Cap. 8 - Redes Rojas
Los rumores son armas peligrosas. Rumores que se instalan en la mente de los más débiles, temerosos a un futuro incierto. Sin embargo, incluso los rumores más tesgiversados, tienen una razón de ser. Y los rumores que algo se estaba gestando en el interior de Nido Profundo tenían sus bases muy fundamentadas.
En el interior de un hermoso monasterio carmesí, un alma solitaria meditaba con pesar y en una aparente calma. Un remanso de carmesí, donde el viento proveniente de las cavernas superiores traía consigo extraños aromas de pasto verde y cultivos bañados en el rocío del amanecer.
Aquella que yacía sentada sobre centro del local, buscaba en su interior algo de paz y armonía. Poseedora de un cuerpo delicado para el pensar de muchos, pero un error muy común que han cometido todos aquellos que la han enfrentado. Sobre su cabeza descanzaba una hermosa máscara con finos rasgos bien definidos, y una llamatiba capa roja cubría su silueta.
En sus manos, descansaba un arma peculiar para estas tierras. Un arma que solo aquellas productoras de la más fina seda portaban. Una arma... y un instrumento. Una aguja. Usada tanto para tejer como para el combate. Tanto para desplazarse, como instrumento musical. En las manos correctas, era la herramienta perfecta para un portador experimentado.
La joven, usaba seis de sus ocho pares de extremidades para tocarlo. pues solo una tegedora tendría la movilidad para domitar tan infalibre técnica. Su propio hilo, se tensaba en una perfecta cuerda, la cual adquiría diferentes tonalidad dependiendo de lo mucho que la usuaria tensara la cuerda, o la longitud del trama que crearía las melodiosas ondas sonoras. La sinfonía de un solo intrumento, tocada por las manos de un angel.
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Las suaves notas de la melodía, cargaban el ambiente de un aura pacivo y melancólico. Reflejos del propio estado emocional de aquella que era la orfebre de tan bellas notas musicales. Una suave canción, pera relajar su espíritud, las preocupaciones, y la carga que descanzaba sobre sus hombres. Sin embargo, tan pronto la melodía tocó su último acorde, el aire se tornó denso y agoviador.
Un destello surcó el aire con una velocidad imposible. Una hoja plateada que se dirigía directamente a aquella que recién había finalizado su obra musical. Sin embargo, una que reaccionó de inmediato ante la amenza. Después de todo, ella no era un simple tejedora. Ella era Hornet, princesa de Nido Profundo, y la futura matriarca de la Senda Carmesí.
Con un rápido movimiento de sus manos, la aguja que antes era un instrumento musical se transformó en un arma, y su refinada golpeó el objeto metálico en pleno vuelo, desviándolo de su camino. Hornet ni siquiera había abierto sus ojos, pues solo necesitó el endeble sonido para determinar la posición exacta y la velocidad con que la amenaza se acercaba. Y su actuar acertó al cien por ciento.
Ahora, Hornet abría los ojos lentamente, mientras se ponía de pie con gracia y elegancia. Como si de una baile se tratara, al mismo tiempo, que veía el cunai encajado sobre el tatami a pocos pasos de ella. Y justo en el mango del arma, un hijo que se estiraba hacia los lugares más oscuros de los tejados. Hornet lo vió y sonrió.
De pronto, el kunai fue atraido por su portador. Una sombra que se mantenía escondida entre las sombras, tan perfectamente, que Hornet no era capaz de verla con sus propios ojos. Pero sabía que estaba allí, y no podría bajar la guardia bajo ningún consepto. Y tenía razon en pensar de esa manera.
De pornto, cinco destellos aparecieron en su campo visual, pero Hornet no tembló ante el peligro. Su rostro mostraba una serenidad inamovible, mientras se preparaba para la batalla.
Un gracil salto, y varios de los kunai pasaron peligrosamente cerca de su cuerpo, pero ni siquiera su bella capa roja fue victima de las afiladas hojas punzantes. Dos de las armas arrojadizas se dirigían directamente a su vientre y pecho, pero su precisa aguja los desvió de su trayectoria en un solo movimiento. Y al final, volvió a caer sobre el suelo con la misma elegancia que portaba.
