𝟎𝟖. ── Bilancia, capítulo ocho.
WARNING. MENCIÓN DE TEMAS SENSIBLES.
Depresión, lenguaje anti-sonante. Capítulo con mucho diálogo con el fin de entender un poco mejor a los personajes.
Nota: FULL CONTENIDO DE CARM Y JO.
─ ✩ 𓎩 ✩ ─
/ ... POUR VOSTRE DÉGUSTATION ... /
RIVER NORTH, CHICAGO, 2022.
Bilancia*, Capítulo Ocho𓈒
No recordaba cuándo fue la última vez que disfrutó cocinar para alguien.
En realidad, jamás experimentó verdadero placer al preparar platos para otros, después de analizarlo detenidamente. Tan irónico, y desalentador. Carmen Berzatto nunca se permitió reflexionar sobre la paradoja de no disfrutar de cocinar para las personas, a pesar de ser chef.
Pero conocía la razón, aún que lo negará y estaba plenamente consciente de dónde había perdido el gusto por la cocina, reemplazándolo con una creciente ansiedad y la búsqueda obsesiva de una perfección que jamás lograba alcanzar. Pero no iba a dejar que sus pensamientos esa noche arruinarán lo que llevaba planeando desde hace una semana — Esa noche se sentía tan ansioso cómo intimidado. Tan ansioso por pensar en lo que pensaría la panadera al verlo fuera de su hogar con un montón de bolsas de plástico llenas de especias, carne y verduras. Tan intimidado por su presencia viéndolo cocinar y su opinión por el platillo final.
Y no dejaba de pensar en lo que había hecho el día anterior.
¿Cómo había sido tan impulsivo y estúpido? ¿Y si ella volvía a odiarlo? ¿Y sí todos tenían razón y ella se alejaba de él por entrometerse en su vida? Tenía que ser tan estúpido al dejarse llevar por la rabia que le llenó el pecho cuándo la insultaron a ella y a su hermano.
Esa noche, contempló la idea de no presentarse. Casi lo hizo, pero en el caso de Carmy, desistir y dejarla plantada una vez más solo le causaría ganarse más el odio de Jo después de la escena en The Beef. Desde el día anterior, se escondía entre las sombras, volviéndose menos visible incluso para sí mismo, mostrándose aún más retraído de lo habitual. El chef, estaba avergonzado pero no arrepentido, no podía experimentar remordimientos porqué la furia lo volvía a consumir al recordar las palabras de Kol, y su cuerpo se tensaba hasta sentirse ansioso, hasta terminar temblando, su corazón latía rápido si pensaba en lo mucho que había demostrado frente a todos y su coraje hacía el hombre le impedía sentir compasión y no sabía exactamente cómo reaccionaría si Jolene no buscaba una disculpa por su "error".
Carmy pulsó el timbre del departamento de Jolene, llevando consigo una bolsa de tela blanca colgada de sus hombros sobre la desgastada chamarra café. Sus rizos despeinados asomaban por debajo de su gorra azul, y las manos ligeramente sudorosas evidenciaban la tensión que presentó sobre el volante mientras se dirigía hacía la dirección que le dió su hermana horas atrás.
Jamás se le había ocurrido preguntarle a Jo dónde vivía.
En realidad, no habían tenido tiempo de organizarse, así que, en lugar de llamarla, le pareció más coherente y correcto aparecerse fuera de su hogar esa noche, unas horas después de cerrar temprano The Beef y conceder un respiro a sus empleados. Para alguien inexperto en disculpas, era su manera de mostrar arrepentimiento. Y lo único que se le ocurrió al rubio fue darle la noche libre a sus trabajadores. Además, él mismo necesitaba más tiempo esa noche, necesitaba regresar a casa para intentar procesar todo lo que se venía para su noche.
Ahora, con una bolsa cargada de espinacas y sal, parecía un psicópata acosador. Y el sonido de pasos resonando contra la madera tras la puerta blanca lo inquietó. Mientras Jolene A'Dair se acercaba a la puerta, exclamando un "¡Ya voy!", el chef permanecía inmóvil ante la entrada, tratando de idear cómo realizar algo tan sencillo como un saludo.
— Ay, Dios... —sonrió con sorpresa, sus cejas levemente alzadas—. Hola, Carm.
Carmen Berzatto se estaba convirtiendo en adicto a analizar a Jolene A'Dair de arriba abajo. Disfrutaba concentrarse en algo que no fuera su propio caos mental, y desde que había descubierto pequeños detalles en el rostro de Jo que lo distraían de sí mismo, se obsesionó con observarla sin que ella se diera cuenta. Esa noche, Jo llevaba el cabello levemente rizado y desordenado mientras sus pies descalzos tocaban el suelo mostrando la piel de sus piernas pálidas hasta sus muslos que eran cubiertos por un pantalón flojo y suéter tejido color negro que tapaba todo su torso y brazos.
Eran las 8:20 PM, en una zona lujosa de River North, lejos de The Beef y con Grummies a unas pocas calles de distancia. El departamento de Jo emanaba un silencio que, junto con la ausencia de ruidos de vecinos, sugirió a Carmy que el edificio era nuevo. Lo único que ese escuchaba entre ellos eran los coches pasando por las calles, y música tenue que era ahogada por uno de los vinilos que Jolene reproducía en un viejo tocadiscos que notó al fondo de su sala de estar junto a una pantalla plasma que estaba enfrente de un sofá negro.
Carmy reconoció la voz que Jo estaba escuchando a un volumen muy bajo. Su mente viajó a cada recuerdo junto a Natalie Berzatto dónde lo obligaba a sentarse frente al televisor en casa de los Berzatto todos los domingos por la noche después de cenar. Natalie obligaba a sus hermanos a jugar con ella algún juego de mesa para hablar con ellos y luego poner de fondo algún álbum de Taylor Swift y Jolene estaba escuchándola cuando entro a su departamento. No podía reconocer la canción, ni mucho menos el álbum, pero esa voz estaba impregnada en sus recuerdos de sus dos hermanos que curiosamente hasta ese momento no recordaba.
Jo lo dejó entrar y mientras la chica cerraba la puerta a sus espaldas, descubrió a la panadera con una nariz levemente enrojecida y unos párpados tintados de carmesí. ¿Había estado llorando? Esperaba que no, pues de ser así, se encontraría perdido sin saber qué hacer o decir. A pesar de eso, la sonrisa y la sorpresa en el rostro de Jo contradecían la idea de que se sintiera triste esa noche. Carmy había aprendido que Jo era tan hábil ocultando sus emociones como él lo era para expresarlas. Tan iguales y, al mismo tiempo, tan diferentes.
