Hora de cumplir mi palabra.
El zumbido de mi teléfono me despierta abruptamente. Estiro la mano para intentar tomarlo.
— ¿hola? – susurro al levantar el teléfono, adormilada.
—Ven por mí, por favor...— ruega Linzie del otro lado de la línea, con la voz destrozada.
—Voy. — Me toma un tiempo despertarme por completo, pero su tono de desesperación hace que me mueva rápido.
Con solo una sudadera grande y unos pantalones deportivos subo a ledy en la parte de atrás de mi jeep y arranco con dirección de mi amiga.
No tardó mucho en llegar, al ser de madrugada las calles están casi vacías.
Mi dulce acompañante no entiende mucho qué está pasando, pero, aun así, se queda quieta en la parte de atrás.
Me detengo frente al viejo edificio, encontrándome con Linzie sentada en la acera llorando, junto a una pequeña maleta.
Al percatarse de mi presencia se levanta rápidamente para entrar al auto y abrazarme con mucha fuerza.
—Tranquila, ya estoy aquí. — le digo mientras acaricio su cabello. Ledy se acerca para empezar a lamer sus manos.
—Hola Ledy. — la saluda al separarnos.
—¿Qué paso? – pregunto al arrancar.
—Me quebré...— su mirada está fija en la carretera – no aguante más. Así que les dije que no me sentía cómoda con la manera en la que me trataban. No funciono. Me dijeron desagradecida, y que si tanto me molestaba que me fuera... Y eso hice.
—Hiciste lo correcto – saco la mano de la palanca de velocidades para tomar la suya haciendo que por fin me mire a los ojos.
—Lamento esto, yo no debí llamar, pero eres la única persona en la que realmente confío. — susurra, apenada.
—Yo te pedí que lo hicieras y no es ningún problema.
—Gracias... De verdad, gracias – responde y yo me limito a dedicarle una pequeña sonrisa.
—¿comiste?
—No, no puede. Ni siquiera pude sacar mis cosas.
—¿no te dejaron sacar tus cosas?
—No, dicen que es parte de la paga por dejarme vivir con ellos.
—Eso no pasará, mañana vendremos y sacaremos tus cosas y me importa muy poco lo que ellos digan – declaro molesta.
—No, que se queden con eso si es necesario, yo no quiero nada de ellos. Trabajaré y comparé cosas nuevas.
—Si tú lo dices, pero si quieres llamamos a los chicos y venimos sacar tus cosas.
—No quiero liderar con eso por ahora...— dice para dejarnos en un espeso silencio - Lia – murmura después de unos segundos.
—¿dime?
—¿la oferta de vivir contigo sigue en pie?
—Por supuesto que sí – le sonrío.
Al llegar a casa Linzie seguí bastante inconsolable, por lo que le propuse dormir conmigo si quería. Ella aceptó casi de inmediato.
—Lamento invadir tu cama – se disculpa en medio de la oscuridad, cuando ambas ya estábamos acostadas en mi cama.
—Tranquila, no me gusta dormir sola...— admití. Ella no respondió por lo que sentí la necesidad de aclarar mi confesión – pero no es por lo que crees. Es que cuando mi hermano era pequeño solía escabullirse durante las tormentas o cuando tenía pesadillas. Con el tiempo me acostumbré.
—Ojalá tener una hermana mayor que se preocupa por ti...
—¿no tienes hermanos?
—Sí, tengo. También es mayor, pero jamás haría algo considerado por mí.
—Liz ...— fue lo único que se me ocurrió decir.
—Tranquila, nunca lo necesite. De hecho, de niña me gustaba decir que era hija única... — comento – aunque no duro mucho porque teníamos el mismo apellido y ambas éramos pelirrojas.
—Eres fácil de identificar... — bromee.
—Sí, pero ella más. Ella era la estrella de la familia. — susurro con la voz entre cortada.
—¿la estrella? – cuestione.
—Sí, ella es preciosa, divertida, talentosa... Todos la aman, la veneran... Solo que no es amable conmigo - ella se quedó callada unos segundos – no sé, ella siempre es y será la mejor de la familia.
Una parte de mí entendió perfectamente como se sentía, no por mi familia, sino por los medios, las constantes comparaciones con otras personas...
