16.- La Desaparición de Marcial (1/2)
Priscilla y su entrenador, Marcial, salían del colegio una tarde cualquiera como el resto de los estudiantes. La Haunter miró por todos lados, pero no encontró a Holly. Lia y Marcial se encontraban en el mismo nivel, pero en distintos cursos, así que no siempre salían al mismo tiempo. A veces se veían a la salida, a veces no.
La Haunter flotaba detrás de su entrenador en silencio, como solía hacer, cuando este notó a uno de sus compañeros más adelante que mostraba una flauta a sus amigos, y con eso recordó algo.
—¡Ah!— exclamó Marcial— ¡No puede ser! ¡Se me quedó la flauta en la sala!
—¿Eh? ¿Otra vez?— alegó Priscilla.
El chico se giró hacia su pokemon.
—¿Puedes ir a recogerla?
Priscilla suspiró.
—Está bien.
Pasaba casi siempre que tenía clases de música, a Priscilla le habría gustado que fuera más responsable. Pero así eran los chicos, suponía.
Se dio la vuelta y se dirigió directamente a la sala de su entrenador, en el segundo piso. Atravesó la ventana, la sala estaba vacía salvo por un muchacho. Era un compañero de Marcial, nunca habían hablado, pero Priscilla siempre lo veía desarmando o rearmando alguna especie de aparato mecánico. El chico levantó la vista de su proyecto para fijarse en la Haunter un momento, pero no le dijo nada. Priscilla fue al puesto de su entrenador y tomó la flauta. Luego regresó a la ventana, pero cuando miró al patio, no halló a su entrenador.
Desde lo alto notó a Holly y su entrenadora Lia, ya en el portón, girando hacia la calle. Solo fue un momento, pero le alegró verlo.
Seguidamente salió por una ventana abierta, dado que la flauta no podía desvanecerse como ella, y se dirigió al lugar donde había dejado a Marcial. Lo buscó con la mirada por todos lados, pero no lo encontró.
—Qué raro— pensó.
Hacía solo un momento que había estado ahí ¿Dónde podría haber ido? Lo esperó un rato, pero no aparecía. Impaciente, Priscilla se elevó un buen tramo, más alto que el techo del colegio, y lo buscó desde ahí, pero su entrenador no aparecía. Los niños jugaban en las canchas o se marchaban por el portón, pero no había rastro de Marcial.
Priscilla descendió a nivel del suelo, preocupada. No era propio de Marcial olvidarse de ella e irse a otro lado sin avisarle. Algo había sucedido.
Se le ocurrió que quizás sus amigos podrían saber dónde había ido, pero ninguno de su grupo se encontraba por ahí cerca. Entonces se dirigió a compañeros del mismo curso que pasaban por ahí, pero ninguno de estos lo había visto o sabía dónde estaba. Tampoco los dos profesores que encontró en el área. Era como si se lo hubiera tragado la tierra.
—¿Habrá vuelto a casa?— pensó la Haunter.
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Holly y Lia se preparaban la once, después de llegar del colegio. Había sido un largo día de fingir ser derrotado para no evolucionar, pero había evitado completamente pelear contra cualquier pokemon, y eso constituía una victoria para él. Lia se había enojado bastante, no con él, sino que con sus circunstancias, pero rápidamente se había olvidado del tema y se había puesto a hablar con sus amigas sobre el próximo concierto de la banda de chicos que les gustaba.
Holly llevó su plato al comedor y estuvo a punto de sentarse, cuando, de repente, advirtió una mente conocida en una dirección extraña. Miró al suelo, justo cuando un par de garras moradas emergían y le tocaban los pies.
—¿Priscilla?— la reconoció, extrañado.
Luego miró a Lia. Comprendió que Priscilla no podía hacerse ver porque Lia estaba ahí, y se pondría furiosa si veía a una Haunter en su casa.
—Creo... creo que se me olvidó algo en el jardín— indicó Holly, antes de marchar a las ventanas que llevaban al patio.