Curiosamente, el departamento de Jolene parecía una versión ampliada y nueva del suyo, aunque más grande. Jo daba la impresión de haberse mudado recientemente, pues el lugar carecía de la maraña de muebles que caracterizaba el hogar de Carmy. Aún que emanaba cierta hospitalidad, una soledad se percibía en la ausencia de color. Al igual que el chef, ambos parecían ser del tipo de personas a las que el aspecto de su hogar les importaba poco.
— En realidad, pensé que no vendrías, no llamaste —comentó Jo al entrar a la cocina, a diferencia del departamento de Carmy, ella compartía con otras cuatro paredes una cocina reluciente y moderna—. Creo que atrapé un resfriado ayer; por eso parezco haber sido atropellada por un camión, perdona.
— Pensé que me mandarías al demonio si te llamaba —explicó Carmy. Jo le quitó la bolsa que colgaba de su hombro y el chef agradeció con un gesto de cabeza. Ella la depositó en la isla de la cocina mientras Carmy dejaba la otra bolsa a su lado—. No creí que quisieras ver a nadie después de ayer, y yo... yo, en realidad, quería disculparme.
— ¿Cómo están tus manos? —inclinó la cabeza intentando observar las manos del hombre frente a ella; Carmy frunció el ceño—. Debería ser yo quien se disculpe. Arruinaste esas manos en la cara de un idiota, y yo no me quedé para curar tus heridas como en las películas románticas.
La risa nerviosa de Jo resonó como un eco de su propio nerviosismo al intentar hacer una broma. Carmy parecía haberse acostumbrado a ese tipo de comentarios de Jolene, aunque ya no se sentía asustado al escucharlos, seguía sin saber cómo reaccionar o responder. Así que simplemente sonrió mientras negaba con la cabeza.
— Estoy bien, en realidad solamente voy a evitar cocinar frente al fuego por unos días —Carmy se quitó la gorra que llegaba sobre la cabeza y Jo notó que esa noche sus rizos parecían más ordenados y brillantes—. Así que vas a cenar un platillo frío está noche.
— ¿Puedo ver? —susurró Jo.
Carmy trago saliva y asintió; sus manos se elevaron hasta estar frente a su rostro. Jolene soltó un pequeño grito ahogado mientras su rostro mostraba frustración cuándo sus cejas y boca se fruncieron. Frente a los ojos de la panadera podía ver ligeramente cómo los nudillos de Carmy se veían de un tono rojizo y morado, suponía que se había abierto la piel de alguna manera porqué encima de la pomada que llevaba en cada hueso, podía aún ver la herida abierta sin sangrar. Se asustó por pensar en la fuerza del rubio y en cómo de verdad casi arruinaba esas manos que para muchos eran benditas.
— No es para tanto, ¿puedo quitarme la chaqueta? —Carmy dirigió sus manos al cierre cerca de su cuello y Jo asintió mientras se cruzaba de brazos—. Sugar me obligó a ir al hospital ayer, me hizo pedirle a Sydney que cerrarán antes y después me llevó a casa. No era demasiado, pero pasé lo que resto del día cocinando la carne y el pollo, me cayeron algunas gotas de aceite sobre las heridas, pero estaré bien. Tengo que cambiar la pomada en algunos momentos y mañana vendaré la herida.
— Carm... —sus ojos brillaron, llenos de angustia, Jo dio dos pasos a su frente, su corazón se encogió al escucharlo y su única forma de demostrar lo que sentía la hizo moverse por impulso. Sus manos se deslizaron sobre los hombros anchos y fornidos del hombre, cruzándose sobre su cuello, dejándolo entre un abrazo que Carmy no esperaba—. Gracias.
El abrazo de Jolene era suave, y sus cuerpos apenas se rozaron delicadamente, revelándole al rubio una ola de detalles sobre ella. El calor de su cuerpo, al adherirse al suyo, desencadenó un estremecimiento placentero debido al frío clima de Chicago, acompañado de su característico aroma.
Esa noche, Jo portaba el mismo perfume que Carmy recordaba, y con curiosidad descubrió un matiz adicional en su aroma. Aparte del aroma a fresas que solía caracterizarla, se percibía un suave rastro de hierbas frescas, ausente del olor a pan, galletas o azúcar que solían acompañarla siempre. La cabellera de Jo, húmeda al tacto, reveló que el sutil aroma a hierbas emanaba de su champú.
Inmóvil, con la chaqueta ya despojada y sostenida en su mano derecha desde hacía segundos, Carmy experimentó el abrazo de Jo, mientras comprimía sus labios, envolviendo el cuerpo delgado entre sus brazos rodeando su espalda y cintura baja.
Podrían haberse quedó así unos segundos más, minutos, horas, si así lo deseaba Jo, porqué Carmy no deseaba, ni tenía, la intención de moverse. Sin embargo la picazón en la nariz de Jo y un estornudo que sonó a las espaldas de Carmy los apartó en seguida, el hombre quitó sus manos del cuerpo de la chica y ella se alejó unos cuántos pasos para seguir estornudando. Sus ojos se llenaron de lágrimas inconscientes y su garganta volvió a picar.
— Lo siento, creo que sí estoy enferma —bufó, dejando escapar un suave puchero sobre su boca mientras se tallaba la nariz con el antebrazo—. Te voy a contagiar, ew.
— Puedo prepararte un té —Carmy evaluó rápidamente la cocina con la mirada—. O una sopa...
— No puedes poner las manos al fuego, literalmente —interrumpió, Carmy alzó las cejas y ella se encogió de hombros; Jo rodeó la isla de la cocina—. ¿Puedo preguntarte ya qué vas a prepararme? Y también, ¿pensaste en lo que te gusta comer y lo que no?
Confundido, Carmy se rascó la cabeza. Esa noche llevaba un suéter de lana azul marino, pantalones de mezclilla y tenis blancos, desgastados pero limpios. Se había duchado y alistado para salir desde hacía algunas horas. Mientras intentaba responder, Jo volvió a su lado, abriendo las gavetas de la cocina y señalando la ubicación de cada utensilio.
— Fue putamente complicado porque no me diste ni siquiera un detalle —respondió molesto, Jo sonrió complacida, observando a Carmy buscar en la bolsa de ingredientes—. Compré algunas cosas que no creo utilizar jamás para mí, así que las traje todas, un verdadero caos.
— Oye, no seas grosero —Jo negó con la cabeza—. Sólo quiero que me sorprendas con lo que podría prepararme el mejor chef del mundo. Incluso si me das un plato de cereal, voy a sorprenderme.
— No soy el mejor chef del mundo y te voy a preparar algo sencillo porque no quiero que cenes a mitad de la noche —Carmy sacó algunos ingredientes de su peculiar bolsa y miró a Jo unos segundos antes de echar otra ojeada a la cocina—. ¿Funciona tu horno?
— Yo voy a juzgar si eres el mejor chef del mundo, y sí, sí sirve —Jo se aproximó a la bolsa de Carmy sobre el mármol de la cocina, a un lado de la estufa—. ¿Qué tanto trajiste? ¿Puedo ver?
