Cap. 35 - Futuro Incierto

Los días restantes pasaron como lamentos silenciosos. Una pueblo carente de motivos para celebrar, siguiendo adelante con la esperanza de un mejor mañana. 

Hornet finalmente tomó las riendas de su pueblo, y su presencia en todos los rincones de Nido Profundo fue recibida con una mezcla de esperanza y melancolía. Allá a donde fuese, su figura era recibida con respeto, con palabras de aliento y pésame por la pérdida. Pero la tejedora de rojo se mantenía firme ante las palabras de aliento. Ya había llorado lo suficiente. 

Sin embargo, al séptimo día posterior a la tragedia, Nido Profundo recibió con fe y esperanza la caravana proveniente de Sendero Verde, esta vez, con Sun Quang a la cabeza y acompañado por Kaede. Hasta el propio hermano intermedio de los Sun, aún con cierto rencor hacia las tejedoras, no pudo evitar sentir la presión en su pecho, cuando vio la devastación que la traición había dejado en ciudad Komonosu. 

La caravana, esta vez más pequeño debido a la falta de preparación y la carencia de tiempo, fue recibida personalmente por la guardia real de Nido Profundo, así como su nueva regente y ministros importantes. Hornet no permitir que otra tragedia se desatara, y para este punto, su confianza estaba tan resquebrajada que simplemente no podía darle la espalda a este asunto y delegarlo en las garras de alguien más. 

—Khan Hornet, un placer volver a verla. Vinimos tan pronto recibimos la noticia. —Cometó Sun Quang, tan pronto bajó de la carreta que guiaba el grupo y se posicionó frente a la tejedora, dedicándole una pequeña muestra de respeto. 

—Agradecemos vuestra presencia, general Quang. Nido Profundo estará agradecido eternamente por esta muestra de amparo. Nuestra retribución al tratado será inmediata. 

—Ya hablaremos de eso luego. Se que ahora hay asuntos que imperan más de su atención.

Puede que Sun Quang no le agradase la idea de permanecer mucho tiempo en Nido Profundo, pero era lo suficientemente sensato para entender la urgencia de este asunto. Hornet agradeció esta comprención en silencio y con una pequeña reverencia, antes de darle vuelta y dirigirse a sus soldadas. Ella personalmente, descendería a los niveles más bajos de ciudad Komonosu y repartiría las raciones entre la población. Mientras, Sun Quang, acompañado por Kaede, se hicieron a un lado, dirigiéndose a donde la mayor de los Sun esperaba con Bretta a su lado. 

—Te vez terrible. —Comentó Sun Quang tan pronto estuvo cerca de su hermano. 

—Han sido días... difíciles. 

Las palabras del hermano del medio de los Sun no carecía de razón. Aunque más aliviadas, las ojeras en el rostro del mayor de los hermanos aún estaban presentes, y a juzgar por sus hombros medianamente caídos, se podía asumir que su cuerpo también presentaba síntomas de fatiga y penuria. 

—Entiendo. Un gusto volver a verla, señorita Bretta. 

—El placer es mio, Sun Quang-sama. 

—Espero disculpen mi petición, pero mi hermano y yo necesitamos discutir de algunos asuntos importantes. 

Aunque discreto, las palabras de Sun Quang no carecía de carácter imperativo. Tanto Bretta como Kaede asintieron y se retiraron de lugar, dejando a los hermanos en un en un silencio abrumador. Entonces, fue el mayor quien rompió la calma. 

—¿Cómo está hermana? —Sun Quang deja escapar un suspiro de pesar. 

—Cansada... como todos. 

—Oye... Yo lo siento... No pensaba que...

—Está bien, Sun Ce. —Lo detuvo con palabras y un gesto de su mano. —No tienes que darme explicaciones. No a mi. Te conozco lo suficiente. Pero no abuses de la confianza de la emperatriz. 

—Je... Suenas igual que papá. 

—Tomaré eso como un elogio. 

—Bueno. Hablaré con Hornet y le explicaré la situación. 

—¿Ya te refieres a la reina de Nido Profundo por su nombre? —Dijo con tono irónico y con una ceja levantada. 

—Es... complicado. 

—Ya veo... Solo recuerda a Sing Su... Supongo que ella necesita una respuesta.

El rostro de Sun Ce dejó escapar una mirada amargada, a la par que un suspiro pesado escapaba de su boca. Eso era una plática que no sería para nada agradable. Un compromiso impuesto por la camaradería de sus padres. Pero nada más que una amistad para ambos jóvenes. 

—Bueno. Problemas a futuro. —Irrumpió el hermano menor. —Ahora terminemos con esto. Y... ¿Dónde está Ghost?

La pregunta no fue recibida con emoción, y los ojos cansados de Sun Ce cayeron sobre el suelo. No necesitaba decirlo para que su hermano lo entendiera, provocando en Sun Quan un largo suspiro mientras alzaba la mirada al techo de rocas. 

