Hora de arreglar las cosas.
Todos tenemos nuestro lugar seguro, ese lugar en el que no importa que esté pasando afuera estando ahí todo desaparece. Es tu hogar, tu espacio seguro.
Desde hace un tiempo ese lugar para mí es el hospital.
"El Jackson memorial"
Nada de lo que haya hecho importa, porque aquí no soy solo una persona, soy parte de algo más grande que mantiene en pie a millones de personas día tras día.
"Trabajamos con personas enfermas que necesitan de toda nuestra atención y cuidado. Aquí no existen las segundas oportunidades, si cometes una falla puedes matar a alguien. Si no eres capaz de separar tu vida personal del trabajo, supongo que te equivocaste de carrera. "
Somos nada, pero nuestro trabajo es todo...
Desde el día en que la señora Marta falleció nada ha sido igual. Esas palabras han resonado en mí como un mantra. No soy mis errores, mis problemas o mi pasado, soy la esperanza y la que tiene la responsabilidad de mantenerse cuerda por y para los pacientes...
Frente a mí hay un hombre joven cuya pierna fue destrozada, por lo que nos dijeron quedo atrapado por dos autos en un choque.
— ¡Hay que entubarlo! – grito, al ver los signos vitales del paciente desplomarse. Los enfermeros a mi alrededor se mueven en sincronía, como si todos fuéramos un sistema de engranajes perfectamente ensamblados.
Siento el sudor corriendo por mi frente, los guantes de látex de los guantes en mis manos y la adrenalina a flor de piel. Mi pulso no tiembla, con perfecta precisión logro introducir el tubo en la garganta de mi paciente, logrando que el oxígeno vuelva a sus pulmones.
—¡A quirófano ahora! – grita Camilo empezando a mover al paciente. — y llamen a la doctora Jackson.
Con toda la fuerza de mis piernas sostengo la camilla para empezar a correr junto a Camilo y los enfermeros.
La gente a nuestro alrededor se hace a un lado dándonos espacio para pasar. Mi cuerpo se siente completamente agotado, mis piernas tiemblan, pero no siento la necesidad de parar.
Pasamos por los pasillos del hospital desde emergencias, no soy consciente de las personas de mi alrededor hasta que siento una extraña luz muy cerca de mis ojos...
Por un momento todo se vuelve blanco y borroso mareándome, extrañamente.
Conozco esa sensación...
Pero no es como las luces del hospital, es un flash, es el maldito flash de una cámara.
No, no puede ser posible...
Me detengo de golpe casi tropezando con la camilla, mirando a mi residente el cual parece haber visto algo que yo no.
—No paren hasta llegar al quirófano – nos ordena, soltando la camilla para empezar a caminar en dirección de donde pareció venir el flash. No me muevo, esperando una explicación, pero en su lugar recibo un grito – ¡Ahora, Pérez!
Sacudo la cabeza intentando recuperar la concentración, logrando volver a correr.
El paciente entra al quirófano, mientras que Leila y yo nos lavamos para entrar.
—Sé que lo tuyo es neuro – comienza – pero yo que tú no descartaría ortopedia. — me sonríe. Al entrar todo ya está preparado y listo para comenzar. Por inercia miro a la galería del quirófano para ver a varios internos y personal médico atento a cada movimiento.
Nadie se quiere perder una de las operaciones de la "heredera de oro"
—Consejo: Ten tu propia lista de reproducción, vas a pasar mucho tiempo en el quirófano y si trabajas bien con música, no hay nada mejor. — me dice mi cuñada ubicándose en frente al paciente. —Dayana...— llama a su enfermera de confianza.
—¿Qué le gustaría escuchar hoy subdirectora? - le pregunta la mujer mayor, amablemente.
—Cazzu – responde sorprendiéndome por completo. — también te recomiendo llevarte bien con los enfermeros, puede que el hospital entero te odie, pero si ellos están de tu lado vas a estar bien. A Andrews le ha funcionado — dice mientras empieza a sonar "jefa de Cazzu"
No creí que a Leila le gustara ese tipo de música, pero al igual que su hermano es una cajita de sorpresas.
