12.- El Volcán de la Libertad (3/3)
Los jóvenes corrieron varias cuadras hasta que se sintieron seguros. Luego se reunieron en una plaza, un tanto asustados, pero no lo suficiente para ir a refugiarse a sus casas. Comprobaron que todos estuvieran bien. Pronto algunos comenzaron a bromear sobre el tema y a conversar sobre el pokemon para quitarse el miedo. Algunos llamaron a la policía, no tardarían en llegar.
Lia sacó a Holly de su pokebola para retarlo bien retado.
—¡Es un terrorista! ¡Estabas en las garras de un terrorista, Holly! ¡Pudiste haber muerto!
—¡Es mi amigo!
—¡No era tu amigo! ¡Te estaba usando!
—¡Es uno de los pokemon más amables que he...
—¡Holly, no me lleves la contraria!— le ordenó ella— ¡Ese pokemon es malo y punto! ¡Quizás te engañó, pero no a mí!
Holly quiso gritarle que se equivocaba, que era una tonta, que bastaba que se sentara a conversar con Sunny para que supiera la verdad, pero sabía que no iba a lograr nada con eso. Más importante, advirtió en un costado de la plaza que se detenía un auto patrulla y aparecían unos policías para hablar con un grupo de los estudiantes. Holly no pudo oír su conversación, pero no necesitó hacerlo; los estudiantes apuntaban frenéticamente en dirección a la playa y hacían gestos similares a los que había hecho Sunny al invocar sus llamas. Los policías sacaron sus radios y hablaron un par de frases antes de volver al auto y dirigirse a la zona baja del pueblo.
—¡Tengo que ayudar!— pensó Holly.
En eso, Laura apareció al otro lado de Lia.
—¿Qué pasa, Lia? ¿Por qué están todos tan alborotados?
—¡Te lo perdiste!— exclamó Lia, girándose hacia ella.
Holly aprovechó esa oportunidad y se teletransportó. Al volver a abrir los ojos, se encontraba en el asiento trasero de la patrulla. Los dos policías conversaban con la coordinadora.
—¿Qué pokemon crees que sea?— inquirió el conductor.
—Si los niños no se equivocan, debe ser un Typhlosion, el de las noticias— indicó el otro.
—Eso es un mito, no existe ese terrorista Typhlosion— le restó importancia el otro— Debe ser un pokemon de fuego grandote que se estaba revolcando en la arena, nada más.
Pero en ese momento una columna de fuego se elevó a lo lejos, por el área de la playa. Ambos policías se miraron, sorprendidos, encendieron las sirenas y aceleraron a fondo. En todo ese trayecto no habían notado a Holly, y esperaba que así fuera. El Kirlia se escondió detrás del asiento del copiloto.
La patrulla avanzó rápidamente hasta la playa. Los policías se bajaron y Holly se teletransportó afuera del auto, junto a la parte trasera para que no lo vieran, pero no necesitaba esconderse tanto, dado que frente a ellos había una conmoción en progreso: tres otras patrullas se habían estacionado ahí, y el resto no tardaba en llegar. Los policías rodeaban a Sunny, pero no disparaban. Holly se teletransportó a la copa de un árbol para mirar mejor, y desde ahí notó que el Typhlosion tenía un rehén; otro policía. Se le veía calmado, aunque atento a todas las pistolas apuntadas a él.
—¡Tengo que hacer algo!— pensó Holly.
¿Pero qué podía hacer frente a tantos policías? Tampoco tenía intención de hacerles daño, solo de evitar que le dispararan. Dudaba que si se interponía entre ambos bandos cambiaría las cosas, tenía que pensar en otra solución. Si alcanzaba a Sunny, podía teletransportarlo una distancia corta, pero había muchos uniformados, muchos ojos que los podían buscar por todos lados y no muchos escondites.
—Quizás podamos llegar al bosque— pensó el Kirlia.
No tuvo más tiempo para pensar, puesto que en ese momento el rehén intentó zafarse mandándole a Sunny un codazo en el estómago, que este aguantó con facilidad. Entonces el rehén intentó saltar al suelo y rodar, pero el Typhlosion lo asió hacia sí en el aire, lo levantó y lo arrojó al suelo. Los policías alrededor se prepararon para disparar, Sunny le prendió fuego a sus manos e hizo emerger llamas de su espalda. Estaban listos para matarse los unos a los otros, cuando Holly invocó una ráfaga de hojas mágicas que volaron por el aire, esquivando los árboles, y atacando las manos de los policías. Algunos soltaron sus armas por los golpes, el resto se giró hacia el lado de donde venían las hojas, listos para disparar a cualquier hostil, pero no vieron al Kirlia sobre ellos.
Ya estaban distraídos, esa era su oportunidad. Sin perder tiempo, Holly se lanzó desde la copa del árbol hacia Sunny.
—¡Agárrame!— exclamó mientras caía.
El Typhlosion miró hacia arriba, deshizo el fuego en sus brazos y lo atajó al aire. Luego lo alzó frente a su cara y lo miró de cerca.
—¿Holly?— se extrañó.
