque quería decir unas palabras, pero al hacerlo perdió el oxígeno y Tails rio al verlo, por lo que nadó velozmente hacia él y lo llevó hasta la superficie una vez más.

En la orilla del mar, la marea cubría la aleta y parte de las piernas del erizo, recostado uno al lado del otro. La aleta azul de Tails se movía arriba abajo, inquieta, queriendo no pensar que su maravillosa hazaña podría verse arruinada si algún tritón o sirena los vio, pero nadie se aproximaba de esa manera al litoral, así que su secreto podía seguir siendo uno, al menos en un noventa y nueve por cierto.

—Sonic, quisiera quedarme a tu lado por siempre —expresó, el cobalto lo observó y sonrió antes de acariciar su mejilla, toque ante el cual el menor se inclinó para sentirlo mejor.

—Me gustaría verte feliz, Tails —dijo al acariciar una oreja del ambarino—. Al tener tu compañía, tengo mi felicidad, pero de ti...

—Estaré feliz siempre que esté aquí, Sonic. —El menor besó la mejilla del cobalto antes de tomar asiento para arrastrarse de regreso al mar; como la primera vez, el erizo tomó su mano antes de que se alejara lo suficiente, y el más bajo viró para observarlo.

—¿Volverás?

—Vendré, Sonic —respondió al ver la mano del cobalto deslizarse por el resto de su cola a modo de despedida—. Regresaré por ti.

Tails nadó hasta donde Silver lo estaba viendo detrás de una roca, ya que finalmente admitió que sí salió del agua y que no tenía un motivo para seguir fingiendo que era santo y pedirle a Tails que ya no siguiera visitando al erizo. Prower subió por la roca para observar lo que haría Sonic a continuación, y lo vio contemplando el mar como si aún pudiese ver a Tails en él, con el mismo cariño, con la misma adoración.

—Miles cumplirá quince años —dijo el albino con duda—. No parará de fastidiarte cuando ocurra, ¿no crees que notará tu ausencia si continúas saliendo?

—No lo sé, iba a pasar —respondió ensoñadoramente, sonrió al ver a Sonic caminar de regreso a su castillo y exhaló al saber que Silver tenía razón. Una vez que Miles saliera del agua, querría presumírselo a Tails, y eso implicaría su vigilancia constante—. Pero yo regresaré aquí mañana, o pasado, y lo que también tendrá que pasar es que no regrese al mar.

Silver lo vio tan firme en su posición que supuso que ahora solo podría ayudar a evitar que Miles moleste a Tails cuando este saliera del agua. El príncipe se sorprendió de que nadie haya preguntado por su presencia, no es como si estuviera todo el día pegado a sus padres, pero al menos siempre estaba para el resto de su reino, y ahora no.

Pasaron dos días, falta uno solo para que Miles cumpliera quince años y pudiera salir del agua, Tails realizó un par de piruetas por imaginar de manera acertada las ganas que Sonic tenía por verlo. El cobalto se adentró al mar para cargar al tritón

Sonic había preparado un paseo en bote, no en el mar con el peligro de que naufrague y que Tails se vea en la tarea de regresarlo a la orilla, sino en un lago extenso al que el tritón saltó cuando abandonó los brazos del cobalto y quiso disfrutar de la libertad del agua, Sonic sonrió cuando lo vio tan a gusto. El cobalto empujó el bote al que subió con prontitud, tomó los remos y vio al vulpino asomarse por el borde.

—¿Te subo? —Sonic cargó al más bajo con fuerza, el cual se acomodó de modo que tomó asiento frente al ojiverde. Era el atardecer, Tails tenía su mente dividida entre su hermano mayor y el erizo al que no había dado ni un solo beso "real", como en los cuentos de hadas. Por su parte, Scourge le decía a Sonic que su dizque "pez" aún no le había chupado nada, así que no solo seguía siendo virgen, sino que perdía la cabeza.

—Miles cumplirá años —expresó el menor con preocupación—. Scuar también, ¿verdad?

—Ya le perdí el miedo al mar, Tails —expresó Sonic al soltar los remos para estar más enfocado en el pequeño tritón cuya aleta golpeteaba su pierna—. ¿Imaginas que ocurra una tormenta? Será un cumpleaños inolvidable.

—Mi hermano saldrá del mar por primera vez, ¿no crees que lo hará muy cerca del barco de tu hermano? No quiero que vea a un humano porque...

Sonic arqueó una ceja cuando Tails se detuvo al recordar que no estaba siendo el ejemplo para su hermano mayor.

—No te preocupes. —El ojiverde tomó la mano del ambarino y se inclinó hacia él—. Todo saldrá bien.

