31. Lay/Suho

— Pero tu eres el mayor, sabes que soy frágil frente a ti.— Me sonrojé mientras hacia un puchero.

'— No le digas al tío Zhang.'

Mi corazón latía a mil por horas, sentir sus belfos estaba soñando, ¿cierto? ¿él me esta besando? —. No-no le diré nada.

Cerré mis ojos cuando volvió a besarme y un suspiro se me escapó cuando lamio mi mejilla, después de eso me oculte en su cuello, tenía miedo que solo este imaginando aquello.

— N-no me dejes conejito...

Tenía miedo que se aleje, no quería soltarlo pero lo hice despues de dejar un corto beso en su cuello, miré sus lindo ojos y sonreí.

— Tu unicornio esta herido, me duele Suhito —. Señale mi labio.

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Sabía que eso era cierto y me sentía tan halagado y feliz. Sonreí mientras prometía no decirle nada a su padre, se ocultaba en mi cuello y sabía que podría arrepentirme de lo que estoy haciendo y de no detenerlo pero me gustaba estar ahí y así.

— No pienso dejarte unicornio —. Besé su cabello y respiré hondo.

Al momento de separarse me vio a los ojos directamente y me sentí avergonzado por mi arrebato, soy el mayor y él era más alto, soy el mayor pero él suele ser tan maduro y aunque diga que se comporta de manera infantil, yo soy un niño con él, mis mejillas se tiñeron de carmesí y observé a mi alrededor antes de echarle los brazos al cuello y traerlo a mi nivel o eso pretendía.

— ¿Qué puedo hacer? Yo soy el abogado y tu el doctor —. Reí y observé, me sentí culpable y aparté su mano, volví a poner mi mano en su cuello y lo acerqué, tenia unos rasguños y una herida en el labio.

Di un vistazo a sus ojos y luego lamí su labio con las mejillas en llamas, no podía decir que me repudiaba, hacía estragos en mi y todos esos estragos eran tan buenos y se esparcían por todas mis células. Sentí un pulso eléctrico en mi entrepierna y volví a lamer. Me gustaba y eso me volvía loco, me estresaba. No soy gay, soy un zoofilico amante de los unicornios.

Mentalmente me golpee por preferir una filia a aceptar una orientación sexual pero... era un dilema que debatía mientras me empeñaba en lamer sus labios heridos como si mis lamidas tímidas hicieran milagros, quizá lo hacían pero no eran milagros curativos.

— ¿Duele mucho? —. Pregunté suavemente mientras seguían mis pequeñas lamidas.


26062018

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