Holly se hallaba sentado tras bambalinas, con su vestido rosa chillón, su maquillaje exagerado y su sombrerito. Odiaba ponerse ese atuendo, odiaba tener que hacer un espectáculo frente a docenas de personas que ni conocía, que solo estaban ahí sentadas para ver a familiares o amigos, o a ver a los pokemon más destacados. Más que nada odiaba el estrés que causaba la espera y la preparación. No era algo que él hubiera elegido, sino algo con lo que tenía que lidiar.
—Vaya, vaya, pero si es nada más y nada menos que la bailarina— escuchó una voz detrás de su hombro.
Había estado tan concentrado en la presentación que ni se dio cuenta que tenía a alguien detrás. Al girarse, se encontró con un pokemon de tonos oscuros, con una cabeza grande con pelo negro, cara morada y labios gruesos. Holly suspiró, hastiado con solo su presencia.
—¿Qué quieres, Rosa?
Rosa era un Gothorita, un pokemon psíquico como él, de similar tamaño y habilidades. Incluso estaba en la segunda etapa de su familia evolutiva, justo como Holly. Pero ahí acababan las semejanzas. Se habían conocido en concursos, pero a diferencia de Holly, Rosa parecía disfrutar su trabajo.
—Oh, nada, solo venía a desearte suerte, mi estimado Kirlia— dijo con un tono altanero.
A Holly se le hacía más difícil leer sus sentimientos, porque era tipo psíquico como él, pero podía percibir cierta enemistad. Ninguna sorpresa ahí.
—Sí, mientras antes terminemos, mejor— contestó Holly.
Pero su indiferencia hizo molestar a Rosa.
—No creas que me ganarás esta vez. Morderás el polvo, Holly.
—Nunca soy yo el que te gana, tú te derrotas a ti mismo— alegó el Kirlia— ahora lárgate, quiero meditar antes de mi presentación.
Rosa estuvo a punto de decirle algo más, pero en eso se acercó Lia.
—¡Holly, aquí estabas! ¡Ven, nos toca a nosotros!
Sin esperarlo, lo tomó de un brazo y lo arrastró con ella hacia el escenario. Ahí Holly tuvo que realizar movimientos en el orden en que Lia le decía, como habían practicado. Solo que Lia no había practicado tanto, y la mitad de las veces no sabía qué decirle a Holly. Este conocía la rutina de memoria y hacía lo que debía aun cuando su entrenadora no sabía qué estaba pasando. Bailaron juntos, hicieron aparecer hojas mágicas y las combinaron con otros movimientos. Al terminar, la gente aplaudió, pero solo por compasión. Finalmente se retiraron, los jueces no les darían su puntaje hasta que todos los participantes terminaran, pero Holly sabía que les había ido como siempre: promedio. No eran de los peores, pero nunca llegaban a los primeros ocho lugares.
La función de Rosa y su entrenadora estuvo algo mejor, pero si bien la chica se conocía mejor su rutina que Lia, Rosa no se comparaba con Holly, y terminaron apenas un puesto delante de ellos. No es que le importara a Holly. Nada de eso le importaba, solo quería terminar rápido e ir a descansar.
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Luego de la premiación, Holly y Lia salieron del edificio de concursos, solo para encontrarse con una multitud afuera. Eran los espectadores, familiares y amigos de las concursantes, todos bloqueando las pasarelas. También había varios carritos de comida, aprovechándose de la situación. Lia se detuvo un momento para hablar con su papá por mensajes de texto.
—Dice que se tomará unos quince minutos— indicó Lia— ¡Vamos a comprar algo por mientras!
Sin decirle nada a Holly, Lia echó a andar hacia uno de los carritos de churros. Solo que alrededor de unas treinta niñas de su edad pensaron lo mismo en ese momento, y el carrito se llenó. Lia tuvo que hacerse camino a empujones para llegar al frente, y desde ahí competir contra las demás para llamar la atención del vendedor.
Mientras tanto, Holly se escabulló a un lugar menos poblado, a una esquina junto a uno de los pilares de la entrada del edificio de concursos. Ahí estaría más tranquilo mientras las masas se dispersaban. Había perdido de vista a Lia, pero no importaba, seguro estaba cerca del puesto de comida, aún intentando comprar algo.
—Vaya, pero si es el Kirlia que perdió contra mí— se burló una voz a su lado.
Holly rodó sus ojos.
—¿Por qué tengo que lidiar con este sujeto otro minuto de mi miserable vida?— alegó para sus adentros.
—¿Qué quieres, Rosa?
—Alardear, obviamente.
—Entonces puedes ir a alardear frente a cualquier árbol.
—Admite que yo te gané ¡Admítelo!
—Me ganaste, ahora déjame en paz.
—¡Ja! ¡Lo admites!