Tails se acercó al cobalto para cerrar la tarde con broche de oro; sin embargo, su aleta se hincó con una madera sobresaliente y saltó hacia atrás por el dolor punzante. Sonic la tomó delicadamente y le dio una tenue caricia que encendió las orejas y mejillas del ambarino, al notarlo, el cobalto lo ayudó a levantarse y tomar asiento.

Hubo una oportunidad más en la que Sonic fingió que no se inclinó a propósito, y Tails se aproximó a él para besarlo, pero se inclinó demasiado y cayó por el borde del bote. El ojiverde rio al ayudarlo a subir, pero entre los dos hubo un suspiro de resignación al conseguir lo que querían hacer desde que se conocieron.

Bueno, si Silver no hubiese estado ahí, nadie habría empujado el bote desde abajo y no habrían conseguido darse el alcance que ocurrió cuando estuvieron tan cerca como estuvieron anhelando, Sonic dejó un cálido beso en los labios del tritón, cuya aleta se sacudió con velocidad hasta que se detuvo, como inerte, por la sensación abrumadora del amor que le tenía el erizo, el cual lo rodeó con sus brazos hasta que lo atrajo para sí y cayeron de su lado del bote. Tails aprovechó estar recostado sobre él para acurrucarse mejor y recibió cada muestra de afecto posible, excepto la reservada para la noche de bodas.

De regreso al mar, Silver vitoreó mientras nadaba alrededor de un Tails que seguía sin poder creer que haya conseguido tan logro en su vida, aunque tuvo que darle las gracias a su amigo, aún seguía angustiado por lo que iba a ocurrir mañana.

—Todo estará bien —dijo el albino mientras recorrían un sendero hacia el castillo.

¿Todo estará bien?

Hubo una tormenta. Miles salió del agua casi al instante en el que su descuidado padre no procuró cuidar que no haya ninguna ola monstruosa, y ni le importó, pero quizá no fue lo relevante. Antes de que eso ocurriera, Miles ya había encontrado un barco que llamó su atención y había estado pendiente de un erizo al que vio por una de las ventanas por las cuales escaló hasta que lo contempló mejor. Miles no sabía qué parte de él se encendió cuando lo vio junto al resto de tripulantes, incluso vio a un erizo azul para cuya reacción solo debía decir una cosa:

—Aj.

Tails también vio los fuegos artificiales, estaba cuidando que no hubiese ningún problema en el lugar, pero cuando vio nubes oscuras agruparse en el cielo, se aterró al oír estruendosos sonidos al que siempre temió y se sumergió en el agua para escapar de ellos; sin embargo, recordó que no solo su hermano seguía de espectador, sino que Sonic estaba a bordo. Tails vio el instante en el que el navío naufragó y se alejó lo suficiente como para saber que el cobalto había subido a un bote que lo llevaría a salvo.

¿Todo estará bien?

Miles salvó al hermano de Sonic luego de sentir una inexplicable atracción por él, nadó para evitar que muriera ahogado y lo llevó a tierra firme. Tails estaba enojado, incómodo, quizá no enojado, preocupado, y no podía decir que no. Miles ya podía salir del agua, si ahora se enamoraba de Scuar, Tails ni siquiera podría acercarse a Sonic hasta dentro de un año a menos que quisiera ser visto por su hermano azabache.

—¿Dónde estabas? —preguntó cuando Miles regresó al mar, y su respuesta no fue para menos Miles, fue todo lo que esperó. Miles no respondió de buena manera, pero sí actuó muy complacido al llevar a Tails hasta la estatua de mármol que era exactamente una copia del hermano de Sonic—. Él es un humano; tú, un tritón.

Debía convencer a Miles de que era imposible que lograba algo con Scourge, quería evitar que arruinara la relación que Tails tenía con Sonic, pero en lugar de visitar al cobalto, tuvo que encargarse de ocultar la hazaña heroica de Miles.

Tails debía acompañar a Miles día tras días para que su hermano se arrastrara fuera del agua y escucha al príncipe Scourge hablar sobre su salvador. El ambarino no había tenido la oportunidad de hablar con el ojiverde, estaba preocupado y estaba sintiéndose miserable por la nueva situación, además de la tensión en su familia.

Sin embargo, Zails se enteró, y Tails temía que en realidad Zails lo reprendiera por haberse enamorado de un humano, pero ese grito solo fue para Miles.

