C4: Bienvenida a tu nueva vida.
—¿Qué?—cuestionó la muchacha sin que su cerebro terminara de procesar lo que su madre le estaba contando. Tenía que ser una broma, una muy mala broma porque los milagros no existían o en un remoto caso de que lo hicieron, los milagros no le pasaban a ella.
Llevaba años esperando uno y nunca había si quiera tenido una pequeña esperanza de que eso pasara. Se había mantenido siempre con los pies bien puestos sobre la tierra aceptando su realidad y tratando de complacer a su madre cada vez que la llevaba a un hospital que ahora que le estaba pasando no era más que un sueño.
Un sueño del que tarde o tempano tenía que despertar y cuándo es pasara entonces ella se toparía de frente con la realidad y el golpe iba a ser más duro aun.
—Lo que escuchaste—anunció su madre sin entre un montón de sollozos que hicieron que la piel de la muchacha se erizara da golpe.
—Pero como es que...
—No importa como pasó, lo importante es que pasó y el doctor Stephen quiere verte en este mismo momento para hacerte todos los estudios necesarios y comprobar que de verdad esta vez vaya a funcionar—le explicó la mujer y Zoé la miró confundida.
—Mamá yo...
—Vamos, Zoé...esto definitivamente es una nueva esperanza de vida y por supuesto que no lo vas a dejar pasar...es algo por lo cual hemos estado esperando por mucho tiempo y finalmente ha llegado.—hizo una pausa—Por favor, Zoé...
La muchacha intercambio una mirada llena de cansancio con su padre pero finalmente asintió. Zoé no solamente ganaba una vida normal si es que la operación funcionaba, también ganaba el hecho de evitarle un dolor a sus padres por su perdida y si con eso lograba que ellos estuvieses felices pues entonces no tenía nada que perder.
—Está bien, mamá...pero primero me tienes que prometer una cosa—pidió en voz baja y la mujer se quedó observándola fijamente por un largo minuto en el que el corazón de la muchacha no dejaba de latir fuertemente dentro de su pecho.
—¿Qué cosa?—cuestionó lentamente apartándose las lágrimas que rodaban por sus mejillas de manera lenta.
—Que si la operación no funciona me vas a dejar ir de la mejor manera posible. Que no vas a dejarte hundir en un hoyo negro sin salida...—
—Zoé...
—Esa es la única manera en la que voy a dejar que me sometan a todos los estudios necesarios y a todo lo demás...—decidió mirándolos a ambos.
—Mi amor, por favor...—sentenció su padre.
—Esa es mi última palabra, papá...—insistió la muchacha evitando echarse a llorar.
—Está bien. Si eso es lo que quieres, lo aceptaremos...
Zoé se quedó completamente quieta recostada en la camilla de hospital contemplando las paredes blancas y esterilizadas de la habitación mientras escuchaba el leve sonido proveniente de la mascarilla que tenía sobre la boca y la nariz que la ayudaba a llevar aire limpio a sus pulmones de manera correcta. Tenía un poco de miedo pero definitivamente no iba a decírselo a sus padres que ya estaban bastante nerviosos revisando todo el papeleo necesario.
Soltó un largo suspiro y su corazón se aceleró de inmediato ante una nueva idea que estaba comenzando a formase dentro de su cabeza. ¿Quién había sido la persona que le iba a dar vida? La persona a la que le estaría eternamente agradecida. Jugueteó con la orilla de la sábana blanca que la cubría y cerró sus ojos tratando de relajarse y de olvidar lo que estaba a punto de hacer.
Sentía los nervios atacando cada una de las fibras de su cuerpo pero no podía echarse para atrás. Ese era el último intento que haría por salvarse e internamente le pedía a Dios que todo saliera bien.
La puerta se abrió lentamente y los padres de la chica tomados de las manos entraron en la habitación. Zoé les lanzó una mirada cansada y les ofreció una pequeña sonrisa a modo de saludo.
—Todo está listo, Zoé...—susurró su madre y ella la miró un segundo.—El doctor dijo que teníamos que venir para hablarte...