— Jo, si vas a estar aquí, necesito que te quedes quieta o me ayudes. ¿Quieres ayudarme o prefieres quedarte quieta?
Jo se tomó unos segundos para reflexionar. Aunque su nariz aún picaba y su garganta dolía, la curiosidad y la diversión de ver al chef ansioso y un tanto molesto le daban un impulso momentáneo. Se encontraba enferma, pero en ese momento se sentía dispuesta a moverse por la cocina.
— No sé, depende —Jo lanzó una mirada rápida a la bolsa de Carmy, encontrándose con tomates y varios filetes congelados—. ¿Vas a permanecer en silencio durante los siguientes cincuenta minutos o me permitirás interrogarte?
— ¿Y si yo te interrogo a ti? —Jo lo miró rápidamente mientras se llevaba ambas manos a la cintura—. ¿Sobre ayer?
La boca de Jo se abrió como si estuviera a punto de responder, pero Carmy la silenció y se pasó una mano por el rostro. Suspiró y chasqueó la lengua.
— Está bien, ganas. ¿Qué quieres saber?
Por más que intentara ocultarlo, Jo sabía que debía hablar de lo que había sucedido. En esos últimos tres días, su vida había sido un caos que afectaba tanto su salud mental como física. No se había resfriado por casualidad; su casi gripe era el resultado de días sin comer y no dormir, una manifestación física de su cuerpo pidiéndole ayuda. No quería revivir el día anterior ni recordar su charla con Richie, pero sentía que, de alguna manera, debía contarle a Carmy lo sucedido. Y el chef parecía no tenía intenciones de indagar sobre Kol, solo quería entender que había sentido el día anterior y que había pasado con ella el resto del día.
— Hablaré si tú hablas conmigo —respondió con un suspiro. Jo tomó uno de los taburetes en la isla de la cocina y se sentó, observando cómo Carmy le lanzaba una mirada de reojo mientras se subía la tela de los antebrazos de su suéter, revelando sus tatuajes—. Quid pro quo. Yo respondo, tú respondes. ¿Qué fue esa mirada ayer, Carmy?
— ¿De qué hablas? —Carmy se acercó al fregadero para lavarse las manos—. Tienes que ser más específica, Chef... ¿Y tu papel para hornear?
— Arriba, en la gaveta de tu derecha —Jo se recargó un poco sobre la isla de la mesa—. ¿Te molestó que me fuera con Richie y Kol?
— No, en realidad no —mentía, y Jo lo notó por la forma en que intentó restarle importancia mientras le miraba y le sonreía suavemente. Carmy jamás había actuado de esa manera, normalmente mostraba nervios o timidez—. ¿Quieres contarme lo que pasó ayer cuando te fuiste?
— No, en realidad no —se encogió de hombros mientras sonreía irónicamente. Carmy entrecerró los ojos, ofendido—. Puedes contarme otra cosa; de verdad no tengo ganas de charlar sobre ayer en específico.
— ¿Y está bien que pregunte sobre ese pendejo?
— Se llama Kol, y sí, está bien que preguntes. No me importa —Jo observaba la espalda de Carmy mientras lavaba algunos tomates—. ¿Qué vas a preparar?
— Ribeye al horno con tomate espiralizado —miró sobre su hombro para verla—. Y voy a prepararte una sopa; tu garganta necesita algo caliente. ¿Cómo te sientes ahora?
— ¿Esa será tu pregunta? —su tono de voz divertido comenzaba a parecerle cómico a él—. Me siento mejor, pero me pica la garganta.
— Y también acabas de perder la tuya —sonrió sin mostrar los dientes, volvió a estar frente a él mientras encendía el horno—. ¿Por qué te llaman Jelly?
— Es estúpido, en realidad —su sonrisa desapareció mientras rodaba los ojos, pero volvió a aparecer antes de continuar—. Tuve un accidente con un intento de mermelada casera, y tanto Richie como Michael se burlaron de mí hasta el cansancio.
El nombre de su hermano lo devolvió a la realidad, golpeándolo como si le hubieran arrebatado el aire del pecho. La mención a su pasado afectaba a Carmy de una manera sorprendente, y si no fuera porque la mirada de Jo reflejaba la misma mezcla de nostalgia y angustia, se sentiría solo en esto. Sin embargo, ella estaba allí, mirándolo con ojos llenos de tristeza.
— No puede ser, Mikey no sabía una mierda de repostería —negó mientras tomaba un bol para preparar la mezcla de la salsa. De su bolsa salieron más ingredientes que Jo no reconoció porque estaba mirándolo a él—. ¿Cómo la cagaste con la mermelada?
— Le puse sal en vez de azúcar... —confesó. Carmy lo miró incrédulo mientras se formaba una sonrisa suave que se volvía más burlona cada segundo—. Te juro que si te ríes, Carmen Berzatto...
Los ojos de Jolene se llenaron de sorpresa cuando Carmy soltó una carcajada tan fuerte que tuvo que ahogarla con su antebrazo. Jo bufó ofendida y un poco confundida por la sorpresa de la risa del chef. Jamás lo había oído reír, y a duras penas lo había visto sonreír de verdad, así que fue una sorpresa verlo reír tan naturalmente. Su piel pasó de verse blanca a lucir completamente roja debido a su sonrojo mientras reía, y mientras intentaba dejar de reír por su propio bien, se apoyó sobre sus manos. Jo parecía mirarlo con mucha delicadeza y curiosidad, sonriendo apretando los labios.
— ¿Te causa risa, Carm? —preguntó, y el hombre negó con la cabeza después de cesar su risa—. Jelly, es jalea, mermelada, gelatina, esa mierda. Así que allí tienes el significado.
— Lo siento, pero de verdad es lo más irónico y estúpido que he escuchado —se burló mientras tiraba los tomates en un tazón grande de vidrio, parecía que ya estaba recuperando su color natural—. Una panadera confundiendo su principal ingrediente es como si un zapatero no supiera hacer zapatos.
— Fue una maldita vez... Y también ese día nació el otro maldito apodo, lo odio.
Carmy se movía ágilmente por la cocina de Jo, con una memoria fotográfica que sorprendía a la panadera al recordar exactamente dónde se encontraban todos sus utensilios después de decirle una sola vez. Mientras combinaba un montón de tomates con aceite de oliva y tomillo, echándolos a la licuadora para mezclarlos, Jo lo observaba con atención.
El hombre era atractivo, y ella lo sabía. Conocía la forma en que muchas chicas lo veían cuando entraban a comprar sandwiches o almorzar durante las tardes en The Beef. Sabía lo que Tina murmuraba sobre "el Jeff" junto a Sydney. Y aunque era consciente de que la manera en que lo estaba mirando era un tanto indecente, también sabía que, de ser alguien más, haría lo mismo. Era diferente verlo cocinar con paciencia y concentración, sin poder ver sus brazos llenos de tatuajes como solía hacerlo, pero eso lo hacía aún más atractivo.