— Tendrás que hacerlo mucho mejor que eso. — Dijo la tejedora roja con un tono divertido.
De pronto, se escucharon pasos provenientes del techo. El rechinar de la madera ante el movimiento de aquella sombra que permanecía en la oscuridad. Invisible, pero que no cesaba en sus ataques ni por un segundo.
Los kunai volaban en todas direcciones, y Hornet se movía como una gracil bailarina para esquivar los ataques. Movimientos tan hermosos, que de remover las armas sobre el escenario, formarían un maravilloso espectáculo coleográgico. Pero el peligro aquí era real, y tanto su cuerpo como su aguja, se sincronizaban perfectamente para evitar una muerte segura. Sin embargo, era imposible determinar porque la princesa roja estaba riendo en ese preciso momento.
— ¡EDIRO! —
La joven gritó con energía, mientras infinidad de su propio hilo se alzaba sobre su figura, haciendo una semiesfera perfecta de hebras creadas por su propio cuerpo. Sus seis pares de manos conducían la seda en la dirección que ella quería, haciendo un perfecto escudo de telaraña que detuvo una oleada de kunais que se presipiraron sobre ella. Y una vez más, la joven rió.
En un rápido movimiento, una de sus manos lanzó una hebra de hilo hacia la oscuridad del techo, pero pronto su dócil movimiento se detuvo tras un repentino tensado. Algo había picado en su agarre, si el rostro divertido de Hornet se hizo aún más pronunciado, cuando sintió como su presa intentaba escapar de ella. Pero con un fuerte tirón, sacó al intruso de su escondite.
Su oponente resultó ser una tejedora igual a ella, pero su cuerpo estaba recubierto por una tela negra, así como su elegante cornamenta. Un fino gorro, cuyas terminaciones se precipitaban por debajo de su rostro, hasta la altura de su pecho. Justo en medio, una bella máscara blanca, con seis endiduras para sus tres pares de ojos. Y en una de sus manos, descanzaba una aguja tan grande como la de Hornet, pero con una simetría más recta y escalonada.
— Aún eres muy predecible. — Comentó la roja.
— Eso ya lo veremos. —
Rojo y negro se fusionaron en una hermosa danza de espadas. Las agujas chocaban entre sí, las chispas salpicaban en todas direcciones, los sonidos del metal crepitando erizaba la piel.
Hornet se mantenía a la defensiva, enfocando sus esfuerzos en bloquear o desviar, atenta siempre de cualquier arma oculta que su oponente pudiese estar escondiendo. Su oponente oscura se movía como una sombra, atacando desde todas direcciones, tratando de encontrar una apertura en la defenza de la roja.
Hornet no dejó pasar la oportunidad, y cuando ganó algo de terreno, dos de sus manos salieron de abajo de su capa, lanzando dos certeros kunai que iban hacia el rostro de su oponente. Mas, la tejedora se hizo a un lado, y las armas arrojadizas no encontraron más que viento, y un fragmento de tela negra en su camino. Y antes que Hornet retomase la ofensiva, un pequeño objeto cayó de la capa de su oponente, desplegando una densa cortina de humo casi de inmediato.
Hornet no encontró nada sólido en su ataque, y ahora estaba rodeada por un espeso humo negro que apenas le dejaba ver a pocos centímetros de su rostro. Sus ojos no le serían útiles en esta situación, así que debía confiar en sus otros sentidos. Podía escuchar la risa de su oponente, y sus delicados pasos sobre el katami. Sabía que estaba dándo vueltas a su alrededor, buscando el momento certero para dar la estocada final. Hornet esperó en silencio, hasta que su oponente dió el pasó al frente.
La guerrera roja gió 180 grados en una fracción de segundo, y su irrompible aguja hizo un rápido giro sobre su eje, impactando con fuerza el tajo vertical de su oponente. Ambas agujas chocaron en un golpe seco, y el humo a su alrededor se disipó ante tal descomunal despliegue de fuerzas. Pero esto, aún no había terminado.
