8

Para cuando llegaron al Steel Cat, Jason y todos los demás Rippers ya se encontraban en actividad. Algunos manipulaban piezas de sus motocicletas, en una suerte de manía casi perfeccionista, mientras Annie pensaba que, si cuidaran el taller al menos la mitad de lo que cuidaban sus motocicletas, seguramente no habría tanta mugre y desorden. Jason y Rod organizaban los encargos en la sala donde guardaban las cajas con armas y municiones, y en cuanto los oyeron llegar, Jason se distanció un momento para salir al encuentro de Ron.

—Annie, ¿tienes un momento? —le preguntó, en cuanto llegó cerca de ambos.

—Sí, claro. ¿Qué sucede?

—Ven conmigo.

Jason la condujo hacia uno de los dormitorios comunes, y abrió el armario empotrado en la pared, donde había varios compartimientos etiquetados por nombre, donde cada Ripper guardaba su ropa. Entonces sacó de él un paquete envuelto en nylon, como si lo hubiera comprado en una tintorería. Lo miró con cierto cariño y nostalgia, y entonces se lo cedió a ella.

—¿Y esto? —preguntó. Parecía haber una chaqueta dentro, de cuero marrón.

—Era de Mary, mi chica. Nunca hemos tenido una mujer dentro de los Rippers, a excepción de ella, y ahora estás tú —dijo, mirando a Annie—. Por alguna razón, siento que es tiempo de dejar algunas cosas atrás, y no puedo hacerlo si aún sigo conservando su ropa. Espero que sea de tu talla, ella tenía casi la misma complexión física que tú.

—¿Estás seguro de esto? Yo no pretendo... —balbuceó ella, pero él negó con la cabeza.

—No, no estoy seguro, pero no puedo vivir con un recuerdo constante. Ahora solo falta poder conseguirte una motocicleta. Supongo que con los chicos podremos armarte una, tenemos muchos repuestos que no utilizamos.

—No te preocupes por eso —dijo Ron. Comenzó a rebuscar entre los bolsillos de su chaqueta y del pantalón, hasta que sacó las llaves del Camaro. Entonces se las extendió a Annie—. Siempre te ha gustado mi coche, desde que nos conocimos. Nadie mejor que tú para cuidarlo bien.

—¿Estás loco, Ronnie? —preguntó, anonadada. —No sé qué decirles...

—No digas nada, bienvenida a los Rippers —respondió Jason. 

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