— ¿Cuál es el otro apodo? —Carmy levantó la mirada para observar a Jo perdida entre su salsa de tomillo y ajo. El rubio frunció la ceja mientras tomaba una espátula para revolver la salsa—. ¿Jo?
— ¿Qué? —los ojos de Jo se levantaron para ver el rostro confundido del chef, y ella sintió las mejillas calientes al darse cuenta—. Ah, el apodo, sí, era Bee. Tu familia tiene una extraña fijación por ponerle apodos de animales a sus integrantes.
— Sí, Mikey Bear, Carmy Bear, Sugar, y bueno, es todo —Carmy miró a Jo llevarse ambas manos a las mejillas mientras se acomodaba para verlo trabajar. No se había dado cuenta de que la chica estaba atenta a lo que hacía hasta que vio sus ojos grandes y brillantes fijos en él. Eso le pareció dulce porque, nuevamente, era la primera vez que se sentía visto por alguien—. Así que eres Bee, ¿por qué?
Resultaba absurdo reflexionar en los nervios que lo habían invadido en los días previos al imaginar esa noche. Aunque Jolene no estuviera colaborando en la cocina como la última vez, encontraba ahora entretenido y gratificante charlar con la pelinegra mientras preparaban la comida. Su mente se concentraba únicamente en los ingredientes que debía combinar y las respuestas que debía ofrecerle a ella, sin divagar demasiado. Experimentar ese momento de tranquilidad, donde solo importaban ellos dos, resultaba sereno y satisfactorio.
— Porque soy dulce como la miel —Jo abrió los brazos mientras sonreía sarcásticamente. Sus mejillas se tornaron de un color más rojo debido a la vergüenza de su propio comentario y luego mostró una cara de asco—. Esa mierda, tonta, en realidad era porque Mikey decía que mis platillos siempre eran muy dulces, y por eso dejé de cocinar. Soy pésima cocinando; prefiero la tranquilidad de la repostería. ¿Por qué tú y Mikey compartían apodo?
— No tengo la menor idea, puedes preguntarle a mi madre si quieres —el rostro de Jo se tensó al escucharlo, y él sonrió—. Es solo una broma, pero en realidad no lo recuerdo. Es curioso que también tengas un apodo así. Te uniste a la tradición de los Berzatto, así que felicidades por unirte a la familia.
— Oso, Carmy Oso... —murmuró Jo, sintiendo las palabras en su boca al decirle por su apodo al chef. Carmy sonrió levemente al escucharlo salir de la boca de alguien más que no fuera su hermana en los últimos meses—. ¿Puedo llamarte así?
— Es injusto porque yo no puedo llamarte Jelly —se encogió de hombros, pero terminó asintiendo—. Puedes llamarme así.
— Te diría que me llames Bee si no fuera porque de verdad es muy tonto —los brazos de Jo se cruzaron cuando vio a Carmy dirigirse a la tetera sobre la estufa, empezó a llenarla de agua—. De verdad no necesito otra cosa más que la cena, estoy bien.
Se cumplirían casi dos meses desde que llegó a Chicago en unos días, y también se cumplirían dos meses desde que la vio por primera vez. Pasó semanas antes de eso odiándola y sintiéndose celoso por la intimidad que parecía tener con todos a su alrededor. La veía como competencia, alguien que le había robado la atención de sus hermanos y la gente que conocía desde niño. La odió por no haber sido parte de lo que era ella. Ahora su cabeza se nublaba por la idea de su hermano y la relación con Jo. Ya no se sentía incómodo por su relación, pero ahora se sentía confundido y dudoso sobre lo que pensaba Michael Berzatto para evitar que Carmy supiera de la existencia de Jolene. Dos meses y seguía siendo un misterio frente a sus ojos, pero mientras más conocía sobre ella y su pasado, entendía un poco por qué su hermano la amaba tanto.
— ¿Michael te llamaba así? —preguntó mientras abría el horno para introducir los tomates. Cuando cerró el horno y volteó a verla, ella asintió—. Entonces no es tonto. Debía haber sido por algo. Él solía ser ese tipo de persona.
— Sí, supongo, pero es difícil cuando sientes que tus últimos años de vida son una farsa —Jo suspiró cansada mientras jugaba con los bordes de su suéter—. Mientras más pienso en todo, más confundida me siento. No entiendo ni un poco la mente de Michael, lo que sentía por su familia, por ti o por mí. No entiendo lo que deseaba o lo que anhelaba, y eso me rompe el corazón porque siento que jamás fue honesto conmigo. Me siento ahogada pensando en él, y no quiero odiarlo.
La panadera tenía el poder de demostrar su sentir en sus ojos si así lo deseaba, y sus emociones eran tan difíciles de esconder cuando ella se adentraba en uno y se perdía hasta que su voz sonaba tan pesada y se volvía quebradiza. No quería llorar, porque no se sentía triste, pero la rabia que le consumía el pecho cada vez que recordaba la falta de interés que tuvo sobre su amistad con Mikey le resultaba tan desalentadora. Estaba desecha por pensar en su corazón roto y cómo, por más que deseaba sentirse completa de nuevo, su sensible corazón dañaba todo lo que había construido.
— Mikey era difícil... —Carmy se acercó a ella para tomar su mano, y ella agradeció dándole un apretón—. Pero estoy seguro de que no deberías dudar en que todo lo que te dio era falso. Su cariño siempre fue sincero, por eso todos lo amaban, ¿no?
— Pero yo no estuve con él, Oso...
Carmy Berzatto jamás se consideraría bueno charlando, ni tampoco un buen amigo, mucho menos un buen consejero. Y se sentía un poco ahogado cada vez que Jolene tocaba el tema de Mikey porque no podía ayudarla con un dolor que él también sentía. Cada angustia, pregunta o dolor que ella sentía, también lo sentía el cocinero, y no había palabras de consuelo que él pudiera darle a ella cuando ni siquiera sabía cómo decírselas a sí mismo. Había un poco de miedo dentro de esa angustia de no poder ayudarla, porque su mente seguía sobre pensando en lo que sabía de la situación entre ambos, y el comentario de Jolene lo dejó helado; una corriente eléctrica recorrió su espina dorsal, y el chef alejó su mano del agarre de Jolene de manera inconsciente.
— ¿De qué hablas, Jo? —murmuró con temor.
— Es una mierda, lo siento —sollozó mientras se llevaba ambas manos a las mejillas para limpiarse las lágrimas que se esparcieron inconscientemente—. Yo arruiné todo, de verdad la cagué. Un mes antes de que Mikey falleciera, peleamos, y claro, tenía que ser por la mierda de Kol. Mikey estaba harto de él, y esa noche no había sido buena para él, ¿sabes? Y-yo, bueno, él me llamó pidiéndome el favor de quedarse en mi casa. No quise preguntarle, porque...
