Miel

Fue un cálido toque, solo eso sintió.

Una caricia sin importancia, no más que la punta de los dedos rozando su piel, sin embargo Estados Unidos nunca aceptó bien en contactó.

Su cuerpo reaccionó al instante, sosteniendo la mano sobre él con fuerza, tratando de recordar si lo que había pasado la noche anterior era real u otra de sus pesadillas nocturnas pero, el dolor de cabeza taladro en lo más profundo de su cerebro, haciendo que gruñera en respuesta, tensando todo su cuerpo, soltando la mano que hace poco sostenía.

ㅡPerdón ㅡsusurró una tímida voz, haciendo que por fin abriera lo ojosㅡ, pensé que...  ㅡlas palabras se quedaron en los labios de aquél desconocido, como si de un momento a otro se hubiera dado cuenta de algoㅡ, estas sangrando.

Ni siquiera presto atención a las palabras, mirando fijamente al chico frente a él.

Miro su piel, sus dedos, el cabello negro, los ojos cafés; de un café diluido casi de un color amarillo, sus labios, su pecho...

Se dio cuenta de que no había sido un sueño y sin embargo la criatura frente a él solo pudo haber salido de uno.

Perfecto, simplemente hermoso, más bello que cualquiera de los chicos que había matado, que cualquiera de las posibles víctimas que tuvo.

Tan puro que lo estaban tocando, pasando su manos por la herida que tal vez debió matarlo, todo eso sin una pizca de miedo.

Y muy dentro de él sintió un click, una sensación que no había experimentando desde hace tanto pero, que había añorado todos los días.

Ese éxtasis tan difícil de alcanzar e imposible de tener para una criatura como él.

Desde pequeño el amor parecía más una fantasía lejana que una realidad en su mundo... Sin embargo los ojos de aquel desconocido le revelaron una verdad y lo entendió en cuanto sus miradas se encontraron y el joven frente a él le sonrió.

Tenía que ser suyo, todo suyo.

ㅡ¿C-cual es tu nombre? ㅡpreguntó con voz ronca.

ㅡOh, cierto... debes estar muy confundido ahora ㅡdijo el morenoㅡ, no pienses que soy un secuestrador o algo así ㅡcomenzoㅡ, mi nombre es México y te encontré ayer te veías realmente mal y con todo el alboroto de anoche pensé que seria mejor traerte a mi casa para curar tu herida.

Estados Unidos asintió en respuesta. Tenía preguntas, demasiadas preguntas, quería indagar sobre todo pero, el cansancio y el dolor seguían atormentando su cuerpo, no creía poder hablar más incluso aunque quisiera.

Tal vez podría investigar más mañana o en unas horas pero ahora solo quería disfrutar de la presencia de México.

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