Luego de salir, se escabulló hacia un rincón donde nadie los podía ver. Entonces Priscilla emergió desde el suelo detrás de él. Holly se preguntó cómo lo habría seguido desde debajo de la tierra, pero no parecía un momento para pedir explicaciones.
—¡Pris! ¡¿Qué haces aquí?!— exclamó el Kirlia en susurros.
Sin embargo, pronto comprendió que la Haunter no había ido porque se sentía con ánimos de molestar. Se la notaba alterada.
—¡Holly, no encuentro a mi entrenador!— exclamó ella, también bajito para que Lia no los oyera— ¡Tampoco está en la casa y no contesta el teléfono! ¡Ninguno de sus amigos sabe dónde está!
Holly enmudeció un momento, sorprendido. Comprendió que Priscilla lo necesitaba, así que puso toda su atención en ella. Antes que nada le ayudó a calmarse para que le diera todos los datos. Priscilla le contó sobre la última vez que había visto a Marcial.
—Y fuiste a tu casa y tampoco lo encontraste— recordó Holly.
Priscilla asintió.
—¿Les dijiste a sus padres?— inquirió el Kirlia.
—No han llegado a casa— indicó ella.
Pero aunque estuvieran, no sabía si les habría dicho. Los pokemon eran las mascotas de sus entrenadores, pero también sus protectores. Que su chico desapareciera sin que ella se enterara de lo que ocurría, fácilmente podría significarle un castigo severo. Holly la entendía. No quedaba de otra.
—Vamos a buscarlo— le dijo— tú y yo.
Priscilla asintió, aún tensa. No estaba segura de qué pudiera hacer Holly, pero se sentía más reconfortada dejando que él tomara las riendas. El Kirlia se dirigió a la entrada de su casa, pero Priscilla lo tomó antes que se alejara mucho y lo puso sobre su cabeza.
—Así llegaremos más rápido— indicó.
—Buena idea. Vamos.
Ambos se elevaron y flotaron el trecho hacia el colegio.
Cuando llegaron, quedaba poca gente, más que nada los chicos que practicaban deportes. Holly y Priscilla se pararon en el mismo lugar donde esta había visto a su entrenador por última vez.
—¿Fue aquí?— le preguntó Holly.
—Sí, aquí.
Holly se fijó en los sentimientos de Priscilla. Se había calmado bastante a través del viaje, aunque la tensión seguía latente adentro.
—Así está mejor— se dijo.
Se sorprendió entendiendo a la perfección el estado de Priscilla, y se preguntó si sus poderes psíquicos se habían vuelto más fuertes, o si era porque la conocía mejor.
Pero tenían un humano al que encontrar, eso era lo más importante en ese momento. Holly se fijó en los alrededores: el colegio tenía varias canchas, dos caminitos de árboles y arbustos que iban pegados por el borde de las paredes limítrofes, desde el portón de la entrada hacia ambos lados. El sol pegaba desde cierto ángulo, era extraño ver el colegio con esa iluminación. También había mucha gente y autos por la calle, afuera, y una bandada de Murkrow revoloteando y bromeando entre ellos, sobre los postes de luz.
—Muy bien, necesito que recrees lo que ocurrió— le pidió Holly.
Priscilla miró hacia el portón, luego hacia el colegio.
—Salimos del edificio, caminamos hasta este punto— señaló el suelo— Marcial me dijo que se le había quedado la flauta. Me pidió que fuera a recuperarla, así que regresé a la sala. La tomé y regresé a la ventana. Recuerdo que te vi saliendo, pero no a Marcial. Lo busqué por todos lados, me elevé bien alto para buscarlo por el cielo, pero no lo encontré. Luego fui a su casa, pensando que habría vuelto sin mí, pero tampoco estaba ahí. No sabía qué hacer, así que fui a buscarte.
Holly asintió.
—Entiendo.
Priscilla lo miró mientras meditaba.
—¿Qué crees que haya pasado?
—Bueno, podemos comenzar a inferir algunas cosas con lo que has dicho— le espetó Holly.
Priscilla se sorprendió.
—¿En serio? ¿Qué cosa?
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