—¡Eres un tritón! ¡Tú no eres un humano! —Zails lo gritó fuerte y claro para Miles, pero Tails tuvo la sensación de que también pudo ser dirigido hacia él. Quizá la mayor distracción de los siguientes días fue que haya habido una reunión por el compromiso entre Zails y Zonic, un guardia real. Tails estaba presente, pero cuando vio a Miles salir de la sala principal, y se percató de su padre también lo había visto, supo que no ocurriría nada bueno, por lo que apenas notó que Amadeus se retiró para perseguir a Miles, Tails buscó otra ruta para alcanzar a su hermano y a su progenitor.

Tails se perdió un instante por el pánico, pero cuando bajó la mirada, oyó los gritos cerca de la estatua y vio el tridente que él mismo había usado ahora apuntando hacia su hermano mayor. El menor se apresuró a nadar hasta Miles y lo empujó cuando el arma disparó contra ellos, y supo que había perdido para Sonic para siempre.

—¡Ninguna criatura, tritón o sirena, volverá a salir de los mares!

El menor se cubrió la boca al ver que Miles intentó que Amadeus no dictara esa sentencia, y Tails iba a dirigirse hacia él para ayudar si tan solo no hubiese recordado que debía mantenerse fuera del problema para que no sospecharan de su relación clandestina. Miles no fue el único que perdió ese día.

—Lo lamento. —Escuchó de su padre cuando este nadó por su lado, Tails no lo vio, solo observó cómo Miles nadaba hacia la superficie y cómo no podía salir, tal como el rey del océano mandó. El ambarino no regresó a su castillo para celebrar la unión de Zails, sino que nadó hacia la cueva en la que había recolectado todas las dádivas de Sonic y se recostó sobre una roca para llorar. Silver intentó tranquilizarlo, mas él mismo había nadado para saber si era verdad y tampoco podía salir, así que hubo dos personas llorando en la cueva.

Lo peor, Miles prefirió hacer un trato con una bruja del mar y ahora sí tenía sus dos piernas, pero estaba condenando la paciencia y vida de todos en el reino de ultramar.

Sonic creyó encontrar familiaridad cuando vio a Miles, pero no le prestó atención, caminaba por la orilla, mas en ningún instante vio a Tails y temía que algo haya ocurrido con él. Una de esas horas tortuosas, antes de regresar a su castillo para lamentarse, sintió una aleta rozar su pierna y vio al tritón golpear el borde marítimo, como si no pudiera salir. Sonic intentó recordar cómo se nadaba y se adentró en el océano para estar con Tails, quien lo abrazó de inmediato y le contó lo que había sucedido.

—No puedo salir de aquí, Sonic —expresó al abrazarlo en un sollozo que el ojiverde trató de calmar—. No puedo volver a verte.

Sin embargo, si Miles podía conversar con su padre, podrían encontrar una mejor solución. Tails sabía que Amadeus sí podría transformarlos en humanos porque él había usado el tridente con ese objetivo para ver a Sonic, así que no había un "no" real. Tails intentó apegarse a la barrera invisible que separaba a los tritones y sirenas del exterior para llamar la atención de Miles, sin éxito.

Tails suspiraba resignado, hasta que en uno de esos minutos en los que se escondía entre los corales para sollozar, Silver llegó a él porque Zails le dijo que su padre iría a confrontar a la bruja marina, Rosy. Fue por ello por lo que supieron que había sido una trampa para hacer que muriera Miles, puesto que la bruja ya había hecho un acuerdo con una zorra que también quería comprometerse con Scourge, y Miles solo tuvo la mala suerte de ser un Prower que requería de sus servicios como hechicera.

Rosy le dio un broche a Fiona que estaba manipulando la mente de Scourge, si lo rompían, el erizo podría buscar a Miles antes de que se pusiera el sol y se transformara en espuma de mar. Zails fue el primero que tomó la iniciativa de salir del agua, ya que él ya había pasado de la edad y quería buscar a Miles.

Debido a que las personas ya abordaban el barco de bodas, Zails no veía a Miles por ningún lado. Tails seguía fingiendo que aún no había roto la norma de los quince años, fingía que no podía salir porque no quería faltar a su palabra; sin embargo, al ver que no podía dejarlo todo solo por tener la consciencia tranquila, vio una ola a la cual hizo crecer un poco más gracias a una tormenta y subió a la cubierta del barco.

Las personas vieron su cola de pez y gritaron horrorizadas, Tails quería alcanzar a Fiona para quitarle el broche, pero no podía debido a que la gente interfería en su camino y un par ya había pisado su aleta. Si Rosemary no hubiese enviado una ola, el broche no habría escapado de las manos de Fiona y no habría, entre alcance y alcance, roto aquel objeto. Con ello Scourge regresó a la normalidad para buscar a Miles. Tails sonrió al verlo, pero notó a Fiona acercarse a él para lastimarlo y cerró los ojos.

