14.- Brainy (1/3)


—Oye, Holly, anda y compra unos dulces ¿Sí?— le pidió Lia, de pronto.

Unas de sus amigas iban a ir a la casa mientras sus padres y su hermano habían salido a tomar por ahí. No era de extrañarse por qué Lia quería comprar dulces. Podría haberlo hecho con anticipación, quizás el fin de semana o incluso de camino a la casa desde el colegio, pero Lia era muy descuidada y se le había olvidado en cada oportunidad, así que Holly tenía que arreglarlo. No era como si tuviera opción, tampoco. Era un simple pokemon.

Por eso, pronto se vio de camino a la tienda más cercana. Era de noche y además de algunos autos, no se veía mucha gente ni pokemon por las calles. La tienda más cercana estaba a unos quince minutos caminando, no tanto como para desfallecer, pero sí para ir despotricando en silencio contra la entrenadora que lo mandó allá.

Tan gruñón estaba, que no notó cuando un grupo de figuras se le acercaron por detrás. Poco antes de la tienda, las figuras lo sobrepasaron y de pronto se pararon en seco, bloqueando el paso. Holly levantó la mirada para pedirles que se movieran, pero entonces notó que estos se juntaban los unos con los otros para impedirle el paso a propósito. Alarmado, Holly los miró a las caras y los reconoció: eran los Houndour de la vez anterior. Intentó huir por detrás, pero la otra mitad de la pandilla lo esperaba para cerrarle el paso por ahí también.

—Vaya, vaya, vaya, parece que tenemos un Kirlia perdido entre las patas— gruñó el jefe, abriéndose paso entre sus muchachos.

Holly lo miró, sorprendido. Lo que antes había sido un gran Houndour ahora era un gran Houndoom. Sus cuernos habían crecido y habían dado una vuelta junto a su cabeza. Su cuerpo se notaba más atlético y resistente. Por muy amenazante que antes le había parecido, ahora lo era diez veces más. Aun así, Holly consiguió mostrarse calmado y fruncir el ceño.

—¿Qué quieren? ¿Parecer unos tontos brabucones? Porque lo están haciendo muy bien.

Algunos de los Houndour rieron, pero no de una manera en que invitara a Holly a participar. El jefe esbozó una sonrisa de lado.

—Más vale que temas, chico.

Alzó una pata sobre él para apoyarla en su cabeza, pero antes de tocarlo, Holly desapareció. Esto habría sorprendido a otros, pero los pokemon de la pandilla ya habían visto ese truco.

—¡Tras él!— exclamó el jefe.

Inmediatamente los Houndour se pusieron a rastrearlo, y luego de unos segundos, uno de ellos echó a correr en una dirección mientras ladraba. Los demás lo siguieron de cerca. Holly había conseguido teletransportarse unos veinte metros, pero de inmediato fue encontrado por los pandilleros, y tuvo que hacerlo de nuevo para huir. No podía saltar más de veinte o treinta metros cada vez, y tenía que descansar unos segundos entre salto y salto. La carga se acumulaba rápido en su cabeza y rápidamente comenzaba a pasarle factura. Los Houndour no se dejaban engañar, le estaban sacando terreno.

—¡Tengo que volver con Lia, rápido!— pensó.

Pero de pronto se detuvo, desconcertado, y se desvió por otro camino en transversal. Si volvía con Lia, esos Houndour dejarían de perseguirlo de momento, pero sabrían dónde encontrarlo después. Si eso ocurría, cualquier día podrían volver a asaltarlo. Tenía que deshacerse de ellos antes que nada.

Así que huyó a través del pueblo, teletransportándose cada vez que necesitaba. De esa manera les sacaba ventaja, pero los rápidos Houndour no tardaban en darle alcance. Incluso si se escondía, podían rastrearlo gracias a su olor.

Holly corrió y se teletransportó a través del pueblo, cada vez más desesperado. Sin importar lo que hiciera, los Houndour lo perseguían. Era como una pesadilla. Pronto salieron del pueblo hacia el bosque junto al barrio.

—Quizás los pierda en la oscuridad— pensó Holly.

Sus narices eran el mayor problema, tenía que encontrar una manera de engañarlas. Rápidamente cruzó los primeros árboles, apenas tomándose un segundo para descansar entre salto y salto. Los ladridos de los Houndour resonaban detrás de él en todo momento. Holly atravesó arbustos y plantas, subió y bajó lomas, saltó sobre raíces y se golpeó con troncos. Era difícil correr en la oscuridad, pero sus perseguidores no parecían tener problemas. Tarde se dio cuenta de que no había sido tan buena idea, al fin y al cabo.

