𝟎𝟒. ── Trinchado, capítulo cuatro.

─  ✩ 𓎩 ✩  ─
/  ... POUR VOSTRE DÉGUSTATION ...  /
RIVER NORTH, CHICAGO, 2022.
Trinchado*, Capítulo Cuatro𓈒

No creía en tonterías como el karma, pero a veces sentía que era el juguete favorito de una energía divina burlona.

No comprendía cómo lidiar con sus propias emociones. Nunca se había detenido a pensar en el daño que sus palabras podían causar cuando estaba furioso. Le resultaba desconocido el momento adecuado para callar o qué decir cuando otros señalaban lo patético que estaba siendo. Aunque no era la primera vez que alguien lo confrontaba, sí era la primera vez que podía ver el daño tangible que había causado en alguien con sus palabras.

Contempló los ojos rotos de Jolene al borde de las lágrimas y, en ese momento, percibió cuánto extrañaba y amaba a su hermano.

Eso lo hizo querer morirse.

A veces, se agobiaba con la idea de que no haber estado allí para Mikey y que esa era la razón de su muerte. Se culpaba a sí mismo por no haber contestado el teléfono de vez en cuando o por no haberlo visitado en las festividades. Todo parecía una excusa para atormentarlo, una constante pesadilla que le recordaba que había dejado a su hermano solo, un recordatorio constante al despertar de que no había hecho el mínimo esfuerzo para conocer el estado de salud de su hermano.

Pero ahora, comprendía que Michael Berzatto no había estado solo ni un solo momento desde que Carmy se marchó.

Al entrar en la cocina, preguntó: — ¿Dónde está Richie? —la mayoría de las personas en la cocina no lo miraron, y aquellos que lo hicieron lo miraron con ojos fríos y enfadados— ¿Y Sydney?

Marcus, quien estaba preparando la mezcla para un pastel de chocolate, miró a los demás, esperando que alguien más respondiera. Finalmente, suspiró y dijo: — Fueron a buscar algo para tapar el agujero en la cocina.

Carmy asintió agradecido y se dirigió al lavamanos. Mientras sentía el agua fría en sus manos, se detuvo, mirando por encima de su hombro a cada persona en la cocina. Todos estaban sumidos en un silencio interrumpido solo por el sonido de los cuchillos cortando verduras, el aceite burbujeando y el fuego cocinando la comida. Todos parecían distantes, y desde la llegada de Carmen, el silencio nunca había sido tan opresivo.

Había metido la pata de manera monumental.

Entonces, con una voz que sonó más débil de lo que había esperado, preguntó: — ¿Dónde está Jolene?

Tina dejó caer el cuchillo que sostenía, creando un estruendo en la cocina, y miró a Carmen con incredulidad. — ¿Para qué la quieres? ¿Qué más vas a decirle a esa pobre niña?

Carmy sintió la presión en el pecho, dificultándole la respiración. Se llevó la mano derecha al pecho, sobre su corazón, como si tratara de calmarlo. Hizo un pequeño gesto circular sobre su pecho y negó, tartamudeando nuevamente de nervios, como lo hacía cuando era niño.

— N-no, y-yo... —miró a todos a su alrededor, quienes ahora lo observaban, esperando una respuesta. Tomó una gran bocanada de aire y finalmente dijo—. Voy a disculparme, y-yo lo s-siento, de verdad necesito hablar con ella.

Tina y Ebrahim intercambiaron miradas preocupadas. Ahora, era Carmen quien parecía al borde de las lágrimas, y ver al joven castaño en un estado tan diferente al habitual, sin estrés ni ira, era algo nuevo y desconcertante. Tina apuntó hacia él con su dedo índice, manteniéndolo firme.

— Más te vale aprender a respetarnos a todos aquí, Jeff —dijo, alargando las palabras con una sonrisa irónica en sus labios—. Jo se ha ido, si de verdad quieres disculparte, te sugiero que la busques en la panadería y seas amable con ella.

Fak, quien pasaba con una caja de herramientas en las manos, se unió a la conversación con un comentario directo.

— Vas a ganarte el desprecio de Jelly, pero te lo mereces —añadió. Tina y Carmy lo miraron con confusión, y él explicó su opinión—. Fue un imbécil, y todos sabemos que Jo es un dolor de trasero cuando está enojada.

Sweeps, quien ocasionalmente se ocupaba de la limpieza, entró en la cocina con una escoba en la mano y le siguió a Fak.

— Ella no está enojada, tonto —afirmó—. Está herida, y eso es peor. La última vez que se enfadó de esta manera fue cuando Mikey le gritó y...