—No lo tocarás jamás —espetó Sonic al ponerse de pie frente al tritón para que ella no se acercara a Tails, el menor tomó asiento cuanto el cobalto se colocó a su estatura para abrazarlo. Cuando la tormenta pasó, aún tuvo que ir a buscar a Miles para saber qué seguiría para él, para ambos.

Su primera impresión fue que Miles debía regresar al palacio en el fondo del mar, pero ni siquiera él quería eso y por ello fue de su agrado absoluto cuando Amadeus apuntó su tridente hacia su hijo azabache y el mismo destello, que Tails reconocía, envolvió a Miles hasta que su cola se separó en dos piernas que lo llevaron de regreso al lado de Scourge.

—Terminó —murmuró relajado, aunque por dentro estaba deseando que sus padres y su hermano Zails volvieran a las profundidades para que él pudiera regresar a los brazos de Sonic; sin embargo, su madre lo vio intrigada y lo llamó con una mano para que regresaran a su reino.

Tails se desvió del camino que su familia se encontraba siguiendo para alcanzar a Sonic, quien lo esperaba en la orilla en la que su relación comenzó y sonrió con gratitud al cielo cuando Tails no encontró impedimento alguno para arrastrarse por la arena hasta que el ojiverde lo levantó en brazos para festejar con él que podían estar juntos nuevamente. El cobalto levantó al menor, cuya cola se encogió hacia él por la timidez de ser visto con tanta confianza pese a que aún había gente en el castillo.

El mayor aprovechó su proximidad para acercar al zorro hacia él y darle el beso que soñó en múltiples noches y siestas que le daría; no obstante, mientras Tails luchaba por mantenerse sobre su aleta, de repente notó que volvió a caer contra el pecho de Sonic cuando intentó sostenerse en sus piernas.

Tails miró sus dos colas felpudas, miró el mar y notó a sus padres sentados en la orilla junto a él, y el arma de Amadeus bajando para tocar la arena.

—No pensarás que nunca me enteré de que agarraste este tridente, ¿verdad, Tails? —preguntó su padre, Rosemary rio bajo su mano y el vulpino se percató de que traía consigo el collar que Sonic le regaló y el ambarino guardó en su cueva—. Cuando quieran, pueden ser del mar, y cuando quieran también, pueden ser de aquí afuera.

Eso explicó porque cuando Tails quiso que Sonic conociera su reino en las profundidades, no hizo falta que le enseñara a aguantar la respiración si el cobalto ya tenía una cola de pez similar para eso. Aunque el reino del erizo trabajó para construir un riachuelo que aún conectara su centro con el océano, estaban tan cerca que ninguno sentía que hizo falta.

Tails solo quería estar donde Sonic estuviera, y Sonic quería lo mismo, no le importaba si debía tardar años de evolución, pero ya que su suegro hizo el milagro de hacerle un favor, Sonic conoció cada parte del mundo que Tails quería enseñarle, cada detalle, cada lugar, pasaron noches juntos tanto en el océano como en la tierra.

Ambos sabían que habían atravesado sus propias dificultades para conseguir la relación que tenían ahora, asistieron a la boda de Miles y Scourge, Tails requirió una explicación cuando se enteró de que Silver ya tenía una relación con un guardia de ojos carmín al que Amadeus previamente había castigado enviándolo a tierra, pero al fin y al cabo, estaban cerrando una historia que ellos conocían que no terminaría.

Tails quería todo lo que enfrentaría junto a él, y para Sonic, ver a Tails ante el sol o jugando con caballitos de mar, era tener por siempre un horizonte de coral.




Fin




✧✧✧

¡Buenas noches! Espero que se encuentren bien y haya sido un buen día. Horizonte de coral.

Holaaaaa, esta historia ocurre antes de El pequeño tritón, pero también puede funcionar como independiente si entienden las referencias x,d, pero es un previo a lo que pasó en mi otra obra que es Scouriles. 

Entonces, espero que les haya gustado=). El día jueves voy a subir una obra Sontails basada en la mitología griega, aquí voy a mezclar mucho, no va a estar fielmente pegada a lo que la mitología dice, pero sí les daré un breve contexto al final de cada capítulo. Sí, la obra será puesta como un "capítulo único", pero en realidad no lo es porque voy a poner historias como si fuera un libro de recopilaciones, es decir, el primero será Sontails, y las historias estarán en relativo desorden porque también funcionan como capítulos únicos. Empezaremos con Sontails=).

El viernes sale una obra Shadilver, capítulo único.

Muchas gracias por su atención, espero que les haya gustado.

Cuídense, hasta pronto.

<3

- KatheDoll.

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