Corrió y corrió cuanto pudo. De pronto intentó teletransportarse, pero no pudo, su cerebro no podía más, necesitaría descansar varias horas para poder hacerlo de nuevo. Le dolía la cabeza, no podía pensar con claridad, sus piernas agonizaban de tanto correr y saltar, estaba desorientado. Amedrentado, se giró hacia atrás, esperando a los Houndour, pero para su sorpresa, los ladridos fueron apagándose poco a poco.

De pronto ya no se oía nada. Por un momento Holly pensó, esperanzado, que los había perdido, pero bien sabía que no podía ser el caso. Era demasiado bueno para ser verdad. Algo malo estaba por acontecer.

De todas formas, Holly echó a correr. Tenía que sacarles ventaja. No sabía qué les habría pasado, pero sabía que los volvería a ver.

—¿Por qué se quedaron callados?— se preguntó— ¿Algo más los distrajo?

La otra alternativa era que lo hubieran rodeado para formar un círculo del que no pudiera escapar. Holly se paró en seco, atento, y advirtió el sonido de pisadas a su alrededor deteniéndose, apenas unos instantes después de él.

—Están por todos lados— comprendió, asustado.

Tragó saliva. Una risa siniestra resonó entre los árboles, acercándose lentamente a él. Holly reconoció esa voz.

—Parece que nuestro estimado Kirlia no es tan inteligente, después de todo— dijo el jefe de los Houndour— o no habría venido al bosque.

Los Houndour alrededor rieron también. Había al menos doce, Holly no sentía la mente de ninguno de ellos porque eran tipo siniestro, pero los oía con claridad.

Maldijo en su mente. Debió haber permanecido en el pueblo y gritar por ayuda, debió regresar a la casa de Lia, así habría tenido una oportunidad de vivir. En ese momento ya no tenía escapatoria.

El Houndoom se lanzó sobre Holly, seguido de sus muchachos. El Kirlia intentó alejarlos con sus manos, pero cada uno de ellos era muy fuerte para él. Sus dientes se cerraron sobre su cabeza, sus cuernos, su cara, sus manos, sus piernas y su pecho. Sintió los colmillos apretándolo y haciéndole daño, las fauces sacudiéndolo, los ladridos por todos lados. No podía ver, no podía gritar, solo podía esperar su dolorosa muerte.

—/—/—/—/—/—

Su conciencia se fue despejando poco a poco.

Tenía algo suave bajo su cabeza ¿Una almohada? ¿Estaba de vuelta en casa de Lia?

—Me encontraron y me rescataron— pensó— ¿Quién ahuyentó a los Houndour? ¿Fue Libra? Solo pudo haber sido Libra ¿Pero por qué lo hizo? ¿Lia le pidió que lo hiciera?

Sentía una mano sobre su cuerpo, de cuando en cuando lo acariciaba, muy despacio.

No supo si se fue despertando poco a poco o se despertó y volvió a dormirse varias veces seguidas, su conciencia era difusa, pero sentía algunas cosas. De repente escuchaba un tarareo de la voz de una mujer. Pero era una voz más grave que la de Lia y más aguda que la de su madre. A veces sentía que la almohada bajo su cabeza se acomodaba. Poco a poco se dio cuenta que no era ninguna almohada, sino algo vivo, aunque no supo qué. No parecía molestarle que él estuviera ahí, lo suponía por las caricias.

Pronto percibió una conciencia además de la suya. Era un ser extraño, creía recordarlo, pero su memoria era difusa. Era como él, pero más grande, más vasto, más profundo, más todo.

No supo cuánto tiempo le llevó despertar, solo supo que fue bastante. Cuando consiguió abrir los ojos, se encontró en un lugar bajo techo. Era de día, pero había poca iluminación. Lejos había plantas, árboles, pasto: el bosque. Más cerca se veían las ruinas de la entrada de una casa. Él estaba en esa casa, en lo que quedaba. Vio una mano posarse junto a él. Había alguien más, cerca. Esa era la otra conciencia que había estado sintiendo, la mujer que tarareaba.

Intentó voltearse a mirarla, pero el cuello y los hombros le dolieron. Tuvo que hacerlo poco a poco, con cuidado. Entonces, para su sorpresa, se encontró con una cabeza de pelo verde y ojos rojos como los suyos, pero distinta. Su cuerpo era más grande, no había cuernos sobresaliendo de su pelo, sino uno en su pecho.