—¿A qué se dedica ella? – pregunté.
—Estudio administración de empresas – responde. — no puedo competir con eso.
—No es necesario competir. Tus tienes tus cosas, ¿acaso ella ha visto un corazón humano en vivo y en directo? – al escucharme ella se ríe.
—No, ella definitivamente no ha visto un corazón. Ahora tengo algo que presumir en la cena de Navidad.
—¿viste? Y de aquí a Navidad seguramente podrías hacer más cosas que seguramente a tu padre le encantara escuchar. — respondí, y debo admitir que imaginarme a Linzie sentada con hablando con su padre me conmovió.
Yo a veces hacia eso...
No era por mucho, pero esos momentos me hacen la persona más feliz del mundo.
—Creo que sería interesante pasar una Navidad contigo – dice después de unos minutos de silencio.
—En eso tienes razón, Navidad en mi época favorita del año. Después de mi cumpleaños.
—Quizás algún día podamos pasarla juntas...
Al despertar lo primero que hago es tomar mi teléfono y marco al número que por mucho tiempo he tenido miedo de llamar. Claramente, salí de la habitación con cuidado de no despertar a Linzie.
Llamo una vez...
No contesta.
Llamo una segunda vez...
Tampoco.
Es normal, debe estar ocupado.
Al tercer intento contesta.
—Padre - saludo animada. No he podido hablar con mi padre desde que llegue, y sé que él no llamara, así que mejor lo hago yo.
Está bien dejar el orgullo...
—Amelia - responde desconcertado —¿Cómo está?
—Muy bien, estos días en el hospital han ido de maravilla - respondo muy feliz— me muero por contarle todo.
—¿sí? — dice con un extraño tono, pero decido ignorarlo. Quizás está de mal humor por otra cosa.
—El hospital es increíble, aprendí muchas cosas maravillosas. Activaron...
—Qué bueno, Amelia - me interrumpe abruptamente.
—Lo siento, estoy hablando demasiado. ¿Cómo va todo?
—Normal, entraron algunos pasantes, pero nada grande. Tu madre está igual que siempre y tu hermano no sale de su habitación.
Sí, mi hermano jamás se llevó bien con mis padres. Ellos jamás le prestaron demasiada atención.
—Quizás salga si le ofrecen ver alguna película o lo llevan a ese lugar de juegos del centro...
—No voy a seguir malcriándolo – al escucharlo me enojo.
Técnicamente yo lo crie...
—No es malcriarlo, solo demostrarle cariño, los adolescentes son difíciles. Con un poco de paciencia.
—Me tengo que ir, tengo mucho trabajo, te llamo más tarde, cariño— dice dulcemente, pero el tono de su voz no suaviza el trasfondo de sus palabras.
—Entiendo, padre. — respondo con la voz entrecortada.
A él no le importa ni la mitad de lo que a mí me importa...
Con él no funciona, así que le escribo a mi hermano.
Lia: ¿comiste?
Diego: Sip.
Lia: mentira.
Diego: No tienes derecho a reclamar. Si no estás aquí, no puedes opinar si algo es verdad o no.
Lia: Sal a comer.
Diego: No es tu problema.
Lia: Sí lo es.
Diego: ¿te fueron con el cuento?
Lia: ¿Por qué no quieres salir?
Diego: ¿Por qué será?
Casi puedo imaginarme la mueca irónica que puso al leer mi mensaje.
Salgo del chat y voy a los mensajes con mi madre y la llamo.
—Buenos días, mami – saludo.
—Hola linda. — responde igual de animada.
—¿Cómo estás?
—Estresada, tu hermano y tu padre me tienen mal.
—Uy, ¿y eso? – pregunto fingiendo desconocer la situación.
—Lo de siempre. Tu hermano haciendo berrinche y tu padre igual.
—Bueno, a lo mejor Diego necesita salir un poco, quizás ver ir a algún lugar que a él le guste. Es fin de semana...
—Tienes razón. Lo llevaré a desayunar. Ahora a ver si sale de esa cueva.
Al colgar, Ledy se sube en el sofá y se acuesta a mi lado. Siento unas inmensas ganas de llorar.
Pensé que ya habíamos superado el tema.