—Sí, eso hice
—¡Soy mejor que tú!
Holly se giró hacia él, hastiado.
—Crees que eres mejor que yo ¿Eh? Te crees la muerte porque tomaste un puesto sobre mí ¿Eh? Pues te reto a una revancha.
—Oh ¿El perdedor me ruega por otra ronda? Déjame pensarlo.
—Jugaremos a las escondidas. Si consigues esconderte por media hora sin que yo te encuentre, serás definitivamente el mejor de los dos ¿Qué me dices?
—¡Trato hecho! ¡Morderás el polvo hoy por segunda vez, Kirlia!
—Contaré hasta cien, más te vale esconderte bien, Gothorita.
Rosa se fue a esconder rápidamente. Holly hizo como que se pegaba al pilar a contar, pero luego de llegar a diez se dio la vuelta y lo buscó con la mirada. Ya no lo veía, mucho menos podría percibirlo en ese mar de gente, pero no importaba. Se había deshecho de él.
Luego buscó a Lia con la mirada, ya debería haber comprado sus churros y estar buscándolo. Buscó alrededor del puesto, pero no la encontró. Había muchas niñas similares, pero Lia no estaba por ningún lado. Expandió su área de búsqueda, su entrenadora había desaparecido.
—¡No de nuevo, niña tonta!— maldijo en su mente.
Seguro se había olvidado de él y había ido a conversar con alguna de sus amigas, o peor, su padre la había recogido y se habían ido sin él, otra vez. Holly no podía creer su mala suerte.
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Rabió solo un rato, luego se calmó y meditó. Lo mejor que podía hacer en ese momento era quedarse donde estaba y esperarla. Lia podía olvidarse de él, pero seguro lo recordaría al volver a su casa... ¿Verdad?
Holly recordó la fiesta cuando se perdió, hacía ya unas cuantas semanas atrás. También varias otras veces en que Lia lo dejó ahí, en ese mismo lugar, y nunca volvió a recogerlo. Más que a la niña, odiaba a sus padres. Ellos se fijaban cuando Lia aparecía sin Holly, pero no le decían nada porque querían que se volviera responsable y ella misma cuidara sus pertenencias. Pero Lia era muy relajada y poca atención le prestaba cuando no lo necesitaba. Gracias a esa forma de enseñarle, Holly era el que sufría.
—Maldita niña y malditos padres y maldito sistema— gruñía Holly entre dientes.
En eso vio algo más que le llamó la atención: no muy lejos, al pie de las escaleras, una figura negra conocida interactuaba con un grupo de pokemon caninos. La figura negra era un Gothorita, Rosa. Parecía intentar explicarse y pedir disculpas al mismo tiempo, amedrentado. A la vez, el grupo que lo rodeaba consistía de unos cinco Houndour, todos con cara de pocos amigos y bastante aterradores. Holly advirtió que cuatro de ellos tenían un helados en sus patas, mientras que el más grande tenía las garras en el suelo, pero a diferencia de sus compañeros, contaba con una gran mancha cremosa en su pecho. Desde donde se encontraba, Holly no podía verlo, pero se imaginó que habría un cono de helado tirado en el piso.
—Vaya, Rosa, sí que eres tonto— pensó.
Estuvo a punto de regresar su mirada hacia la multitud, cuando notó que Rosa comenzaba a correr y los Hondour a ir tras él. Nada de esto le habría importado, de no ser porque Rosa se dirigió directamente hacia él. Antes de que Holly pudiera esconderse o quitarse del camino, Rosa lo rodeó y se protegió en su espalda de las miradas de los enfadados Houndour.
—¡No dejes que me coman!— le pidió.
—¡Oye, oye, no me metas en tus problemas!— alegó Holly.
Pero ya era muy tarde, los Houndour lo rodearon tal y como habían hecho con Rosa.
—¿Tú eres su amigo?
Holly iba a decir que no, cuando uno de los brabucones lo tomó del cuello del vestido con su hocico y lo asió con fuerza hacia él.
—Tu amigo no sabe sobre respeto— dijo a pesar de estar asiéndolo con sus colmillos —¿Quién va por ahí quitándole los helados a la gente? ¡Mira lo que le hizo al jefe!
Y para hacer énfasis, apuntó con su cabeza hacia el pecho del Houndour más grande y feo, el que tenía el helado aún escurriéndole por el pelaje negro.
—¿Cómo le vas a compensar esto?
Holly miró hacia arriba, a la cara del jefe, y se encontró con un gruñido y una mirada acusadora. No necesitaba percibir sus sentimientos para saber que solo buscaban excusas para una pelea.
Pensó en una forma de zafarse de ahí, pero sentía el miedo de parte de Rosa. Estaba aterrado por los Houndour y su única esperanza en ese momento era él. Gruñó para sus adentros, algo hastiado.
