v. nectar of the gods

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     No era muy seguido cuando Bruce y yo teníamos una cita de verdad fuera de las galas o idas a restaurantes entre reuniones de negocios, claro que pasábamos mucho tiempo juntos pero estaba más que claro que no éramos una pareja convencional considerando que él salía vestido de murciélago mientras le esperaba detrás de una súper computadora cuando no me vencía el sueño.



Quizá era por eso que mi mente decidió que era hora de tener una donde no habláramos de temas del trabajo, algo así como cuando éramos jóvenes y platicábamos de mil y una cosas sin cansarnos. . .parecía que discutimos nuestros sueños de preparatoria hace tanto tiempo.



Le había llamado dos veces, dos veces en las que terminaba colgando el teléfono antes de que contestasen al otro lado por nervios. Sé que suena tonto que me pusiera nerviosa pedirle salir en una cita al hombre con el que mantengo una relación desde los 16 años pero en mi defensa, temía que tuviera alguna junta mucho más importante que pasar tiempo conmigo.



Pero luego de pensarlo por un rato decidí ponerme aquellos jeans azul fuerte que combinaban a la perfección con el suéter gris de estrellas negras que mi mamá me regaló semanas antes por mi cumpleaños y arreglé mi cabello con una de las tantas diademas que tenía para después tomar las llaves de mi jeep y emprender el camino.



El reloj puesto en la recepción de Wayne Enterprises marcaba pasadas las cinco de la tarde cuando me abrí camino al ascensor. Menos de cinco minutos después las puertas se abrieron en el piso donde Bruce pasaba mayor parte del día, no estaba muy segura de donde estaba así que decidí esperarlo en su oficina.



—Bee—fue la primera palabra que salió de sus labios al entrar por la puerta y verme detrás de su escritorio.



Venía acompañado de su secretaria quien parecía estar saturándolo de información. Me levanté de la lujosa silla para acercarme a los dos.



—Brucie—respondí haciéndole sonreír. Me dirigí a la mujer que me miraba atenta—Susan, ¿puedes por favor despejar la agenda del señor Wayne el resto de la tarde?



Ella giró su cabeza a Bruce como esperando una respuesta lo cual era un poco insultante si era honesta.



—Escuchaste a la señora Wayne—respondió dándome la razón.



Él no me hizo pregunta alguna cuando dejamos atrás su oficina para entrar al elevador y terminar saliendo del edificio aunque sabía que moría por hacerlo. No solían gustarle las sorpresas porque tendía a prepararse para todo pero también sabía que nunca haría algo para hacerle daño.



Le tomé del brazo mientras caminábamos por la calle. No tardó mucho en darse cuenta a donde iríamos: la heladería frente al parque a menos de un kilómetro de Wayne Enterprises. Solíamos ir todo el tiempo allí durante sus pasantías en la empresa junto a Lucius antes del largo viaje que hizo.



—Puedo preguntar—levanté el rostro posicionándonos en la fila para comprar—¿a qué se debe la salida?



—Sólo quería salir contigo...como un matrimonio normal de personas que hacen cosas normales—me encogí de hombros vanzando pues era nuestro turno—hola, uno de vainilla y otro combinado por favor.



La joven que nos atendía quedó atónita por un momento al no poder creer que estábamos allí recordándonos que en efecto, no salíamos mucho. A veces pienso qué hay más avistamientos de Batman que de los Wayne.



—Bueno, me salvaste de dos tediosas juntas—tomó su helado de vainilla y yo el mío luego de pagar—eran acerca del nuevo edificio.



—¿Con Hugh McDermott?—pregunté mientras nos dábamos vuelta para encaminarnos al parque cruzando la calle. Asintió—ese tipo es irritante. ¿Hugh? Más como ugh.



El soltó una carcajada ante mi comentario, aquel sonido poco usual hacía sentir cálido a mi corazón. . .era como si heroína dorada corriera por mis venas, adictivo. No despegaba mi mirada de él para poder admirar lo más que pudiera su buen humor.



—Esa estuvo buena—le sonreí bajando mi mano de su brazo hasta llegar a su mano para entrelazarla con la mía.



