SIŇNƏR : FôÜR

PECADORA. 'Dios nos ama a todos.' me dijo mamá cuando le cuestioné de qué servía ir al confesionario, y ella en un firme tono terminó de decir: 'Debe perdonar tus pecados.' ¿Acaso el Señor me va a perdonar? ¿Lo estaré decepcionando? El infierno espera por una vulgar pecadora como yo, una joven chica que cayó ante el pecado de ser ultrajada sexualmente en su templo de respeto y pureza, he sido una mujer mala, muy mala.

Sentía estar a punto de reventar, como el botón del medio de la camisa de mi padre. Mi vista bajó al aparato masculino del hombre frente a mí, me sujetó ambas piernas y las abrió más. Es curioso, hasta hace unas horas temía estar frente a él, y ahora, ni siquiera entiendo la razón. Navego en un mar llamado descontrol, buscando una isla donde caeré en los placeres de ser abusada por sus manos, su boca, su polla, su todo.

PECADOR. ¿Es SeokJin capaz de sentir la misma culpa? No, sé que no está ni cerca de pedirle a Dios perdón por usar el cuerpo de una laica, de su servidora. Él se enorgullece de ésto.

—Supongo que disfrutas la vista. —la tenue luz de la lámpara en la mesa de noche me permite disfrutar de cada detalle, es larga, gruesa, y roza su ombligo. Tiene venas que resaltan, y un hermoso color rosado en la punta el cual desearía saborear con la parte plana de mi lengua.

—Es la primera vez que veo una. —confesé, aunque era obvio— Y me gusta, es linda. —ladee la cabeza, dudando— ¿Me dolerá?

—La amaras. —sin pudor alguno dijo, dándole a su polla necesitada unas caricias de abajo hacía arriba, bombas lentas que lo ruborizaba— Ruega, Maria. Ruega por tenerme.

Miré al hijo del sacerdote Kim, mis ojos grandes se dilatan con su rostro atractivo. Hice un puchero, y eso lo hizo suspirar.

—Por favor, señor Kim. —la inocencia por la cual siempre me caracterice fue rota, pero fingí, fingí volver a ser esa chica que era antes de probar el néctar dulce del pecado carnal. Enarcó una ceja.

—Pequeña puta. —sonrió— Tan necesitada de mi polla, ¿Verdad? El día que sea sacerdote, follare tu culo sobre el ambón frente a las hermanas celosas de no ser tú. Y llorarás, pidiendo que no me detenga.

—Hazlo ahora. —fui tímida, pero no vacile— Follame duro, se el primero.

A SeokJin no pareció importarle saber que, en todo sentido, era el primero, pues con una ceguera mental ocasionada por el deseo, alineó brutalmente su polla en mi entrada, y se deslizó entre los pliegues de mi intimidad, le era fácil entre los jugos que él provocó con sus crueles actos. Encajó de una forma –llamándola desde mi perspectiva– perfecta, la quemadura de la primera vez dolía tan bien, me estiraba a su grotesca manera de entrar, grueso, grande, jodidamente ideal.

Mojada, y lista para él, en un susurró supliqué ser suya, ser su mujer, ser su todo. Gruñó entre jadeos, sus embestidas fueron implacables. Salvaje, eso es. Su polla me llenó hasta el borde del clímax y sentí como si me estuviera partiendo por la mitad, siendo tomada por sus garras de demonio. SeokJin estaba golpeando todos los puntos sensibles dentro de mí y la sensación era indescriptible, pues no podía llamarla de una sola manera. Sin embargo, le llamaré 'paraíso'.

—Tú madre se volvería loca al verte así. —mi vestido huyó de mi cuerpo, y conoció la frialdad del suelo hecho con una madera barata. Mis pechos fueron desnudados y acariciados— Le diría… le diría que eres mía. —siguió puntuando sus palabras con un fuerte empuje de caderas.

Pensar en mi madre en estos momentos es lo último que quiero. Así que lo callé besándolo, y así le sacaría un poco del egocentrismo que posee.

En mi escuela, las niñas hablan en los pasillos sobre el hijo del sacerdote, han dicho que es guapo, que es sexy, y que él las ve; siempre las ve a ellas, y se sienten especiales.

Poder ser una de las pocas que es follada con dureza en una de las tantas habitación del lugar sagrado, es un privilegio del cual amaría jactarme con esas mocosas pesadas. Tener su polla dura en lo más profundo de mi núcleo, con sus caderas moviéndose y sus manos sosteniendo mis pechos, es la imagen definitiva con la que quiero quedarme para siempre.

—Me encantas. —confesé a través de los maullidos y gemidos.

Debo verme mal, sudada y roja. Pero SeokJin mostró una expresión suave.

Me pregunto si sus anteriores dichos serán verdaderos, y si de verdad quiere que sea su mujer, o es sólo la calentura del momento. Mi corazón quiere creer que es honesto, que he logrado enamorarlo como él a mi. Tonta, me repito. Es sexo, los adultos lo tienen todo el tiempo, no hay sentimientos reales.

Tengo su mano frotando mi clítoris hinchada, con movimientos circulares apretados genera que arqueé la espalda, el placer de sus toques empezó a acumularse en la parte baja de mi estómago. ¿Algo en él también se rompió? Aceleró sus movimientos envolventes, dejó de ser humano, la bestia dentro suyo estaba al fin afuera y lo que busca es comerme de un bocado. ¡Dios, discúlpame! Después de algunas embestidas descuidadas, me retorcí y convulsioné a su alrededor, el placer abrumaba cualquier sentido en mi cuerpo. 

Necesito respirar.

—Joder. —maldijo— Eso fue… —negó— eres genial.

No entendía porque salió de mi interior sin antes correrse, o porque se levantó de la cama, colocándose los pantalones beige elegantes y bien hechos a su medida. Su dura polla palpitante se ocultó bajo la tela.

—SeokJin… —me quejé, tratando de sentarme en la cama, de repente me volví algo cohibido por mi evidente desnudez— ¿Por qué…?

—No tenemos protección. —dijo, y caí en cuenta de eso. Las personas adultas que no son esposos se cuidan, aunque nadie jamás me lo había explicado— Y eres pequeña, odiaría…

—¿Darme un bebé? ¡Puedo tenerlo! —me puse de pie, y me vio sorprendido— Quiero ser tu esposa.

Me imaginé usando un vestido blanco, saliendo de ésta misma iglesia con un velo largo, y un ramo de rosas blancas. Entonces, SeokJin usaría un traje del mismo color, me vería maravillado, sin creer que de verdad sea suya, mis padres estarían congelados en sus lugares por la euforia de ver a su hija menor siendo casada con un muchacho noble, el futuro sacerdote del lugar, el apoyo de muchos.

Pero aquellas fantasías fueron rotas, me ignoró. Caminó en busca de sus zapatos y se los puso en silencio.

—Tienes diecisiete años, y soy el primer hombre en tu vida. Es claro que no sabes lo que dices, tal vez la religión te ha quemado demasiado la cabeza.

—¿Qué quieres decir?

—Lo que quiero decir, explícitamente, es que no quiero estar atado a una relación, matrimonio, o lo que sea. Mejor olvida esas ideas locas.

¿Escuchan eso? Es mi corazón quebrandose. ¿Y eso otro? Sí, la puerta del cuarto siendo deslizada por alguien en el exterior. Una hermana se posa al marco de la puerta, sin poder tragar lo que ve niega en un aberrante grito de exclamación, me ve desnuda, estando de pie, y con SeokJin a unos pasos de distancia completamente vestido, aún así, es una situación evidente.

Luego de ese día, nada fue igual.

FIN

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