C5: Haciendo amigos.

Actualidad...

Erick apartó la mirada de la chica rubia que le sonreía coquetamente desde la mesa del fondo del restaurante, negó un poco con media sonrisa y llevó su mirada hasta Christopher que a su vez lo contemplaba lleno de duda.

—Hola, Chris—lo saludó haciendo ese extraño saludo que se habían inventado hacía ya unos años atrás.

—¿De nuevo estás intentando ligar?—cuestionó el muchacho castaño con tono burlón. Erick rio en voz baja y suspiró.

—Claro que no—respondió de inmediato.

—Sí, claro. Eso fue lo mismo que dijiste el otro día con la rubia de la discoteca—se burló el castaño jugueteando con el menú del restaurante que tenía entre las manos.

—Eso fue diferente—le espetó el pelinegro cruzándose de brazos.—¿Sólo vamos hablar de mis conquistas de una noche?—cuestionó en tono mordaz y Christopher soltó un largo suspiro.

—No. La verdad es que si te pedí que nos reuniéramos hoy fue porque la encargada del ala médica del hospital me llamó para pedirme ayuda...me dijo que te había estado llamando pero que jamás le respondiste.—le informó y Erick apartó la mirada.

—Cambié de número telefónico—replicó de inmediato y Christopher lo miró mal.

—Sabes que eso no es cierto, Erick—respondió de inmediato el ecuatoriano.

—Bueno, no...pero me trae muy malos recuerdos hablar con cualquier persona que tenga relación al hospital ¿eso es algo demasiado difícil de comprender?—cuestionó y Christopher negó un poco.

—Como sea, el hecho de que nos pida ayuda yo creo que servirá de una vez para que termines de superar el trauma que tienes ¿no?—preguntó el castaño mirándole un poco—Anda, Erick...son los niños del ala medica...muchos niños siguen ahí y han estado preguntando por ti...y por Audrey...—susurró lentamente y automáticamente los ojos del cubano se posaron en él.—Ella me dijo que les explicó lo que pasó con ella pero...

—Pero puedes decirle a Ella que no voy a hacerlo...me trae demasiado malos recuerdos y no pienso ir solamente para volver a deprimirme—le espetó de inmediato—Sabes que si quieres puedes ir y ayudarla tú pero no me pidas que lo haga yo también porque eso simplemente no va a pasar...

Christopher se quedó en silencio contemplando a su mejor amigo que de nuevo le lanzaba miradas coquetas a la rubia de la mesa del fondo del lugar y soltó un prolongado suspiro.

Desde la perdida de Audrey y una vez que Erick se había decidido a dejarse ayudar para salir del bache sin fondo en el que se había dejado caer las cosas se habían salido de control. Se había vuelto un chico algo solitario y en algunas ocasiones un poco grosero. Salía de fiesta casi todas las noches y cada una de ellas tenía una nueva conquista pero siempre siguiendo una regla. Todas las conquistas que había tenido hasta ese momento eran chicas rubias.

Siempre eran rubias. Al principio Christopher no terminaba de entender eso hasta que lo hizo. Siempre eran rubias porque de esa manera le recordaban a Audrey. En el cerebro de Erick tenía tan calcada la imagen de Audrey que para aferrarse todavía más a su recuerdo siempre seguía un patrón y sólo se inmiscuía con chicas rubias.

—Bien, pues el evento es el sábado al medio día, es el cumpleaños de Mar y sabes que esa niña te adora—le recordó Christopher y de nuevo los ojos verdes del muchacho se posaron en él.—Estaría buenísimo que reflexionaras un poco y decidieras venir...

Erick se quedó en silencio y volvió a llevar su mirada hasta la rubia que ahora era acompañada por una pelinegra de la cual no podía ver su rostro porque estaba de espaldas pero en fin, le interesaba la rubia no su amiga.

—Sí, lo que sea...

—El entrenador de fútbol me dijo que este semestre te incorporas al equipo—decretó y Erick lo miró de nueva cuenta.

—Sí. Decidí volver al equipo de una vez por todas—anunció dándole un pequeño sorbo a su vaso de agua de limón que tenía frente a él.

—Eso es muy bueno, ya te viene bien algo de ejercicio...más que físico, mental—le espetó su mejor amigo y Erick automáticamente lo fulminó con la mirada.

