Hora de pasar tiempo juntos.
— Mira, si no te sientes cómodo con ella puedes cambiar de psicóloga, lo importante es que te sientas bien, ¿sabes? Este debería ser tu espacio seguro. — le digo a mi hermano, el cual no está muy interesado en mis palabras.
Los nervios me carcomen mientras esperamos en el consultorio de la que espero sea la nueva terapeuta de Diego. Por supuesto que aún no hemos empezado el proceso, pero vinimos a preguntar algunas cosas importantes para poder ayudar a mi hermano.
No era necesario venir, pero no tenía nada que hacer y pues salir con Diego es divertido.
Es un lindo consultorio, que por alguna razón parece de dentista, pero mínimo es un lugar decente. Las paredes son grises, adornadas por cuadros de diferentes flores. Sofás donde esperar, junto con café y agua. A demás del pequeño cubículo de la recepcionista.
Según Blue es buena en su trabajo y eso es más que suficiente para mí.
—Está bien, tu tranquila que, si me siento incómodo con ella, no pienso decirle nada. — me responde mientras escribe algo en su teléfono.
Respira Amelia...
Intento mantener una buena postura en la silla del consultorio, mirando los alrededores con detenimiento.
La temperatura ha estado disminuyendo, últimamente, haciendo todo más incómodo, pero por supuesto a pesar de hacer frío, no voy a dejar los vestidos.
Para eso existen las medias pantis de polar.
Que es justo lo que llevo puesto, medias negras, junto a un vestido de igual color, ceñido al cuerpo, de manga larga y cuello de alto. Y como hace demasiado frío una gabardina vino tinto. Con botas algo del mismo color.
Como siempre me veo pulcra y perfectamente arreglada.
Pero mi hermano es una historia completamente diferente, él está casi acostado en la silla, mientras parece que vino en pijama. Con una sudadera enorme y pantalones de rayas.
Siendo sincera no me gustaría juzgarlo por cómo se viste, si se siente cómodo y no es un evento formal, pues así lo deje.
—Diego, mírame mientras te hablo. — mi hermano gira los ojos con fastidio, pero cumple mi petición. — sé que esto no es precisamente divertido, pero por favor tienes que intentarlo. — le susurro, al ver como la recepcionista nos mira de reojo.
—¿Por qué?, se supone que nuestra familia arregla sus problemas a puertas cerradas. Yo puedo hacer lo mismo.
Lo miro incrédula, esperando que el mismo se dé cuenta la magnitud de lo que acaba de decir.
Dime que una broma, mocoso.
—Primero; siéntate bien – lo regaño, al verlo desparramado en el asiento de la sala de espera – segundo; ¿has visto a nuestra familia?, ¿quieres ser como nosotros? – él parece extrañado al escucharme, casi indignado.
—Tú no eres como papá y mamá... — me reprocha, bastante seguro de sus palabras.
—Pero no soy mejor que ellos gestionando emociones. Ni resolviendo problemas, ahora es que estoy aprendiendo lo importante que es comunicar mis emociones.
—Sí, pero no eres como ellos – dictamina. — no estamos tan mal como crees, no somos nuestros padres.
—Diego, nuestros padres no siempre han sido así. La gente normalmente no nace siendo cruel o negligente, solo que las circunstancias los llevan a eso.
Creo fielmente en eso, por ejemplo, mis padres.
Mi padre no siempre fue ese hombre implacable, frío y distante. Él era un pequeño niño que nació en un barrio peligroso en Coro, Venezuela, un hermoso lugar, pero que para él fue un infierno.
A veces mi padre hablaba de su vida, sé que tuvo una infancia difícil. Mi abuela murió cuando él era adolescente y abuelo era un alcohólico. La tía Georgia y mi padre tuvieron que empezar a trabajar para pagar las deudas del vicio de mi abuelo. Con los años él también murió, dejándolos completamente solos, porque nadie de la familia estaba interesado en hacerse cargo de dos adolescentes.
Mi padre no se obsesionó con el dinero y el poder solo porque sí...
Y, por otro lado, mi madre, no siempre fue la figura modelo de la esposa perfecta, con una vida de ensueño.
