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Un pequeño Park Jimin miró su reflejo en el espejo y dejó que un suspiro de resignación se escapara de su boca al ver el tonto peinado que le había hecho su madre para asistir el primer día a clases. A él no le gustaba para nada ir tan engominado porque lo hacía lucir como su padre antes de salir al trabajo, pero al alzar la mirada y ver el rostro de su madre con una sonrisa orgullosa curvando sus labios lo hacía enojarse consigo mismo porque no podía desordenar su cabello. No quería herir los sentimientos de su madre porque ella muchas veces le dijo que lucía muy bonito pero tampoco quería que los demás niños en el colegio se rieran de él por ir peinado como un señor.
—¿Te gusta, cariño? —preguntó la señora Park, acariciando el cabello bien peinado del infante.
Jimin tuvo un pequeño debate mental en su cabeza. Sabía que mentir era malo pero, decirle la verdad a su madre causaría un corazón roto. Así que, sólo se limitó a esbozar la sonrisa más dolorosa en su corta vida y bajar la mirada hasta su altura, rechazando por completo el peinado.
Estaba muy ansioso. Aquél día, asistiría por primera vez a la escuela y la noche anterior estuvo pensando muchísimo sobre lo que le deparaba el destino ese día. Debía admitir que tenía miedo que ningún niño quisiera acercarse a él y jugar un rato pero, también le daba miedo acercarse por su cuenta, pensando en la posibilidad de ser rechazado. ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado? Durante las vacaciones ansiaba con todas sus fuerzas que el primer día de clases llegara para tener nuevos amigos y aprender cosas nuevas, sin embargo, en ese momento cuando sólo faltaban minutos para salir, dudaba sobre su deseo que se mantuvo con él durante semanas enteras.
La señora Park le dio un suave apretón en los hombros notando lo nervioso y asustado que estaba su hijo. Jimin era un niño muy adorable y tierno pero, al inicio era tímido y reservado. Le costaba mucho entrar en confianza por el miedo a ser rechazado y su madre no entendía a qué se debía porque los niños a su edad de lo único que debían preocuparse era de ser feliz.
—Todo saldrá bien, pequeño —le dijo la mujer. El niño giró sobre sus talones y miró a su madre quien se agachó a su altura—. Eres un pequeño genial, sólo diviértete, ¿está bien, amor?
Jimin asintió, creyendo fielmente las palabras de su progenitora.
—Ahora ve a cepillarte los dientes, cariño. Saldremos en cinco minutos.
Jimin asintió y corrió hasta el baño. Tomó el cepillo y la pasta dental de un salto antes de hacer lo que su madre le pidió. Lavó sus dientes con rapidez y escupió la espuma en el lavabo antes de enjuagar su boca, secar sus manos y correr hasta su habitación de nuevo para tomar su pequeña mochila de superhéroes. Jimin era optimista y sabía que aunque estuviera muy nervioso por su primer día de clases, todo iba a salir bien.
—¡Estoy listo!—exclamó cuando llegó al lado de su madre. Esbozó una sonrisa, le faltaba un diente y eso hacía que luciera chistoso y adorable al mismo tiempo— ¿Ya nos vamos? Estoy tan nervioso, mamá... —confesó, ignorando por completo su mala pronunciación con la r— ¿Crees que los niños quieran ser mis amigos?
La señora Park esbozó una sonrisa y acarició la mejilla rellenita y ruborizada de su hijo.
—Claro que sí, amor. Ahora, ve afuera y espérame en el auto, ¿bien?
El niño asintió con efusividad y corrió fuera de la casa. Como el auto de su madre había sido desbloqueado previamente, abrió la puerta y lanzó su mochila al interior antes de subirse de un salto enérgico y sentarse en el asiento del pasajero. Se abrochó el cinturón de seguridad con un poco de dificultad y se quedó ahí, balanceando sus pies de un lado a otro mientras que murmuraba cosas en voz baja.
Tomó su mochila favorita y la abrazó contra su pecho. Apretó los labios, pensando si tendría algún compañero al cual le gustara Spiderman. Era su superhéroe favorito y él necesitaba un amigo que compartiera sus sueños porque sus amigos de la avenida eran unos tontos. Quería presumir el disfraz de Spiderman que le había obsequiado su padre en su cumpleaños, quería invitarlo también a dormir a su casa para ver películas y si era posible, invitarlo también a su próximo cumpleaños. Ah, Jimin estaba realmente emocionado con la idea de conocer a alguien con quien compartir sus gustos. Realmente quería hacerlo.