Leila me dejo hacer algunas cosas, pude ver como reconstruyo la pierna derecha del hombre, lo cual solo puedo describir cómo; impresionante. A pesar de no ser mi especialidad favorita con solo verla quedé encantada.
La subdirectora Jackson parece entenderme, fuera del quirófano parece una mujer implacable y lo es, pero dentro de su quirófano verla transmite una seguridad inexplicable, es todo un espectáculo ver la calma y precisión con la que se mueve. Ella sabe exactamente qué hacer y lo disfruta.
Leila Jackson es la mejor en su campo, lo sabe y no tiene miedo de demostrarlo.
Le doy crédito a Isabella, es divertido golpear un saco y el poder que sientes al saber defenderte, pero nada va a dar más seguridad que un quirófano y un bisturí.
Amo mis guantes de boxeo con pedrería, pero jamás cambiaria mis guantes de látex.
—¿Va a poder caminar o siquiera mover la pierna? – cuestiono, curiosa.
—Va a necesitar mucha fisioterapia, pero mi intención es que sí, va a ser difícil, pero creo que puede. — me responde con tranquilidad, mientras que yo asiento con la cabeza en respuesta.
Horas después salimos del quirófano, ambas bastante cansadas, pero el hombre va a estar bien.
Mientras lavo mis manos escucho como la puerta del lavadero se abre, aunque la ignoro.
Quizás sean alguien que trabaja aquí...
—¿Necesita algo? – pregunta Leila, mirando a la persona que entro. Por curiosidad volteo yo también para ver a un hombre rubio vestido de interno.
Nunca lo había visto...
—Solo una pequeña cosita – dice mientras saca una cámara profesional de su espalda, todo pasa tan rápido que no tengo tiempo a reaccionar, simplemente siento el flash en directo en mi cara.
Coñisimo de la madre.
El hombre sale corriendo del lavadero, pero está más que claro que no voy a dejarlo salirse con la suya, corro detrás de él a todo lo que me permiten mis piernas. He pasado meses corriendo maratones por un hospital de la magnitud de una isla pequeña, puedo con esto.
¿Dónde están mis guardaespaldas? – la pregunta se repite en mi conciencia mientras corro.
—¡Dylan detenlo! – le grito al que aún creo que es mi amigo, el cual no tarde en reaccionar y estira su pierna haciendo a ese desconocido hombre tropezar, cayendo sobre su cámara destrozándola.
El karma le llego rápido...
—Uy, disculpa no me fije – le dice Dylan con burla. — ¿lo ayudo a levantarse? – le pregunta tomando al hombre de la mano, el cual la rechaza.
—¿Quién es? – le pregunto, parándome frente a él.
—No tengo por qué responder – me responde el desconocido levantándose del piso.
—Si tiene, no es legal tomar fotos en lugares privados sin consentimiento, menos en un quirófano. — le recuerdo. — ¿no lo sabía?
—Con lo que cuesta una foto tuya se puede pagar una fianza millonaria. — él se acerca a mí quedando frente a frente, es casi de mi altura por lo que puedo verlo de cerca. — así que... — la conversación es interrumpida por la presencia de mi cuñada, la cual parece furiosa.
—Leila Jackson, subdirectora de este hospital y usted va a tener que venir conmigo – le dice.
—No puede retenerme. — le recuerda este hombre, temeroso.
—Pero si demandarlo y dudo que usted o cualquier persona coherente quiera ser demandado por la corporación Jackson, ¿o me equivoco? – cuestiona la rubia, con cierta superioridad en su porte.
—Solo estoy trabajando... — se excusa.
—Yo también. Muévase si no quiere que llame a seguridad. — contraataca. El hombre asiente, mirándome de reojo – y ustedes dos ¡a trabajar! – nos ordena Leila, mirándonos a mí y a mi Dylan.
—Sí, subdirectora Jackson... — responde Dylan.
—¿Puedo mínimo recoger mi cámara? —Pregunta mirando al suelo lo que quedo de su aparato.