Le tomó un buen tiempo reconocerla, quizás porque estaba algo atontado por el sueño, pero conocía esa imagen. Se encontraba junto a una Gardevoir. Justo como había visto en los libros.

Ella le sonrió.

—¿Cómo te sientes, pequeño Kirlia?

Holly la veía, sobre él, calmada y gentil, pero le costaba creerlo. Era la primera que veía, y por lo mismo le costó hablar.

—Ah... eh... ah...— balbuceó.

Al balbucear como bobos, la gente por lo general pensaba en palabras y su boca fallaba en decirlas, pero Holly estaba tan conmocionado que intentó hablar sin siquiera tener palabras preparadas en su mente. Tenía sentimientos, muchos sentimientos: sorpresa, miedo, angustia, gratitud, confusión, un poco de líbido. Esa Gardevoir era muy linda, o quizás todas lo eran. Advirtió que, a diferencia de muchos dibujos que se hacían sobre ellos, su pecho era plano, puesto que no tenían mamas. A él le atraía así, solo encontraba raro que los humanos les pusieran apéndices que no les pertenecieran.

Luego volvió su vista hacia ella, advirtió que esta lo miraba directamente, y se sonrojó, preguntándose si lo habría pillado mirando su pecho. Ciertamente no podía considerarse cortés.

Pero le había preguntado algo, así que comprobó el estado de su cuerpo. Podía mover sus brazos y piernas, aunque con algo de esfuerzo y dolor. Notaba heridas recientes, provocadas por los Houndour.

—Sigo vivo— dijo al fin.

Luego la miró a los ojos, confundido.

—¿Qué pasó?

La Gardevoir ladeó un poco su cabeza.

—Bueno, te encontré herido en el bosque, así que te traje aquí— dijo. Su voz era suave, maternal, quizás la más femenina que Holly había oído, definitivamente una voz que le gustaría seguir escuchando— ¿Qué te pasó?

—Me atacaron unos Houndour. Les caí mal desde... una tontería que pasó. Me encontraron en la noche, me atacaron...

Solo estaba recapitulando lo ocurrido, pero sus ojos se llenaron de lágrimas. El susto pasado volvió y lo envolvió. Aún podía oír sus ladridos, podía sentir sus colmillos enterrándose en su piel.

Pensó que se echaría a llorar, pero de pronto la Gardevoir se agachó sobre él y juntó sus frentes. Instantáneamente Holly sintió una sensación cálida recorriendo su cuerpo. Sintió que estaba en los brazos de un padre amoroso, rodeado de amigos. Estaba seguro, estaba feliz.

Esa sensación duró unos pocos segundos, pero fue suficiente para calmarlo y parar sus lágrimas. Luego miró a la Gardevoir, desconcertado.

—¿Qué fue eso?— inquirió.

—Un pequeño truco que aprendí. Te transmití uno de mis más preciados recuerdos— explicó ella— no es una memoria en sí, más bien una sombra, una pincelada de cómo se siente ¿Estás mejor?

Holly se examinó de nuevo, y asintió. Luego miró hacia las plantas, en el exterior. No estaba seguro de si los Houndour lo habían dado por muerto o su plan siempre había sido dejarlo herido sin matarlo, pero no quería arriesgarse.

—Podrían rastrearnos hasta aquí— dijo— deberíamos irnos. Tenemos que separarnos para que no te vean conmigo...

Pero no pudo continuar, porque la Gardevoir lo calló con un dedo sobre sus labios.

—Tienes que recuperarte— le espetó en su tono suave— eso es lo más importante.

—Pe...

—Esos abusones no te molestarán más, yo me aseguraré de ello. Tú descansa.

Holly quiso oponerse, pero la Gardevoir parecía muy segura de sí misma. Holly solía juzgar lo que decía la gente junto con lo que sentían, dado que él podía percibir sus emociones, pero resultaba más difícil con tipos de pokemon resistentes a ataques príquicos, como pokemon de acero u otros psíquicos. En el caso de esa Gardevoir era casi imposible, como si intentara ver los colores de una bandera en la cima de la montaña a tres kilómetros metros a la distancia, mientras el sol lo cegaba justo detrás del asta. Lo único que consiguió percibir fue algo así como un soplo de seguridad, quizás. Pronto comenzó a dolerle la cabeza, por lo que dejó de intentar.

Comprendió que no podía hacer nada para cambiar su decisión, así que se relajó de momento. Tampoco podía moverse mucho.

—¿Por qué me ayudas?— quiso saber.

—¿Mmm?— se llevó una mano a la mejilla— Porque eres lindo.

