Hora de hacer preguntas.

Tengo muchísimas dudas. A medida que más lo pienso, más dudas vienen a mi mente, Lexie no explico nada, no sé de qué da esto con exactitud, solo ten un <sería como cualquier relación, pero nosotros cuatro>

¿Qué clase de explicación mediocre es esa?

Y teniendo miles de dudas y una explicación pésima, lo único que puedo hacer es preguntar, porque no voy a aceptar una propuesta, la cual no entiendo.

— Señora Rodríguez, en una hora podrá irse — digo amablemente.

—Gracias dulzura— responde mi paciente. Hoy me toco cubrir urgencias, el hospital ha estado realmente tranquilo, así que no he tenido mucho trabajo.

Seguramente sea un día tranquilo.

—Pérez sala cinco— Me ordenan.

—Enseguida voy— respondo.

Abro la cortina para encontrarme con una señora de aproximadamente unos sesenta años, acostada en la camilla, y señorita de unos treinta, junto a ella.

—Buenas tardes— saludo.

—Hola dulzura— me sonríe la señora.

—Buenas tardes— responde la señorita.

—¿Cómo se encuentran? - pregunto acercándome a la camilla.

—Lo suficientemente bien para estar en el hospital— responde la señora divertida.

—Madre, ¿podrías tomarte esto en serio? - le pregunta la chica molesta.

—Calma hija, seguro no es nada— le resta importancia. Yo me quedo mirando la escena sin decir nada.

—¿Y tú no piensas revisarla o algo? — me regaña la hija.

—Sí, ya voy— respondo un poco nerviosa.

—¿No hay nadie más disponible? — pregunta mientras me mira despectivamente.

—Sí, pero me asignaron a mí el caso— respondo amablemente.

—¿Cuántos años tienes?, ¿diecisiete? - pregunta groseramente.

—¿Podrías dejar a la señorita hacer su trabajo? - la regaña su madre.

—¿Cuáles son sus síntomas? — pregunto.

La señora estaba dispuesta a responder, pero su hija la interrumpe abruptamente.

—Náuseas, inflamación, fatiga, le suele doler la cabeza y otras cosas— responde.

—Yo puedo responder sola, Marina, gracias— dice la señora tajante - también tengo un poco de dificultad para respirar. Pero seguro son cosas de la edad.

—O puede que sea algo realmente malo— agrega Marina.

—No le hagas perder el tiempo a los doctores— empiezo a revisar a la señora, tiene unas extrañas marcas moradas en el cuerpo.

—Puede que tengas algo grave, haz lo que tengas que hacer, el dinero no es problema — Un teléfono suena, al parecer es el de la chica — tengo que contestar, intenta no matar a mi madre, ¿quieres? - me ordena.

—No tengas hijos, no te lo recomiendo— bromea.

—Señora...— comienzo.

—Llámame Marta— pide.

—Bien, Marta le realizaré algunos estudios.

—Bien, pero no encontrarás nada. Soy bastante sana — dice. Sonrío. Empiezo con exámenes de sangre y orina.

—Me sacaste sangre como para un batallón— bromea la señora.

—Es que necesito hacer muchos estudios— corro al laboratorio, pero hay una enorme fila.

—¿Por qué tanta final? — le pregunto al uno de los enfermeros.

—Al parecer se dañó algo, y están abarrotados — responde con simpleza.

—Te lo dije, llevan dos meses y el hospital se cae a pedazos – comenta Taylor, apareciendo detrás de mí.

—¡No me asustes así! – lo regaño.

Esta fila esa solo para entregar muestras...

Mucho tiempo después avanza la fila, algunos doctores se fueron dejando sus lugares disponibles.

Por fin es mi turno...

—¿Cuándo estarían los resultados? — pregunto después de todos los tramites.

—No pronto— responde el chico que me estaba atendiendo.

—Los necesito urgente.

—Es un hospital, aquí todo es urgente. — responde sin prestarme mucha atención.

—Pero...

—Siguiente— grita, interrumpiéndome.

No me quiere aquí, ya lo entiendo.

—Pensé que nunca volverías— dice Marta al verme.

—Madre, te llevarán a una habitación, no quieren que estés aquí expuesta - dice entrando la hija de mi paciente - Muévete niña— me ordena. Me acerco al doctor de guardia para confirmar la información.

—Trasládala lo más rápido posible, su hija es un poco intensa— dice.

Ya lo noté.

