3.- Cita de Machos (1/2)
Holly se encontraba sentado en un banco de la plaza, leyendo un libro bajo el sol. Le encantaba ir allá a leer, se sentía en armonía con las plantas, el viento y las olas rompiendo la muralla artificial, muchos metros por debajo.
De pronto percibió una mente conocida, un pokemon fantasma que se le aproximaba por detrás a paso amigable. De un momento a otro ese pokemon, un Lampent, se sentó al otro lado del banco y se relajó.
—¿Cómo te va, Mikeas?— preguntó cortésmente Holly, sin levantar la vista de su libro. Para un Kirlia como él, no le era difícil concentrarse en dos tareas a la vez.
—Ya no puedo más, Holly. Esta niña me va a volver loco— lloró Mikeas, el Lampent— Aller estuvimos ensayando pasos de baile para el próximo concurso ¡Cinco horas sin parar! ¿Puedes creer eso?
Holly dejó su libro un momento para mirar hacia atrás. Allá, escondidas entre dos arbustos, se encontraban Lia y su mejor amiga, Laura, quien era entrenadora de Mikeas. Ambas los miraban y reían, como siempre. Los pokemon estaban tan acostumbrados a esas dos niñas que ni les prestaron atención.
Permanecieron en silencio, mientras el Kirlia leía y el Lampent reposaba, dejando que el sol calentara su llama interior. Entre los dos no hablaban mucho, pero agradecían la tranquila compañía que les brindaba el otro.
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Varios metros atrás, las dos niñas vigilaban a sus pokemon con atención. Juraban que no habían sido descubiertas, ni entonces ni nunca antes, pero sus pokemon siempre sabían cuándo estaban cerca.
—¿De qué crees que estén hablando?— preguntó Lia a Laura, su mejor amiga.
Laura era una muchacha pelirroja, con grandes lentes y decenas de pecas en su cara. Tal y como su amiga, ignoraba casi todo lo que su pokemon le decía.
—Creo que Mikeas por fin está haciendo un avance— dijo, más esperanzada que segura.
Había sido el plan de ambas, por varios años ya, que sus pokemon se emparejaran. Habían logrado que ambos entablaran amistad, pero no más que eso. Por supuesto, ambas ignoraban que Holly era macho, lo que arruinaba completamente sus planes.
—¡Rayos, Holly!— exclamó Lia en voz baja— ¿Por qué tenías que salir tan tímida con los chicos?
—No, es culpa de Mikeas— se responsabilizó Laura— Él debería ser quien tome la iniciativa. Vamos, Mikeas, tú puedes.
Ambas miraron en silencio a sus pokemon por un rato, pero estos apenas cruzaron tres palabras en el transcurso de cinco minutos. Finalmente Lia ocultó su cara entre sus manos, frustrada, se puso de pie y comenzó a caminar hacia los pokemon.
—Anda por el otro lado. Tengo una idea— le dijo a Laura.
Así que ambas rodearon el banco y surgieron junto a sus respectivos pokemon.
—Hola, Holly— lo saludó Lia, creyendo que este no había notado su presencia media hora atrás— ¿Interrumpo algo?
—Solo la efímera paz que creí poseer hoy— contestó Holly, ya acostumbrado a la forma de ser de su ama.
—¿Qué está pasando aquí?— preguntó Laura, con un tono de burla, de ese que los niños usan con las parejas— ¿Mikeas, estabas compartiendo un rato agradable con tu "amiguita"?
—No es mi amiguita— alegó el Lampent.
—Oh, vamos, no es necesario que te contengas— le reclamó Laura.
—¿Qué te parece si rompemos el hielo con una batalla?— sugirió Lia, con aire desafiante.
—¡Te has condenado, Liatris!— contestó Laura, con una sonrisa de emoción.
Holly y Mikeas rodaron sus ojos. Ninguna de las dos era mejor entrenadora que un niño de seis años, pero aun así se hacían las grandes rivales cada vez que podían alardear. Ambos se pusieron de pie y tomaron posiciones frente a sus respectivas entrenadoras.
—¡Muy bien! ¡Holly, prepárate para luchar!— ordenó Lia.
—¡Mikeas, usa Lanzallamas!— exclamó Laura.
Pero su Lampent no hizo nada.
—¿Qué pasa?— inquirió la muchacha.
—¿Cómo que qué pasa? Nunca aprendí cómo usar Lanzallamas— alegó Mikeas.
—Ay, no.
Lia, cruzada de brazos y con una sonrisa de victoria en su cara, comandó a su pokemon para que atacara en ese momento de debilidad de sus contrincantes.
—¡Holly, usa Hoja mágica!
Mas el Kirlia se quedó quieto en su lugar.
—¡No me digas que no sabes usarlo!— alegó Lia— ¡Estaba segura que aprendiste ese movimiento hace años!
—Sí, aún lo recuerdo bien— indicó Holly— es solo que no pienso atacar.
—¡¿Qué?!— saltó Lia.
De ninguna forma iba a atacar a Mikeas, y no porque fuese su amigo. Si Holly ganaba mucha experiencia más, terminaría evolucionando en Gardevoir, y eso era lo último que quería.
Laura sonrió triunfante.
—¡Muy bien! Si tu pokemon no te obedece, entonces Mikeas lo arrasará con sus ataques ¡Mikeas, usa... ¿Qué movimientos te sabías, de nuevo?
El Lampent suspiró, hastiado.
—Giro fuego, Rayo confuso, Fuego fatuo y Pirotecnia.
—¡Eso es! ¡Pirotecnia!
Mikeas escupió una pelota de fuego de su boca, que viajó por el aire hacia Holly y reventó en su frente. El calor le causó una quemadura y chamuscó parte de su pelo, pero el Kirlia no contraatacó. En vez de eso hizo como si el daño hubiese sido muy efectivo y se tiró de espaldas al suelo.