La señora Park subió al coche y encendió el motor de inmediato. Se abrochó el cinturón de seguridad y emprendió su marcha. Por lo que Jimin había oído, su nuevo colegio no estaba tan alejado, entonces no demorarían mucho tiempo en llegar.
Y así fue. Luego de un par de minutos, su madre detuvo el coche justo al frente de un edificio de dos pisos que estaba lleno de niños acompañados de sus padres. El ruido que emitió el cinturón de su madre al ser desabrochado hizo que el pequeño cuerpo de Jimin se estremeciera. Ladeó un poco la cabeza, mirando a la mujer que lo observaba cariñosamente a través del espejo retrovisor.
—Hemos llegado. ¿Estás listo?
El infante sacudió la cabeza con frenesí. Sus ojos demostraban el miedo que sentía en ese momento, su estómago apretado de tal manera que llegaba a ser doloroso.
—No quiero ir mamá. ¿Podemos volver a casa? Por favor...
La mujer giró en su asiento y estiró el brazo para tomar la pequeña mano de su hijo —Tranquilo, Jimin. Ya verás que será difícil sólo el primer día pero, cuando los demás niños vean lo divertido que eres, tendrás un montón de amigos.
—¿De verdad lo crees? —Jimin preguntó, inseguro.
—Por supuesto que sí, Mimi. Eres un pequeño muy dulce, ¿cómo no podrías agradarle a los demás niños?
Jimin esbozó una pequeña sonrisa, sintiéndose un poquito más calmado. Le gustaba hablar con su mamá porque ella siempre sabía que decir. Definitivamente quería ser como ella cuando fuera grande. Ella era muy dulce y simpática, además de que cocinaba delicioso y siempre cuando ordenaba su cuarto le regalaba un dulce a escondidas de su padre porque a él no le gustaba que Jimin comiera tantos dulces.
—¿Bajemos ahora? No queremos que llegues tarde tu primer día de clases, ¿verdad, cariño? —la mujer habló con dulzura y esbozó una sonrisa enseñando sus dientes cuando el pequeño asintió un poco indeciso— Muy bien, vámonos.
Con la poca seguridad que pudo reunir Jimin en menos de un minuto, se desabrochó el cinturón de seguridad, tomó su mochila con fuerza y abrió la puerta del coche para bajarse. Cerró con cuidado y se paró ahí esperando a su madre. Cuando la mujer llegó a su lado, el niño no dudó en tomarle la mano, su mano libre seguía sosteniendo su mochila contra su pecho como si su vida dependiera de ello, sus pequeños ojos marrones se movían de un lado a otro, mirando a los demás niños, preguntándose quién de todos ellos sería su compañero.
Sus pies se movían con cuidado, dando temerosos pasos hasta la entrada de un lugar totalmente desconocido. Todo lucía tan grande e intimidante, el ruido alrededor de Jimin llegaba con mayor intensidad a sus oídos, haciéndolo sentir indefenso con el transcurso de los segundos. No obstante, dentro de su mente, trataba de recordar las palabras de su madre. Era normal estar asustado pero podría hacerlo. Su mamá se lo había dicho y él creía en ella.
Juntos se adentraron en el pasillo principal del colegio y sin soltar la mano de su madre, Jimin arrastró sus pies mientras que sus ojos miraban asustados de un lugar a otro. Escuchaba la risa de los otros niños y también logró percatarse que había varios niños haciendo pucheros para no ser dejados en las aulas por sus padres. No supo cuánto tiempo estuvo caminando pero, finalmente su madre se detuvo fuera de un salón de clases donde una mujer alta y delgada estaba de pie. Jimin alzó la cabeza para mirarla a la cara, los ojos de la mujer lucían cálidos y simpáticos.
—Buenos días, maestra Han —saludó educadamente la madre de Jimin, haciendo una pequeña reverencia.
—Buenos días. ¿Park Jimin?— inquirió la mujer desconocida y el niño asintió con lentitud— Pasa, por favor. Puedes sentarte donde quieras.
Jimin miró a su madre y la mujer asintió, acariciando el cabello del pequeño con suavidad. Moduló una despedida y él alzó su pequeña mano para darle un saludo de despedida también antes de ingresar al salón con inseguridad.