—Bueno, esta visita se está extendiendo más de lo que esperada— comenta Marta — no importa, mientras más tiempo afuera de mi casa mejor.

El comentario se me hace un poco raro, pero decido ignorarlo.

—¿tienes de esos pudines de chocolate? — pregunta mientras vamos avanzando a la habitación.

—Sí, puedo traerle uno si quiere.

—Eres un ángel— me sonríe— ¿hay algún doctor guapo por aquí, o eso solo es en la televisión?

Pues...

—Yo diría que sí - respondo un poco tímida.

—Tú eres muy guapa, además eres doctora...

—Gracias. — respondo extrañada.

—Sabes, tengo un sobrino que está soltero y sería perfecto para ti. Él es un encanto. — me ofrece.

En este tiempo aprendí algo muy valioso, si eres parte del cuerpo médico, siempre recibirás invitaciones a citas. Siempre hay un abuelo, un tío, una madre, una vecina o algún familiar que te cuenta sobre cierta persona que conocen que esta soletera y de definitivamente debería salir contigo.

—Marta, no dudo que su sobrino sea encantador, pero... — intento explicar.

—Conozco ese tono— ríe— ¿Sales con alguien?

O sea, no, pero puede que si...

Pero aún no estoy segura...

—Es complicado. — respondo unos segundos después.

—Tomaré eso como un sí— me guiña un ojo.

—Llegamos— anuncio entrando a la habitación.

—Mi hija es un poco exagerada, seguro no es nada. — comenta.

—Solo está preocupada.

—Seguramente— dice sin mucho ánimo.

—¿No hay alguien al que quiera llamar?

—Dudo que alguien quiera visitarme— niega triste— ¿y mi pudin? - pregunta un poco más animada.

—Yo vuelvo.

—¿esa relación complicada es con alguien de aquí? — pregunta comiendo su pudín felizmente.

—¿Cómo? — la miro, confundida.

—Tomaré eso como un sí, ¿te puedo dar un consejo? – siento, en respuesta —Algo las relaciones en el trabajo casi raras veces funcionan, no estoy diciendo que la tuya no lo hará, pero ten cuidado.

—Lo tendré— respondo incómoda.

—Sé cómo suena, una extraña señora te dice que tu relación terminara mal, pero es una posibilidad, aparte tú me permitiste aconsejarte.

—Buen punto.

—Y soy chismosa, pero no me culpes, no suelo hablar con muchas personas— confiesa.

—¿Y su hija? — pregunto. Al hablar me arrepiento un poco, a lo mejor no debí preguntar.

—Nunca me visita, y no la culpo, no fui la mejor madre.

—Pues yo estoy muy dispuesta a hablar con usted— respondo, haciendo que sonría.

Paso mucho tiempo hablan con la señora Marta, y me percato de que es una persona muy agradable e interesante.

—Vuelvo en unos minutos— le digo saliendo de la habitación para buscar sus resultados.

No, no, no.

Necesito ayuda.

—Doctor Harves, necesito ayuda— él asiente— me entregaron estos exámenes, pero quizás los estoy viendo mal o algo.

Que no sea nada...

—Quizás, pero este paciente está muy mal, tiene insuficiencia renal aguda, necesita un trasplanté urgente.

La señora Marta tiene púrpura de henoch schonlein, esto le causo insuficiencia renal. Generalmente, se da en niños, pero ella corrió con mala suerte.

El doctor Harves va con la señora Marta para informarle todo, la meterán en una lista, pero si no recibe un trasplanté pronto morirán.

—¿Cómo no lo noto? — le pregunto a la señora.

—Desde hace mucho me siento mal, le dije a mi enfermera, pero no es una buena persona, también le dije a mi hija, pero me ignoro hasta hoy. La única razón por la que me tiene aquí es porque sí muero no sentirse culpable.

¿Cómo nadie lo noto?, ¿cómo yo no lo note?

—No se preocupe, ya está en una lista— intento animarla.

—Sé cómo funciona esto, soy muy mayor, y estoy enferma. — quería agregar algo más, pero ella me interrumpió —¿podrías llamar a mi hija? — me interrumpe.

—Ya vuelvo. — respondí, fingiendo una sonrisa.

No voy a dejarla morir, no puedo...

Después de ir con la hija de Marta, me acerqué a Camilo.

—¿crees que mejore? — pregunto con miedo de su respuesta.