No importa cuento tiempo pase, siempre me aseguraré de que Diego viva lo mejor posible y tenga lo que yo no tuve.
Así tenga que estar detrás de mis padres para que le den atención y amor.
—Deberíamos ir a al supermercado— ledy labra en respuesta a mi proposición. Antes de salir me pongo un top blanco, y unos pantalones negros ajustados. Junto a una chaqueta de cuero, sintético.
—Buenos días, Lia – saluda mi nueva compañera de casa. Aun en pijama.
—Hola – Saludo parada en la puerta de la nevera. —No tenemos comida. Así que iré a comprar, ¿me acompañas? – pregunto.
—Si quieres... — Tomo mis cosas, a lady y salimos de casa al supermercado. Ella decidió ir en pijama, que consistía de una camisa, roja, tres tallas más grandes y un short negro.
En el camino de regreso, recibo un mensaje de Mady preguntando por mi paradero.
—¿te molesta si invito a Mady a la casa? – pregunto.
—¿Mady? Para nada. — responde bastante alegre.
—Perfecto.
Minutos después de llegar tocan la puerta. Al abrirla lo primero que voy es a una hermosa rubia con una enorme sonrisa.
—Hola, nena— saluda muy animada, como siempre.
—Hola - respondo con una la misma sonrisa.
—¿Todo bien? – cuestiona.
—Por supuesto...— respondo. Ella no pareció muy convencida, pero de todas formas me abrazo y entro al domicilio.
—Hola, Mady – saluda Linzie. Y Mady va corriendo a abrazarla también.
—¿Así que ahora vivirán juntas? – pregunta, nuestra invitada cuando nos sentamos en el sofá.
—Sí, pero es temporal – aclaro Linzie, a pesar de que le dije que podía quedarse todo lo que quiera.
—Qué bueno, me alegra por ustedes – comenta, amable.
—Aún tengo varias habitaciones disponibles, si quieres venir – le respondí.
—Gracias, pero no. Mis padres lograron ayudarme a comprar un pequeño apartamento, no muy lejos. Igualmente, las visitaré siempre que pueda.
—Eres bienvenida, siempre – le aseguro.
—¿Cómo está, Selena? – le pregunta Liz a Mady, mientras le paso una taza de café.
—Bien, sigue de turno. — comenta.
—Ojalá hubiera podido venir – responde, Linzie bastante triste. La rubia y yo compartimos una mirada cómplice, sabiendo lo que ese tono significa. Durante la conversación tomé mi teléfono para revisarlo.
Tres mensajes nuevos.
Sonrío como divertida al ver quienes enviaron los mensajes.
—¿Y esa sonrisa? — indaga, la pelirroja.
—Nada, solo unos mensajes. — respondo sin apartar la mirada del teléfono.
—No es nada, pero son unos mensajes— ironiza Mady.
—Bueno, si es algo. Alguien me escribió.
—¿alguien?, ¿alguien cómo? – pregunta Liz.
—Cuenta, necesito el chisme completo – al parecer la timidez de Madisson desapareció.
—Todo comenzó un día de tormenta en el hospital - dramatizo. Ambas abren mucho los ojos. Como si algo que sospechaba se acabara de confirmar. —Los conocí en el hospital...— reafirmé.
—Creo que escuche mal, por un momento escuche los— dice Liz sonriente.
—Si dije los, en plural - rio apenada - creo que me atraen tres personas, más específicamente tres chicos - sonrió.
—No me digas que...— después de unos segundos Mady volvió a la realidad – ¡Lo sabía!
—¿Por qué ella sabe algo que yo no? – se indigna la pelirroja. — ¿cómo es posible?
—Nadie puede saber nada de esto. Por favor se los ruego.
—Juro, no decirle nunca nada a nadie... Pero quiero el chisme completo, por favor. — ruega Liz.
Bueno, a estas alturas no le conviene hacer o decir nada.
—Exacto, nada sale de aquí...— afirma la rubia.
Con cada palabra que soltaba ella parecían más y más sorprendidas.
—¿y qué paso después del bar? – cuestiono Mady.
—Pues, me interese un poco más seguí hablando con ellos...— ahora que lo dijo en voz alta media cuenta de que tal vez me atraen más de lo que debería y eso suena un poco mal - sé que suena mal, pero...
