vii. living legend

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        Las reuniones con inversionistas siempre habían sido pesadas y lo eran aún más sin Bruce. Volví directo a casa luego de esas dos horas escuchando a hombres en trajes sobre números que no entendía pero pretendía que sí. Era muy agotador disimular que me perdí luego de que encendieran el proyector.



—Señora Wayne—me recibió Alfred con una sonrisa cuando entré por la cocina—¿qué tal su junta?



—Me hizo darme cuenta de que no soporto a los hombres ricos—escuché su risa mientras dejaba lo que compré camino a casa en la mesa.



—Hablando de hombres ricos...—le miré luego de colgar mi saco negro en la percha junto a la puerta.



—Sigue abajo, ¿verdad?—me crucé de brazos y él asintió.



Bruce tenía esa tendencia a obsesionarse con lo que hacía y no se levantaba hasta que terminaba, no lo juzgaba pues yo tiendo a lo mismo pero en conjunto con sus escasas horas de sueño. . .me preocupaba. Conociéndolo, significaba que no había comido desde que me fui por la mañana. Eran las seis de la tarde.



—Su esposo es muy terco—comentó sabiendo lo que pensaba.



—Demasiado—suspiré levantando la bolsa de papel junto la revista que dejé segundos antes allí—pero creo que puedo solucionar eso.



Me tomó cerca de dos minutos llegar a su lugar de operaciones luego de deshacerme de los tacones que me estaban matando. Le encontré con la mirada fija en el monitor usando jeans y aquella sudadera sudadera negra que le regalé hace unas semanas, aunque se veía tan bien me hizo preguntarme ¿porqué se había quitado su pijama? Digo, no es como si alguien más le viera mientras está trabajando...pero así era Bruce, uno de los tantos detalles que le caracterizaban.



Dejé en el escritorio enfrente suyo lo que traía en más manos para poder saludarlo apropiadamente. Sabía que notó mi llegada desde que entré a la propiedad pero sus tendencias obsesivas le hacían no darse cuenta del todo así que me acerqué a él para poder rodear su cuello y besar su mejilla dejando la marca de mi labial. Sonrió poniendo una de sus manos encima de las mías.



—Volviste temprano—dijo girando un poco la cabeza para verme encima de su hombro—¿qué tal la reunión con el consejo?



—Me dejó sin palabras.



—No entendiste nada, ¿cierto?—negué haciéndole soltar una suave risa—lamento no estar allí para explicarte todo. Es sólo que...



—Ese psicópata sigue suelto. Lo entiendo—le besé de nuevo, esta vez más cerca de sus labios para después soltarlo y acercarme a la mesa—pero no te preocupes, traje la cena.



Abrí la bolsa de papel para sacar un par de envoltorios y ponerlos sobre la mesa así como una caja blanca con línea morada.



—¿Hamburguesas? ¿Cómo es que Alfred te dejó entrar con eso?—recorrió la silla hasta quedar junto a mí.



—Le traje una a él también. Sé que dice que es "basura americana" pero he notado que sus ojos brillan cuando las come.



—Buena estrategia.



—Cuando mi esposo es Batman, algo debo de aprender ¿no?—sonrió de lado haciendo que el hoyuelo de su mejilla se hiciera presente. Entonces tomé la revista—por cierto, vi esto en un puesto y no pude evitar irme sin una copia.



Le di la vuelta mostrándole la portada: "Batman, el superhéroe que Gótica siempre ha necesitado" rezaba el titular sobre una foto algo borrosa del mencionado con un par de niños en brazos delante de un edificio en llamas. La semana pasada un tipo que se hacía llamar "Firefly" incendió un edificio en los Narrows sabiendo que no había suficiente personal en la zona para apagarlo, pero no contaba con que el hombre murciélago estaría apoyando.



—Hay todo un reportaje sobre Batsy de unas cinco páginas—le dije dándosela—también una casi al final sobre un tipo MUY guapo llamado Bruce Wayne y su traje carísimo en la comida con el alcalde.



Me miró divertido por un momento para después abrirla curioso. Ya lo había leído todo varias veces en el auto y lo habría hecho más de no empezar a divagar recordando tantas cosas como el hecho de que a Bruce nunca le importó mi nombre, es decir, le daba igual si era de la élite o de los Narrows. Mi existencia no había tenido relevancia hasta que la prensa se dio cuenta que no me separaba de él y ni hablar de ahora que estábamos casados. A veces era algo molesto ver mi cara en todos lados.



La violencia en Gótica ha bajado a niveles históricos desde la llegada de este misterioso justiciero—leyó en voz alta como para terminar de creérselo.



—Eres un héroe, Brucie.



Levantó la mirada encontrándose con la mía, no hacía falta decir que yo era su fan número uno y quien más orgullosa estaba de sus logros. Bajó la cabeza sin saber cómo reaccionar a lo que decían de él en aquel especial.



—Yo no...



—Salvas personas, ayudas e inspiras a la gente ¿qué eso no es lo que hace un héroe?



Desvío la mirada sin saber reaccionar a mi comentario. Algo típico de mi amado Brucie.



—¿Tiene tocino?—asentí sonriendo ante su pregunta sabiendo que quería dejar lo del héroe de lado.



A un par de metros de distancia estaba la otra silla que parecía estar allí especialmente para mi uso, gracias a que tenía llantas pude arrastrarla y sentarme a su derecha para comenzar a comer juntos. En un agradable silencio.



Minutos después Alfred apareció trayéndonos un par de sodas que sinceramente no sabía que teníamos en la casa. Cuando nos dejó presté atención a lo que tenía abierto en los monitores: archivos de Arkham y antecedentes de la policía de ese sujeto que tomó relevancia los últimos días: Edward Nygma.



—Sus iniciales son E-Nygma—dije algo confundida—buen juego de palabras.



—Se cambió el nombre hace un par de años.



—¿Para ser E-Nygma?—asintió haciendo bola el papel de su hamburguesa—entonces supongo que su verdadero nombre es todo un enigma.



Cerró los ojos reprimiendo una sonrisa ante mi comentario tonto, él sabía que no tenía control sobre mis chistes sin gracia pero debía admitir que ese fue bueno. Reí haciendo que hiciera lo mismo segundos después.



—Supones bien—me miró girando la cabeza—pero de nada sirvió porque dice llamarse "Acertijo".



—Ese tal Edward debe ser muy creativo, huh.



—Deja acertijos a modo de pistas en cada ataque—giré un poco mi silla para prestarle mi total atención pues sabía que me contaría sus teorías—toda pequeña adivinanza nos lleva a algo mucho más grande. Es como un rompecabezas y escala muy rápido. Si no detengo a este tipo pronto, empeorará todo.



Bruce era el hombre más inteligente que había conocido en mi vida, me parecía impresionante la cantidad de información que lograba sacar de un simple robo o en este caso, acertijos infantiles que ni siquiera podría resolver a la primera. Todo esto añadiendo la presión de debía estar sintiendo por parte de las personas y policía que irónicamente, dependía de lo que resolvería Batman.



Lo que me lleva a pensar en algo que Bruce no sabía y nunca le había dicho, era que él —sin importar si usara el traje de murciélago o el de gala— en verdad era mi leyenda viviente. No me gustaba encasillarlo porque habían tantas cosas que le describían pero todo lo que hacía y la manera en que actuaba suelen ser simplemente ¿espectaculares? ¿asombrosas?. . .Como fuera, el punto era ese.




Allí, bajo las tenues luces de su escondite hablándome detalladamente sobre el criminal que perseguía me di cuenta de que no sólo lo amaba demasiado si no que lo admiraba como a nadie.

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