— ¿Él se molestaba contigo si le preguntabas?
— Sí. Se ponía furioso y me gritaba algunas veces —rió secamente, y suspiró—. Así que le dije que sí, pensé que estaba ebrio, pero si fuera así, hubiera ido con Richie, así que no era el caso. Llegó y parecía estar más que normal, pero luego comenzó a recriminarme las mierdas que solía hacer Kol conmigo. Jamás se llevaron bien, y Kol comenzó a recriminarme cada momento que pasaba en The Beef, comenzó a invertir en Grummies, y cuando supo que Mikey también lo había hecho, me llamó zorra. Sus celos aumentaron, y comencé a tener miedo de todo lo que sucedía a mi alrededor, así que dejé de ir. Era estúpida, era una idiota que tenía miedo de quedarse sola, y nunca me di cuenta de que las únicas personas que me amaban de verdad estaban en esa cocina. Esa noche comenzó a discutir conmigo, y yo me asusté porque de verdad odio que la gente me grite.
— Lo entiendo, lo siento.
Jo sonrió negando unos segundos antes de acomodarse algunos mechones del pelo detrás de las orejas: — No, está bien. Ese trauma viene de otra historia que no necesitas saber, pero, bueno, me asusté y, para la mala suerte de Mikey, Kol esa noche llegó a buscarme. No tuve tiempo de decirle a Mikey que había terminado con Kol dos días antes, y cuando Kol llegó a buscarme, entró y vio a Mikey gritándome mientras yo peleaba con él pidiéndole que dejara de gritarme. Yo entendía que estaba intentando protegerme, porque yo lo sabía, y por eso había terminado con Kol. Yo extrañaba a Richie y a Mikey, y deseaba volver a estar con mis amigos, pero Kol solía amenazarme con el dinero de Grummies. Entonces, ellos comenzaron a pelear, y ambos terminaron esa noche en la cárcel.
— ¿Mikey estuvo en la cárcel por golpear a Kol? —Carmy sintió la garganta seca y deseaba tanto un cigarrillo en ese momento, pero desde hace tiempo no sentía la necesidad de fumar cuando estaba con ella hasta ahora—. Ahora entiendo lo que dijo Richie ayer...
— ¡Sí, fue por eso! —otra risita nerviosa salió de la boca de Jo—. Richie pagó la fianza con un poco de mi dinero, y después Mikey decidió que ya no quería hablarme si seguía cerca de Kol, y yo lo entendí así que no fui a rogarle más. Ni siquiera fui lo suficientemente inteligente para decirle que Kol ya no vivía en mi casa para entonces. Nos alejamos y durante esos días yo solamente esperaba que me llamara para arreglar las cosas, o que Richie se acercara a mí, pero los dos decidieron que esa noche fue su límite para soportar mis estupideces y empezaron a hacer como si no existiera. Kol decidió que para cerrar con broche de oro nuestra relación debía esparcir el rumor de que me había acostado con más de una persona para conseguir el dinero para la apertura de Grummies.
— Jo... —la mirada de Carmy le pesaba a Jo, pero ella negó—. Oye...
— Déjame terminar, por favor —tragó saliva y volvió a apretar los labios con fuerza antes de hablar—. El imbécil fue tan estúpido, pero lo único bueno fue que esos rumores pendejos llegaron a oídos de Tina, quien le contó a Mikey, quien le contó a Richie. Ambos fueron unos idiotas dulces y vinieron a disculparse. Vinieron hasta mi casa con un montón de cosas tontas para disculparse, Richie me dio flores...
Parecía curioso cómo Jo se perdía en sus propias memorias y aún que su boca lo contaba tan vagamente, su rostro mostraba cada detalle que Carmy no podía adivinar con su historia breve. Estaba temeroso por lo que sea que pudiese decir la chica, pero lo último que estaba sintiendo era algún sentimiento negativo. No sentía nada, su pecho parecía haberse quedado vacío los últimos minutos de su conversación y sin que su corazón parecía bombear más rápido, la ansiedad aún no llegaba a su pecho.
— Volvimos a ser amigos —sonrió mientras miraba a Carmy, quien la observaba sin mucha expresión—. Y el último mes que estuve con él parecía estar bien. Yo pensé que estábamos bien. Lucía raro y un poco distante conmigo, pero siempre supuse que se trataba por la incomodidad por lo que lo había hecho pasar. Pensé que iba a superarlo y volvería a ser normal, porque yo jamás lo noté, y esa última noche que lo vi, pude preguntarle si estaba todo bien. Me duele el corazón pensar que volví a callarme una vez por el miedo de equivocarme o qué se molestará conmigo aún más.
— ¿Crees que eso es tu culpa? —la voz de Carmy la sorprendió y ella se quedó quieta—. Jolene, tú no tienes la culpa de que Mikey fuese un idiota que no quería hablar con nadie. Yo de verdad intenté llamarlo y estar presente, me corría de The Beef y comenzó a ignorar mis mensajes hasta que me cansé y no lo llamé más, pero... no fue nuestra culpa.
— ¿De verdad lo crees? —los ojos de Jo volvieron a llenarse de lágrimas y sus labios temblaron mientras Carmy asentía—. Espero que tengas razón.
Jamás había sentido que tenía razón sobre algo hasta ese momento. Fuera de la cocina y lo que se sentía seguro de saber por haberlo aprendido a través de un millón de letras en libros de cocina, no se sentía seguro de las cosas que hacía y decía desde hace mucho tiempo, pero hasta él sabía que no había una culpa sobre la muerte de Michael. Sabía que se sentía rencoroso y dolido por la muerte de su hermano, y sabía que su hermano era un idiota por no habérselo hablado a él o a alguien más que pudiese ayudarlo. Tal vez él no podía ayudarlo por los miles de kilómetros entre ambos, pero Michael jamás estuvo solo, y en realidad era doloroso para el chef pensar que hubiese sido tan diferente si lo hubiese hablado con la panadera. Él no estuvo cuando lo necesitaba, pero ella sí lo estaba, y por primera vez vio que ninguno tenía la culpa de nada.
— Lo creo, y tú también tienes que creerlo —asintió, su mirada fue al reloj que colgaba sobre la pared a las espaldas de Jo—. ¿Aún tienes hambre?
Jo sonrió y asintió como si fuese una pequeña niña ilusionada aferrada a la idea de un premio dulce. Sus ojos parecían un poco más hinchados por las lágrimas que había derramado, pero sus mejillas lucían más rosadas junto a sus labios. Brillaba aún estando enferma y triste, y mientras más Carmy analizaba su delicado rostro, se daba cuenta de una cosa que había estado evitando que tuviese una clase de episodio después de todo lo que había escuchado.