—Si recibe un trasplante y la púrpura es tratada, sí, lo más probable es que mejore — responde con simpleza. Aunque no eso no ayudo, y creo que él lo notó. — Sabes cómo funciona esto Pérez. — agrego mirándome con cierta lástima.

Lo sé, pero no me gusta.

Lo peor es que algo me dice que él sabe algo que yo no. Pero yo me atreví a preguntar.

—Hola — saluda Dylan deciblemente igual de cansado que yo.

—Buenas - saluda Linzie animada —¿Cómo tal su día?

—Bien...— responde Dylan desanimado.

—Muy educativo— respondo, sentándome en una camilla. — ¿y el tuyo? — pregunto.

—Bien, Andrew me odia menos. — comenta muy orgullosa de sí misma.

—¿Cómo van? - saluda Mady.

—Mady, bien ahora que estás ¿y tú? —saluda Linzie sentándose a mi lado.

—Muy bien, gracias.

—¿Qué hicieron hoy? – pregunta Dylan, mirando al techo.

—Atendí a una niña que comió plastilina, mucha plastilina - responde la rubia.

—¿Qué? — pregunta al unísono.

—Sí— ella empieza a hablar, pero yo me distraigo al ver al doctor Jackson, a la distancia.

— Se me olvido que tenía algo muy importe, hablamos después — les digo, levantándome de la camilla lo más rápido que puedo y corro hacia el doctor Jackson.

—jefe Jackson —lo llamo. Él se detiene y voltea hacia mi dirección— ¿podemos hablar?

—Sí, claro, - responde extrañado - vamos a mi oficina.

—¿de qué quieres hablar Amelia? — dice entrando a la oficina.

—Tengo ciertas dudas— él se sienta en su escritorio.

—Por favor toma asiento— me siento en un pequeño sillón de su oficina— ¿cuáles? Responderé todas las dudas posibles.

—¿Cómo va esto? – cuestiono.

—Es como cualquier otra relación, solo que seriamos nosotros cuatro - asiento.

—¿se supone que esto es algo formal o por experimentar?

—Algo formal, tengo intenciones de establecer una relación seria — vuelvo a asentir.

—Una relación seria...— repito, más para mí misma que para él.

—Entiendo las dudas, no tengo intenciones de establecer la relación ahora, me gustaría que nos conociéramos un poco más, pero como esto es más complicado.

—A ver si entendí, vamos a empezar a salir, a conocernos y después vemos que pasa — él asiente.

—Exactamente - él se levanta de su escrito para caminar hacia mí— ¿puedo yo preguntar ahora?

—Adelante - él se para frente a mí. Me levanto rápido del sillón, esto hace que quedemos muy cerca.

—¿te interesa la propuesta?

—Sí, me interesa la propuesta, por eso te estoy haciendo todas estas preguntas - digo con obviedad - pensé que estaba claro.

—Podrías estar preguntando por puro morbo. — recalca.

—Ese no es mi caso, si no tuviera intereses lo hubiera dicho y no me hubiera tomado el atrevimiento de preguntar— en esta ocasión soy yo quien se acerca más.

—Me alegra escuchar que tu interés es genuino— se acerca un poco más, pero ahora su nariz roza la mía.

—¿Qué hizo que usted se interesara en nosotros?

—Hay algo muy hipnotizante en ustedes, algo interesante, tienen cualidades maravillosas, y porque una parte de ustedes grita peligro, lo cual me resulta fascinante — él inclina ligeramente la cabeza hacia un lado.

—¿vez a alguien que grita peligro y corres hacia esa persona? — pregunto divertida.

—¿por qué debería enfocarme en eso si existe la posibilidad de que salga algo bueno de esto? — él escanea mi cara, pero detiene sus ojos en mi boca.

—Tienes muchas expectativas respecto a esto...

—Más que expectativas, yo diría corazonada.

—¿confías mucho en tus corazonadas? – susurro mirando sus labios.

—No suelo tenerlas, pero una vez que aparecen es por una muy buena razón y las sigo.

—Interesante.

—¿y tú, estás dispuesta a averiguar que sale de esto? - su mirada sigue fija en mis labios. Si me acerco un poco más sus labios rozarán los míos.

A la mierda.

Me acerco un poco más y estampo sus labios contra los míos. Automáticamente siento los suaves que son. Unos segundos después él me sigue el beso, con ganas, muchas ganas. Enviando un chispazo de electricidad por mi cuerpo. Él agarra mi cintura para acercarme un poco más. Intensificando el beso.

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