—¡No! – respondo, estrellando mi pie en lo que queda de la cámara, causando sorpresa en los presentes – no pago las cuentas de fotógrafos mediocres – sonrío, guiñándole un ojo.
Sin más me dio la vuelta para empezar a caminar lo más lejos posible.
¿Dónde está mi equipo de seguridad?
¿Cómo es posible que no estuvieran aquí si es su labor principal?
Voy a tener una larga conversación con ellos...
—¡Amelia! – gritan Dylan a mi espalda, haciendo que me detenga abruptamente – toma – me dice al quedar frente a mí, entregándome una pequeña tarjeta de memoria – esto es lo que más importa.
—Gracias, te debo una. — agradezco, sinceramente.
—Para eso están los amigos – dice, creando un mal sabor de boca en mí – además me has llevado tantas veces que era lo mínimo que podía hacer – al escucharlo no puedo evitar soltar una carcajada.
—Para eso están los amigos... — respondo. Sin decir mucho más me despido de él y continúo trabajando. Varias personas en el hospital voltean a mirarme, sé que ellos saben lo que paso, estábamos en un pasillo lleno de gente.
"Mentón en alto Amelia, ellos no tienen poder sobre ti..." — me recuerdo una y otra vez.
Obviamente que todos saben lo que paso, los chismes corren estúpidamente rápido en este hospital.
Es cuestión de tiempo para que aparezca alguien preguntando qué paso.
Mientras camino por un pasillo sospechosamente vacío me encuentro con Linzie, pero no les presto mucha atención lo que llama su atención.
—¿Estás bien? – me pregunta.
—Estoy perfectamente. Por cierto, me voy el fin de semana, tienes el departamento para ti – respondo dando por terminada la conversación, pero siempre amable.
—¿Qué pasa contigo? – me dice deteniéndome, con una expresión bastante disgustada.
—Nada – respondo automáticamente, mirándola de arriba abajo, con una expresión confundida.
—¡Mientes! Pareces estar bien, pero parece como si hubieran drenado tu alma. Siempre estás feliz, no hablas casi, todas tus repuestas son positivas – cuestiona. — es como si vivieras ida, ¿Qué pasa?
—¿No soy una persona feliz y positiva? – pregunto, en broma, intentando ignorar el tema.
—Sí, pero no así. Ya no te comportas como antes. Eres una sombra, Lia, ¿pasa algo?, puedes contar conmigo, lo sabes, ¿no? – sus ojos expresan una preocupación dolorosa, que hace que mi corazón se contraiga, creando un nudo en mi garganta.
—Linzie... — intento decir para calmarla, pero ella me interrumpe.
—¿Es algo que hice?, ¿es por qué no me he mudado? – pregunta, alterada.
—No, sabes que me gusta vivir contigo. — declaro, segura de mis palabras.
—¿Entonces? ¿Pasa algo? Me preocupas. — insiste.
Ignorando mi impulso de seguir diciendo que todo está bien, me quedo callada un momento.
Te estás comportando como si estuvieras en secundaria, madura.
—Selena filtro las fotos – suelto de repente, haciendo que su expresión cambie de preocupación a asombro.
—¿Cómo? – susurra, casi sin aliento.
—E hizo las entrevistas, ella hizo todo eso. Y no sabía supe qué hacer... — explico.
—Lia... Yo... — antes de siquiera poder terminar una oración ella se queda callada de golpe.
—Sí, yo me sentí igual al principio.
—¿Cómo lo supiste? – sus gestos parecen tan genuinos que siento de culpa de haber pensado que ella pudo tener algo que ver.
Ay mi pelirroja...
—Mi madre me digo, le pregunté a Selena y lo confeso. Larga historia... Sé que he estado rara, es que, desde que me entere he estado alerta... — inicio explicando.
—¿Cómo qué alerta? – pregunta, en voz baja, al ver a alguien pasar por nuestro lado.
—Pensativa, evasiva, desconfiada... Ya sabes. Desde lo que paso todo ha sido tan confuso... — continuo.
—¿Crees que alguien más la ayudo? – pregunta, inocente.
—Sí, yo... — susurro.