— Desapareció durante dos semanas —concluyó Marcus, el hombre alto, al quitarse el gorro que siempre llevaba puesto. Luego, se encogió de hombros y miró a Carmen, quien mostraba confusión en sus ojos—. Tendrás que ser convincente. Mikey era un idiota y nunca se disculpaba con ella. Sé amable; Jo tiene un corazón de oro, podríaperdonarte así mates a toda su familia.

— A veces pienso que es solamente tonta y no buena persona —interrumpió Tina mientras soltaba un suspiro—. Ve antes de qué decida no cubrirte y hagas pedazos esté lugar... adiós, Jeff.

A éste punto no podía dar vuelta atrás. De alguna forma agradecía que Tina fuese tan amable con él después de haberlo torturado con bromas "tontas" y otras cosas desde que había llegado. Por otro lado ahora se sentía con la presión de encontrar una forma con la que disculparse.

Solamente le agradeció a Tina con un apretón sobre el hombro cuando pasó a su lado, murmurando un "gracias" y dirigiéndose a la puerta principal. Podía aprovechar que Richie no estaba, y tampoco Sydney porqué de alguna manera se sentía que se complicaría todo intentando explicarle a la pasante a dónde iba y que su primo lo dejará salir vivo de la sandwichería — Se tomó el tiempo de tomar su sudadera de lana color café y su gorra gastada que en algún momento fue de un color azul intenso antes de salir de The Beff.

¿Cómo te disculpas cuándo nunca tuviste que hacerlo antes?




Era un mal día. Un horrible día. Un maldito. Asqueroso, repugnante, soso, y estúpido día.

Apenas tuvo la oportunidad tomó sus cosas y salió del lugar unos segundos después de que Richie y Syd (quién había sido tan amable de darle un vaso de agua) se fueran en el auto viejo del mayor a petición de Jo. Se los quitó de encima diciéndoles que necesitaban sellar ese hoyo sucio en la cocina antes de que ocasionará un incendio y a mala gana, su mejor amigo la dejó sola y ella se fue, usando una excusa que casi nadie creyó pero no le importó.

Tomó un taxi aún cuando podía llegar caminando a Grummies en cuestión de minutos, solamente estaba cansada de caminar y tenía la loca idea de que Richie podía regresar y obligarla a quedarse el resto del día preparando sandwiches, y no necesitaba más que volver a su cafetería, y ahogarse entre la masa de pasteles y mermeladas finas que compraba Marcel para ella.

No le gustaba la violencia. Obviamente, a nadie cuerdo le gustaba, pero Jo tenía un grave problema con ella. Era hija adoptiva y llegó a la casa de los A'Dair en su décimo cumpleaños; Sierra y William A'Dair habían estado buscando adoptar una niña durante años, pero cuando conocieron a la pequeña tímida y dulce Jo, decidieron darle un hogar permanente. Antes de eso, Jo vivió en demasiados hogares temporales, y no precisamente en hogares llenos de calidez y dinero como el de sus padres.

No se quejaba. Estaba viva gracias a todas las familias y personas que decidieron tenerla en algún momento de sus vidas en su casa, pero no salías de ellas sin tener un trauma o perder la fe en encontrar algo bueno. En la mayoría de ellas, eras abusado verbalmente, si tenías suerte. En otras, la violencia iba dirigida hacia ti, arruinándote la piel o dejándote marcas físicas que llevarías contigo el resto de tu vida. Pero eso era lo que te tocaba por haber sido abandonada frente a la estación de policía por tu madre drogadicta a la edad de seis años.

No le gustaba la violencia por una simple razón: ya había tenido suficiente de ella.

Esa jornada estaba cargada con una capa adicional de ira y violencia en su cuerpo. Las lágrimas de rabia habían brotado frente a sus conocidos, propiciadas por un hombre que parecía albergar el triple de coraje en su interior.

Estaba harta de que su mundo gravitara en torno a Mikey y Carmen Berzatto. Sin embargo, estos parecían adherirse a ella como un virus avanzado, listos para consumirla por completo.

— ¿Estás demente? —inquirió incrédula, cerrando los ojos mientras sentía un punzante dolor de cabeza—. Tú sí que no tienes vergüenza.