Era la hermana menor de ocho hijos, a la que nunca desearon. Ella no tenía nada, era extremadamente pobre. Jamás se sintió amada o valorada. Hasta que conoció a mi padre y se obsesionó con el único hombre que la hizo sentir apreciada.
No todo es tan simple como parece.
—Pues su dolor no es mi problema, si les fue mal en la vida, ¿Por qué yo debería soportar sus malos tratos? ¿No es su trabajo resolverlo antes de tener hijos y arruinar sus vidas? – me reclama.
Eso dolió...
—No deberías. Tú nunca serás responsable del daño que te ocasionan los demás, pero sí del daño que ocasionas a otros. Siempre va a haber gente mala, pero es tu trabajo no ser como ellos. No siempre serás un niño, Diego, tienes que decidir qué clase de hombre quieres ser. — declaro.
—No quiero ser como papá. — susurra.
—Pues tienes el privilegio de no serlo. Al ir a terapia vas a aprender a gestionar tus emociones, sanar, comprender quién eres, entre otras cosas. No todo el mundo puedo hacerlo, pero tu sí. Tienes los medios para descubrir que es lo que te ayuda a lidiar con tus emociones, hay miles de terapias, miles de creencias y puedes probarlas todas, para que el día de mañana si tienes hijos, seas un padre mil veces mejor que el que tuviste, porque eres una mejor persona. O puedes no tener hijos y de igual manera esforzarte por ser una persona plena y feliz. ¿Si entiendes a donde quiero llegar? – mi hermano asiente en respuesta. Y yo sonrío aliviada al saber qué mínimo esta conversación está rindiendo frutos.
—¿Crees que si nuestros padres van a terapia van a ser buenos con nosotros? – su pregunta se siente como una puñalada directo al corazón. Puedo ver la esperanza es sus ojos, sé que está enojado con ellos, pero sigue siendo un niño que desea profundamente el amor de sus padres.
Tal como yo lo fui...
Yo también me he preguntado eso toda mi vida y me encantaría darle una respuesta positiva.
—Creo que muchas personas están demasiado heridas como para saber amar, que nunca les enseñaron como ser buenos padres y terminaron con una responsabilidad muy grande para ellos, así que por consecuencia sus hijos cargaron con los problemas de sus padres. Pero quizás con terapia puedan sanar esa herida tan grande que tienen, aunque por desgracia no a todos les funciona. Pero en el fondo de mi corazón deseo que a nuestros padres sí.
—¿Y si no? – susurra.
—Pues, será su problema, a pesar de que son nuestros padres no significa que tengan que ser parte de nuestra vida para siempre. Si alguien nos hace daño estamos en nuestro derecho de alejarnos.
Ahora que lo pienso mis mejores años han sido lejos de mis padres...
—¿si alguna vez me convierto en ellos te alejarás de mí? – cuestiona, asustado.
—No creo que seas como ellos, has sufrido las consecuencias de sus acciones, dudo mucho que llegues a ser ellos. — él no parece muy convencido – hagamos una promesa, cuando alguno de los dos empieces a comportarse como nuestros padres, el otro tiene que decirle para que entre en razón, ¿promesa? – pregunto extendiendo mi dedo meñique hacia él.
—Promesa – respondo, juntando su debo con el mío.
—¿Tú cuando vas a empezar con la terapia?
No lo sé...
Cada que pienso en la terapia siento un miedo abrumador recorriendo mi cuerpo entero...
¿Qué pasa si no tengo solución?
¿Qué pasa si me duele mucho?
¿Qué pasa si estoy tan rota como creo?
¿Qué pasa si soy una de esas personas que están tan dañadas que no saben que no saben amar y terminan arruinando la vida de los demás?
—Pronto, pero no te preocupes por mí. Céntrate en ti.
La recepcionista nos llama y por fin puedo preguntar un montón de cosas de como podría empezar a llevar a mi hermano a terapia, y lo más preocupante fue escuchar que para llevarlo tenía que tener la autorización de mis padres.
Cosa que no tengo...
Y creo que nunca tendré...
Estoy segura de que si lo llevo sin consentimiento me va a jugar en contra en la pelea por la custodia. Lo bueno es que mi hermano ya tiene la edad para decidir donde quiere estar.