—¿De quién desconfías? – no tengo la fuerza de mentirle en la cara, pero ella no es tonta, el silencio es su respuesta - ¿de mí? – cuestiona.
—Liz...
—¿De verdad, Amelia? ¿Después de todo lo que ha pasado?
—Ya sé, pero no lo esperaba de Selena...
—¿No crees que si yo hubiera estado involucrada habría más fotos? ¿Más cosas? No sé – susurra decepcionada. — ¿muchísima más información de la que hay? Vivimos juntas, he visto a tus novios pasearse por el departamento demasiadas veces, además de que no le haría eso al hermano de mi novia.
—No tenía manera de saberlo. — me defiendo.
—¿Eso es lo que crees de mí? – su voz se rompe ligeramente, mientras que sus ojos se empiezan a empañar.
—Esto no es sobre ti, ¡dios!, ¿no lo ves? Selena me vendió, confiaba en ella, se supone que era mi amiga, obviamente que voy a desconfiar de otras personas. — digo, molesta. — ¿Qué harías tú en mi lugar?
—Hiciste cosas por mí que nadie nunca ha hecho. — declara mientras una lágrima gruesa rueda por mí mejillas - Eres como mi hermana, yo jamás haría eso.
—Ahora lo sé, pero es difícil para mí simplemente esperar lo mejor de las personas.
—¡Pudiste preguntar! – me reclama.
—Nada me aseguraba que fueras sincera. — confieso.
—¿Eso que se supone que significa? – me reclama.
—¿Por qué estás tan molesta? – pregunto sin entenderlo – si no hiciste nada... — respondo, pero ella me interrumpe.
—Porque eres mi mejor amiga y crees que sería capaz de venderte como si fueras nada, aunque no lo creas a mí sí me importas.
—No puedo cambiar lo que hice, no te dije nada y lo lamento, pero no quería lastimarte – admito. — sentí que tenía que protegerme y esa es la única manera que conozco.
—Deberías empezar a preguntarle a la gente las cosas directamente, puedes terminar perdiendo personas importantes por esa mala manía – su monitor suena interrumpiendo nuestra conversación. — tengo que trabajar...
Una chica con un padre perfecto jamás lo entendería.
¿Cómo alguien que nunca ha sido víctima de los medios de comunicación podría entenderlo?
Alguien que no ha pasado su vida siendo traicionada...
O usada para obtener algún beneficio...
Ella no lo entiende y nunca lo hará.
—Hagamos algo, vamos a cenar juntas, hablamos y lo resolvemos ¿está bien? - respondo respirando hondo, lo último que necesito es pelearme con ella.
—Está bien. — accede. Sigo mi camino, para encontrarme a mis guardaespaldas, los cuales parecen aliviados de verme.
—¿Se puede saber dónde estaban ustedes dos? – cuestiono, molesta.
—Disculpe señorita, es que nos dijeron que usted estaría en otro quirófano... — intenta decir uno de mis nuevos escoltas, Jacob, un hombre alto y castaño.
—¿Quién les dijo? – insisto, con ligera hostilidad.
—Un hombre, no sabemos quién es, solo se nos acercó y nos dijo que estaría ahí – se excusa su compañera, Madeline, una pelinegra de ojos negros.
—¿No revisaron la tabla de quirófanos? – pregunto.
—Es que el hombre tenía un uniforme como el suyo... — intenta explicar ella, otra vez.
—Es su segundo día, así que no importa. — digo aclamando paciencia – pero quiero que sepan que mientras no estaban me sacaron fotos en el quirófano, además quiero saber quién les dijo dónde estaba supuestamente.
Si hubiera sido un asesino la historia sería diferente...
Mi tía tenía razón...
—Si señorita – responden al unísono.
♡
—¿Cómo es posible que dos personas entraran al hospital y tomaran fotos? – cuestiona Alex, enojado.
—No solo eso, ¿Cómo es posible que solo encontraran a uno? – cuestiono, sentándome en el sillón de la oficina de Lexie.
—No tengo idea – se queja Lexie, frotando sus ojos, estresado.
—¿Qué paso exactamente? – pregunta Blue.