Se sentía seguro con ella, y esa sonrisa que regalaba después de derrumbarse parecía lucir como una esperanza a la cuál podría aferrarse para siempre.
Jamás pensó que en su única noche libre terminaría algo ebrio mientras se reía de las boberías que salían de la boca de una mujer que parecía no poder cerrar la boca ni un segundo.
— ¿Por qué quisiste dedicarte a esto? —preguntó el rubio, su cabeza estaba recargada sobre el sofá de Jo mientras ella se sentaba a su frente en el suelo—. Dijiste que eres mala cocinera, pero, ¿deseabas ser chef?
Jolene tomaba el último sorbo de un vino blanco que había guardado en su nevera. A la hora de la cena unos cuarenta minutos después de que Carmy terminara de cocinar la carne y la sirviera en el comedor de Jo junto a un té de jengibre para su garganta, habían acordado que faltaba algo para darle más sabor a la carne y Jo en un intento de mostrarse igual de culta en la cocina como Carmy, sacó su botella de vino. Ambos tomaron unas cuántas copas antes de limpiar la cocina y el comedor en compañía de conversaciones absurdas sobre lo que los rodeaba.
— Uhm... —bajó la taza dónde se había servido el vino, a falta de copas reales. Carmy tomó otro sorbo de la suya que tenía un bonito dibujo de un superhéroe y Jo río—. Fue porqué no solía comer muchas cosas cuándo era niña.
— ¿No te gustaba comer?
— No, en realidad fue porqué en las casas temporales la comida es una mierda —se encogió de hombros mientras cruzaba las piernas, estaba sentada en la alfombra frente a su televisor y Carmy ladeó la cabeza para verla mejor—. Sí sabes que soy adoptaba, ¿no?
— Tú eres un maldito libro sin fin...
— Bueno, pues gracias —bufó divertida mientras Carmy reía por su respuesta—. Es enserio, mi vida es una mierda, entre más indagas en mi, más traumas vas a encontrar. Pregúntame algo triste y seguro ya me pasó.
— Y aún así eres la persona más positiva que conozco —afirmó Carmy mientras se sentaba derecho sobre el sofá—. ¿Qué te daban de comer?
— Mis padres me adoptaron cuándo cumplí los ocho. Era muy pequeña pero recuerdo muy bien que solamente comía avena y a veces cuándo tenía suerte lograba ahorrar algunos dólares y lo primero que hacía era comprar un bonito muffin de chocolate, era el momento más feliz de toda mi corta vida, Oso —una sonrisa grande se formó en sus labios y Carmen sonrió al escuchar su apodo una vez más—. Amaba comer ese pan chocolatoso y amaba mucho más entrar a esa panadería, y cuándo mis padres me llevaron empecé a comer todo lo que no podía antes, me enamoré de la comida, y eso me llevó a tener caries a los diez. Pero eso no me detuvo, así que comencé a cocinar para todos a mi alrededor, y bueno, fue dónde inicio mi amor por la cocina. Es cursi, ¿no?
A Carmen no le gustaba beber; lo odiaba, y su único problema referente a una sustancia tóxica era el cigarrillo. Su padre era un gran fumador, según su madre —quién también era una gran fumadora y alcohólica—, y también estaba Michael había sido un alcohólico que terminó convirtiéndose en un drogadicto, por lo que tenía un gran rechazo por cualquier otro tipo de sustancias que no fuese el tabaco. Esa noche, cuando Jo le ofreció vino, se negó al principio, dudoso por lo que estaba haciendo, pero Jo lo tranquilizó cuando ella solamente tomó una copa para completar la deliciosa cena que le había preparado el chef. Era un complemento, y después de la cena, Carmy se sintió lo suficientemente cómodo para decirle que podían tomar un poco más para pasar el rato.
No se conocía ebrio, porque jamás había probado gran cantidad de alcohol hasta esa noche. Era vergonzoso saber que con una copa y media de vino un hombre a finales de sus veintes se sintiera mareado, pero le resultaba divertido y se sentía un poco orgulloso de saber que seguro no volvería a ingerir una gota más hasta tener una ocasión más importante en su vida.
— No es cursi, creo que solamente te hace muy tierna —sus hombros se encogieron y Jo asintió mientras se levantaba del suelo, dio unos pasos hasta sentarse a un lado del chef y éste la miró con cautela—. ¿Puedo confesarte algo?
Jo se sentó a su lado, se había atado el cabello cuándo limpiaron la cocina y ahora su cabello parecía aún más desordenado. Su nariz ya no lucía roja pero aún estornudaba a veces mientras Carmy le decía «salud» bajamente como una sonrisa dulce sobre sus labios. La panadera había quedado encantada con la comida del chef y lo había halagado hasta que Carmy le pidió que parará y Jo por primera vez entendió de lo que Sydney hablaba así que también se molestó por tener a uno de los mejores cocineros del mundo en un pequeño restaurante que apenas podía sostenerse por sí mismo. Adoraba The Beef pero era una falta de respeto al mundo que Carmy desperdiciará todo su potencial de una forma tan vaga.
— Por favor, he estado hablado sobre mí toda la noche —Jo hizo un ademán con sus manos alentándolo.
— No creo disfrutar la cocina cómo tú o Syd —confesó, Jo frunció las cejas mientras ladeaba un poco el rostro—. No creo poder tener un recuerdo cómo el tuyo sobre "cómo me enamoré de esto", y es un poco raro que nunca me haya sentido lo suficiente cómodo en éste trabajo. Siempre lo he sentido cómo una meta en la que debo esforzarme pero ni siquiera sé cuál es el premio por ganar.
Jo se quedó pensando en las palabras del hombre unos segundos. Algo dentro de ella ya sabía que todo el estrés que Carmen cargaba gran parte del tiempo en la cocina terminará arruinándolo, pero así era el mundo de la gastronomía y uno vendía su alma al amar ese mundo. Había dos clases de personas en el mundo; aquellos que amaban cocinar aún después de todos los baches y aquellos que perdían el amor por el mundo con el tiempo. Jo había visto a Carmy algunas veces en televisión y en algunas revistas culinarias que solía comprar y en cada palabra que había dicho el chef sobre la cocina siempre se sentía esa ansiedad y peso que tenía por ser el mejor (y claro, lo había logrado), ¿pero que había ganado con ello? Tenía razón, no había una meta en su camino y por eso seguro había sido tan fácil para el abandonar algo que no amaba.
— ¿Cómo es que tú siempre pareces disfrutarlo? —prosiguió mientras fruncía las cejas, sus manos se pasaron por sus manos y suspiró—. Siempre que te veo cocinar luces tan pacifica, no te descontrolas cuándo hay algo mal. Lo tomas y lo aceptas cómo si no fuese nada y no enloqueces, ¿c-cómo haces eso?