Caminamos un rato en silencio disfrutando de nuestra compra teniendo una agradable vista del atardecer llegando sobre los árboles. Niños corrían en diferentes direcciones riendo, dos perros tomando el sol y una brisa de aire fresco; todo parecía ser perfecto, sobretodo mi compañía tan entretenida cual pequeño buscando que su helado de vainilla no goteara.



Entonces llegamos a la parte donde solían hacer eventos como autocinema o conciertos al ser muy amplia y despejada. Tuvimos suerte que casi no hubiera nadie; más que nada nos cuidábamos de los paparazzis, no queríamos que circularan fotos de Bruce teniendo una pelea con el cono que estaba goteando de abajo o algo así.



Le guié hasta la cima de la pequeña colina donde me senté. Él me miró algo extrañado. Ya habíamos terminado nuestro helado y creo que era momento de descansar un poco.



—¿Qué haces?



—Sentarme.



—Si, creo que lo noté—soltó una risita.



—Más específicamente, tomar el sol. Creo que nos vendría bien—le dije estirando mis pies y recargándome en mis brazos. La luz dorada me cubría por completo—sobretodo a usted, caballero de la noche.



Dudó un poco al principio pero al ver que no cambiaría de opinión se rindió sentándose a mi lado. Era algo extraño verle con aquella playera de cuello algo a juego con sus pantalones negros en medio del pasto, demasiado formal para estar en el parque.



—No recuerdo la última vez que se sintió así de cálido—imitó mi posición con la mirada fija en el cielo que poco a poco se tornaba de naranja junto a las nubes rosadas—es agradable.



—Lo es—dirigí mis ojos a dónde él permitiendo que el sol iluminara mi rostro.



A ambos nos gustaba mucho ver el atardecer y solíamos hacerlo todo el tiempo desde la azotea de la mansión pero debido a todos sus asuntos perdimos la costumbre. Extrañaba esos tiempos y apuesto a que él también.



—Solía soñar con esto cuando estabas fuera de Gótica—dije rompiendo el agradable silencio un par de minutos después.



—¿Con niños haciendo lucha libre en el pasto y un perro arrastrando a su dueño?—señaló con la cabeza la situación metros abajo.



—No, tonto—ambos reíamos—contigo bajo el atardecer. No sé porqué.



—Quizá porque me extrañabas—le miré doblando mis piernas y acercándolas a mí, recargando los brazos sobre mis rodillas—yo también lo hice cada segundo. No había momento del día en que no pensara en volver a mi hogar...



—Y eventualmente lo hiciste—giró su cabeza a mi dirección, sus ojos se veían más claros cortesía del sol.



—Por supuesto que si—sonrió de lado—porque lo eres .



Bruce siempre sabía cómo volverme loca, cuando no era con su toque lo hacía con sus palabras sobretodo porque sabía que las decía en serio. ¿En qué clase de dulce mundo vivía para que me dijera cosas así?



—¿Te he dicho que te amo con toda mi alma, ser y corazón?



—Muchas veces. Pero nunca está de sobra una más—mantenía esa expresión coqueta en su rostro lo que me hacía derretirme por dentro.



—No, supongo que no—tras devolverle la sonrisa recargué mi cabeza en su hombro—mira, el niño de rojo ganó.



—Uy, yo le apostaba al de verde—los dos pusimos nuestra atención al par de infantes a lo lejos—no recordaba que los niños fueran así de salvajes.



—Eso es porque dejaste de actuar como uno muy temprano—suspiré—ambos lo hicimos.



—Si, que lástima—recargó su cabeza sobre la mía.



—Oye, Bruce...



—¿Mmm?



—¿Crees que algún día tengamos ese salvajismo en casa?



No sabía porque pregunté aquello, simplemente salió. Ni siquiera esperaba que me respondiera, llevábamos casi dos años casados y era muy pronto para comenzar a planear ese tipo de cosas ¿no?



—Quizá.



No pude evitar sonreír. Quizá en unos años correría por los pasillos de la mansión una pequeña personita producto de nuestro amor...o quizá no. De igual manera era agradable pensar en ello y olvidar por completo que estaba casada con el mismísimo Batman.

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