ღ dos

Park Jimin miraba el reloj con insistencia aun cuando no sabía qué hora era exactamente. Lo único que tenía claro era lo que su madre le había explicado:

"—Cuando el palito corto esté en el seis y el largo en las doce será cuando Tae llegue aquí."

Repetía esa misma frase una y otra vez en su cabeza para no olvidarla.

Se bajó de un salto del sofá y fue corriendo a la cocina donde su padre y su madre se encontraban preparando la cena. Aquél día sábado y como todos los sábados, correspondía una cena familiar para los Park y el pequeño integrante de la familia, había decidido que ese sábado sería diferente y especial porque había decidido agregar a la corta lista de invitados a su mejor amigo.

— ¡Papá, papá! ¿Qué hora es? El palito corto está en las cuatro y el largo en el diez.

El hombre rió ante el entusiasmo reflejado en el tono de voz de su pequeño hijo.

—Todavía falta, Jimin.

— ¡¿Pero cuánto falta?! —soltó un falso lloriqueo, tratando de conseguir la información que quería.

—Faltan diez minutos para que sean las cinco, Mimi.

El niño soltó un resoplido. Si sus cálculos eran correctos, aún faltaba mucho para que Taehyung llegara y ya no creía poder aguantar más. Si le decía a su madre que lo fueran a buscar a su casa, ¿ella aceptaría? Hizo el intento de hablar pero cuando miró a la mujer, se encontró con sus ojos marrones fijos en él. Una sonrisa nerviosa brotó de los labios de Jimin y se alejó un paso, y luego otro y otro hasta llegar a la puerta de la cocina.

Se quedó parado en medio del salón sin saber realmente qué hacer. En ese instante, como nunca, la hora pasaba tortuosamente lenta. Después de dudar un par de segundos qué hacer, decidió lanzar su cuerpo sobre el sofá una vez más y encender la televisión para ver las caricaturas. Ahí estuvo los primeros minutos, entretenido observando los dibujos animados y lanzando rápidas miradas al reloj que colgaba en la pared. Casi a las cinco y media, su padre fue hasta el salón y golpeó suavemente la cabeza del niño con su dedo. Jimin miró hacia arriba desde su posición, encontrándose con la mirada amable de su padre.

—Es hora de que te des un baño, Mimi.

—Está bien.

El niño se colocó de pie y fue hasta el baño. Segundos después, llegó su padre cargando consigo la toalla del niño. Largó el agua y esperó a que se regulara para poder colocar el tapón en la tina, agregando un poco de jabón para que las burbujas comenzaran a crearse.

— ¿Sabías que Tae es muy bueno dibujando, papá?

— ¿En serio? Eso es increíble— halagó el hombre, ayudando a su hijo a desvestirse.

— ¡Sí! —exclamó el pequeño, alzando los brazos para quitarse la camiseta— Los dibujos que están pegados en mi habitación me los regaló Tae. —contó, sintiéndose muy orgulloso de su amigo.

— ¿Esos los hizo él? Pensé que los habías hecho tú.

Jimin rió —No, papá. ¿Y sabías que es muy bueno jugando a la pelota? Y habla muy bien en inglés. A veces me habla en inglés y yo no le entiendo nada.

El señor Park soltó una sonora carcajada ante la expresión que se reflejó en el rostro de su hijo. Era como una expresión de confusión y burla con él mismo, pero algo muy inocente.

Una vez que estuvo desvestido completamente, Jimin alzó los brazos y fue metido en la bañera llena de agua con burbujas con ayuda de su padre, quien también le entregó sus juguetes. Mientras su papá le lavaba el cabello, él se dedicó a jugar con el pequeño juguete de plástico, introduciéndolo al agua, como si estuviera nadando al igual que un delfín.

— ¿Puedo quedarme un rato aquí? —preguntó el niño, una vez que su padre terminó de lavarle el cabello. Realmente le gustaba jugar en la bañera.

—Está bien pero, solo unos minutos. Vendré enseguida.

Jimin jugó unos minutos más en el agua y ya cuando su padre volvió no puso ninguna objeción para salir de la bañera. Lo secó perfectamente y luego lo llevó en brazos hasta su habitación para poder ayudarlo a vestirse. Jimin siempre trataba de vestirse solo pero terminaba en un completo desastre porque se colocaba la camiseta al revés o los zapatos en el pie incorrecto.

Una vez que estuvo vestido, salió corriendo de su habitación y fue a fijarse en la hora. No sabía exactamente qué hora era en ese momento pero, si sus cálculos eran correctos, faltaba muy poco para que Tae llegara. ¡El palito corto estaba casi en el seis y el largo estaba llegando al once!

— ¡Vaya, qué guapo luces, Mimi!

El niño miró a su madre quien venía saliendo de la cocina con una fuente repleta de ensalada. Le regaló una sonrisa luminosa, más feliz de lo que él mismo podía reconocer.

