ღ cuatro I

Jimin se frotó el rostro y ahogó un bufido de frustración escuchando la boba conversación que estaban teniendo sus compañeros. La profesora de Historia les había enviado un trabajo hacía unos días atrás y el estrés estaba sobre sus hombros porque al día siguiente tendrían que entregar el trabajo ya terminado. Y ni siquiera llevaban la mitad.

Si tenía que ser honesto, Jimin habría preferido hacer el trabajo solo pero uno de los requerimientos que había puesto la señorita Choi fue hacerlo en grupo de tres. El segundo problema, sucedió en el momento en que ella formó los grupos, dejándolo a él con dos de su grupo de amigos que, sinceramente, no eran de mucha ayuda.

Llevaba casi tres días estancado en la misma actividad sólo porque ellos no se dignaban a ayudarlo y eso ya le estaba agotando la paciencia. No quería reprobar pero tampoco quería volver a insistirles a los chicos porque ellos sabían su responsabilidad en el grupo y aun así no eran capaces de ayudarlo, sólo estaban ahí, conversando animadamente de cosas que a él en lo particular no le importaban.

Miró la hora en el reloj que colgaba de la pared y rodó los ojos. Llevaba casi una hora sentado sin hacer absolutamente nada. Como el avance que habían tenido era nulo, él cerró su libro y su cuaderno y lo guardó en la mochila, la silla de madera chirrió contra el suelo cuando él se colocó de pie, llamando la atención de ambos chicos que estaban sentados en la misma mesa en la biblioteca escolar.

—¿Qué pasó? —Kyuhyung preguntó, mirando a Jimin hacia arriba.

—¿Qué pasó? —se mofó Jimin, colgando la mochila en su hombro— Me voy, eso es lo que pasa.

—Pero si aún no hemos terminado...

—¿El trabajo? Olvídenlo. No haré nada con ustedes.

—Pero somos un equipo... —le recordó Woobin, colocándose de pie también.

Jimin alzó las cejas, sin poder creer lo que su compañero le decía.

—¿Ahora lo somos? ¿Ahora que estoy a punto de irme porque me aburrí de esperar a que terminaran su conversación súper importante?

—Mimi, por favor... —Kyuhyung rodó los ojos.

—No me llames así —lo interrumpió Jimin—. Hemos tenido tres días para terminar siete estúpidos ejercicios y no lo hemos hecho porque mis compañeros de equipo no sirven para nada.

Kyuhyun soltó una risa sarcástica —Oye, cálmate, es un simple trabajo. ¿Por qué estás actuando de esa manera?

—Es un simple trabajo que yo no pienso reprobar por culpa de ustedes. Lo haré por mi cuenta y mañana hablaré con la señorita Choi para explicarle todo esto.

Jimin no les dio tiempo para responder algo más porque les lanzó una última mirada y emprendió su camino fuera de la biblioteca, bastante molesto. Estaba enojado con ellos y consigo mismo porque él los conocía ya, ¿entonces para qué tomarse la molestia de enfadarse? Sabía que los chicos no eran responsables con sus tareas, apenas estudiaban para los exámenes y estaban en una postura donde sólo les importaban las chicas y el fútbol.

El chico soltó un suspiro y metió las manos en los bolsillos de su pantalón escolar. Se preguntaba en qué momento decidió ser amigo de esos chicos aun cuando no le agradaban del todo. Eran compañeros en el equipo de fútbol porque básicamente los otros talleres extracurriculares en la escuela no llamaban su atención como para inscribirse. Estaba la mayor parte del tiempo con ese grupo de chicos en la escuela, presente solo de manera física porque sus pensamientos vagaban en algún lugar lejos de allí.

No tenía mucho con qué comparar porque las mismas situaciones agresivas que había vivido a lo largo de los años con esos chicos habían hecho que se sintiera más inseguro de sí mismo y que le diera un pánico horrible interactuar con personas desconocidas, su mente recordándole los comentarios maliciosos que había oído por parte de ellos. No obstante, su amistad con Hoseok era muy distinta a la que mantenía con los chicos de su escuela. Por razones académicas, no podían verse muy seguido de lunes a viernes ya que ambos estudiaban en secundarias distintas pero, cada oportunidad que tenían la aprovechaban al máximo. Y con Hoseok sentía que podía ser él mismo, sin miedo de que lo juzgara o que le dijera que era estúpido por las cosas que decía.

Sabía que aquella relación amistosa con sus amigos era tóxica pero no era lo suficientemente valiente como para aparse de ellos. Y no quería estar solo. No quería quedarse solo.