Una y otras vez, las agujas chocaron, en una asinfónica melodía de metal contra metal. Las agujas eran como claves de una orquesta, mientras eran blandidas con dos manos por ambas artistas, pero no eran las únicas, pues los dos pares de brazos restantes, forcejeaban en un peligroso combate cercano con dagas y kunais. Sin lugar a dudas, una habilidad asombrosa para poder controlar tantas extremidades al mismo tiempo.
Sin embargo, eventualmente la guerraro roja se alzó con la supremacía, aunque estaba tan agotada como su oponente. Ahora, la tejedora de negro yacía con una rodilla a poyada sobre el suelo, tan agotada como su oponente, aunque Hornet lograba mantenerse de pie a duras penas. Sus respiraciones eran claramente audibles, y seguro deberían tomarl algo refrescante para calmar sus cuerpos.
— Parece que he ganado de nuevo, neesan — Mencionó la roja con tono divertido.
— Ja. Mocosa presumida. No creas porque puedas derrotarme vas a comportarte como la mayor. —
— ¿Por diez segundos? —
— Por doce. — Dijo mientras se ponía de pie y colocaba su aguja sobre su espalda. — Veo que sigues practicando tu música. Estás mejorando. —
— Bueno. Aún tengo mucho que aprender para estar a tu nivel. —
— Eh... No puedes ser la mejor en todo, ¿No? —
— Ja ja. Supongo que tienes razón. —
Sin embargo, la conversación entre hermanas fue interrumpida, cuando una tejedora se hizo presente. Por su vestimenta, rápidamente pudieron reconocerla como una sirvienta de la corte de Nido Profundo, pues solo ellas portaban los kimonos blancos con border rojos. Y al parecer, esta tenía un mensaje importante para ambas. Pues se arrodilló e incó la cabeza contra el suelo antes de dirigirles la palabra.
— Princesa Hashi, Princesa Hornet. La Señora de la Guerra Herrah las ha convocado. — Mencionó la recien llegada.
— ¿Mamá nos ha llamado? ¿Qué habrá pasado? —
— No lo se, pero es mejor no hacerla esperar. Recoje todo el desatre de hilo que dejaste, Hornet. No te demores. —
— Ya voy, ya voy. —
— No se preocupen, su excelencias. — Mencionó la sirvienta. — Yo me encargo de limpiar todo. Ustedes valla con la matriasca, al parecer es hurgente. —
— Esta bien. Muchas gracias. —
— El placer es todo mio, su majestad. —
Y así, ambas princesas abandonaron el santuario, adentrándose en los concurridos parajes de Nido Profundo. Todos los que las veían pasar las trataban con respeto, y bajaban la cabeza ante su presencia, sin importar el tamaño o el papel político que presentasen.
Como arañas que eran, la mayoría de pasajes estaban destinados sobre las paredes. De hecho, la propia Ciudad de Komonosu, ciudad capital de Nido Profundo, estaba diseñada en sentido vertical. Pues estaba construida dentro de una larga cámara cilíndrica, y los edificios se alzaban desde las paredes hacia el propio eje de la estructura. Algo único en todo Hallownest.
Hornet y Hachi tuvieron que escalar por toda la ciudad para llegar al Salón de Guerra, hogar de su madre y matriarca de toda las tejedoras. Un pueblo guerrero y reservado con sus costumbres.
Al llegar, fueron recibidas por las Espadas Danzantes. Las guerreras más letales del reino, entrenadas por la mismísima señora de la guerra, y el escudrón de élite entre élites. Solo por debajo de los grandes generales. Aunque no respondían ante nadie, más que a la propia matriarca y a su descendencia.
Las dos guardias bajaron la cabeza en señal de respeto, y abrieron los enormes portones para dejar entrar a las hijas de la matriarca, quienese se dirigieron al salón principal tan pronto les fue posible. Una enorme cámara dentro del palacio, donde docenas de tejedoras con esos kimonos blancos iban y venían. Las dos entraron, y se arrodillaron frente al trono vacío.
— Déjemnos. —
Una voz se escuchó de pronto. Una voz femenina, fuerte y poderosa. Todas las tejedoras obedecieron de inmediato, y en menos de diez segundos, las únicas presentes eran las hijas de la matriarca, quienes aún permanecían arrodilladas frente al trono.
