C2: Rayo de esperanza.

—¡Es que de verdad que yo no sé quién de los dos está más loco! Si Audrey o tú—se quejó Christopher aferrándose al tirante de su mochila sin dejar de avanzar por el pasillo de la universidad atrayendo todas las miradas igual que como solía hacer a diario, solamente que ese día tenía mejores cosas en las cuales pensar como para estar perdiendo el tiempo con coqueteos universitarios.

Y un claro ejemplo era la tontería que Audrey quería hacer.

—Vamos, Chris...—susurró Erick caminando a su lado.

—¡Los padres de Audrey no van a aceptar!—declaró.

—Es que ya lo hicieron—anunció Erick y el castaño dejó de caminar de golpe.

—¿Qué? ¿Ellos aceptaron?—preguntó totalmente confundido.

—Si—murmuró el ojiverde.

—Déjame corregir mi comentario. No sé quién está más loco. Los padres de Audrey, ella o tú—respondió negando un poco encontrándose con la mirada suplicante de Erick.—pero está bien, eres mi mejor amigo y sí lo que quieren es que les ayude a organizar una fiesta sorpresa, de acuerdo...cuentan conmigo para todo, lo sabes...

—Muchas gracias, Chris...—murmuró con una sonrisa tirando de sus labios.—Esto significa un montón para nosotros. De verdad—agregó totalmente feliz.

Christopher lo observó un momento y soltó un largo suspiro. Sí algo le gustaba era ver a su mejor amigo feliz. Sobre todo porque él había sido testigo de cómo Erick había sufrido cuándo se había enterado de la enfermedad de Audrey, él mismo había sufrido con la noticia y sabía como seguía haciéndolo. Para Erick ver feliz a Audrey era lo mejor y Christopher podía apostar la cena a que sí ella sonreía, Erick también.

Lo que no quería ni siquiera imaginarse era el momento de angustia que le esperaba al chico una vez que el médico confirmara la fecha para la operación de la chica. Erick no lo decía pero estaba totalmente nervioso y el hecho de que Audrey lo hiciese participe de sus planes no lo ayudaba en nada. Al contrario, eso sólo lo hacía poner más nervioso aún.

—Lo sé. Por eso es que lo hago. Porque sé cuánto significa esto para ustedes...

—¿Por qué tengo que venir otra vez?—preguntó la chica poniendo sus ojos en blanco.

—Porque es necesario—respondió su madre en voz baja.

—Mamá...desde que tengo doce años he ido de hospital en hospital y tu respuesta siempre es la misma—se quejó cruzándose de brazos.

—Pues es la verdad—se mofó la mujer.—es como el ra...

—Sí, sí. Como el rayo de esperanza. Hope, el mantra.—se burló la pelinegra.

—El doctor dijo que el día de hoy los chicos de la sección infantil tienen una fiesta sorpresa—anunció sonriéndole.

—Guau. Espero tengan payasos e inflables—se burló la pelinegra observando los autos por la ventanilla del auto.

—¿Puedes dejar el sarcasmo para luego?—se quejó la mujer y Zoé rio totalmente divertida—¿Qué pasó con aquel chico con el que solías intercambiar mensajes?—cuestionó.

—Murió hace seis meses—respondió simplemente y su madre se quedó en silencio.

—¿Y el chico de la noche de ayer? Era lindo—Zoé volvió a reír.

—¡Era el repartidor de pizza! Ni siquiera me miró, se limitó a entregarme la pizza, recibir el dinero e irse—explicó sin mirarla.

—¿Cuándo será el día en el que dejes de huirle al amor?—cuestionó su madre y ella rio totalmente divertida.

—¿Es en serio? ¿Para qué quieres que me enamore? Mamá...no sé si ya se te olvidó pero en un pequeño lapso de tiempo me voy a morir, ¿de verdad crees que soy tan egoísta como para enzarzarme en una relación y después hacer sufrir a un chico por mi partida? ¡Claro que no!—le espetó en voz baja.

—Debemos cambiar esa actitud pesimista—decidió ella sin apartar los ojos de la calle llena de autos.

Zoé soltó un largo suspiro y negó un poco volviendo a llevar sus ojos hasta la ventanilla del auto.—Se llama ser realista—murmuró tratando de que su madre no la escuchara.

No quería tener de nuevo esa discusión. La misma discusión que tenían todos los días. Esa donde su madre terminaba encerrada en su habitación llorando por la falta de tacto de su hija. Esa donde Zoé siempre terminaba agotada y con una nueva amenaza para visitar el hospital.