— Soy humana, me equivocó y sobre todo en algo tan humano y complicado cómo la cocina. Tú y yo servimos a la gente con algo que el ser humano necesita para vivir, pero aún así, sí un platillo es perfecto o no, seguimos haciendo felices a las personas —Jo trago saliva y levantó las piernas para cruzarlas sobre el sillón—. A veces la sencillez le gana a la perfección, porqué es más real, más humano. Creo que tienes un don, Oso, sólo que aún lo ves cómo lo que es. Hoy preparaste la mejor cena que he comido en toda mi vida, y lo hiciste maravilloso. No se trata de tu mente navegando porqué todo sea perfecto, se trata de tu cuerpo reconociendo todo el dolor y angustia que haz sentido para aprender lo que ahora podrías hacer dormido. Tu cuerpo lo hace sencillo, lo hace perfecto sin que te des cuenta, acéptalo. Por más que te equivoques, lo harás perfecto a la siguiente oportunidad porqué puedes hacerlo, eres más que capaz, de verdad. Lo dije, puedes prepararme un plato de cereal y creo que será delicioso, no se trata de tu mente, sino lo que tú corazón quiere dar.
— Eso si fue muy cursi, Jo —río Carmy, eso hizo que Jo lo golpeará soltándole un manotazo sobre el hombro, el hombre se quejó ofendido—. Eres cómo una abuelita diciendo que debo cocinar con amor.
— Ay, púdrete. —Jo volvió a golpearlo mientras se mostraba molesta.
— Es una broma, lo entiendo —ambas manos se levantaron rindiéndose—. Me gusta hablar contigo, es agradable.
Una sonrisa de oreja a oreja se formó sobre los labios rosados de Jolene, haciendo que sus mejillas tomarán un bonito color carmesí que no se parecía nada a su nariz rojiza por el resfriado.
— A mi también me gusta hablar contigo, Oso.
Era suficiente bueno para ser verdad, y lo sabía. Porqué en las últimas horas no había pasado nada que lo arruinará, y para mala suerte de Carmen Berzatto o era el destino quién lo arruinaba o era él mismo. Por alguna razón su cabeza volvió a golpear con todos los pensamientos intrusivos que solía tener a diario sobre su persona, el sentimiento de sentirse aburrido o pensar que Jolene había estado siendo solamente amable con él hasta ahora para no hacerlo sentir mal, y ahora se sentía incómodo. Se había sentido culpable por sus últimos comentarios, ¿qué necesitaba saber Jo sobre su incomodidad con la cocina? ¿Por qué debía decirle que le gustaba charlar con ella? Jolene no era su maldita clínica de rehabilitación y no tenía porqué usarla para sentirse bien por algunas horas, no la necesitaba para nada y haber dejado que la chica se metiera tanto en su cabeza lo estaba jodiendo de la peor forma. ¿Por qué tenía que ser la única cosa que pensaba cuándo se sentía mal?
— Debo irme, es tarde. —su rostro se tensó mientras aclaraba su garganta, se levantó apenas terminó su frase y Jo lo miró confundida.
— ¿Dije algo qué te molesto? —Jo se levantó a su lado un poco desorientada mientras intentaba comprender lo que había pasado, a su lado Carmy pasó mientras buscaba dónde había dejado su chaqueta—. ¿Carmen?
El chef no respondió, porqué apenas encontró su chaqueta la tomó entre su mano mientras se aseguraba de que sus llaves estuvieran en su chaqueta. Su gorra quedó sobre la isla de la cocina de Jolene y era demasiado lejos para que el hombre fuese a buscarla así que decidió olvidarla, no la necesitaba, así como no necesitaba lo que sea que sentía ahora mismo.
Sus pasos fueron firmes mientras caminaba hasta la puerta y si no fuese porqué Jolene corrió hasta la puerta para cerrarla apenas el chef la abrió, Carmy se hubiese ido.
— Estoy harta de que hagas eso. ¿Qué carajos hice mal?
Carmy volteó a verla, deseoso por no haberlo hecho porqué su corazón dio un vuelco cuándo notó la mirada herida y confundida de la más baja. Parecía acelerada por haber corrido hasta la puerta y sus ojos analizaban todo su rostro buscando indicios de su error. Carmy soltó un suspiro mientras tragaba saliva una vez más, se sentía nervioso y sus manos comenzaba a sudar en un instinto de auxilio para que saliera de allí. No quería decirlo, porqué no lo entendía, ni tampoco quería hacerlo. La mayor parte de su vida, Carmy comenzaba a analizar cada detalle feliz que tenía hasta destruirlo por completo y luego tenía algún ataque de ansiedad que lo hacía culparse por todo lo malo que hacía consigo mismo o su falta de respeto o emoción por las cosas buenas que le pasaban, y en su cabeza, Jolene no iba a ser la excepción.
— De verdad estoy agradecido de saber que Michael tuvo una persona tan maravillosa cómo tú en su vida —comentó con cierto apuro, su voz sonaba un poco alta, cómo solía hacerlo al inicio de una rabieta de ira y Jo no se inmutó—. Eres maravillosa, pero yo...
— Sigo sin saber qué pasó, no hiciste nada mal, ¿qué puedo hacer para hacerte entender que no hay nada malo conmigo o contigo? —Carmy por primera vez sintió un poco de aire en el pecho en los últimos segundos y su mano soltó el picaporte de la puerta mientras intentaba respirar un poco más rápido—. Carmy, ¿estás bien?
Por supuesto que no lo estaba. Sus ojos parecían estar divagando y el solo hecho de haber mencionado a Michael una vez más hizo que su corazón se derrumbará como si lo hubiese atravesado con un cuchillo una vez más. La ansiedad en su pecho crecía y su estómago comenzaba arder, negándose a recibir correctamente la cena que había comido hace unos momentos y haciendo que el vino le causará asco.
Jolene se preocupó al punto de reconocer exactamente lo que estaba pasando. Las manos de Carmy temblaban y la chica se sintió nerviosa por no saber exactamente lo que debía hacer, al igual que Carmy sintió sus manos sudando pero su alrededor la trajo de vuelta sintiendo que eso no se trataba de ella ahora — Jo llevó sus manos directamente al rostro de Carmy intentando que él la viera y éste se sobresaltó por el toque.
— Oye, ¿quieres respirar conmigo? —los ojos azules de Carmy la miraron intentando comprender lo que decía, intentando que su cuerpo comprendiera lo que ella pedía—. Carm, respira conmigo. No pasa nada, no está pasando nada, ¿notaste que ni siquiera tienes tus zapatos puestos?