—No te preocupes, yo no juzgo, además quien quita y terminan en una relación todos o algo así— ríe, tomo uno de los cojines del sofá y lo golpeo en la cara, él ríe más fuerte.
—¿Qué? El jefe Jackson viene de familia poliamorosa – la defiende Liz.
—No te burles— chillo.
—No me estoy burlando, estoy haciendo una predicción— se defiende.
—Exacto, ¿podría pasar? – cuestiona Mady.
—Mil cosas – los miro mal.
—Ni tanto... — asegura Linzie.
—Linzie, no ayudas.
—Me ayuda a mí – alardea Mady. —Oye me prometiste comida.
—Sí, pedí pizza.
—Espero que no sea con piña— comenta.
—Eso es lo menos importante ahora – la regaña Liz. Mientras ellas discuten, suena el timbre anunciando la llegada de nuestra comida.
—Para recapitular, trabajaste con Jackson, Andrew y un psiquiatra. Ahora te gustan los tres... — comenta Mady, con un trozo de pizza en la mano.
—Algo así, bueno no. No me gustan, se podría somos cercanos...
—Lo que sea, pero espero que me invites a tu boda con los doctores— me guiña ojo.
—Yo también quiero ir. — aporta Liz.
—Será mejor que dejen esa idea atrás – digo, irritada.
Mi celular vuelve a sonar.
Lexie:
¿Te gustaría venir a cenar a mi casa?
Alex y Blue también vendrán.
Le tiro un cojín a Linzie, el cual está muy feliz ingiriendo pizza.
—¿Qué te pico? – me grita.
—Me invito a cenar— chillo.
—¿Quién? – Mady se levanta de su asiento y se para sentarse junto a mí.
—Lexie y dice que también irán Alex y Blue — balbuceo.
—Eso es fabuloso, te ayudaré a escoger tu ropa – ella me empuja hacia mi cuarto - anda, vamos.
—Yo tengo que ver esto. — Linzie se levanta y me arrebata el teléfono.
—Ahora Taylor definitivamente está fuera del juego – comento la rubia.
—Taylor ¿Qué tiene que ver él? – cuestione. Ambas se miraron incrédulas.
—Le gustas, pero eso ya lo sabes. — respondió ella misma, devolviéndome el teléfono.
—Creí que podría evitarlo...— susurre apenada.
Ahora es real...
No tengo manera de escapar...
—Él no importa, tenemos que vestirte – argumenta Liz.
—¿Desde cuándo son estilistas? - me quejo - Además No he aceptado aún.
—¿Y por qué no? — pregunta frustrada.
—No me diste tiempo, deja respondo – respondo haciendo que ambas sonrían.
Amelia: Si claro.
¿A qué hora?
Lexie: A las ocho
Amelia: ¿Llevo algo de comida o así?
Lexie: No, solo tu maravillosa presencia
Al llegar a mi cuarto, ellas corren a revisar mi armario, yo me tiro en la cama a esperarlas.
—Quiero tu armario – gritó Mady.
—Les presto lo que quieran – les grite de vuelta.
Minutos después, Linzie sale y se tira junto a mí.
—Tenemos dos opciones, — dice saliendo del armario - la primera — muestra un vestido rojo, con escote corazón, con tirantes, ceñido al cuerpo, una pequeña abertura en la pierna derecha y me llega hasta un poco más abajo de la rodilla. — es sencillo, cómodo, no muy revelador, pero tampoco muy discreto, de segunda opción — muestra un vestido negro, corto, con escote corazón, mangas largas sueltas, también ceñido al cuerpo - este vestido es tranquilo, elegante, discreto, pero te acentúa el cuerpo.
—Qué bonita presentadora, ¿a qué hora sales? – le pregunto coqueta.
—Cuando de vayas a tu cita. Ahora, estamos aquí hablando del vestido, ¿el vestido rojo? ¿O el negro?
—El rojo – responde la chica junto a mí.
—Me gusta el rojo, pero quizás sea mucho. — comento.
—Lia, si fuera mucho, no lo hubiera mencionado. — le defiende.
—Bien —a largo la última silaba —¿Por qué están más felices ustedes que yo?
—Es divertido. — responde Linzie encogiéndose de hombros.
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