Carmen permaneció quieto. Cruzó la puerta de la cafetería con las manos en los bolsillos, manteniendo la gorra sobre su cabeza. Cuando Jo percibió que el hombre no tenía intención de marcharse, ella negó con la cabeza y se adentró por la puerta de servicio hasta la cocina. Carmy la siguió, saltando casi la barra de la caja registradora. El olor a granos de café y pan recién hecho le llegó como un bálsamo al estrés que le invadía, al punto de quedarse absorto en la contemplación del lugar, con sus paredes adornadas de tonos azules y amarillos y adorables dibujos de alimentos por doquier. Todo demasiado encantador para pertenecer a la panadería de una joven que rondaba sus veintes.

— Jo, por favor. —la había seguido hasta la parte trasera del restaurante, saliendo a la calle y sintiendo el repentino cambio de clima. Metió las manos en los bolsillos y se preguntó si Jo tenía frío—. Por favor...

Jo se detuvo, volviéndose para mirarlo con temor de encontrarse con esos ojos arrepentidos que tanto aborrecía. Pero no, solo eran los mismos ojos inexpresivos del rubio, ocultos tras la vieja gorra. De los labios rojos de la pelinegra surgió un seco "¿Qué?" mientras se cruzaba de brazos.

— No te conozco. No debí hablarte así. —se quitó la gorra y continuó—. Eres mi colega, y yo me comporté como un bastardo arrogante, lo siento.

— No tengo tiempo para esto. —murmuró Jo apretando los labios mientras pasaba junto a Carmy—. Tengo que hacer una entrega, voy tarde, lo siento.

La gente solía recordarle constantemente que su empatía era una debilidad que la hacía vulnerable ante el mundo. A Jo no le gustaba sentirse mal, tampoco hacer sentir mal a otros, así que terminaba cediendo. Pero si conocía a Mikey Berzatto, tanto como conocía a su familia. Esta no era la primera —ni la última vez— que Carmy iba a gritarle.

Lamentablemente, tenía que acostumbrarse.

O alejarse de él ahora.

— ¿Puedo ir contigo? —Jo se detuvo en seco cuando escuchó la pregunta, sin voltear abrió la puerta por donde habían salido—. Sé que soy la última persona de la que necesitas ayuda, pero no sé cómo disculparme.

Y allí estaban. Esos ojos de cachorro arrepentido, grandes y azules, enfrentándose a las iris marrones de Jo. Los rizos desordenados de Carmy caían a los lados de su rostro, pareciendo más pálido frente al frío de Chicago esa tarde.

Debía aprender a decir que no.

— Voy a hacer tu vida un infierno, ¿lo sabes? —el hombre mostró una leve sonrisa y Jo entrecerró los ojos.

— Me lo merezco.




La vida estaba llena de sorpresas. Unas más inesperadas, otras que podías predecir.

Otras que se formaban para encaminarte a tu destino, fuera bueno o malo. Pero siempre había algo en el intermedio que aplastaba la poca esperanza que podías tener.

No recordaba cuándo había salido de 'Grummies' con Carmy llevando una caja rebosante de Cannolis* dulces, listos para ser entregados unas cuantas cuadras más allá de la panadería. Tampoco podía precisar cuándo había invertido horas de su vida horneando junto al chef en un silencio interrumpido por pequeñas charlas sobre sus preparaciones. Sin embargo, la compañía resultaba agradable.

Había compartido la cocina con muchas personas a lo largo de su vida, al igual que Carmen. Crecieron en entornos culinarios distintos. Carmy no estaba acostumbrado a quedarse quieto durante horas mientras una masa se transformaba en la calidez del horno, y Jo no estaba habituada a ver a alguien moverse con tal frenesí por toda la cocina, como si su vida dependiera de ello.

Tras entregar el pedido pendiente, Carmy ofreció su ayuda nuevamente. Jo entendió que ansiaba verdaderamente su perdón, así que lo dejó contribuir. Normalmente había más panaderos y también estaba Marcel, pero cuando se trataba de pedidos para clientes importantes, Jo prefería trabajar sola, horneando para brindar algo fresco y recién salido del horno.

— Esto es para ti. —Carmy alzó las cejas al ver su delantal frente a él, limpio y doblado con esmero—. No tuve la oportunidad de dártelo antes. Úsalo ahora.

En las últimas semanas, olvidaba casi la mayoría de sus días. Al llegar a casa, comía lo primero que encontraba en su nevera, a veces enlatados, otras veces sobras de comida desagradable. En ocasiones, se disociaba frente al televisor; en otras, sucumbía al sueño; y en otras aún, era preso de un ataque de pánico.

No respiraba tranquilidad en ningún momento de su día.