Sus ojos marrones recorrieron rápidamente el lugar y se dirigió al primer lugar disponible que divisó. Casi corrió hasta llegar allí y se sentó en una de las sillas disponibles, llamando momentáneamente la atención de sus compañeros. Su corazón latía tan rápido que en cualquier momento saldría disparado por su pecho y atravesaría la ventana hasta perderse por completo.
Luego de unos minutos, la voz de la profesora se oyó en el salón y Jimin escuchó atentamente las instrucciones que daba la mujer. Sus compañeros cuchicheaban porque al parecer algunos de ellos ya se conocían y eso le causó un poquito de envidia.
Recibió la hoja que le entregó la maestra con ambas manos y asintió al oír las instrucciones que ella dio.
—Debo dibujar mis vacaciones...— susurró para sí mismo, dejando su preciada mochila de Spiderman sobre la mesa antes de sacar de su interior su escuche junto con los crayones que le había regalado su papá.
Miró de manera distraída a los diversos niños que estaban sentados en las mesas justo frente a la suya. Dos niñas hablaban alegremente, reían y asentían, sumidas en su propio mundo. Un niño con la mirada pegada a la hoja, dibujando lo que la profesora les había dicho. Sus ojos se detuvieron un par de segundos en uno de sus compañeros quien estaba sacando su estuche con cuidado y lo afirmaba sobre sus piernas. Los ojos de Jimin brillaron al darse cuenta que era un estuche de su superhéroe favorito y deseó pararse en ese mismo momento para ir a hablar con él.
Al volver la vista a la hoja blanca que descansaba junto a sus manos, colocó atención en lo que sus compañeros, que estaban sentados en la misma mesa que él, conversaban y sus vacaciones ya no parecieron tan emocionantes.
—Nosotros fuimos a América —escuchó Jimin y tímidamente alzó su mirada para ver al niño que contaba animadamente su experiencia—. Mi papá nos llevó a Walt Disney y recorrimos todo el lugar.
—Qué mentiroso eres. —lo acusó otro niño, refunfuñando.
—Es verdad. Tengo muchas fotografías. Si no me creen, mañana traeré algunas.
—Pu- ¿puedo verlas también?
Antes de que Jimin pudiera darse cuenta, él ya había pronunciado aquellas palabras, ganándose la atención de sus compañeros de puesto. Cinco pares de ojos estaban sobre él, observándolo con curiosidad. Jimin sintió como la sangre fluía hasta sus mejillas, haciéndolo sonrojar. De pronto, hacía demasiado calor ahí.
—Claro —le respondió el otro niño—, ¿cómo te llamas? Yo soy Minki.
—Park Jimin. —se presentó de manera tímida. Había tantas cosas que quería decir pero se sentía nervioso por la mirada insistente de los niños sentados junto a él.
—¿Y qué hiciste en las vacaciones, Jimin?— le preguntó Minki, bajando su mirada al dibujo. Tomó uno de los lápices que estaban en su estuche y empezó a trazar líneas sin sentido en la hoja blanca.
¿Qué podía decirle?, pensó Jimin, intentando crear alguna aventura que no fuera mentira pero que no expusiera sus aburridas vacaciones. Y es que cualquier actividad al lado de las vacaciones de Minki sonarían aburridas.
—Nada. —respondió finalmente, encogiéndose de hombros— Sólo jugué con mis amigos.
Luego de decir aquello, guardó silencio y mantuvo la cabeza gacha, enviándole una indirecta a sus compañeros porque realmente no quería hablar con ellos en ese momento. Todavía podía escuchar a Minki hablar sobre sus vacaciones; Jimin rodó los ojos de manera disimulada, ya sabría que no se llevaría para nada bien con él. ¿Su mamá mentía entonces? No, por supuesto que no. Ella siempre era honesta con él, Minki a lo mejor estaba siendo un poco tonto para llamar la atención de los demás.
En ese instante, Jimin escuchó el sonido chirriante de una silla siendo arrastrada y la risita burlona de los niños que se encontraban justo frente a él. Cuando el pequeño ladeó la cabeza para observar qué ocurría con cierta curiosidad, se encontró con el mismo niño que tenía el estuche de Spiderman moviéndose con cierta torpeza y con las mejillas tan rojas que parecían querer explotar. No alcanzó a ver mucho más ya que la maestra caminó hasta ese grupo de mesas en particular y se ubicó justo frente al niño de cabello rizado, obstruyendo su campo de visión.