—¡No te sueltes!— exclamó este.
Rápidamente lo teletransportó veinte metros hacia el bosque. Sunny pareció sorprendido un momento, pero pronto entendió lo que había hecho.
—Holly ¿Intentas salvarme?— inquirió, sorprendido.
—¡A ti y a ellos!— señaló a los policías— No te voy a decir que no lo hagas, pero voy a hacer todo lo posible para evitar que alguien muera.
Sunny pareció aun más sorprendido, luego rio.
—¡Muy bien! ¡Huyamos juntos, entonces!
Holly lo teletransportó otra vez, y luego otra vez, y otra hasta que alcanzaron el bosque. Terminó muy mareado y con ganas de vomitar por usar tanta teletransportación, pero con eso bastó. Sunny lo sujetó firme contra su pecho y echó a correr a toda velocidad por el bosque. Holly pronto se recuperó del mareo, pero entonces notó que iban a gran velocidad. La fuerza del aire le empujaba la cabeza contra el pecho de Sunny. Este esquivaba los árboles y corría más rápido que un Rapidash en una pista plana. Holly notó un sonido de turbinas, y al girarse, advirtió sobre el hombro del Typhlosion las llamas sobre su espalda. Estaban a la potencia suficiente para darles impulso sin quemar los árboles alrededor. Holly podía oír a los policías detrás, pero de pronto ya no pudo.
En un par de minutos llegaron al otro lado del bosque. Sunny había atravesado un terreno enorme como si nada, Holly aún sentía cosquilleos en la piel expuesta a la fuerza del viento.
Sunny lo dejó sobre el suelo y le sacudió el polvo de la cabeza.
—¿Estás bien?— le preguntó.
—Sí, sí, solo algo mareado.
Miró a su alrededor. No conocía esa zona, habían dejado la playa y la costa del pueblo atrás, y se encontraban sobre un pequeño risco bajo el cual las olas rompían. El suelo era rocoso y deforme, había varios Wingull volando por todos lados, y varios metros más por la tierra se veía el comienzo de la carretera.
—Vaya, eres increíble— musitó el Kirlia. Luego miró al bosque— ¿No nos perseguirán? Aunque estemos fuera del pueblo, no tardarán mucho en encontrarnos.
—Descuida, ya no necesitamos correr— le aseguró.
Holly le iba a preguntar por qué, cuando advirtió a dos seres con intenciones hacia Sunny. Al principio pensó que eran pokemon que buscaban pelea, pero luego percibió un profundo respeto y cariño. Entonces miró hacia arriba, pero los Wingull estaban muy lejos para ser los seres que había sentido. Los buscó por todos lados, pero no aparecían.
Entonces oyó dos pequeños golpes junto a ellos, como dos sacos de plumas cayendo desde una gran distancia. Se giró hacia la fuente del sonido, pero de nuevo no veía a nadie. Sin embargo él sabía que alguien debía estar ahí, puesto que sentía sus emociones.
—Ya pueden dejar de bromear— les espetó Sunny.
De repente, para la sorpresa del Kirlia, dos pokemon aparecieron frente a ellos, como si se materializaran frente a sí. Ambos tenían cuellos largos, alas cortas y extrañas, y plumaje blanco hasta el pecho. Una era roja, el otro azul.
—¡Sunny, estábamos preocupados!— exclamó la pokemon roja.
—Aprecio que nos esperaras— indicó el pokemon azul— veo que te sigue la policía, como siempre.
—Sí, bueno, no es mi culpa que todos sean tan irritantes— alegó el Typhlosion.
La pokemon roja pareció calmarse.
—Al menos esta vez nos esperaste, no como la última vez.
—Sí, sí, Latios ya lo mencionó— protestó Sunny.
Entonces ambos pokemon nuevos se fijaron en Holly. Este se preguntó si había oído lo último bien.
—¿Y este pequeñín? ¿Es un nuevo amigo?
—Les presento a Holly, el Kirlia macho— dijo mientras lo mostraba con las manos— Holly, ellos son mis amigos: Latias y Latios ¡Son Psíquicos, como tú!
Holly se paralizó donde estaba. Latias y Latios, había oído leyendas sobre esos pokemon, mas nunca se imaginó que existieran realmente. Los miró sin saber qué pensar. Se veían amigables, pero si eran legendarios, su poder debía ser comparable al de Sunny.
—¿Por qué tienes que especificar que es macho?— inquirió Latios, extrañado.
—No, es porque... verán...
Sunny se puso incómodo, puesto que la explicación involucraba aspectos personales de Holly.
—Se ve bastante viril para ser un Kirlia— indicó Latias.
Esto sorprendió a Holly.
—¡¿En serio?!
—Claro, tu espalda es más ancha y tus músculos más marcados que un Kirlia normal. No sé quién podría confundirte con una niña.
Holly se miró sus brazos que bien podrían haber sido ramitas pintadas. No veía ningún músculo, pero no sentía que Latias estaba mintiendo. O más bien dicho, le parecía que sus intenciones eran sinceras. Inmediatamente una sonrisa de oreja a oreja se formó en su cara.