Inconscientemente, mientras caminaba a su casa, se encontró a sí mismo pensando en Taehyung. Ya habían pasado casi cinco años desde la última conversación que habían tenido cuando todavía eran unos niños. Desde ese momento, todo se volvió en miradas furtivas y muecas que pretendían ser sonrisas en medio de las clases o en los pasillos de la escuela, cuando sus ojos se encontraban y ya era demasiado tarde como para fingir no haber visto al otro. A veces, sus padres le preguntaban si había visto a Taehyung y él sólo asentía, sin ánimos de entrar en detalles que terminarían removiendo las costras de aquella herida que no había podido sanar por completo. No estaba enojado con Taehyung en absoluto, simplemente estaba triste por cómo acabaron las cosas entre ellos. Y aunque hubieran pasado cinco años sin hablarse, todavía lo consideraba su mejor amigo.

Iba tan distraído, mirando hacia el frente y navegando en sus recuerdos que no escuchó los pasos apresurados acercándose desde atrás. De pronto, sintió como si el corazón quisiera salirse de su pecho cuando el peso de alguien cayó sobre su espalda antes de que un brazo le rodeara los hombros, apegándolo al cuerpo desconocido con confianza. Al mirar hacia el lado, se dio cuenta que se trataba de Hoseok quien estaba sonriendo de aquella manera tan brillante, enseñando los brackets que le habían colocado hacía dos veranos atrás.

—¡Me asustaste, Hobi! —exclamó Jimin, intentando empujar a Hoseok pero fallando en el intento.

La característica y contagiosa risa de Hobi se escuchó, revoloteando en el aire tan efervescente y llena de vida que terminó contagiándolo y haciéndolo sentir seguro otra vez.

—Te llamé un par de veces y parecías en otro mundo.

—¿Hablas en serio? —su amigo asintió en respuesta— Woah, no te escuché. Lo siento, Hobi.

—Hey, no te disculpes por eso. —le pidió Hobi pero a Jimin ya se le había hecho una costumbre— ¿Por qué caminabas tan apurado? Parecía que ibas enojado o algo así.

Park Jimin soltó un bufido, el mechón de cabello chocó contra su frente con suavidad, causándole un leve cosquilleo.

—Ni lo menciones porque me acuerdo y me vuelvo a enojar.

—¿Sucedió algo en la escuela? Vamos, desahógate y cuéntale a Hobi qué fue lo que pasó.

—Nada importante... —trató de quitarle importancia, ganándose una mala mirada por parte de su vecino—. Hablo en serio.

—¿Por qué será que no te creo? —Hoseok llevó su mano libre hasta su mentón y optó una postura pensativa, ambos seguían caminando en dirección a sus respectivas casas— ¿Tal vez porque estás con ese ceño fruncido y los labios apretados? No hace falta conocerte muchísimo para darse cuenta que algo te está molestando, Mimi.

Jimin suspiró derrotado.

—¿Quieres la historia larga o la historia corta?

Los ojos de Hobi parecieron brillar.

—La larga, quiero todos los detalles.

—Mira, lo que pasó es que la señorita Choi, la maestra de Historia —se apresuró en aclarar ya que su amigo lo miró un tanto confundido— formó equipos de tres para hacer un trabajo que consistía en siete preguntas. Todo se oye bastante sencillo, ¿no?

—Pues, sí.

—Pues no —contradijo Jimin con un leve tono amargado en su voz—. Si hubiera sido por mí, habría hecho el trabajo solo, porque hacer un trabajo con ellos es lo peor.

—¿De quiénes estás hablando? —Hobi soltó una risita nasal— Si me dijeras eso, podría entenderte un poco más.

—Kyuhyung y Woobin. Dos chicos del equipo.

—Ah, pero ellos son tus amigos, ¿no?

—No lo sé, Hobi... Me siento muy ansioso cuando estoy con ellos, siempre estoy a la defensiva y no me siento realmente cómodo. Y hoy terminé enojándome porque el trabajo lo tenemos que entregar mañana y solo alcanzamos a responder tres preguntas porque ellos no eran capaces de dejar de hablar y concentrarse en el trabajo. Estuve una hora sentado en la biblioteca, leyendo la pregunta una y otra vez mientras los escuchaba hablar cosas tan estúpidas.

No quiso mencionar el hecho que las tres preguntas ya respondidas del trabajo las había hecho él porque eso era como si estuviera admitiendo lo idiota que había sido.

—Cuando me di cuenta que ellos no dejarían de hablar, tomé mis cosas y me vine.

—¿Y te dijeron algo? —preguntó Hoseok. La sonrisa que había estado iluminando su rostro desapareció por completo, dándole la bienvenida a una mueca seria.