—Oh, no— fingió desesperanza, aburrido— Me han vencido.
—¡No, Holly!— exclamó Lia— ¡No te rindas!
Pero Holly sacó la lengua y cerró los ojos. Mikeas sintió ganas de reír al verlo así, actuando tan mal, pero se aguantó para no arruinar la escena de su amigo. Lia de inmediato se agachó para curar la quemadura de su cabeza y renovar sus energías con un revivir.
—¡¿Estás bien?!— le preguntó, preocupada.
Holly sonrió. Lia podía ser una tonta sin remedio, pero era una buena niña en el fondo, muy en el fondo.
—Ya me siento mejor, pero creo que he tenido suficiente de peleas por hoy.
—Sí, Holly. Lo hiciste bien.
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Los cuatro se sentaron en el banco. Las niñas comenzaron a hablar de sus cosas de colegio, mientras que los pokemon escuchaban sus anécdotas en silencio, imaginándose cómo sería estudiar en una sala de clases.
Pero de pronto las niñas recordaron por qué habían ido a ese lugar, y comenzaron a pensar en formas de emparejarlos sin decírselos directamente. De pronto Lia pareció tener una idea, por lo que le hizo unas señas a Laura, y luego tomó a Holly consigo.
—Ven conmigo un momento— le pidió Lia a su Kirlia— Tengo que hablarte de algo
Y sin esperar a su respuesta, lo tomó de una mano y lo llevó hacia detrás de un árbol, para que los otros dos no los oyeran.
—Holly, si sigues así, no llegarás a ningún lado— le hizo ver Lia.
—¿Con qué?— inquirió él, aunque ya sabía la respuesta. De hecho, podía predecir la conversación entera, pues había hablado de lo mismo varias veces con su ama.
—¡Con Mikeas, por supuesto!— contestó Lia, como si fuera lo más obvio del mundo, y tristemente lo era— Él es muy tímido, pero estoy seguro que si se lo dices, él entenderá lo que sientes.
—No me digas.
—Mira, simplemente haz lo que te he dicho ¿No te acuerdas? Ríete de sus chistes, acércatele con la técnica del hombro, esa que te enseñé...
Holly se quedó quieto, y mientras su ama le describía las "técnicas" de coqueteo que había leído en novelas y visto en series de televisión, él se preguntó de dónde podría sacar más libros para leer, puesto que los que tenía en la casa ya se estaban acabando.
—¿Me entiendes?— preguntó finalmente Lia.
—Sí, sí, solo hay un problema— le hizo ver Holly— soy macho.
Lia hizo rodar sus ojos.
—Sé que te crees muy macha, pero ahora no es momento de hacerse la brabucona ¿Sí? Tienes que ser femenina y gustarle.
Holly suspiró.
—¿Tengo alguna opción?
—¡Esa es mi Kirlia!— exclamó una alegre Lia.
Seguidamente le pasó un billete.
—Toma. Anda y' invítalo a un helado o algo así. Suerte.
Holly tomó el billete y se dirigió hacia donde Laura le daba consejos a Mikeas.
—...y cuando caminen, trata de tomarle la mano. No seas muy rudo, pero tampoco muy tímido. Háblale de cosas interesantes, pero no mucho. Tienes que entender lo que está pensando ¿Bien?
Pero entonces Mikeas se fijó en su amigo, quien permanecía parado justo detrás de Laura. La muchacha se sobresaltó al verlo.
—¡Holly!— exclamó— Eh...— Laura se puso nerviosa, pensando que había estado a punto de arruinar el supuesto secreto de Mikeas, o lo que ella y Lia tomaban por secreto— estábamos hablando de... ¡Una película que vimos anoche! ¡Sí, así es!
Holly asintió. No le importaban las excusas de Laura. Se acercó a Mikeas y le mostró el billete en su mano.
—¿Quieres ir a comprar un helado o algo así?— le preguntó.
Mikeas sonrió, no por lo que se imaginaban las niñas, sino porque esa era una oportunidad de alejarse de ellas.
Y así, ambos pokemon partieron a caminar por las calles. A Holly no le gustaba tomar helado y Mikeas no podía, porque era un pokemon de fuego, pero las niñas no sabían eso.
Cuando ya se hubieron alejado, Lia sujetó a Laura por detrás.
—¡Cielos, Laura!— exclamó— Ten más cuidado.
—¡Lo siento!— se disculpó ella— Estuve a punto de revelarle a Holly que ella le gusta a Mikeas.
—¡Lo sé!— aseguró Lia— Lo vi con mis propios ojos— y se apuntó a los ojos con dos dedos de una mano.
—Las conversaciones se escuchan, no se ven— pensó Holly, quien aún podía percibir con su mente lo que decían ambas niñas, muy a su pesar.
—Tenemos que ser más cuidadosas de aquí en adelante— aseguró Lia— Esos dos en verdad se aman, pero cualquier error puede hacer que dejen de gustarse.
—¡¿En serio?!— exclamó una sorprendida Laura.
—Sí, lo leí en ese libro de relaciones de pareja que me compraron— indicó Lia, con la autoridad que le proporcionaba el libro escrito por alguien que no sabía nada sobre psicología ni sociología— Holly es muy cerrada, pero puede hacer presencia si lo necesita; Mikeas es todo un caballero, pero es muy tímido. Tenemos que forzarlos a interactuar mucho para que se den cuenta de lo que sienten el uno por el otro y se declaren.
—¡Oh, Lia, estoy tan emocionada por verlos juntos!— exclamó Laura— No puedo esperar a que comiencen a salir.
—Yo tampoco, Laura— dijo Lia, con el pecho inflado— yo tampoco.
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