xi. cherry blossom
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Pese a haber tomado mis medicamentos al llegar, no podía ahuyentar el rostro de ese niño de radiantes ojos azules y cabello negro...menos la expresión de Bruce cuando todo sucedió. Miraba el techo recostada en la cama ya usando pijama y descansando las manos sobre mi vientre. Apenas noté que pasaron horas cuando escuché pasos fuera de la habitación que se acercaban lentamente, Bruce había vuelto trayendo consigo aquel sentimiento de pesadez.
Me senté doblando las piernas en el momento que le vi entrar; vestía su típico traje negro que usaba debajo de la armadura, mismo que comenzó a quitarse sin mirarme. La única luz entrante era la de la luna por el amplio ventanal a un costado de nuestra cama. . . se sentó en la orilla dándome la espalda una vez que dejó caer las prendas al piso dándome una linda vista de las cicatrices que adornaban su piel junto a aquellos pequeños lunares que tenía dispersos aquí y allá.
—Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?—dije sabiendo que no obtendría respuesta alguna.
Bajo esta luz Bruce lucía como un fantasma: alto e imponente. Un fantasma que estaba estancado en un recuerdo horrible de su niñez, cosa que le volvía muy valiente si me lo preguntaban. Le vi bajar la cabeza y lo tomé como señal para acercarme, para rodearle con mis brazos por detrás recargando mi cabeza en su hombro.
Él puso sus manos sobre las mías segundos después aceptando finalmente mi apoyo, no esperaba que fuera tan rápido pero me alegraba de que sucedió así. No hacían falta palabras pues podía entender todo lo que sucedía dentro de su cansada mente.
—Ven aquí—deposité un beso en su mandíbula soltándole.
Volví a mi lugar recargándome en un par de almohadas. Me miró por un momento antes de seguirme entendiendo lo que quería hacer; descansó su cabeza en mi pecho rodeándome por el vientre, llevé mi mano derecha a su cabello para acariciarlo terminando de abrazarle. Pude sentir como su respiración se volvía más tranquila, era algo que solíamos hacer en aquellas noches que volvía con mucho en su mente.
—Le regalaste tu muñeco—dijo poco después, sorprendiéndome.
—Si, creo que el señor Quacks se la pasará mejor con alguien que sí juegue con él.
—Creo lo mismo. Y Bee...
—¿Si?
—También creo que debemos ayudar a ese niño—hizo una pausa—así no será como yo.
Aquella última oración se quedó estancada en mi mente, así no será como yo. El trauma que vivió a los doce años le cambió y aunque todavía estoy tratando de deducir si fue para bien o para mal, el que quisiera evitarle todos estos años de dolor al no saber qué o porqué murieron sus padres no era mala idea sobre todo porque en verdad quería hacerlo. No obstante, el que me haya incluido en esos planes me causaba un calor reconfortante en el pecho.
—Quizá podamos empezar con ir al funeral.
—Por supuesto.
Pasamos otro momento en silencio, ambos perdidos en nuestros pensamientos muy a nuestra manera.
—Oye Bruce...¿y qué es lo que pasó? ¿Porqué Jim estaba allí?
Que la policía estuviera en el lugar llegaba a ser algo de rutina pero que el mismísimo James Gordon acudiera a la llamada indicaba que el asunto era diferente. Los accidentes no existían en Gótica.
—Alguien saboteó las cuerdas que sostenían los trapecios. Tony Zucco tiene que ver con esto.
—¿El mafioso?
—Si, estaba entre el público hoy—fruncí el ceño tratando de reconocer la fea cara del tipo durante nuestra visita pero nada—el señor Haly me habló sobre deber dinero de una cuota de protección. Los Grayson eran su acto estelar así que no dudo que se haya querido cobrar a su manera.
—¿Y qué seguirá ahora?
—Darle justicia a Dick Grayson.
—Me gusta como suena eso.
( 🦇 )
El día estaba nublado como era de costumbre en Gótica, el aire frío movía ligeramente nuestras gabardinas negras mientras presenciábamos la despedida de Mary y John Grayson; los miembros del circo rodeaban al pequeño Dick a comparación de nosotros que manteníamos nuestra distancia al no sentirnos familiares en el lugar.
Sostenía el brazo de Bruce cuando todo terminó, las personas parecían dar su pésame al niño quien asentía sin saber qué decir hasta que me notó al fondo cerca de la acera y junto a una tierna sonrisa emprendió su camino hacia nosotros acompañado del señor Renault. No pude evitar sonreír cuando vi el objeto amarillo colgando de su manita.
—Hola—saludó tímidamente cuando se dio cuenta que Bruce me acompañaba.
—Hola, Dick—miré a quien sostenía del brazo—él es mi esposo, Bruce.
Le miró curioso hasta que Renault tocó su hombro como indirecta a que continuara la presentación y tomara la mano de mi acompañante.
—Un gusto, señor Wayne.
—El gusto es mío, señor Grayson—el pequeño sonrió divertido por haber sido llamado "señor", cosa que contagió a Bruce—veo que traes contigo al señor Quacks.
No esperaba que Bruce llamara de esa manera al juguete, a veces solía ser muy amargado en ese aspecto y disfrutaba molestarle pero algo en Dick le hacía actuar diferente, más libre.
—¡Oh! Si, su esposa fue muy amable al regalármelo. ¿Cómo es que pudo ganarlo?
La noche anterior entre nuestras pláticas antes de dormir habíamos acordado algo que aún me parecía surreal, al menos hasta que hubiera un acuerdo físico de por medio. Es así que me miró y asentí sabiendo que era el momento.
—En realidad fue muy fácil—comenzó ganándose la total atención del niño a tal punto que le siguió cuando Bruce se alejó de mí—verás...
Renault y yo les vimos caminar en su alegre charla hasta que decidió llegar al punto.
—¿Llegaron a un acuerdo?—le miré cruzándome de brazos.
—Si, de hecho hablamos con nuestros abogados antes de venir. Todo está listo—una sonrisa se dibujó en su rostro regordete—¿Dick lo sabe?
—¿Qué dejará el circo para vivir en una mansión junto a las personas más ricas de esta ciudad? No, aún no he tenido la oportunidad de hablar con él—bajó la cabeza pensando sus próximas palabras—escuche, nosotros amamos al niño en el circo, básicamente lo criamos entre todos y sus padres eran muy queridos. No estaría pidiéndole esto si no fuera necesario. Sé que con ustedes tendrá una vida mejor en todos los aspectos y...
—Entiendo, no hace falta que de explicaciones—me sonrió suspirando de alivio—Bruce y yo nos encargaremos de que así sea—dirigí mi atención al par que discutían en la acera cerca del auto—lo prometo.
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