—Me recordaron que éramos un equipo y teníamos un trabajo que hacer. Y eso me dio muchísima rabia, Hobi. ¿Sabes por qué? Porque esta no es la primera vez que sucede lo mismo. Siempre soy yo el que debe hacer los trabajos y después debo agregar sus nombres. Es injusto que ellos obtengan la misma calificación que yo sin haber hecho nada al respecto.

—Qué pesadilla —se quejó Hobi—. Realmente odio cuando los profesores son quienes arman los grupos de trabajo. ¿Por qué no lo haces solo y mañana se lo explicas a tu profesora? Estoy seguro que ella entenderá.

—¿Eso crees?

—Obvio. Ella lo entenderá, estoy seguro. ¿Sabes? Mi papá siempre se queja de esos chicos holgazanes que no hacen los trabajos aun cuando sabe que su hijo es uno de esos holgazanes. Qué flojera hacer los trabajos.

Sin poder evitarlo, Jimin soltó una carcajada —Pero terminas haciéndolos de todas formas.

—No tengo otra alternativa. Mi papá me exige el doble porque dice que no quiere escuchar comentarios de que yo apruebo sólo porque soy su hijo. Ser el hijo de tu profesor es lo peor. ¡Oh! —Hobi exclamo, entusiasmado— Le podemos decir a mi papá que te ayude.

—Ay, no, qué vergüenza, Hobi. Me da pena molestar a tu papá.

—No es molestia, tonto. Le diría que es un trabajo para mí pero no puedo por razones obvias. —Hobi hizo una mueca chistosa, estiró sus labios y movió la cabeza—. Pero estoy seguro que no tendrá problema en ayudarte.

—No quiero ser una molestia...

—Ay, ya cállate —Hoseok le pegó un suave empujón y así ambos se alejaron. Ya estaban casi llegando a sus respectivas casas así que, Hobi empezó a alejarse de a poco hasta la vereda del frente— Después de que comamos, te iré a buscar, ¿está bien?

—Genial, genial. Nos vemos luego y gracias.

Jimin pudo ver cómo su amigo apretaba los labios y asentía, dos simpáticos hoyuelos se dibujaron a cada lado de la comisura de sus labios. Se despidió con un saludo de mano y subió los dos escalones, presionando la clave en el teclado numérico. La puerta se abrió con una corta música que ya lo tenía un poco aburrido y en el descansillo se quitó los zapatos antes de ingresar por completo, escuchando nada más que silencio. No le gustaba llegar a casa y darse cuenta que estaba solo.

Arrastró sus pies por el suelo hasta llegar a su habitación y lanzó su cuerpo sobre la cama, soltando un suspiro, agotado física y mentalmente. Dejó que su cabeza descansara sobre la almohada y sus ojos miraron con atención los dibujos que Taehyung le había regalado cuando eran niños y que él todavía mantenía pegados en la pared. Cerró los ojos y sin poder evitarlo, se quedó dormido con una suave sonrisa en los labios, soñando que volvía a ser un niño y que su única preocupación era jugar con su mejor amigo.

No sabía con exactitud cuánto tiempo había transcurrido pero, Jimin soltó un gruñido al sentir como alguien lo sacudía con suavidad por el hombro. Lo último que quería hacer en ese momento era despertar.

—Amor, despierta... —escuchó. Si no se equivocaba, era la voz de su madre. El adolescente rodó en la cama quedando boca arriba y se cubrió el rostro con el brazo—. Jimin, levántate.

El chico tragó saliva para refrescar su garganta y suspiró, todavía medio dormido.

—¿Para qué? —le preguntó. Su voz salió baja y ronca producto del sueño.

—Hoseok estaré esperándote abajo, Mimi. Dijo que tú sabías que iba a venir así que levántate ahora.

—No recuerdo haberle dicho que —Jimin no alcanzó a terminar la oración porque se sentó de manera brusca, su cabeza sintiendo un pequeño mareo por el movimiento tan rápido—, ¿qué hora es?

—Son casi las seis, Mimi. Yo pensé que habías escuchado el timbre, por eso no vine antes a avisarte.

El chico asintió y tomó su mochila del suelo para sacar el cuaderno, su libro de Historia y un par de lápices. Sin esperar a su madre, bajó rápidamente la escalera encontrándose de inmediato con Hobi en la sala, sentado en el sofá individual mirándose la palma de las manos.

—Lo siento mucho, Hobi —se disculpó Jimin, su voz sonando un poco acelerada—. No me di cuenta en qué momento me dormí.

—Nah, no te preocupes. Vamos, puedes comer con nosotros, mi papá te está esperando.