—Anoche me llamó la madre de Audrey—soltó de golpe y los ojos de Christopher se abrieron de golpe. Dejó el menú de lado y lo observó fijamente lleno de curiosidad.

—¿Qué era lo que quería?—cuestionó lentamente y Erick suspiró.

—Me dijo que estuvo haciendo algo de limpieza en el cuarto de Audrey y que encontró una caja que tiene mi nombre—anunció y Christopher suspiró por lo bajo—Así que me pidió que fuese a recogerla porque cree que es para mí—le informó.

—¿Tienes alguna idea de lo que se pueda tratar la caja en cuestión?—cuestión el ecuatoriano haciéndole una señal al camarero para que se acercase a la mesa.

—No tengo ni la más remota idea pero dudo mucho que se trate de algún tesoro o algo por el estilo—musitó el pelinegro—Lo que me llama mucho la atención es porque hasta ahora es que me llama...

—Vamos, Erick...no puedes ser dudo con ellos, los padres de Audrey han sufrido demasiado con la partida de su hija...capaz que ni siquiera habían entrado a su habitación...es normal que las personas suelan hacer eso después de una perdida.—le explicó el castaño.

—Puede ser, igual no es como que me haga mucha gracia volver a la casa de Audrey, tengo tantos recuerdos que todavía no puse un pie ahí y ya siento que me duele—inquirió el muchacho.

—Pues sea como sea tienes que ir, no puedes tampoco huir toda la vida de la realidad eso tú mejor que nadie lo sabe, Colon—le espetó su mejor amigo encogiéndose de hombros.—¿Estás listo para comenzar con el nuevo semestre? ¡Es el último!—agregó emocionado.

Erick rio en voz baja y volvió a llevar su atención a la mesa del fondo para encontrarla vacía. Soltó un suspiró, negó un poco y posó sus ojos verdes en Christopher que le lanzaba sonrisas burlonas.

—Más que listo...

—Feliz primer día, cariño—murmuró su madre besando su frente cariñosamente. Zoé rio en voz baja, negó un poco y besó la mejilla de su madre.

—Si...es un poco raro ¿sabes? Ser la nueva en el colegio...todo el mundo ya se conoce y seguramente voy a ser la única que no va a encajar—inquirió sentándose en el comedor de su casa donde su padre ya se encontraba sentado bebiendo café y leyendo el periódico. La misma rutina que tenía desde que Zoé tenía uso de razón.

—Tienes que ser positiva—declaró su madre.

—Cuesta ser positiva, pero te prometo que lo voy a intentar al menos—anunció ofreciéndole una pequeña sonrisa.

—Nos dijeron, que este colegio es el mejor de la zona...

—En realidad no sé por qué rayos se siguen molestando en enviarme a colegios cuándo es más que obvio que puedo seguir tomando las clases particulares como hasta el momento... para mi es mucho más cómodo de esa manera ¿qué pasa si vuelvo a tener otra recaída?—cuestionó en voz baja.

—No vas a tener otra recaída, por Dios, Zoé.—la reprendió la mujer en medio de un suspiro frustrado.

—Al menos eso es lo que espero—susurró ella encogiéndose de hombros.

Y es que para Zoé Bulman los problemas luego del trasplante de corazón no habían terminado ahí. Unas semanas más tarde mientas se recuperaba en la comodidad de su casa había sido víctima de una fuerte infección en las vías respiratorias que la había enviado de vuelta al hospital donde además se habían debatido entre la vida y la muerte.

Su corazón –el nuevo corazón- estaba trabajando de maravilla en su organismo pero sus pulmones se hacían los rebeldes dándole nuevos dolores de cabeza. Claro que ese no había sido impedimento para que la muchacha saliera adelante y repitiera su mantra hasta el cansancio.

Hope. Always hope, susurraba cada vez que las enfermeras salían de la habitación y la dejaban sola. Había tenido que asistir a chequeos mensuales desde entonces hasta que el doctor Fletcher dedicado que era suficiente, que estaba completamente sana y que podía seguir con su vida normalmente.

—Vas a ver que todo va a salir muy bien—anunció su madre con media sonrisa.

—Eso es lo que espero...