—Porque probablemente esta será...no...no va a ser la última vez que hablaremos—decidió su padre apartándose un par de pequeñas lágrimas que rodaban por sus mejillas.
—Estoy segura que no, papá—murmuro ella—pero por si acaso, ya lo saben...
—¿Tienes miedo, amor?—cuestionó su padre y ella negó un poco.
—No tengo miedo, papá...tengo...nervios pero también tengo fe en que todo va a salir bien y que cuándo abra los ojos luego de la operación nos reiremos de esto—anunció la muchacha.
—Te amamos, Zoé.—confesó su madre y ella la observó fijamente durante un par de minutos.
—Y yo también los amo a ustedes, mamá.—hizo una pausa—Lamento haber sido grosera contigo, lamento no entenderte cuándo todo lo que querías era lo mejor para mi...—susurró en medio de un largo suspiro.
—No me tienes que pedir perdón por nada, amor. Te comprendí en todo momento y no te estoy juzgando, Zoé. Te amo con toda mi alma porque eres mi hija y sé que todos saldrá bien...hablaremos cuando despiertes...—respondió la mujer al tiempo que la puerta de la habitación se volvía a abrir.
Una mujer vestida de color blanco en compañía de un par de muchachos vestidos de azul cielo entró en la habitación en silencio. Zoé les ofreció una última sonrisa a sus padres a modo de despedida mientras ellos comenzaban a tirar de la camilla para salir de la habitación. Zoé inspiró profundamente cerrando sus ojos para relajarse y negó un poco.
—Vas a contar hasta diez—le indicó un hombre de mediana edad al mismo tiempo que le aplicaba la anestesia.—¿Me escuchas?—cuestionó en voz baja.
—Si.—susurró ella.—uno...dos...tres...cuatro...
El mundo se volvió negro a su alrededor y se perdió en sí misma sin percatarse de la noción del tiempo.
Zoé avanzó lentamente por un pasillo a oscuras sintiendo una increíble paz que para ser sincera consigo misma, la abrumaba. Se detuvo de golpe y se quedó completamente quieta dándose cuenta que ese lugar era tan tranquilo que cualquier persona hubieses deseado quedarse ahí.
Soltó un pequeño suspiro y cuándo levantó la mirada se percató que una luz verde resplandecía al fondo del pasillo. Se debatió un momento es seguir o volver pero finalmente lo hizo. Siguió avanzando de manera lenta hasta que llegó a la luz.
Una pequeña vela que emitía una luz verde se encontraba en el suelo, Zoé se inclinó para tomarla y justó lo hizo se percató que frente a ella se encontraba la figura de un muchacho. Se quedó completamente quieta observándolo fijamente.
Se puso de pie lentamente y el muchacho que permanecía entre las sombras la llamó.
—Zoé...
—¿Eh...?
—¡Zoé...!
Abrió los ojos de golpe encontrándose en una habitación esterilizada de paredes blancas totalmente llena de luz. El olor a antiséptico inundó sus fosas nasales y su cabeza dio un par de vueltas.
Hasta que lo vio.
Un hombre vestido de azul con un tapabocas junto a una mujer vestida de blanco con un perfecto peinado la estaban observando fijamente.
—En hora buena doctor, acaba de salvar una vida—enunció la mujer en voz baja apenas se dio cuenta del rostro desorientado de la muchacha que seguía observándolos fijamente con una mueca llena de confusión pintada en el rostro.
—Hola ¿sabes cómo te llamas?—cuestionó el hombre observándole con detenimiento.
—Zoé Bulman—respondió con voz ronca.
La mujer y el hombre intercambiaron una sonrisa y una mirada cómplice que la muchacha no supo descifrar.—Bienvenida a la vida, Zoé...
—¿A la...vida?—preguntó en voz baja cerrando sus ojos de golpe cuándo un fuerte dolor de cabeza la atacó.
—Sí. A la vida, Zoé.—respondió la mujer con media sonrisa en los labios.