Entonces, una gran silueta comenzó a caer desde el techo hacia su trono de madera y cuero. No era una Emperatriz, pues la fortuna jamás le interesó. Ella era la encarnación de la guerra. Una lanza que arremete contra sus enemigos. Aquello que una vez fue conocido como el Azote de la Tormenta, y que luchó bajo el estandarte el Emperador Wyrm contra sus incontables enemigos. Ella era Herrah, la Bestia. La guerrera más letal que ha conocido Hallownest.
— Nos alegra vuestra presencia, matriarca de Nido Profundo. — Comentó Hachi.
— Y nos regocija vuestra presencia... Madre. — Concluyó Hornet.
La colosal araña no dijo nada, y finalmente de dejó caer sobre su asiento, cuando su propia telaraña la había acercado a escasos centímetros del suelo. Con un rosto inamovible se puso de pie y se acercó a su descendencia, hasta detenerse a escasos pasos de ella. Entonces, habló.
— Veo que Hornet a vuelto a superarte, Hachi. — Decía mientras sujetaba el trozo te tela que el kunai de Hornet había cortado.
— Si, madre. One-san ha heredado su pasión por el arte de la guerra y el combate. — Mencionó con orgullo.
— Ya veo. —
Herrah rio complacida, al mismo tiempo que remendaba el parche de su hija con su propia seda. La colosal araña podía ser intimidante, pero amaba a su prole con locura. Aunque siempre exigía respeto hacia su figura, pues fue así como ella misma fue criada, por las costumbres antiguas.
— Y tu has heredado la música de tu abuela. Cada vez me recuerdas más a ella. —
— Es todo un honor escucharlo, madre. — Comentó la mayor.
— Madre. ¿Por qué nos has llamado? ¿Ocurrió algo malo? —
Herrah dejó escapar un suspiro, mientras pensaba en la mejor forma de dirigir esta conversación. Lo había pensado mucho, pero no podía ignorar más este asunto que tanto hacía tambalear a su reino. Dos de sus manos se estiraron con delicadeza, y las apoyó en el medio de la cornamenta de su prole, antes de acariciarlas con delicadeza. Solo entonces, tant Hachi como Hornet sabían que podían dejar el caracter formal y alzar las cabezas.
— Nuestro reino esta al borde de un colapso. Es tiempo que lo sepan. —
— ¿Te refieres a la disminución de las reservas de alimento? —
— Es correcto, Hornet. Si seguimos en este estado, es posible que pasemos hambruna durante el invierno. —
— No podemos permitirnos tal cosa. La última nos costó demasiadas vidas. —
— Han pasado doce años desde entonces. Ustedes dos apenas eran unos huevos, pero las secuelas perduraron por más de dos años. No estoy dispuesta a ver a mi pueblo volver a ceder ante el canibalismo. Y me prometí a mi misma no permitir que tal desastre pase jamás. —
— ¿Pero que vamos a hacer, madre? Las últimas cacerías no ha sido suficientes. Las criaturas de Nido Profundo son cada vez más escazas, y cada cacería trae menos presas que la anterior. Los gabernos ya ni siquiera mide un tercio que lo que solían ser. —
— Lo se, hija mía. Y por eso he estado pensando en algo por mucho tiempo. Pero por muy desagradable que me resulte la idea, no encuentro solución posible. No tenemos otra alternativa. —
— ¿Cual es su mandato? Matriarca de Nido Profundo. —
La voz de Hornet mostraba una resolución inquebrantable, y su mirada no temía a aceptar cualquier orden que su madre propusiera. Hachi, no demoró en sumarse a su resolución.
— Preparen a los guerreros, mis doncellas carmesí. Si queremos que nuestro pueblo perdure, tenemos que marchar al norte, y reclamar los enormes campos de cultivo del Sendero Verde. Suenes los taiko... La Senda Carmesí vuelve a marchar al campo de batalla. —
https://youtu.be/i10Eljij2GQ
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Aprovecharé esta inspiración para avanzar un poco con Hollow Knight. Como pueden ver, cada reino tiene su propio lore. Costumbres, diseño, tradiciones. Es por eso que este proyecto se me hace tan grande. Vamos lento, pero seguro. Solo tengo que ver como expandir este fan-verso sin hacer un nudo de incoherencias.
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