Cada día esto se hace más difícil y ni siquiera ha empezado.
—Esto es estúpido – se queja mi hermano mientras caminamos a mi Jeep. — ¿solo por qué mis padres no quieren no puedo ir a terapia?
—Aunque no creas es bastante útil, puede evitar que chicos jóvenes terminen conociendo estafadores o gente que quiere aprovecharse de ellos.
—Lo que sea. — responde subiendo al auto dando un portazo. Yo me limito a ir detrás de él. — mi vida sería más fácil si no hubiera nacido. — susurra mirando por la ventana.
—Pues no tendrías una vida... — bromeo, apaciguando el miedo que me causan el trasfondo de sus palabras.
—¡Sabes a lo que me refiero! – refunfuña, enojado.
—¿Desearías no haber nacido? — le pregunto.
—A veces lo pienso, pero siento honesto no sé si hubiera sido mejor. A este punto no sé nada...
—Diego – respondo en un tono más serio – sé que nuestras vidas no han sido precisamente fáciles, pero nos tenemos el uno al otro, a demás de a la tía Gio. Puede que ahora todo parezca imposible, pero yo nunca me rindo Diego y todo el que me conoce es testigo de eso. — mi hermano me mira de reojo no muy convencido – eres mi hermano y voy a luchar por tu bienestar. No voy a permitir que nuestros padres sigan siendo negligentes contigo, de mí consta que vas a tener la mejor vida posible. Te lo juro.
Diego, asiente al escucharme, tiene esperanza en mí como yo en él. Sus ojos miran a un punto fijo lejos de nosotros, como si la carga en su mente fuera tan grande que necesita todo de sí mismo para procesarlo.
No imagino lo difícil que debe ser para el todo esto...
A este punto no me importa nada más que mi hermano, no me interesa pelearme con mi padre, ni con la prensa, perder mi fortuna o mi reputación.
Nada me importa con tal de protegerlo.
—No te culparía si no puedes hacer nada... estoy acostumbrado a la decepción – susurra, con los ojos aún perdidos.
—Pero nunca de mi parte, ¿alguna vez te he fallado? – mi hermano no responde por unos segundos pensando en su respuesta.
—No, nunca. — dice, volviendo a la realidad.
—Pues no voy a empezar ahora y a lo mejor no arreglar todo inmediatamente, pero con tiempo puedo resolver algunas cosas. — Diego, voltea a verme por primera vez desde que nos subimos al auto y siento el dolor y la duda en sus ojos cafés.
—Lo sé y te lo agradezco mucho – responde, sonriendo ligeramente. —¿Tienes planes para hoy? – me pregunta, cambiando de tema.
—No, tengo turno más tarde, así que me quedan unas horas libres. — le explico poniendo en marcha el auto.
—Okey... — dice, sin mucho interés.
—¿Tú tienes algo que hacer? – pregunto ilusionada por pasar tiempo con él.
—¿Tú qué crees? – me pregunta retóricamente, mirándome con fastidio.
—¡Hagamos algo divertido! – le propongo emocionada.
—Si insistes... — responde, en burla.
—¿Qué quieres haces? Podemos ir de compras, o a un parque de diversiones, lo que quieras.
—No sé... — dice encogiéndose de hombros.
—¿Quieres ir al gran premio de las vegas? – bromeo, al no recibir respuesta.
—Suena divertido, pero jamás llegaríamos. — responde encendiendo la radio.
—Oye, no me subestimes, puede que no este tan presente en eventos sociales y todo eso, pero sigo siendo una mujer influyente y poderosa. — presumo, en tono burlesco.
—Hasta tú tienes límites. — dice mirando su teléfono buscando una canción para poner y por alguna razón empieza a sonar "Mockingbird de Eminem."
Alguien está sentimental...
Pero como sé que se va a poner penoso no digo nada.
—Claro que no, dame una hora y conseguiré entradas, un palco y un helicóptero o si prefieres un avión. — él suelta una carcajada llena de humor que me conmueve, está sonriendo genuinamente.
Nada parecido a las sonrisas falsas que mis padres le enseñaron.
Está siendo genuino...
—¿Y se puede saber de donde vas a sacar un helicóptero?
De Lexie Jackson, obvio.
