Corre.

Un ruido ensordecedor retumbo en todo el barrio.

Y un grito de terror le siguió a los segundos.

La mente de Estados Unidos había quedado en blanco, mientras que un dolor punzante se hacía presente en su abdomen, robándole el aire por instantes eternos, no perdió tiempo en pensar, solo corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron, esquivando muebles, empujando a personas.

Sentía aquel líquido carmesí expandiéndose en su ropa, manchando su piel, ensuciando la escena, dejando una huella.

No tuvo idea de cuanto tiempo corrió, lo que para él fueron horas seguramente no fueron más que minutos. El brillo de las estrellas resplandecía sobre él, iluminando su sangre y sin saber que hacer se dejo caer en el primer callejón que encontro, escondiéndose entre la basura maloliente.

Estaba perdiendo sangre, tanta que incluso el ver se le dificultaba, las luces de la ciudad se volvian puntos borrosos.

No tardarían en encontrarlo, prácticamente tenía la evidencia en su cuerpo.

No tenía nada más que hacer.

Todo estaba perdido.

Aceptaría su muerte, aceptaría que dejaría de vivir ese día.

Cerro sus ojos, sintiendo el frío asbesto maltratar su frágil piel, la sangre chorrear de su herida, sus pulsaciones bajar, su cuerpo temblar.

Los ruidos se volvieron la perfecta sinfonía de despedida, las sirenas de policía resonaban, los gritos y los pasos se escuchaban. Se preguntó si sabrían quien era o si solo lo verían como un vagabundo más, eso era tan denigrante.

Los cuerpos en su nevera ¿los encontrarían?

ㅡ¿E-estas bien?

Sintió unas cálidas manos sobre sus mejillas y un chillido de sorpresa llegando a sus oídos.

El estadounidense abrió los ojos con la poca fuerza que le quedaba; sin ver nada más que borrones, trato de moverse, pero para ese momento le era imposible, la figura frente a él sonríe o eso le parece.

ㅡ¿Te puedo ayudar? ㅡpregunta el extraño.

ㅡPense que los asesinos iban al infierno ㅡsusurró el rubio formando una irónica sonrisa en los labiosㅡ, ¿eres un ángel o un demonio?

No supo si la persona frente a él respondió, Estados Unidos pensó entonces que la vida no era tan mala y que aquel chico frente a él no era más que un ángel, porque solo una criatura así sería capaz de acercarse a él sin sentir miedo.

¿Así se sentía el paraíso entonces?... Con esos ojos color miel fijos en él.

Las sensaciones y el ruido se perdieron, no supo nada más, sus ojos se cerraron entregándose por completo a la obscuridad de la que por tanto tiempo trato de huir.

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