Jimin sintió como el estómago se le apretaba por los nervios. Por el trabajo del señor Jung, eran pocas veces las que lo había visto y aunque tenía una presencia intimidante, era un hombre bastante cálido y encantador. Hobi no mentía cuando decía que él le exigía el doble en sus estudios y al ser un niño hiperactivo se metió en muchos problemas cuando era niño porque no hacía las tareas de la escuela. Hobi muchas veces le contó, muy apenado, que sus compañeros a veces sólo querían hacer los trabajos con él porque era hijo del profesor y creían erróneamente que tendrían una buena calificación asegurada pero, Jimin sabía que eso no era del todo cierto ya que al señor Jung no le gustaba hacer ese tipo de preferencias. Hoseok era su hijo y cuando se veía complicado con algo en su materia lo ayudaba pero de igual manera le exigía el doble que a los otros estudiantes.

Jimin se colocó los zapatos y salió de casa, siguiendo a su amigo en todo momento. Ambos atravesaron la estrecha calle e ingresaron a la casa de Hobi que se encontraba justo al frente. Jimin se quitó los zapatos en el descansillo, sintiendo el calor de hogar abrazarlo afectuosamente, el olor a especias revoloteaba en el aire, haciendo que su estómago comenzaba a protestar por comida.

—¿Papá? —hablóHobi, escuchando la voz de su padre venir desde la cocina— Jimin ya está aquí.

En cuanto vio aparecer al padre de su amigo, Park Jimin lo saludó con una reverencia de noventa grados. El padre de Hobi le devolvió el saludo con un asentimiento de cabeza y una suave sonrisa tirando de sus labios, líneas de expresión marcándose en la esquinas de sus ojos y dos tenues ojeras situadas bajo sus ojos demostraban lo cansado que estaba en ese momento.

—Buenas tardes, señor Jung. —lo saludó respetuosamente el chico.

—Jimin, hace días que no te veía, ¿cómo estás?

—Muy bien, señor, gracias.

—¿Tus padres están bien? —preguntó el señor Jung, acercándose a la mesa y tomando asiento en su silla habitual. Jimik asintió en respuesta, obedeciendo al gesto que hizo el hombre para que tomara asiento— Hoseok me dijo que tenías un trabajo de historia. ¿En qué puedo ayudarte?

—Básicamente es responder algunas preguntas sobre la ocupación japonesa, señor Jung —explicó el chico, abriendo su cuaderno y libro de texto—. Son siete preguntas y he respondido tres.

—A ver, déjame echarle un vistazo.

Park Jimin le entregó su cuaderno al hombre y le lanzó una mirada a su amigo que estaba apoyado en el sofá mirando atentamente en su dirección. Hobi apretó los labios y asintió, transmitiéndole un poco de la tranquilidad que necesitaba. Estaba nervioso y no precisamente por estar aprovechándose de la amabilidad del señor Jung, sino porque tenía más deberes que hacer y todavía estaba estancado con ese tonto trabajo de historia.

—¿Durante cuánto tiempo Corea estuvo bajo el dominio de Japón, Jimin?

El chico se mordió los labios con ansiedad.

—¿Treinta años? —respondió, vacilante.

—No. Corea estuvo bajo el dominio de Japón durante casi treinta y cinco años. Desde el 22 de Agosto de 1910 hasta el 15 de Agosto del 1945. Aquí has escrito que empezó en 1915 así que debes arreglar eso, ¿está bien?

El muchacho asintió —Por supuesto.

Escuchó cada palabra que el Señor Jung le decía, tratando de escribir lo más rápido que podía para lograr anotar toda la información, le hizo algunas preguntas, aclaró sus dudas y le agradeció infinitamente que el padre de su amigo se tomara la molestia de explicarle algo hasta tres veces cuando no entendía.

Al cabo de aproximadamente una hora, Jimin cerró su cuaderno de historia y soltó un suspiro de alivio. Las preguntas estaban respondidas, sólo tenía que escribirlas otra vez para poder entregar su trabajo más presentable.

—Se lo agradezco mucho, señor Jung —dijo. Se colocó de pie e hizo una reverencia de noventa grados.

—No hay problema. Espero que salgas bien en tu trabajo. ¿Te quedas a comer?

A Jimin le sorprendió que el hombre le dijera eso ya que el mismo Hoseok había dicho que lo iría a buscar luego de que comieran y se apenó mucho al darse cuenta que la familia Jung había estado retrasando su cena por estar ayudándolo en un tonto trabajo.

—No se preocupe, ya comí en casa antes de... —no pudo seguir hablando porque en ese momento su estómago produjo un rugido gutural, avisándole tanto a Hobi como a su padre que él estaba mintiendo descaradamente.

—Te quedas a cenar antes de irte.

Al escuchar la voz autoritaria del señor Jung, a Jimin no le quedó otra alternativa más que asentir. Cuando miró a su amigo, éste se encogió de hombros, pidiéndole disculpas de esa manera por lo demandante que podía ser su padre a veces.

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