Era enorme. Zoé se quedó quieta observando la imponente fachada de la universidad por la que los chicos entraban y salían demasiado ocupadas como para notarla a ella que se aferraba a los tirantes de su mochila sintiendo como su corazón se aceleraba de inmediato y como la adrenalina comenzaba a esparcirse por todo su torrente sanguíneo.

Soltó un pequeño jadeo de sorpresa dándose cuenta que en realidad en todos los folletos que había leído en ninguno decía que la escuela era así de imponente. Había visto fotografías pero no se comparaba en nada a lo que tenía frente a ella.

—Pareces asustada—dio un respingo cuándo una mano se posó en su hombro. Se giró de inmediato para encontrar a un chico de ojos azules y cabello negro que le sonreía ampliamente.

—¿Se nota mucho?—cuestionó en voz baja y el muchacho automáticamente rio.

—Es un poco evidente que estás asustada así como también es evidente que eres nueva—sentenció.—Soy Nicolás Williams—anunció tendiéndole su mano.

Zoé la observó un momento, le ofreció una sonrisa y la tomó lentamente—Zoé Bulman—respondió en voz baja sintiendo como sus mejillas comenzaban a calentarse.

Rio mentalmente dándose cuenta que ese podía ser su primer amigo y negó un poco ante la idea. No podía confiar de primera mano en las personas que se acercaban a ella. A lo largo de toda su vida había visto millones de películas como para saberlo.

Primera regla del manual de supervivencia para tu vida diaria: No confíes en los extraños, Zoé. Por lindos y azules que tengan los ojos.

—Es un lindo nombre para una linda chica—agregó el muchacho y automáticamente la respiración de la niña se volvió superficial.

Ella nunca había tenido contacto con ningún chico pero había visto suficientes clichés como para darse cuenta que ese era el momento perfecto para huir lejos de él y de toda la coquetería que traía consigo. Le ofreció una pequeña sonrisa incomoda y luego retiró su mano.

—¿Muchas gracias?—cuestionó en un hilo de voz y Nicolás rio divertido.

—¿Sabes al menos donde queda tu salón, Zoé Bulman?—interrogó el muchacho y la pelinegra negó de inmediato.

—¡Nicolás!—la voz de otro chico llenó al aire. El mencionado se giró y luego sonrió ampliamente.

—Ven Zoé que te voy a presentar a un par de amigos—anunció colocando su mano en la espalda de la muchacha para hacerla girarse. Zoé asintió levemente y se giró lentamente.

Su corazón se aceleró de inmediato apenas se dio cuenta que frente a ella se encontraba un muchacho de cabello castaño y ojos marrones que le sonreía como si de eso dependiese su vida. Se le hacía conocido de algún lado pero aquello era poco probable. No. Aquello era imposible. Luego desvió su mirada hasta un chico de cabello negro y ojos verdes que la observaba fijamente sin expresión alguna en el rostro.

Su corazón volvió a dar un respingo y por sólo un momento ella pensó que se saldría se su sitio. El chico la miró a los ojos un largo segundo pero se mantuvo en completo silencio.

—Chicos, quiero que conozcan a mi nueva amiga...es nueva así que tenemos que ser muy amables con ella—anunció el pelinegro de los ojos azules.

—Te me haces conocida de algún lado—sentenció el castaño.—Pero es que...entre más te veo menos me acuerdo de donde—agregó cruzándose de brazos.—Yo soy Christopher por cierto, pero puedes decirme Chris...

—¡Erick!—lo retó Nicolás. Erick parpadeó un par de veces como si no comprendiera que era lo que estaba haciendo ahí.—¡Preséntate, maldita sea!—se burló el chico.

—Sí, lo lamento...—susurró y le tendió su mano a Zoé.—Soy Erick Brian Colon pero sólo dime Erick...—una intensa descarga eléctrica se hizo presente en la espina dorsal de Zoé apenas él la tocó. Apartó su mano de inmediato y lo miró directamente a los ojos.

—Soy Zoé...Bulman...

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¡¡Maygah por fin se encontraron!!

¿Les está gustando esta historia? ¡Las leo!

Nos leemos más tarde en el siguiente capítulo.

Millones de besos para ustedes, Gloria. xx.

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