Saltó del auto apenas su madre estacionó el propio y entró casi con paso saltarín por las enormes puertas corredizas, su teléfono comenzó a sonar dentro del bolsillo de sus jeans y en un minuto de distracción pasó todo.

Su cuerpo chocó con otro más fuerte y cayó redonda al suelo—Lo lamento tanto—sentenció la voz de un chico y cuándo Zoé lo miró su corazón se aceleró.

Sólo que no sabía sí era por el muchacho castaño de ojos castaños y sonrisa encantadora o por su enfermedad. Pero prefiera pensar que era por lo primero.

Always hope ¿no?

—No te preocupes, estaba distraída—anunció ella sonriéndole también.

—¿Te lastimaste? Puedo pedirle a uno de los médicos que te revise—ofreció ayudándola a ponerse de pie de nueva cuenta y ella negó automáticamente.

—Estoy bien, gracias—susurró sacudiéndose el polvo inexistente de su ropa. ¡Agradecía a Dios por haberle dado el sentido común de arreglarse un poco ese día!

—¡Christopher!—chilló una chica rubia y el muchacho apartó la mirada de ella para concentrarse en la rubia de piel pálida que se acercaba a ellos.—¡Vamos, Chris! ¡Se hace tarde, Erick está esperándonos!—sentenció ella.

—Ya voy, Audrey. Choqué con ella y la mandé al suelo—explicó a toda prisa el chico y Audrey negó un poco.

—¡Qué raro en ti!—se burló la chica—¿Estás bien?—Cuestionó ella sin apartar sus ojos de los de Zoé. Tenía que admitir que aunque ella era demasiado pálida, también era demasiado linda.

—Si—susurró en medio de un pequeño suspiro.

—¿Eres voluntaria o algo así?—volvió a cuestionar la rubia y Zoé negó.

—En realidad soy una paciente—anunció y ambos la miraron llenos de duda.

—¿Zoé?—la llamó su madre y los tres posaron su mirada en la mujer de cabello castaño con rostro cansado que entraba en el lugar con su bolso colgado del hombro.—¿Hola?—saludó la mujer.

—Hola—la saludó el chico.

—¿Está todo bien?—Zoé cerró los ojos un segundo dejando escapar el aire de sus pulmones de manera lenta y Audrey le sonrió a la mujer que los observaba a ella y a Christopher con curiosidad.—¿Son tus amigos?—la pelinegra negó un poco.

—Nos acabamos de conocer—respondió antes de que cualquiera de los dos dijera que en realidad había chocado con el chico que según sabía se llamaba Christopher. Y que la había enviado al suelo, ya casi podía ver a su madre llamando a todo el cuerpo médico en turno para que la revisaran.

—¿Zoé, cierto?—cuestionó la chica rubia y la pelinegra asintió de inmediato.—Es un gusto conocerte, eres muy simpática—anunció sonriéndole—Él es Christopher, uno de mis mejores amigos y yo soy Audrey, con mi novio y Chris les haremos una fiesta sorpresa a los niños del hospital...está de más decirte que estás invitada...

—Muchas gracias, Audrey. De verdad—susurró la muchacha.

—Es en el ala médica infantil—declaró.—Deberías venir, a Chris le encanta hacer payasadas para divertir a los chicos—las chicas rieron y Christopher negó un poco.

—Lo tomaré en cuenta...


Zoé avanzó lentamente por el pasillo del ala médica infantil de donde provenía la suave música y las risas de los niños. Ella los conocía. Había pasado tanto tiempo en ese lugar que prácticamente era su segunda casa. Soltó un pequeño suspiro y se quedó quieta observando a Christopher y Audrey sentados entre los niños riendo con ellos y la voz de otro chico que permanecía de espaldas y que no alcanzaba a ver bien.

Sonrió ampliamente y negó un poco.

No podía entrar en ese lugar, estaba tan cansada que lo único que quería era ir a su casa y dormir eternamente. Se giró sobre sus talones y comenzó a trazar su camino lentamente hasta el auto donde su madre charlaba por teléfono con su padre.

Esperó pacientemente hasta que terminara la llamada y le ofreció una pequeña sonrisa.—Pensé que te quedarías a la fiesta a la que te invitaron Audrey y Christian—Zoé rio.

—Se llama Christopher, mamá—corrigió con una mueca divertida.—La verdad es que no quise entrar. Prefiero ir a casa y dormir, además...prefiero pasar la tarde agotando las buenas opciones de Netflix y comiendo palomitas de maíz. ¿No me vas a negar que esa es una mejor opción, verdad?—ofreció risueña.