— Había olvidado que lo tenías —mintió. Se vio forzado a utilizar un delantal raído que había encontrado en el restaurante en los últimos días; no había tenido tiempo de adquirir uno nuevo, por lo que lo había dado por sentado—. Gracias.

Durante las siguientes seis horas, Carmy encontró paz y Jo halló compañía.

Era algo que necesitaban, aunque jamás lo admitieran en voz alta.

Jo se movía con calma, cautivando al hombre que la observaba como si presenciará algo desconocido. Había visto a millones de personas cocinar, todos perfeccionando sus artes con una paz y paciencia increíbles, pero Jo lo hacía con una paciencia singular y serena, perdiéndose en los pequeños detalles. Sin muestras de desagrado cuando la mezcla salía mal, sin gritos, sin quejas. Simplemente reconocía su error y empezaba de nuevo.

Carmy intentaba igualarla, pero la paciencia no era su fuerte. Tampoco la repostería, aunque sabía cómo deleitar el paladar con un hermoso pastel de chocolate. Siempre había tenido problemas con la repostería, así que simplemente seguía a Jo en silencio y hacía lo que ella le ordenaba sin rechistar.

Su conversación no iba más allá de lo que cocinaban, volviéndose monótona para los compañeros de Jo que entraban buscando cosas en la cocina o interactuando con ella por otros motivos. El silencio se percibía, pero a nadie le importaba.

— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Carmy, observando la marca de tiempo retroceder en el horno—. ¿Qué sueles hacer a estas horas?

— No tengo ni idea. A veces me pierdo en pensamientos rutinarios. Últimamente, mi mente se evade y los minutos vuelan.

Por primera vez, ambos se miraron directamente a los ojos, y Carmen notó el pequeño tic que Jo tenía al apretar los labios: — ¿Puedo preguntar en qué piensas?

— Preguntas mucho, pero te mantienes en silencio cuando se trata de ti. —se quejó mientras desataba el delantal blanco—. Últimamente, reflexiono sobre mi vida, sobre el pasado. ¿Alguna vez has recordado momentos en los que no te sentías completo, solo para darte cuenta ahora de que eras feliz? Me pierdo en esos instantes.

— ¿Mikey estaba en esos recuerdos? —la pregunta la tomó por sorpresa, generando un pequeño revoltijo en su estómago—. En los míos sí. Son los únicos recuerdos en los que me sentía en paz conmigo mismo.

Era la primera vez que se sentía a gusto hablando de Mikey. La primera vez en que no importaba lo perjudicial que había sido el suicidio de su hermano en la vida de todos; sentía un nudo en la garganta solo de pensarlo.

Jo se deshizo del delantal y asintió. 'Aquí estamos de nuevo', pensó Carmy. Jo apretó los labios antes de esbozar una pequeña sonrisa: — En algunos recuerdos, Mikey solía ser un fastidio la mayor parte del tiempo. Me molestaba todo el día, pero lograba sacarme una carcajada, era un idiota.

— Se aprendía los diálogos de las películas que pasaban los sábados por la noche y los representaba para hacerme reír. —Carmy suspiró—. También lograba sacarme una risa con sus bromas, me daba unos golpecitos y luego me perseguía por la casa hasta que Donna decidía que era suficiente ruido.

Donna Berzatto nunca había sido una buena madre, mucho menos con su hermano mayor. Cada vez que Carmen cometía un error y Mikey lo ayudaba, era como una traición de su hermano hacia su madre. Para Donna, que Mike se hiciera cargo de sus hermanos era un recordatorio de la madre que era, así que desataba toda su ira contra su hijo mayor, mientras Carmen y Natalie permanecían callados, por petición de su hermano, con un "yo lo arreglaré, mocosos".

Hacerlo reír era un refugio para que dejara de pensar en por qué su madre solía ignorarlo o en las palizas que le propinaba a su hermana cuando ella olvidaba lavar los trastes sucios de la cocina.

— No has visto a tu madre, ¿verdad? —murmuró Jo, con un rastro de temor en su voz—. Donna no ha hablado conmigo desde el funeral, me evita. Cuando le pregunto por qué, simplemente me dice que no quiere verme por ahora.

— Mi madre también puede ser una idiota a veces. —exclamó con una sonrisa que tranquilizó los nervios de Jo—. No tengo idea de por qué no te habla. Pero quiero creer que no estás interesada en ser amiga de mi madre, ¿tratabas de caerle bien a la suegra o algo así?

Jo frunció el ceño en cuanto Carmy terminó de hablar. Se quedó boquiabierta y se llevó ambas manos a la boca, conteniendo un grito ahogado.