—Ya falta poco para que Tae llegue, ¿verdad, mamá?

Ella asintió —Así es. ¿Puedes ayudarme a ordenar la mesa?

— ¡Sí, sí, sí!— exclamó con efusividad— ¿Qué hago, mamá?

—Ve a buscar las servilletas y los palillos, amor.

Jimin asintió y corrió hasta la cocina a buscar lo que su madre le había ordenado. Los últimos minutos se la pasó correteando de la misma manera, ordenando de manera fallida los palillos en cada puesto en la mesa del salón, entregándole las cucharas a su padre que también se había unido a ellos.

Y así pasaron los últimos minutos hasta que el timbre sonó.

— ¡Tae ya está aquí! —dijo el pequeño y trató de ir corriendo hasta la puerta pero fue detenido por su padre quien le dijo que esperara un poco— Pero yo quiero ir a abrir la puerta.

—Espera a que mamá lo haga, ¿está bien?

—Bien.

En cuanto el señor Park apartó la mano de su hombro, Jimin corrió en dirección a la puerta, llegando justo cuando su madre la estaba abriendo. Ahí, justo frente a él se encontraba su mejor amigo de pie al lado de sus padres. El pequeño muchacho le sonrió al de cabello rizado y movió su mano con frenesí, saludándolo alegremente, su saludo siendo correspondido de inmediato por su amigo.

Jimin ni siquiera esperó a que su amigo saludara a sus padres, él simplemente lo tomó de la muñeca y lo arrastró hasta el segundo piso, tan emocionado que sentía que en algún momento el pecho le explotaría. Era increíble lo feliz que podía ser Jimin al lado de Tae. Junto a él, las horas pasaban tan rápido y muchas veces deseó que el tiempo se detuviera para poder seguir jugando. Taehyung era tan creativo, tenía una imaginación que a él le encantaba porque podía imaginarse exactamente lo que su amigo le contaba.

Sus ojos marrones siguieron cada movimiento que hizo el niño de cabello rizado, observando su habitación con curiosidad. De hecho, su cuarto no tenía nada de especial aparte de los dibujos que su amigo le había obsequiado y que él había decidido pegar en la pared junto a su cama. Era bastante sencilla, con los muebles justos y bastante espacio disponible para armar puzzles en el piso o instalar la pista de carreras que su padre le había regalado.

—Woah, tu habitación es muy bonita... —comentó Tae, mirando brevemente cada lugar de la habitación.

Jimin soltó una risita nerviosa, inconscientemente sus mejillas optando un color rojizo por lo cohibido que se sentía.

—No tanto como la tuya. —comentó y no mentía. La habitación de Taehyung era gigante, llena de colores y juguetes que él nunca había visto. Todo tan ordenado.

Jimin siguió a su amigo cuando este se acercó a la ventana, las estrellas saludándolos desde el cielo. Los ojos marrones de Park Jimin descendieron hasta la calle, justo frente a su casa pudo ver una pequeña figura acompañada de una más alta y gracias a la luz de los faroles, pudo distinguir a uno de sus amigos caminando por la acera y cargando una bolsa de papel en los brazos.

—Mira, él es mi amigo que te había contado —informó con entusiasmo, abrieron la ventana para poder ser escuchado desde el exterior— ¡Hobi! ¡Hola, Hobi! ¡Estoy aquí arriba!

Sacudió el brazo en alto, llamando la atención del niño que estaba al frente y que le respondió con la misma efusividad. A pesar de la distancia, Jimin podía ver la extensa y contagiosa sonrisa de Hoseok.

—¡Hola, Mimi!— gritó Hobi de vuelta, saludando a su vecino con el mismo entusiasmo.

—¡Mira, Hobi! ¡Él es mi amigo, TAE! —indicó, señalando al chico que se encontraba a su lado con la mano.

—¡Hola, Tae! —volvió a gritar Hobi, escuchando a su madre llamarlo desde el interior de la casa— Juguemos un día de estos, ¿está bien?

—¿Qué? —Jimin asomó un poco más el torso hacia afuera y de inmediato sintió las manos de Taehyung aferrarse a su camiseta, protegiéndolo de una caída— ¡Habla más fuerte, no te escucho!

—¡Que juguemos un día los tres!

—¡Ah, sí, sí!

Luego de despedirse de Hobi, Jimin cerró la ventana y miró a su amigo con ojos brillantes.

—Me gustaría mucho que conocieras a Hobi, es muy simpático. Me gusta su risa. —confesó.

Caminó hasta su cama y se subió de un salto, siendo seguido por el otro pequeño, quien observó emocionado que sus dibujos estaban pegados en la pared de aquella habitación.

—Pegaste mis dibujos en la pared... —murmuró Taehyung, enternecido por aquella acción.