—Te tengo una buena noticia—anunció su madre y los ojos de Zoé se desenfocaron un segundo.—El doctor dice que tu nombre ya figura entre los primeros de la lista del hospital en la lista de pacientes en espera—Zoé suspiró de nuevo y negó antes de apoyar su cabeza en el cristal de la ventanilla.

—Que buena noticia...

Los nervios de Erick eran palpables. Sentía tantos nervios que estaba a punto de comerse las uñas de las manos. Soltó un suspiro y se sentó en el suelo del pasillo del hospital mientras esperaba a que el médico de dignara a salir a hablar con ellos.

La noche anterior había estado charlando con Audrey hasta que ella se había quedado dormida entre sus brazos. Había llorado en silencio pensando que esa sería probablemente la última vez que la iba a ver y ese solo pensamiento le partía el corazón.

Todavía no entendía cómo es que Audrey había terminado enferma de esa manera pero odiaba ese día. El día en el que el mundo de su novia se había venido abajo por completo. Lo odiaba de la misma manera en la que estaba odiando ese momento. Levantó un poco la cabeza para encontrar a los padres de la rubia tomados de las manos a la espera de cualquier noticia por pequeña que fuese.

Se suponía que la cirugía sólo duraría cuatro horas pero ya habían pasado seis y nadie les decía nada. Christopher se encontraba sentado en una esquina de la sala de espera con la mirada perdida en las baldosas del suelo.

...

—¿Vas a cumplir con tu promesa, verdad?—había preguntado ella con una enorme sonrisa en los labios que no daba la impresión de que al día siguiente iba a enfrentarse de frente con la muerte.

La piel de Erick se erizó de golpe y apretó su mano en un gesto amoroso.—¿Dime cuándo he faltado a mis promesas?—cuestionó en voz baja llevando la mano de Audrey hasta sus labios.

—Te amo—susurró besando su mejilla.

—Y yo te amo también, pero por favor no comencemos a hablar de ese tipo de cosas que haces que me ponga nervioso—replicó él.—Mejor hablemos del futuro—pidió sonriéndole débilmente.

—¿Por qué te engañas, mi amor?—cuestionó acariciando su rostro con el dorso de su mano.

—Audrey, por favor...no...—suplicó pero ella ni siquiera lo escuchó.

—Lo prometiste, Erick—le recordó.

—Audrey...

—Sólo dilo, Erick—pidió ella sonriéndole—Cuándo me muera debes hacerlo—él negó.

—No vas a morirte—sentenció.

—Sólo dilo—demandó de nuevo.

—Está bien, lo prometo...

...

Contó los minutos que pasaban eternamente para él y soltó un largo suspiro recordando cada uno de los momentos lindos que había compartido con Audrey en las últimas semanas. Todas las cosas divertidas que habían hecho con los niños del hospital, todas las fotografías que se habían hecho y lo felices que habían sido. Audrey era feliz y tenía que seguir siéndolo porque él confiaba en que todo saldría bien.

Tenía que ser así. No podía ser de otra forma.

Escuchó los pasos contra las baldosas y volvió a levantar la mirada para encontrarse de frente con un doctor vestido de azul que los observaba en silencio sin ningún tipo de expresión en el rostro. Se levantó en un salto y se acercó a él al ver los rostros preocupados de los padres de su novia.

—¿Qué es lo que pasa?—cuestionó a toda prisa.—¿Cómo está Audrey?—demandó desesperado.

—Tranquilo, Erick—susurró Christopher acercándose a su amigo que parecía realmente desesperado. Y no era para menos.

—Lo siento mucho, de verdad.—murmuró y el mundo de Erick se le cayó encima.

—No...—susurró la madre de Audrey con las primeras lágrimas recorriendo sus mejillas de manera lenta.

—¿Qué?

—Lo siento mucho, Erick...hicimos todo lo que estaba en nuestras manos...—Erick negó de nuevo y se dejó caer de rodillas en el suelo sin importarle en absoluto sí las personas lo veían o no.

Era tanto el dolor que sentía que todo el mundo se podía ir al carajo y a él no le importaría en lo más mínimo.

Audrey ya no estaba más.

Se había ido.

Lo había dejado.

—No...

_ _ _ _

¡Hope!

*c va lentamente*

¡Aquí comienza todo!

Muchos besos y a preparar los pañuelitos, porfaaa. Gloria, xx.

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