— ¿Qué? —exclamó, negándolo rotundamente. Carmy la miró sorprendido, escudriñando a su alrededor en busca de algo que pudiera haberla alterado—. ¿En serio piensas que Mikey y yo teníamos algo? Dios, ¿cómo puedes siquiera pensar eso?

Para cualquier persona que no conociera a Jo, parecía obvio por qué Carmy había llegado a esa conclusión. Richie había descrito la relación entre Jo y Mikey como "complicada" y, desde entonces, el chef pensaba que eran algo más que amigos, pero que no habían encontrado el momento adecuado para hacerlo oficial. Conociendo a su hermano, Carmy creía que había jugado con los sentimientos de la panadera.

Ahora se sentía como un idiota otra vez. Qué incómodo.

— ¿No salieron o algo por el estilo? —Jo negó nuevamente, atónita—. Oh... Supongo que entendí mal lo que me contó Richie. Lo siento.

— Dios, Carmy. Estábamos yendo tan bien... —bufó Jo, caminando hacia una de las sillas en la esquina de la cocina. Se sentó y soltó un suspiro de alivio, invitando al hombre a sentarse a su lado—. Maldición, Richie. Si querías saber algo sobre mi relación con Mikey, deberías haberme preguntado a mí en lugar de quedarte con la duda y suponer. Tu estúpido primo siempre intenta insinuar que el hombre que me daba palmaditas en señal de cariño era mi novio. Mikey era como mi hermano, Dios.

Carmy se quedó en silencio durante unos segundos y, antes de hablar, se acercó a Jo y tomó asiento a su lado. Reflexionó sobre lo que había salido de su boca. ¿Por qué tenía que volverlo todo tan incómodo siempre?

— Mereces algo mejor. Mike probablemente te habría dejado por un partido de fútbol y una cerveza barata. —sonrió encogiéndose de hombros.

— ¿Y tú me dejarías por una cajetilla de cigarrillos? —preguntó Jo, con las cejas levemente alzadas. Carmy sintió un pequeño rubor en sus mejillas—. ¿Sabes? Desde que llegaste, has pasado aproximadamente seis horas sin fumar un cigarrillo.

— No podría dejarte jamás. Acabas de enseñarme a hornear un Cannoli sin incendiar el lugar. —Jo rió, provocando que Carmy sonriera bobamente al escuchar su risa—. En Copenhague me echaron del área de repostería por hacer panecillos con sabor a carbón. No te cambiaría por cigarrillos.

Jo asintió feliz, aún sonriente. Entrecerró los ojos y tomó la mano de Carmy, apretándola un poco antes de soltarla. La expresión de Jo se fue suavizando hasta mostrar una mirada neutral. La joven volvió a apretar los labios: — Lamento lo de Mike, ¿vale? Lamento tanto por ti como por mí. No merecíamos todo esto.

Carmy se quedó unos segundos reflexionando sobre el contacto de Jo y lo que había dicho. La miró a los ojos, buscando algo que leer en su mirada o alguna señal de qué responder. Pero de alguna manera comprendió que Jo no necesitaba que dijera nada más si no quería. También entendía que la comodidad que había sentido con ella en esa pequeña conversación era una oportunidad para entender por qué se había equivocado en su forma de verla.

Quizás era el destino haberlo llevado a una panadería en un jueves por la mañana, forzándolo a dialogar sobre su difunto hermano con la mejor amiga de aquel, quien horas antes le había gritado hasta derramar algunas lágrimas de frustración.

Quizás era el destino que estuvieran juntos en el momento preciso en que la poca paz que había experimentado en las últimas horas se fuera a la mierda en cuestión de segundos.

Y, por supuesto, fue obra del destino que las disculpas y el esfuerzo que había dedicado al hablar con ella, al igual que Jolene, no le hicieran percatarse de las horas que transcurrían. Carmen no se dio cuenta cuando su tío entró airado a la cocina, interrumpiendo la conversación.

James "Cicero" irrumpió en el lugar, su mirada llena de molestia buscaba a la dueña, frunciendo el ceño de confusión al ver a su "sobrino" sentado junto a la chica con una camiseta blanca salpicada de harina.

— Carmen... —Carmen se puso de pie rápidamente, y Jo hizo lo mismo, como si los hubieran atrapado en la situación más incómoda—. Bueno, creo que acabas de salvarme de entrar en eso que llaman restaurante.

— También es un placer verte, tío. —respondió Carmy, sacudiendo sus manos sobre sus muslos y ofreciéndole una sonrisa forzada a su tío antes de estrechar su mano en un saludo torpe—. ¿Quién te dijo que estaba aquí?