Jimin asintió —Son los mejores dibujos que he visto, además los hiciste tú, son muy especiales para mí.

La sonrisa que adornó el rostro de Kim Taehyung en ese momento derritió por completo el corazón de Jimin. Una bonita sonrisa cuadrada curvaba los labios del chico, el sonrojo en sus mejillas y el brillo de emoción en sus ojos lo hacían lucir como si estuviera frente a una real obra de arte.

Jimin no sabía si el sentimiento era el mismo, no estaba seguro si Taehyung se sentía de la misma manera que él pero, a su lado, parecía que todo iba a ir bien.

—¿Sabes una cosa, Mimi?

El aludido lo observó con atención. Tae tenía ese aire especial que sintió la primera vez que lo vio jugando solo en el patio de la escuela.

—¿Mmh?

—Ya no extraño mi casa.

Las cejas de Jimin se fruncieron en una expresión confundida, sin saber exactamente a lo que se refería su amigo. Observaba el perfil de Tae con atención, en busca de alguna indicación a lo que se refería pero su rostro estaba serio mirando hacia el frente.

—¿A qué te refieres? —preguntó Jimin, la confusión se reflejaba en su tono de voz.

Fue entonces que Taehyung giró su cabeza para mirarlo a los ojos y le regaló una sonrisa tan cálida que Jimin sintió como si lo estuviera abrazando a través de ese gesto.

—Cuando me dijeron que nos mudaríamos me enojé mucho con mis padres. —confesó Tae— Mi papá quería que conociera nuestra, uh, cultura y quería volver a Corea. Yo no quería porque no podía hablar coreano y porque todos mis amigos estaban allá. Le pedí a mi mamá que nos quedáramos pero ella pensaba lo mismo que papá, que sería bueno tener contacto con mis ¿raíces? o algo así.

Jimin soltó una risita ante la mueca graciosa que hizo Taehyung.

—Lloré mucho ese día. Bueno, lloré todo el viaje porque yo de verdad  no quería venir. El cambio fue difícil, pero ya ahora no extraño mi casa.

—¿Por qué? —inquirió Jimin, realmente interesado en la conversación. Parecía como si una burbuja los envolviera a ambos y todo el resto hubiera desaparecido.

—Tú.

Jimin ladeó la cabeza como un pequeño cachorro confundido — ¿Yo?

—Tú me haces sentir como en casa. Soy feliz cuando jugamos y haces que me olvide que yo nunca quise venir. Creo que sí hubiera sabido que íbamos a ser amigos, le habría dicho a papá que nos mudáramos antes.

En ese momento el corazón de Jimin latió con tanta rapidez que él se asustó. Nunca había pensado que su amistad para Taehyung significara tanto. No entendía el sentimiento de dejar atrás todo lo que una vez quiso y consideró como suyo porque siempre había vivido en el mismo lugar pero, que Taehyung sintiera eso era algo bueno, ¿verdad?

—Muchas gracias por ser mi amigo, Mimi.

A Jimin le tembló el mentón y su labio inferior se curvó en un adorable puchero. Y sin pensarlo mucho, se lanzó sobre su amigo y lo abrazó con toda la fuerza que pudo reunir. La risa de Tae golpeó suavemente contra su oído, haciéndolo sentir como si estuviera flotando en una nube.

—Te quiero mucho, Taetae. Mucho, mucho.

Jimin sintió como Tae lo apretaba, transmitiendo en aquél abrazo la afectuosidad que emanaba del pequeño canadiense.

—Yo también te quiero, Mimi. Mucho, de aquí a la luna.

El señor Park, quien estaba de pie en el umbral de la puerta, sonrió enternecido al ver la escena que los dos pequeños protagonizaban. Sin dudas, le alegraba muchísimo que su hijo hubiera encontrado a tan buen amigo.

Golpeó la puerta con sus nudillos, llamando la atención de los infantes.

—Muy bien, Peter Parker y Miles Morales, es hora de la cena. Todos los están esperando así que vamos.

Ambos bajaron de un salto de la cama, obedeciendo de inmediato al padre de Jimin. Este último, alzó la cabeza justo cuando llegó al frente del hombre que los esperaba en el pasillo para caminar junto a ellos hasta la sala.

—Papá, ¿Tae se puede quedar a dormir aquí? Por favor.

Antes de que su padre respondiera, el niño hizo un puchero, intentando persuadirlo para obtener una respuesta afirmativa. El hombre estrechó los ojos en su dirección y luego miró al amigo de su hijo quien se encontraba expectante por una respuesta, sus ojos marrones observándolo con curiosidad.

—Debemos preguntárselo a sus padres. Si ellos dicen que sí, no hay ningún problema.

Al oír aquello, los niños bajaron corriendo la escalera, encontrándose con la madre de Jimin ya sentada en su lugar habitual en la mesa y los padres de su mejor amigo acompañándola, envueltos en una conversación bastante agradable.