—Hace cuatro días...casi cinco entraste al quirófano para un trasplante de corazón... ¿lo recuerdas?—cuestionó el hombre y la cabeza de Zoé volvió a dar un millón de vueltas.
—Si.—murmuró la muchacha.
—Pues funcionó, Zoé...—le informó con una increíble sonrisa en los labios.
—¿Qué?—susurró.
—No estás más enferma, Zoé. Tu enfermedad terminó y ahora estás completamente sana y lista para comenzar a vivir...—le sonrió el hombre.
—¿En dónde están mis padres?—cuestionó ignorando el comentario del doctor.
—No deben tardar, cariño—inquirió la mujer con una gran sonrisa tildando de sus labios.
La puerta de la habitación se abrió y sus padres entraron de manera lenta tratando de no hacer el más mínimo ruido. Una enorme sonrisa se extendió por los labios de la mujer y de inmediato se acercó hasta la camilla donde la chica reposaba todavía llena de confusión. La abrazó con fuerza y Zoé rio en voz baja.
—Lo lograste amor, lo hiciste...—inquirió llenando su rostro de pequeños besos llenos de amor. La enfermera rio contemplándolas un momento y suspiró.
—Nosotros vamos a dejarlos solos para que hablen, por favor le pido que no altere a Zoé porque todavía está bajo observación. Es importante que no reciba emociones fuertes ni nada por el estilo.—les indicó antes de salir de la habitación.
Zoé observó a sus padres en silencio y les sonrió un poco sin apartar la mirada de sus rostros risueños que a su vez le sonreían ampliamente.
—Estamos tan felices de que todo haya salido bien, mi amor—susurró su madre inclinándose para depositar un pequeño beso sobre su frente.
—Yo también estoy feliz de haber vivido para contarlo ¿sabes?—murmuró.—Pero también estoy muy confundida, mamá...me siento como si me hubiese pasado un tren por encima pero a la vez me siento extraña. Tengo una sensación de paz que invade mi cuerpo pero a la vez siento que hay algo malo en mi...es demasiado extraño todo...—explicó cerrando sus ojos un momento.
—No hay nada malo en ti, mi amor.—le informó su madre—al contrario, todo está bien ahora. Estás completamente sana y eso es lo único que importa—sonrió.
—El medico dice que tienes que visitar el hospital periódicamente pero eso es todo. Serán solamente chequeos de rutina...nada de otro mundo. Serán únicamente para cerciorarse de que el nuevo corazón esté funcionando de manera correcta—le explicó su padre sonriéndole levemente.
—¿Y qué es lo que sigue ahora mamá?—cuestionó la muchacha mirándole fijamente.
—Ahora, Zoé...lo único que sigue ahora, mi amor...es que comiences a vivir tu vida, sólo eso...—la muchacha negó un poco y clavó sus ojos en las paredes blancas de la habitación.
—Ya vivo mi vida, mamá—le informó observándole con el ceño fruncido.
—Una vida de verdad, Zoé...es hora de que vayas a la escuela, de que hagas amigos...es hora de que te enamores...es hora de que hagas las cosas que hacen las chicas de tu edad, mi amor...es hora de que vivas, Zoé...—anunció su padres lanzándole otra sonrisa que hizo que el corazón de la muchacha se acelerara y que la máquina de electrocardiograma lo notara.
—Estoy asustada—anunció en un hilo de voz.
—No es para menos pero eso es todo lo que tienes que hacer...vivir tu vida...bienvenida a tu nueva vida, Zoé Bulman...
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No sé por qué pero tengo la ligera sospecha de que esta historia les va a gustar mucho. JAJAJA algo como que me lo dice, Ahre que.
Chicas, los capítulos de la maratón de esta historia corresponden hasta el día de mañana pero en mi ciudad están arreglando unas cosas con la energía eléctrica y la cortan a cada rato. So, por eso les dejaré desde hoy el primero y mañana los siguientes van a depender de si hay luz o no.
En fin, el próximo capítulo les va a gustar un poco...
Alto love, Gloria. xx.
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