Cicero sonrió con ironía, recorriendo la cocina con pasos silenciosos mientras observaba el lugar reluciente lleno de harina y otros utensilios de cocina: — ¿Por qué crees que te estoy buscando? Ya que decidiste que ninguno de tus familiares es digno de verte, no voy a rogarte como perro un momento de apreciado tiempo. —el hombre seguía examinando el lugar detenidamente antes de acercarse a Jolene, que estaba detrás de Carmy. Tomó una de las manos de Jolene con diversión y la sacudió, haciendo que Jo riera suavemente—. Hola, Jelly. Veo que todo luce igual de perfecto desde la última vez.

Otra persona de su familia que la conocía, excepto él. No podía sentir celos de la presencia de Jo en la vida de todos a su alrededor, pero sí sentía cada vez más frustración al ver la relación que ella tenía con personas que él conocía desde siempre. Cicero era como un mejor amigo para su madre y un tío para los Berzatto desde hace muchísimo tiempo. ¿Cómo conocía a la joven que era la mejor amiga de su hermano?

Pero claro, ella negaba que hubiera algo entre ella y Mikey, y Carmy no le creía ni un poco.

— Así que ustedes se conocen... —dijo el chef mientras fruncía el ceño, sintiendo que el tartamudeo comenzaba a regresar y su boca se secaba cada vez que intentaba hablar—. ¿De dónde?

— Creo que lo más sensato es conocer a la persona con la que construiste uno de los mejores lugares de repostería en Chicago, ¿no, Carm? —el mayor se encogió de hombros—. Pero me alegra que ambos estén aquí, me ahorran tiempo.

— No entiendo... —Jo se cruzó de brazos, no le gustaba la expresión de Cicero y tampoco le agradaba la incomodidad que volvía a formarse entre la mirada de Carmy hacia ella—. Viniste aquí... ¿por?

— Vine a hablar sobre The Beff. ¿No se supone que eres la dueña? —Jo miró a Carmy, esperando algún indicio de su parte, pero solo recibió una mandíbula apretada de parte del hombre—. No entendí nada de la situación del propietario, pero Sugar dijo que era más fácil encontrar la cura del cáncer que hacer que Carmy hable conmigo —Cicero señaló al Chef—, y le debes una llamada a esa pobre niña. No seas un idiota y habla con tu hermana.

— ¿Qué pasa con The Beff? —la respuesta de Jo hizo que Carmy se sintiera presionado de alguna manera; suponía que Jo no respondería sobre la parte compartida de los derechos de la sandwichería—. Si esto es sobre la venta del restaurante, Cicero, ya te lo dij...

— No está en venta. —interrumpió Carmy con voz firme, lo que hizo que su tío levantara las cejas—. Ya te lo dije, se lo dije a Sugar, lo arreglaré.

— Carmen. El lugar es un desastre, nunca lo arreglarás. —Cicero suspiró y los miró a ambos antes de continuar—. No van a arreglarlo, y parece que ninguno tiene sentido común para darse cuenta de eso, porque ambos parecen idiotas, al parecer.

— ¿Gracias? —Jo bufó—. Qué amable.

— Honestamente no tengo tiempo para darles una charla de tazas de intereses sobre gastronomía. —explicó el mayor—. Pero ya que ninguno tiene sentido común, vengo a hablar del dinero que le presté a Mikey.

Carmy y Jo fruncieron el ceño casi al unísono, haciendo que Cicero sonriera por la acción de ambos. Aún con la casi nula diferencia de estatura, parecía muy cómico ante sus ojos que ambos estuvieran parados un lado del otro con camisetas blancas llenas de masa y harina, mientras que tenían el rostro confuso mirándolo.

— ¿Michael te pidió dinero? —Carmy murmuró.

— Y me pidió bastante. Dinero en efectivo para su porquería de restaurante. Préstamos a plazo que nunca pagó... —el hombre tenso la mandíbula y se encogió de hombros mientras hacía una mueca de disgusto—. Y ahora, ya qué parece que ambos quieren conservar ese lugar, ustedes dos son los responsables.

Desde que Cicero cruzó la puerta, Jolene entendió que ese era la clase de momento inesperado del destino que venía a golpearte el culo sin piedad antes de soltarte una bomba encima.

— ¿Cuánto es? —soltó Jo, al borde de la presión de escuchar el número que sin duda sabía que no iba a ser razonable conociendo a Michael—. Tengo ahorros, supon...