—Siéntate a mi lado, Tae. —pidió Jimin.

Su amigo asintió encantado y ambos tomaron asiento, uno al lado del otro. La mesa estaba llena de platillos multicolores, el aroma a comida deliciosa se filtraba en la nariz de Jimin y casi pudo imaginarse a él mismo, siguiendo el olor como en las caricaturas.

Los dos pequeños amigos tomaron sus palillos y comenzaron a comer mientras conversaban, haciendo oídos sordos a lo que conversaban los adultos, envueltos en aquella burbuja que siempre los rodeaba cuando estaban juntos, apartándolos por completo de la realidad y llevándolos a un lugar donde eran absolutamente felices.

Jimin hizo el intento de bajar de un salto apenas el auto de su madre se detuvo justo fuera de la casa de Taehyung pero la mujer lo detuvo abruptamente, sujetando su brazo. El pequeño cuerpo de Jimin golpeó el asiento acolchado del copiloto, sus ojos observando con atención a su mamá.

—Quiero ir donde Tae... —lloriqueó el niño, mirando a la mujer con una falsa tristeza.

—Antes de que te bajes, prométeme que te vas a comportar, Jimin, por favor.

El niño suspiró —Sí, mamá.

—Y tienes que obedecer en todo lo que te diga la madre de Taehyung, ¿está bien?

—Que sí. ¿Puedo irme ahora?

Soltando un suspiro resignado, la señora Park asintió y liberó su brazo. Aprovechando el momento de libertad, Jimin tomó su mochila favorita y se despidió con un grito de su madre antes de bajar corriendo de auto. Se dirigió de la misma manera a la puerta de entrada y tocó el timbre con insistencia, la puerta se abrió luego de unos segundos y ante él se reveló el rostro de su amigo. Taehyung iba despeinado, como siempre. Sus rizos caían en todas las direcciones enmarcando su rostro, haciendo que su rostro luciera más pequeño y redondo. Sus ojos brillaron de alegría al ver a su amigo al igual que los de Jimin.

—¡Mi papá me compró la última película de Spider Man! —chilló Jimin, dando pequeños saltos en su lugar.

—Genial, genial —le respondió Tae. Se había acostumbrado a decir esa palabra porque Jimin siempre la repetía— ¡Vamos a verla!

Jimin miró por última vez hacia atrás y agitó su mano en el aire, despidiéndose finalmente de su madre quien estaba esperando en el interior del automóvil a que su hijo ingresara a la casa de su amigo.

Una vez que Jimin entró, Taehyung cerró la puerta y ambos niños corrieron a través de la casa hasta salir al patio.

El patio trasero de la casa de los Kim era gigante ante los ojos de Jimin y el padre de su amigo le había construido una genial casa en un árbol que estaba junto a la muralla que rodeaba el perímetro del lugar. Jimin siguió a Taehyung de cerca y ambos escalaron la escalera de madera hasta ingresar a la pequeña casita. En el interior había un pequeño televisor, un reproductor de DVD y una consola de videojuegos. Tres asientos poufs se encontraban situados en distintas partes de la diminuta habitación. Park Jimin se quitó la mochila y lanzó su cuerpo sobre el pouf rojo, sintiendo como su cuerpo caía lentamente gracias al asiento inflable en el que se encontraba. Miró a las paredes, sintiendo su pecho vibrar de la emoción al ver los dibujos que él le había regalado a Taehyung pegados con mucho cuidado. Muchas veces, solía dibujar cosas al azar y cuando le gustaban, no dudaba en regalárselas a Taehyung en una prueba silenciosa de su afecto amistoso.

A Jimin le gustaba muchísimo jugar con Taehyung porque era un niño muy entretenido. Podían pasar horas encerrados en esa casa del árbol jugando en la consola o simplemente contando historias donde el personaje principal era su superhéroe favorito. Corrían a través del patio gritando al aire, pateando la pelota de fútbol y creyéndose jugadores profesionales representando a sus respectivos países.

Cada aventura con Taehyung era mucho mejor que la anterior. Un día eran exploradores en una aterradora jungla donde debían conseguir alimentos para lograr sobrevivir, al otro día podían ser dos guerreros luchando por el honor de sus patrias y al siguiente, dos astronautas que se divertían saltando de estrella en estrella. Cada pequeño juego con Kim Taehyung era una completa hazaña tan maravillosa que mantenía al pequeño Park Jimin feliz que llegaba lleno de energía a casa, contándoles a sus padres lo que había hecho en casa de Tae para luego, unas horas más tarde, caer rendido a la cama, soñando cosas divertidas que debía contarle a su mejor amigo al día siguiente.

Sin dudas, le gustaba ser amigo de Kim Taehyung.

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