—Latias y Latios son mucho más viejos de lo que parecen. Han visto a muchos pokemon de todas las especies.
—¿Eh? ¿Eso fue un insulto?— alegó Latias.
—Es la verdad.
—Nuestro líder es un papanatas— concluyó Latios, algo triste.
—¡Oigan, oigan, solo quería explicarle un poco! ¡La gente necesita contexto!
Pero Latias y Latios se echaron a reír. Holly supuso que debían ser muy cercanos para bromear así. De pronto, Latios se detuvo y miró hacia el bosque.
—La policía se acerca— indicó.
Holly no los sintió cuando él lo dijo, pero sí unos diez segundos después. Supuso que ellos tendrían un mayor campo sensorial.
—Será mejor que nos vayamos— indicó Latias— ¿Sunny?
—Sí ¿Podríamos llevar a Holly a su casa?— les pidió este.
—¡Claro!— exclamó Latias.
—Por supuesto— aceptó Latios.
Sunny se subió sobre Latios, mientras que Latias acercó su nariz al suelo, flotando, levantó el poto de Holly y lo lanzó sobre su espalda.
—¡Woah!
—¡Muy bien, equipo! ¡Vamos!— exclamó Sunny.
Ambos dragones levantaron vuelo, rápidos como misiles. Holly tuvo que afirmarse a Latias con todas sus fuerzas para no caer. De un momento a otro sobrepasaron los árboles y se elevaron tan alto que pudieron ver el otro lado del pueblo a lo lejos. Entonces desaceleraron para planear tranquilamente. El aire les pegaba fuerte en las cabezas, pero Holly ya no temió por su vida. En eso miró a Sunny, quien parecía divertirse de lo lindo sobre Latios, sin problemas.
—Descuida, no necesitas sujetarte tan fuerte— le indicó Latias.
Holly quiso contestar, pero a la velocidad a la que iban, su voz no sonó. Entonces se dio cuenta que Latias no había abierto su boca para hablar.
—¡¿Usas telepatía?!— exclamó con sus pensamientos— ¡¿Yo también puedo usar telepatía?!
Latias rio.
—Jeje. Me temo que soy solo yo, pero pronto tú también podrás hacerlo, cuando evoluciones a Gardevoir— le indicó.
Holly no contestó, no tenía ganas de explicarle sus problemas en ese momento, pero gracias a ella recordó que los Gardevoir tenían el mayor poder psíquico de su familia, más que los Gallade. Si él evolucionaba con una piedra alba, no alcanzaría todo su potencial mental.
Esto no lo disuadía ni un poco de hacerse con la piedra, pero de todas formas lo dejó pensando en cuán fuerte sería si evolucionara por nivel.
—/—/—/—/—/—
Finalmente lo dejaron en su casa. Nadie los vio, porque Latios y Latias podían volverlos invisibles. Aterrizaron sin problemas en el patio, donde Holly se bajó de un salto. Al mismo tiempo los pokemon alados dejaron de manipular la luz, y se volvieron visibles.
—Gracias por no incendiar el pueblo entero— le espetó Holly.
Sunny rio entre dientes.
—Esa fue una proeza tuya, Holly, no mía. Si no fuera por ti, esos policías habrían muerto y la mitad del pueblo ya estaría en llamas. Tú los defendiste.
Holly abrió mucho los ojos, sorprendido y halagado, pero más que nada orgulloso. Nunca se esperó que conseguiría aplacar al gran y terrible Sunny, pero ahí estaban. El Typhlosion se acercó a él y le dio un abrazo apretado, más de lo que Holly acostumbraba a experimentar, pero no le hizo el quite. Supuso que simplemente era así con todos.
—Seas lo que seas en el futuro, serás un pokemon extraordinario, Holly. Ya lo eres, y todo el que diga lo contrario es un tonto.
Holly no sabía si creerle o no, pero entonces advirtió los sentimientos de Sunny, de admiración hacia él. No podía creer que alguien tan fuerte y tan gallardo como él sintiera eso por un pequeño Kirlia. Comprendió que, al menos para el Typhlosion, lo que decía era verdad. Holly sí era un pokemon extraordinario, aunque solo un individuo lo viera de esa manera.
Aun algo pasmado, le correspondió el abrazo.
—Tú también lo eres, Sunny, y no lo digo solo por tu fuerza— le susurró Holly.
Luego de unos segundos, se separaron lentamente y Sunny dejó a Holly en el suelo. Luego se subió sobre Latios y se despidió con un gesto de la mano.
—Si alguna vez te cansas de tu entrenadora, sigue el camino de atentados. Debería llevarte a mí.
—¡Eso haré!— exclamó Holly.
Latias y Latios se despidieron con un movimiento de la cabeza, y los tres echaron a volar al cielo como dos misiles, hasta que se volvieron invisibles y se camuflaron con el azul del cielo.
Holly se quedó meditando en las palabras de Sunny. Pensó que, si llegaba a evolucionar a Gardevoir, quizás no sería el infierno que preveía.
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