— Trescientos de los grandes.

Y sin duda tenía razón. Lo que Jolene llamaba presentimiento (qué en realidad era su ansiedad disfrazada), había tenido razón. Haciendo que Carmy hiciera una mueca de dolor al escuchar a Cicero quién apretaba los labios volviéndose a encoger de hombros.

— Dios mío, Jimmy. —una vez más Carmy tartamudeó—. ¿C-cómo se te ocurre?

— ¿Trescientos mil dólares? ¿Para qué carajos Michael querría tanto dinero? —Jo se llevó sus dos dedos índice a las cines para calmar la punzada de dolor de cabeza.

— Lo siento, bonita, pero es lo que es. —casi con lastima volvió a suspirar—. Michael era un animal, un loco que los puso en una situación terrible. Entiendo que esto es una mierda para ti, Jo, tú tienes esté lugar, y oye, es precioso, y siendo sincero, Carmen, tú ni siquiera debiste volver a Chicago. A ambos les está cagando la vida, ¿entienden eso?

— Así que a eso viniste. —explicó Carmy, esta vez bufando del cansancio, su segundo de paz había desaparecido—. ¿Por qué se los prestaste?

— No lo sé, porqué soy igual de idiota que ustedes, por eso. —sonrió, Cicero se levantó mientras se acercaba para apretar el brazo de Jo dulcemente—. Yo también lo quería, y mucho.

— Voy a pagarte, Jimmy. —Jo lo miró casi suplicante, lo que hizo que el mayor negara con decepción y dirigiera su mirada hacia su sobrino, que parecía molesto observando a la chica—. Buscaremos la forma de pagarte, ¿verdad, Carmy?

Carmy asintió: — Sí, por supuesto. Te pagaremos.

Después de eso, Cicero se marchó y Jo maldijo mientras recordaba dos cosas. Una de ellas era que el maldito cannoli que había metido en el horno probablemente estaba arruinado, y dos, ¿en qué demonios estaba pensando al cargar con toda la responsabilidad de ser dueña de ambos lugares? Apenas tenía tiempo para cocinar un pedido sin quemarlo, y luego estaban los constantes problemas que surgían en The Beff. Y claro, también estaba Carmen Berzatto y su escasa paciencia.

No era de sorprender que después de esa conversación con el tío Jimmy, Carmy estuviera molesto. Y que las últimas horas que habían pasado juntos se fueran a la basura en cuestión de segundos.

— ¿Por qué todos piensan que tienes más derechos que yo en esta maldita situación? —preguntó alterado mientras se llevaba las manos a las caderas. Jolene, que sacaba el pan caliente del horno, volteó a verlo con los guantes anti-quemaduras puestos y la charola de plata, frunciendo el ceño antes de dejar el pan sobre la mesa—. Volvemos a la misma mierda.

— ¿A la mierda donde piensas que soy inútil y no merezco ser dueña del lugar? —respondió elevando la voz. Carmy la miró sin decir palabras, pero no fue necesario para que ella notara los ojos vacíos de arrepentimiento por lo que había dicho—. Genial, Carmy, qué buenas disculpas diste. Y yo, como una idiota, te creí.

— ¡Es mío! ¡También es mío! —gritó, haciendo que Jolene apretara los labios molesta. Aunque los separaba unos cuantos muebles en la cocina, Carmy se acercaba a Jo y esta daba pasos firmes para ponerse frente a él—. ¿De verdad es tan difícil aclarar que no solamente te pertenece a ti?

— Así que esto se trata de tu ego herido. —su tono de voz era sarcástico y con un toque de sorpresa—. Me sorprende que cada vez demuestres que puedes ser aún más idiota de lo que pensaba, Carmen.

— ¿Crees que tienes más derechos haber estado aquí cinco años, mientras que a mí se me negó trabajar en The Beff? —aunque en algunas palabras tartamudeaba, Carmy parecía lo suficientemente molesto como para herir a Jo nuevamente con sus palabras, pero esta vez tenía razón, y ella lo sabía—. No los tienes, y deberías respetarlo, ¿sabes por qué? Al final del día, ese restaurante me pertenece de la misma forma que a ti, y me importa un comino que vengan y te confundan a ti como la dueña, pero si vas a ser la dueña y no me vas a dar mi lugar, al menos sé eso. —suspiró, tomando una gran bocanada de aire—. Sé la dueña. O respeta mi lugar o aprende a ser la dueña. Y yo por fin descanso de toda la porquería que hago para que ese lugar siga funcionando y tú lidiarás con esa porquería y a mí me dejan en paz.