La última frase hizo que Carmy sintiera la pregunta cómo un tipo de choque eléctrico en el cuerpo. Su cuerpo pareció reconocer algo coherente que no fuesen sus pensamientos y notó que lo que decía Jolene era verdad cuándo la ansiedad de su pecho se esfumó y está vez fue remplazada por el frío en sus pies. Su cuerpo se relajó un poco confundido, el corazón de Carmy pareció dejar de bombear tan rápido sangre y él frunció las cejas en un estado de confusión.
— Y-yo... Yo no quiero hacerte esto.
— Carmy, no me estás haciendo nada, estoy feliz de que estés aquí —las manos de Jo se alejaron de su rostro para tomar sus manos y la sensación de sus palmas trajeron de vuelta a Carmy para observar de nuevo esos detalles pequeños sobre el rostro de Jo—. Tuve un día de mierda, y ayer también lo tuve, y casualmente mejoraste los dos. Gracias.
Lentamente, sus temblores se calmaron, y su respiración comenzó a normalizarse. Sus labios dejaron de verse pálidos y su mirada comenzó a tener esa vida que había perdido antes. Carmy asintió varias veces cómo si de un niño se tratase y Jo sonrió tranquila al verlo reconocer un poco mejor sus pensamientos y sensaciones cuándo movió los pies y con su mirada intento buscar sus zapatos. Jolene soltó las manos de Carmy por inercia en temor de que eso le molestará al rubio y éste inmediatamente volteó a verla. Su mirada, antes nublada por la ansiedad, buscó el rostro preocupado de Jolene. Un silencio incómodo flotaba en el aire, roto solo por el susurro de los autos pasando afuera del departamento y el suspiro liberador de Carmy.
Jolene, consciente de la fragilidad del momento, colocó delicadamente una mano en la mejilla de Carmy, transmitiéndole compasión a través del contacto. Sus ojos se encontraron nuevamente, compartiendo una conexión silenciosa que superaba las palabras.
— Volviste —dijo con suavidad—. ¿Puedes respirar mejor?
— Sí, y-yo, gracias —titubeó, el calor de la palma de Jo sobre su mejilla y el frío en sus pies eran un contraste agradable—. Yo no sé qué decirte.
Una sonrisa se formó sobre la boca de Carmy, una sonrisa que parecía lucir nerviosa y preocupada al mismo tiempo. Aún que no parecía haber indicios de que él pudiese llorar o algo más, Jo sabía que estaba preocupado. Aún no terminaba de entender lo que había pasado, y Jolene tampoco, sabía que el hombre tenía problemas con la ansiedad por los mismos síntomas que ella en algún momento había sufrido y también porqué ya lo había visto huir de ella cuándo el hombre se perdía en sus propios pensamientos oscuros hasta hacerlo sentir así. No sabía cómo calmarlo, no sabía si había una forma correcta de ayudarlo pero ella estaba allí a su lado ahora.
Parada a su frente, Jo aún lo analizaba en busca de que estuviese completamente bien. Carmy no llevaba su chaqueta y su mirada aún estaba fija en la suya cómo si se aferrará a ella intentando no caer de un precipicio que lo estaba empujando hacía su fondo. Se veía tan vulnerable mirándola de esa forma, que sintió un golpe en su pecho de calidez que le pedía no moverse y dejarse llevar por lo que sentía ahora mismo. Los labios de la chica formaron una suave línea y lo miró una vez más.
Jo no supo exactamente que era lo que la había hecho ese momento exacto, pero se dejó llevar por la calidez de su pecho. Se levantó lentamente mientras su mano sobre la mejilla de Carmy hacía camino hasta su nuca para inclinarlo hacía ella. Y cerró la brecha entre ellos.
Sus labios chocaron los de Carmy. En un beso corto y suave.
La necesidad de ofrecer consuelo, de transmitir que entendía sin palabras lo que había experimentado, y lo qué esa mirada junto a toda esa noche la había hecho sentir, la llevó ese pequeño beso dulce que dejó sobre sus labios.
Ella se separó casi al instante. De puntillas volvió a tener ambos pies sobre el suelo completamente y sus ojos esperando ver lo peor cuándo miró a Carmy de nuevo. El chef la miraba con confusión en un intento de comprender lo que había pasado y ella levantó las cejas esperando que éste volviese a reaccionar de la misma forma que hace unos minutos.
— Lo lamentó, yo no quise... —murmuró Jo con un poco de temor.
Sin embargo su corazón se encogió al notar cómo Carmy tomó de su cintura para al instante para interrumpirla y volver a besarla. Jolene sintió el calor de su pecho contra el suyo y sus manos tomaron de los hombros del chef para acercarlo más a ella. Carmy respondió con otro beso con una calma que no sabía que tenía dentro suyo, indagando en la boca de Jo en un beso más profundo y delicado.
El silencio que siguió al beso estaba cargado de significado. El corazón de ambos golpeaba fuerte contra su pecho y su respiración agitada incluida al intentar recuperar el aire después de una pequeña sesión de un beso que no sabían exactamente qué significaba.
Tan delicado, porqué todo lo que pensaba en la mente de ambos eran tan delicado ahora mismo. ¿Estaba bien? Se sentía bien.
GLOSARIO— Manual de supervivencia de cocina por Lily Berzatto, (yo).
* RIB EYE. El platillo que prepara Carmy en éste capítulo es un "Rib Eye al horno con tomate espiralizado."
Un "ribeye al horno con tomate espiralizado" generalmente se refiere a una preparación de carne, específicamente el corte de carne ribeye, que se cocina en el horno. Puede implicar condimentar y asar un bistec ribeye en el horno. Además, se menciona "tomate espiralizado", lo que sugiere que los tomates se han cortado en forma de espiral, posiblemente como guarnición o parte de la receta para acompañar la carne.
( ! ) disfruta tu lectura, las palabras culinarias serán marcadas con * para agregarse a éste manual al final de cada capítulo.
© R-RIZZO, SWANN'S BOOKS
2023, THE BEAR SERIES BY FX
A CARMY BERZATTO FANFIC
IS IT COOL THAT I SAID ALL THAT? IS IT CHILL THAT YOU'RE IN MY HEAD? 'CAUSE I KNOW THAT IT'S DELICATE. 😭
ESTOY GRITANDO CÓMO LOCA, porqué escribí este capituló con DELICATE de fondo. Te amo Taylor Swift.
Espero que les haya gustado el capítulo tanto cómo a mi, porqué hasta el momento es mi favorito. Me moría de ganas por escribir éste capítulo, me moría de ganas porqué ya se callarán ambos Y SE BESARÁN CTM, y por fin. POR FIN, WAR IS OVEEEEEEEEEEEER.
Y ojo, disfruten mucho de éste capítulo y de los dos que siguen, porqué después se viene el caos y la destruccion, ya que faltan cada vez menos para acabar con esté primer volumen.
VOTA, COMENTA, HAZME FELIZ CON TUS COMENTARIOS, gracias por seguir aquí. Te quiero y toma agüita.
— Lily, Swann.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top