—¿Por qué tengo que ayudar a alguien tan molesto?— pensó.
No había razón, ayudar a otros simplemente se hacía y punto. Holly inspiró hondo y volvió a mirar al jefe.
—¿Qué tal si se pierden y dejan de molestar?
Esto los enfureció. El jefe de los Houndour alzó la pata hacia Holly para arrebatárselo del hocico de su subalterno, pero antes de que pudiera tocarlo, Holly desapareció.
Los Houndour miraron en todas direcciones, estupefactos. El Kirlia simplemente se había desvanecido. Un segundo más tarde, reapareció al lado de Rosa, lo tomó de un brazo y volvió a desaparecer, llevándoselo consigo.
Ambos surgieron de la nada entremedio de la multitud. Rosa pareció sorprendido, pero Holly lo hizo agachar la cabeza y rápidamente lo llevó a esconderse detrás de un grupo de chicas.
—¡¿Qué...— quiso reclamar el Gothorita.
—Solo me teletransporté ¿Tú no puedes hacerlo?
—¿Teletransporte? He oído de esto.
Holly miró a los Houndour desde su escondite. Los pokemon de fuego miraban en todas direcciones, confundidos, pero no tanto como si no supieran qué había ocurrido. Sabían lo que Holly había hecho, solo necesitaban hallarlos.
—Esto está mal, nos encontrarán tarde o temprano— le indicó a Rosa.
—¿No puedes teletransportarte de nuevo?— alegó él.
—No me quedan muchos usos después del concurso— reveló.
Miró alrededor. La gente comenzaba a dispersarse, y con eso, disminuían los lugares para esconderse. Los Houndour se dividieron para buscarlos. Tenía que pensar algo rápido.
Entonces, para su sorpresa, Rosa lo tomó de una mano y lo llevó corriendo hacia los árboles junto al edificio.
—¡Ahí están!— escuchó a uno de los Houndour.
Holly miró hacia un lado y encontró a dos de los matones corriendo hacia ellos. Eran más rápidos. Había mucha gente entremedio y no se atrevían a empujar a nadie, pero de todas maneras pronto conseguirían alcanzarlos. Holly se giró hacia los árboles; no había muchos ni estaban uno junto al otro, no corrían hacia un bosque, sino que hacia un área verde dentro del terreno del edificio de concursos. No conseguirían esconderse ahí. Tampoco había ningún otro escondite cerca, y aunque lo hubiera, los Houndour los tenían fijados y no iban a perderlos de vista fácilmente. No quedaban muchas opciones, Holly se fijó en el tronco del árbol, era lo bastante grueso para esconderlos a ambos unos segundos, eso bastaría.
Cruzaron las distancias hacia los árboles, donde Holly guio a Rosa hacia detrás del tronco.
—¡Rápido, rápido!— lo apremió.
Los Houndour los vieron ir tras el árbol. Rápidamente los alcanzaron y rodearon el tronco, pero al girarse, no vieron nada. Los pokemon que perseguían habían desaparecido. Dieron varias vueltas al árbol, pero no consiguieron hallarlos.
—¡Maldición!— exclamó uno— ¡¿Dónde están?!
—Deben haberse teletransportado, como antes— indicó el otro— aún los huelo, no deben estar muy lejos.
—Sí, es verdad.
—Vamos, tú busca por los otros árboles, yo por la sombra del edificio.
Ambos Houndour se separaron. No sabían que los pokemon a quienes buscaban habían escuchado toda su conversación desde arriba. Al verlos irse, Rosa suspiró, aliviado.
—Nos salvaste, Holly— le espetó.
—No por mucho. Esos pokemon pueden seguirnos el rastro con facilidad. No tardarán en encontrarnos, y ya no me puedo teletransportar.
—¡¿Qué?! ¡Entonces seguimos perdidos!
Holly se giró hacia él, enfadado.
—¡Sí, por tu culpa! ¡¿Por qué tenías que ir y pasar a llevar el helado de un Houndour?!
—¡No fue mi culpa, a él se le cayó solo! Me culpó a mí para no quedar mal con sus compinches, es todo.
—Más encima vas y me involucras a mí.
—¡Bueno, es tú culpa también!
—¡¿Qué?!— saltó Holly, contrariado.
—Si no fuera por tu estúpido juego, no me habría acercado a esos tipos.
—¡Yo no te dije que te les acercaras! ¡Solo...— pero se detuvo. Esa discusión no los estaba llevando a ninguna parte— piensa en una forma de salir de esta ¿Bien? Somos dos Psíquicos, nuestra cabeza es nuestra mejor arma.
Rosa quiso seguir alegando, pero también se dio cuenta que no valía la pena discutir. Tenían un problema entre manos, debían resolverlo.
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