—Camilo dijo que mientras él y Amelia iban camino a quirófano alguien les tomo una foto, él los persiguió, pero lo perdió de vista, rápido. — explica.
—¿Y el otro? – vuelve a preguntar.
—Entro al lavadero de los quirófanos, tomo una foto de Amelia y Leila, lo atraparon. Lo interrogamos y parece que no sabía que vendría otro fotógrafo.
—¿Entonces no vienen justos? – digo.
—Al parecer no...
—¿Qué vamos a hacer?, porque dudo muchísimo que vayamos a dejar que esto siga pasando. — intervine Alex.
—El hospital es muy específico con sus políticas de privacidad. Así que cualquiera qué entre a tomarle fotos a un empleado o paciente tendrá problemas legales graves.
—No podemos hacer nada si se escapan – se queja Blue.
—Y menos si los guardaespaldas no están – aporto yo.
—¿Tus guardias no estaban? – cuestiona Lexie.
—No, cuando tomaron las fotos ellos no estaban por ningún lado.
—Voy a hablar con ellos.
—No te molestes ya lo hice yo, parece que alguien les digo que estaba en otro lado... — mi monitor suena mientras hablo – lo que sea, ¿Cuándo es que nos vamos a las Vegas?
—Mañana temprano. — me recuerda Lexie.
—Muero por salir de esta ciudad – susurro saliendo de la oficina.
Necesito vacaciones de mi vida...
¿Eso se puede?
♡
Al entrar a los vestidores me encuentro con Mady y Linzie hablando, al percatarse de mi presencia ambas se quedaron calladas de manera automática.
—¿Qué paso? – pregunto directamente. Ellas solo se miran entre sí dándome una idea – así que ya te contaron... — digo refiriéndome a Mady.
—Si, algo me dijo Linzie, pero yo quiero tu versión, seguramente hay una explicación. — me dice, tranquila.
—La hay, de hecho. — respondo caminando a mi casillero, el cual está junto a ellas, para sacar mis cosas.
—Quiero escucharla, - continúa - quiero saber qué ha estado pasando, sé que seguramente no ha sido fácil.
—No, en lo más mínimo. — susurro con incomodidad. — no tienen idea de lo que ha estado pasando...
—Me lo imagino, pero no tienes que cargar con eso sola, para eso estamos – me asegura la rubia, haciendo que sonría.
Me quedo quieta frente al casillero abierto, aguantando las ganas de abrazarla y llorar.
—Antes de eso - interrumpe Linzie - quiera disculparme por lo que te dije, no estuvo bien y reaccione mal. Yo lo siento.
—No te disculpes, todo está bien, Liz. — respondo ya más calmada.
No es su culpa no entender lo que he pasado...
De hecho, me alegra que no sea como yo, tiene una capacidad de confiar que creo que yo jamás tendré.
—Bueno, ahora... — intenta decir Mady, pero es interrumpida por la puerta.
—¿Por qué mejor no vamos a mi departamento y les cuento? – propongo deseando irme a mi casa a comer algo.
—¿A dónde vamos? – pregunta Dylan, apareciendo detrás de nosotras.
—A mi casa a comer algo – le cuento - estás invitado.
—Perfecto. — dice sonriendo – justo lo que necesitaba.
—Bueno apúrense, muero de hambre.
—Si señora – asiente, Linzie.
¡Holaaaa!
Tiempo sin leernos, pero no sé preocupen pronto habrán muchos capítulos más, así que prepárense.
Tenía este capítulo hace rato, pero quería publicarlo hoy porque ¡Es mi cumpleaños! Así que quería actualizar hoy por ser una fecha especial.
¡Feliz cumpleaños a mí!
En fin, hay como mucha hostilidad en el ambiente desde hace rato, quizás le cumpla el deseo a Amelia de tener unas vacaciones de tanto drama, ¿Que opinan?
En el próximo capítulo narra Lexie.
Por cierto, está capítulo transcurre el mismo día que el capítulo anterior (Dato importante para el capítulo anterior y para los próximos)
Sin más que agregar nos leemos pronto, besitos.
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