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      Vale; eso he dicho con voz de idiota. Vale a dibujarlo desnudo, vale a verlo como Dios lo trajo al mundo, vale a estar a solas con él durante unas horas...

      ¡Desnudo!

      Ese vale significa mucho y yo ni he pensado en ello hasta que no he salido del despacho; ni recuerdo de que hemos hablado luego de aceptar, sólo sé que estoy en el baño de la planta, encerrado en uno de los cubículos, ¡por fin he meado! y ahora me he sentado sobre la tapa del retrete; me tiemblan las piernas, me tiembla hasta el alma.

      —¿Qué cojones he hecho? —me digo casi sin aliento; me siento como si hubiera corrido durante días; el corazón está loco, la respiración acelerada y mi cabeza nublada; no me llega sangre, voy a morir.

      Cuando dejo de pensar gilipolleces y me calmo, salgo del cubículo, me lavo las manos y me mojo la cara; mucho mejor así, ahora estoy más espabilado.

      Logro encontrar la salida del edificio; odio las puertas giratorias, las odio porque, como siempre, me he comido el cristal; no se me da bien cruzar algo tan complicado para mis dos neuronas cuando estoy tan nervioso.

      Bueno, es sábado, estoy libre y Noel no está en casa, así que puedo hacer lo que me dé la gana. «Espera...», me digo cuando el aire de la calle me golpea.

      —¿De qué cojones hemos hablado ahí dentro?

      Sí, apagué los receptores de sonido cuando dije ese maldito «vale».

      Como si un ser de otro mundo me hubiera escuchado, oigo mi móvil sonar; un mensaje. Abro el Whats y veo mensaje de un número que no conozco.

      Leo: «Señor Campbell, espero verle mañana en mi despacho, la hora puede ponerla usted; estará la planta vacía todo el día y nadie nos molestará, así usted se podrá concentrar en el dibujo».

      —¡La puta! —grito en medio de la calle; todos me miran, pero yo ni me entero.

      Respondo: OK; no me sale nada más.

      Por alguna razón, que aún desconozco, he quedado para ya con mi jefe. Y yo, que no me he enterado de nada, ando como un puto zombi hasta llegar a la parada del bus.

      «¿Qué he hecho?», pienso temblando. Ese tipo me ha tirado los tejos, me ha pedido posar para mí en pelotas, y yo, tan capullo como siempre, digo que sí, y para mañana; ¿para qué darme tiempo a procesar las cosas?

      Llego a casa, no sé ni la hora que es, pero no tengo hambre, así que me meto en mi cuarto y me tiro sobre la cama; cama, camita, cama, eres el amor de mi vida.

      Pienso, luego la cago; SethHughes ha salido en varias revistas; las miré online tras salir de laentrevista. El tío tiene mucha pasta, muchas fans y una vida que nadie conoce;no se conocen pasatiempos, gustos en general: chicas, ¿chicos?, comidapredilecta, país favorito... Nada, es un puto misterio.




Hasta aquí el fragmento de Horas Extra.

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