Ni siquiera la dejó terminar. Para cuando terminó de hablar, Carmy había tomado su chaqueta y su gorra y había salido de la cocina golpeando accidentalmente los hombros de algunos empleados al pasar rápidamente hacia la salida de Grummies. Jo lo llamaba a gritos por su nombre, pero al notar la mirada de los clientes sobre ella al salir corriendo detrás del rubio de rizos marcados, se sintió tan avergonzada que volvió a esconderse en su cocina.

No había hecho nada de ello con intención. En su mente no tenía ni la menor idea de cómo hacerse cargo del lugar después de la lectura de la herencia de Michael, y aunque lo tuviese, ella no lo quería. Lo había querido justo cuando se lo dieron porque tomaba esa última petición de su amigo como una forma de honrarlo, y estaba muy consciente de que su comportamiento en los últimos meses era la peor manera de honrar el último deseo del mayor de los Berzatto. Pero tampoco sabía cómo sobrellevar la idea de no ser la única con esa meta y mucho menos con alguien tan complejo como Carmen.

No podía enojarse con él cuando tenía razón, y eso también la enojaba.

Era claro que, por más que quisiera discutir con él, no podía ganarle en ese punto. Pero, de alguna forma, ella también estaba aferrada a la idea de que todo marchaba de una manera más tranquila antes de la llegada de Carmen Berzatto a su vida. Por más que Richard no supiera ni un poco de cómo ser dueño de un restaurante, al menos era más razonable discutir con su ego que tratar de gritar sobre la ira y poca paciencia de Carmen.

Carmen tenía razón. O Jo respetaba su lugar como dueño de The Beff al igual que ella, o hacía lo que Richard Jeremovich había sugerido desde que Carmen aterrizó en Estados Unidos:

Hacerlo regresar por dónde vino y que los dejara en paz de una vez por todas.

Y en este punto, Jolene estaba suficientemente cansada para hacer lo primero.







GIFSET BY MILA, @doomkills.





















































GLOSARIO— Manual de supervivencia de cocina por Lily Berzatto, (yo).

* CANNOLIS. postre italiano de Sicilia hechos con masa frita en forma de tubo, rellenos de una mezcla de queso ricotta, azúcar y otros ingredientes como chocolate o frutas. Son populares internacionalmente.

* TRINCHADO.    término utilizado en la cocina, especialmente en la gastronomía sudamericana, para describir una técnica de preparación y presentación de carne asada o guisada. En esencia, trinchar o trinchar la carne significa cortarla en trozos o rebanadas más pequeñas y manejables para servirla en la mesa.

( ! ) disfruta tu lectura, las palabras culinarias serán marcadas con * para agregarse a éste manual al final de cada capítulo.







© R-RIZZO, SWANN'S BOOKS
2023, THE BEAR SERIES BY FX
A CARMY BERZATTO FANFIC





























Claro que el nombre de éste capítulo resúmelo que Carmy pide a gritos: IGUALDAD.

¿Alguien podría decirles a Jo y Carmy que pelean como matrimonio con dos hijos y un bebé en camino? Nótese que ya no le grita tan feo, SKDKDK, UN APLAUSO PARA ESTÁ PAREJA QUE ESTÁ ENAMORADAAAAAAAAA.

Hola, buenas noches (para mi), claro que voy a subir esto más temprano pero cada que término de escribir esto, es madrugada. Espero que estén bien, Y GRACIAS POR ESPERARME, lamento tanto la tardanza pero cada vez es más complejo escribir 'Honeypie' sin afectar la historia original, pero es algo que no deseo cambiar debido a lo bien escrita que está y lo mucho que amo todo.

Gracias a mi hermano que me está ayudando muchísimo a poder traerles los capítulos, y también a mejorar la historia. Y HOY OBTUVIMOS UN FINAL (para la primera temporada de éste libro) y mañana organizaremos todo lo que resta del libro para poder traérselos muy pronto, duro tanto es escribir porqué tengo muchísimas ideas pero tan pronto lo tenga organizado, más rápido será mi escritura.

GRACIAS POR ESPERAR Y SEGUIR LEYENDO TAN FIELMENTE, me motivan a seguir aquí. 🤍

PD: Pásense por mi portafolio gráfico, que puede que les de un spoiler de los próximos capítulos muy pronto... y también, se viene la entrada del amor de mi vida Sydney. Prontito para ver a Jo siendo el chicle de Carmy para hacerlo sufrir y Carmy listo para aferrarse a Jo cómo mugre 😫

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