Finalmente, luego de lo que pareció una eternidad, el timbre que daba inicio al primer receso resonó en el establecimiento. Jimin no esperó a que sus compañeros de puesto se colocaran de pie para salir con ellos al patio porque realmente esos niños no le habían agradado del todo. Por lo menos, no Minki. Así que, simplemente salió del salón y siguió a la multitud hasta llegar al patio.
Su madre le había dicho que guardara en su mochila algún juguete pero, él no le había querido hacer caso y ahora se sentía un poquito arrepentido. No hablaba con nadie y no tenía nada con qué jugar. ¿Ese día podía arruinarse más?
Sus ojos marrones se detuvieron en un niño de cabello rizado, el mismo niño que había dejado caer su estuche en el salón y el corazón de Jimin latió con emoción al recordar que el estuche de ese niño tenía un estampado de su superhéroe favorito.
Sin dudarlo, se acercó a él. El niño y él estaban solos, podían ser amigos, ¿verdad?
—Hola —lo saludó Jimin cuando llegó junto a él. Cuando el otro niño alzó la mirada, el pequeño Park Jimin le obsequió una sonrisa—, soy Jimin. ¿Quieres jugar conmigo?
Jimin vio el miedo reflejado en los ojos marrones de aquél niño de cabello desordenado y rizado, quiso acercarse y alborotar sus rizos como usualmente lo hacía su madre cuando él estaba nervioso pero, no lo conocía y a lo mejor, a él no le gustaba ese tipo de contacto.
Por ende, sólo se limitó a sonreír y se agachó en cuclillas, quedando justo frente a frente.
—¿Quieres jugar conmigo? —le preguntó una segunda vez a lo que él otro niño asintió con lentitud— Genial genial. ¿Cómo te llamas?
—Taehyung. —respondió el niño frente a él. Su voz era tan baja que Jimin apenas lograba escucharla.
Taehyung estiró su brazo, ofreciéndole la mano en un saludo y sin dudarlo, Jimin la aceptó. Sólo había visto ese tipo de actos en las películas que veía con su padre y le pareció bastante entretenido.
—Mucho gusto, Taehyung —respondió Jimin ante el saludo del otro niño que le pareció bastante simpático— ¿Te gusta Spider Man?
En ningún momento le soltó la mano a Taehyung. De hecho, cuando el niño de rizos agitó su cabeza con más entusiasmo cuando le preguntó si compartían el mismo superhéroe favorito, apretó su mano con mayor emoción— ¡Eso es genial! Ven, vamos a jugar.
Luego de decir aquello, Jimin se colocó de pie y le dio un tirón a la extremidad, haciendo que Taehyung se colocara de pie.
Jimin pensaba que Taehyung, por lejos, era el mejor compañero de juegos que había tenido. Era muy chistoso, divertido y tan amable que sus mejillas estaban comenzando a doler por culpa de la sonrisa que curvaba sus labios. Se sentía a gusto con él y realmente no le importaba que no supiera pronunciar las palabras correctamente. Taehyung le confesó que le daba vergüenza hablar porque había nacido en Canadá y su coreano no era muy bueno. Él mismo se había ofrecido a ayudarle a aprender el coreano para que se le hiciera más fácil comunicarse con los demás y algunas veces, cuando Taehyung se equivocaba, él lo corregía con simpatía, sintiendo unas increíbles ganas de chillar de emoción al ver el arduo trabajo que hacía su nuevo amigo por pronunciar correctamente las palabras.
Taehyung era el mejor haciendo dibujos en la arena, podía crear los castillos de tierra más geniales que había visto en su vida, y correr tan rápido como Flash. Habían tantas cosas geniales en él que Jimin no encontraba las palabras suficientes para describir la impresión que su nuevo amigo le había causado pero tenía unas increíbles ganas de aferrarse a él con manos y pies y nunca más soltarlo. Su cabello desordenado, largo y rizado lo hacía parecer como un pequeño osito de peluche al cual Jimin quería cuidar por mucho, mucho tiempo más.
Jimin pensó que debía agradecerle a su madre por haberle insistido en asistir a la escuela ese primer día. Si no lo hubiera hecho, no habría conocido a Taehyung.
—¡Seamos amigos! —exclamó Jimin, tomando por sorpresa a Taehyung quien lo observó con ojos bien abiertos— ¿Te quieres sentar conmigo ahora?— sus pómulos se levantaron al sonreír cuando el niño de cabello rizado asintió sin dudarlo— Genial, seremos súper amigos desde ahora en adelante.
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