Holly se puso rojo como la frente de un Voltorb.

—¡¿Qué?!

—Era broma, era broma. Te tomé conmigo porque estabas herido— dijo. Holly suspiró, sin saber cómo procesar eso— no ayudaría a alguien solo porque es apuesto.

Remarcó un poco el "solo", lo cual alertó a Holly y lo hizo sonrojar de nuevo. La Gardevoir se limitó a sonreírle, pero él no sabía cómo tomar ese tipo de cumplidos. Tímido, miró para otro lado e intentó no parecer tan alterado como se sentía.

—Como... como sea— gruñó— gracias, supongo. Aunque es una suerte que no te encontraras con los Houndour.

—¿Eh?— se extrañó la Gardevoir.

—Digo, podrían haberte lastimado también. Son unos buscapleitos, esos tontos— alegó Holly.

—Ah, sí, claro— dijo en un tono pensativo.

—No te había visto por aquí ¿Eres nueva en el pueblo?— inquirió Holly.

—Soy una viajera— aclaró ella— me llamo Brainy

Holly sonrió.

—Es un gusto, Brainy. Yo me llamo Holly.

—Holly, qué bonito nombre— dijo ella— ¿Tienes entrenador?

Holly recordó que el nombre era uno de los primeros pasos que los entrenadores tomaban para afianzar una relación con un pokemon. Era cultura general que los pokemon con nombre pertenecían a una persona, aunque había algunos pokemon salvajes que se ponían nombres a sí mismos, y entrenadores que nunca les ponían nombre a sus pokemon. Advirtió que Brainy también debía tener un entrenador, pero ella había tomado la iniciativa, luego podría preguntarle.

—Sí, una niña de 16 años llamada Lia— indicó— no es muy lista, pero... no, no tiene cualidades que resalten. Pero me da comida y abrigo, eso está bien.

Brainy arqueó una ceja, algo extrañada, pero no hizo ningún comentario.

—¿Tú tienes un entrenador?— inquirió él, de vuelta.

—Oh, no. No de momento— aclaró ella— tuve un entrenador hace un tiempo. Vivimos felices, tuvimos aventuras, nos entretuvimos mucho. Él era quien... — su voz se apagó un poco— él era el que me sostenía en el recuerdo que te mostré.

Holly se sonrojó, pero no por pensar en cosas lascivas, sino por la calidez del recuerdo. La imagen de la figura paterna sosteniéndolo en brazos volvió a su cabeza. Se imaginó lo que sería tener a alguien así en su vida, alguien que pudiera tomarlo en brazos y quererlo por siempre, alguien a quien pudiera acudir cuando tenía problemas o estaba asustado. Él nunca tuvo algo así, y el mero recuerdo lo hizo sentirse un poco celoso de Brainy.

—Se ve como...— pero tuvo que corregir sus palabras— se sentía como alguien confiable ¿Qué te separó de él?

Brainy sonrió.

—No podía controlar bien mis poderes, y...— pero negó con la cabeza— nada, solo necesitaba ver el mundo y conocerme a mí misma. Aún no termino mi viaje, pero cuando lo haga, regresaré.

Holly se sorprendió de esto.

—¿Cómo puede ser? ¿Te escapaste?— supuso.

—¿Qué? No— Brainy sonrió, divertida con la idea— no, para nada. Un día le dije que tenía que irme, y él...— suspiró, melancólica— fue a despedirme con el resto de mis amigos al puerto.

—Vaya, parece un cuento de hadas— comentó Holly— que un entrenador simplemente deje ir a un pokemon ¿Pero no te echará si intentas volver algún día?

—No, para nada. Me recibirá con los brazos abiertos.

Un entrenador así se sentía ficticio en la mente de Holly, pero Brainy parecía muy segura de él, y ella lo conocía. Holly pensó que, quizás, podría ser de verdad.

Continuaron conversando un buen rato. Holly le comentó sobre su sueño de convertirse en un Gallade y un poco sobre sus amigos, mientras Brainy escuchó con atención y le daba de cuando en cuando bayas para reponer sus fuerzas.

De pronto llegó la noche, los Houndour no volvían, pero la temperatura bajó. Brainy se acostó junto a Holly y lo abrazó para mantenerse calientes. Holly se sonrojó, pero Brainy le tarareó una canción para que se calmara.

—Tranquilo, estás bien conmigo— le susurró.

Eso era precisamente lo que lo alteraba, pero no podía decírselo. Al final, a pesar de la cercanía de Brainy, sus heridas y su cansancio lo vencieron y terminó durmiéndose.

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