—Un mago jamás revela sus secretos. — me limito a responder.
—Muy gracioso, pero quizás deberíamos ir un día a una de las carreras. Aunque la temporada está por terminar.
—Claro, puedo conseguir entradas. Podríamos ir con la tía y...
—Tus novios – responde por mí, pero no tan alegre.
—¿siguen sin caerte bien? – pregunto algo desanimada.
—No es eso, es que... — él se queda callado unos minutos analizando su respuesta – ¿ellos saben que estás peleando por mi custodia?
—Algo así... — confieso.
—Sabes que es complicado, voy a cambiar todo tu panorama y también el de ellos...
—Diego – intento intervenir, pero el continuo.
—¿Qué pasa si quieres vivir con ellos? Porque dudo que quieran vivir contigo y conmigo.
—No viviré con ellos ahora, quizás en un futuro, pero no es momento. Tú no tienes que preocuparte por esas cosas, soy el adulto responsable y yo me encargaré de todo eso. — le aseguro.
—Claro que me preocupo, no quiero perturbar tu vida.
—No perturbas nada, van a haber cambios, pero para mejor. Soy consiente de todo lo que puede pasar, ya lo asumí. No tomo esto como un juego.
—Permíteme dudarlo. — expresa.
—¿Por qué?
—No quiero arruinar tu vida, tienes algo bueno aquí, con el hospital y tus novios, no quiero fastidiar nada. Ya tengo suficiente con arruinar la vida de nuestros padres.
Cielo...
—No vas a arruinar nada, te lo aseguro. Nunca has arruinaste la vida de nadie, tú no tuviste la culpa de nada, ellos son adultos y tomaron sus decisiones.
—Ellos no lo ven así.
—Pero yo sí, siempre te he dicho que desde que naciste mi vida mejoró en todo sentido. — mi hermano asiente, más convencido. — en cuento a lo demás seré sincera, los chicos serán parte de tu vida, no voy a negarlo, pero no van a interferir en tu crianza o algo así. El hospital va a seguir ahí y yo también, vamos a encontrar la manera de adaptarnos.
—Eso espero, por qué si el naturalista, el de nombre de color y el rubio raro tuvieran que criar un niño sería una calamidad. — Bromea más tranquilo.
—Dales crédito, son buenos hombres. — los defiendo, orgullosa.
—Lo sé, aunque no creas ellos me agradan bastante y te hacen feliz eso es suficiente para mí.
—Me alegra que te agraden. — sonrío.
—Me alegra que seas feliz. Lo mereces.
Mi gente...
¡Volví! Yo diciendo que si les gustaba que actualizara seguido y que dejo de actualizar dos meses. No me odien mi gente, yo los amo.
Me ha pasado de todo, casi pierdo la computadora, casi pierdo mis libros, me he enfermado muy seguido, me gané una beca para estudiar en un preu, estoy en cierre de semestre.
Básicamente, mi vida es un caos. Casi que dejo de escribir, lo considere bastante dejar de escribir y borrar todo, pero aquí andamos.
Hemos pasado mucho tiempo sin leernos, así que estuve pensando que no les he dicho nunca como me imagino a los personajes de Hdlm. Si me han visto mis videos de TikTok deben saber más o menos como me los imagino, pero si no (que feo si no me siguen en TikTok), aquí les traigo una lista de como me imagino a los personajes.
—►Linzie Vonzer: Faith Colins.
—►Leila Jackson: Lili Reinhart.
—►Madison Morgan: Madeline Cline.
—►Dylan : Manu Ríos.
—►Georgia Pérez: Mariska Hargitay.
—►Diego Pérez: Malachi Barton.
—►Eduardo Pérez: Edgar Ramirez.
—►Elena Pérez: Salma Hayek.
—►Michaela Matthews: Elizabeth Olsen.
—►Selena Martinez: Madison Bailey.
—►Taylor: Maria Casals.
—►Isabella O'Brien: Samantha Harvey @makeupbysamanthaharvey
¿Me faltó alguno?
Antes de retirarme solo puedo decir que Amelia puede ser mucha cosas, pero mala hermana JAMAS.
Bueno, los amo. Nos leemos, puede ser pronto o en otros dos meses.
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