Sin embargo, en el interior de Salón de Guerra, la curiosidad de una hermanastra no podía ser aplacada solo con silencio y esperas. Mucho más, cuando Kaede y Bretta se dirigían a la habitación donde la tejedora de blanco yacía. 

—¿No ha comido nada en siete días? —Preguntó la más alta con preocupación tras escuchar la noticia. 

—No. Hemos tratado de todo... Pero simplemente no... reacciona. Dejamos de intentarlo cuando Sun Ce-sama casi pierde un brazo al tratar de sacarlo por la fuerza de la habitación. Es como si... estuviese... muerto. 

—No puedo creer que vuelva a pasar.

Bretta alzó la mirada al escuchar las palabras de la gran insecto, y vio con preocupación como un rostro de angustia se mostraba en el rostro caído de la hija de Lü Bu. La vista de Kaede cayó al suelo, mientras recuerdos doloroso regresaban a su mente. Recuerdos cuya esperanza le decía que nunca más tendría que revivir. 

—¿Vuelva a pasar? —Preguntó la escarabajo, escondiendo su necesidad imperiosa de saber en un rostro de ingenuidad.

Kaede dió un largo suspiro, mientras sus pasos se hacía más lentos y pesados en el interior del palacio. Como si su voluntad de repente se hubiese transformado en no querer llegar a su destino. O al menos, demorar todo lo posible. Su mente se debatía en la moralidad de revelar un paso que no era el suyo propio, pero conocía lo suficiente a Bretta para que su mente se debatiera si era correcto o no contarle la verdad. Al final, la necesidad de compartir esa carga amarga era más imperiosa que mantener el silencio. 

—Así pasó muchos días cuando lo conocía. Un chico que se quedaba sentado durante días en una esquina oscura del templo. No comía. No se movía. Una estatua de carne y exoesqueleto. En mi inocencia traté de acercarme muchas veces, pero lo único que recibía era silencio. Mi padre era el único que lograba sacarlo a la fuerza, y su ira controlada estallaba con violencia en los interminables entrenamientos. Era mi padre quién debía obligarlo a entrenar... Así como obligarlo a detenerse. 

El rostro de Kaede se hacía cada vez más lúgubre con el relato, y Bretta trataba de asimilar la historia, imaginando en su mente una versión de Ghost más juvenil, pero sumida en una miseria de auto culpa y rabia. Una imagen que magullaba su corazón. Hasta que una ligera pero inesperada sonrisa escapó del rostro de Kaede.

—Ghost encontró la paz en su mente, en el dolor de su cuerpo. Pero era una paz de engaño. No hacia nadie a su alrededor, sino hacia él mismo. El tiempo le enseñó a ocultar sus emociones, y tratar con él pasó de ser imposible a insoportable. —Ambas se dieron el lujo de reír levemente por eso. —Recuerdo el día cuando por fin se sentó a la mesa junto a nosotros. Yo me esforcé para preparar esa cena, y mi padre me felicitó por mi esfuerzo, mas... ¿Sabes que fue lo que Ghost dijo? —Bretta solo miró expectante por la respuesta. —¨No sabe a nada¨

La repentina risa se vio opacada por una rastro de amargura, mientras sus pasos resonaban en el silencio sepulcral del interior del palacio. Sin embargo, la historia continuó su curso, cuando otro suspiro de cansancio de Kaede escapó de su boca. 

—Luego entendí que él no quiso ofenderme. Solo dijo la verdad. Su verdad. Entendí que Ghost había perdido muchas razones para vivir... su sentido del gusto y el olfato incluidos. Solo reaccionaba cuando algo era peligroso, pero nada que despertara sus ganas de estar vivo. Y... simplemente lo acepté así. Tenía la esperanza que eso cambiara con el tiempo, y estos últimos días, esa esperanza se materializaba con cada minutos. Verlo mostrar interés por algo... verlo... vivo otra vez más fue... fue...

Las palabras de la gran insecto se atoraron en su boca, mientras un nudo de tristeza e impotencia se formaba en su garganta. Bretta alzó la mirada, solo para ver como una lágrima escurría por el rostro de Kaede, mientras sus dientes se apretaban con fuerza. La escarabajo no tenía la altura suficiente para brindarle una mano de apoyo sobre su hombro, pero el gesto se sintió igual de reconfortante sobre su antebrazo. 

La chica de cabellos de naturaleza bajó la mirada, y se encontró con un rostro igual de triste, pero mucho menos impotente, y con una sonrisa de esperanza dibujada en sus labios. Una sonrisa que hacía lo posible por traspasar a su propio rostro. 

Kaede suspiró profundamente, y su pulgar limpió la lágrima que se había escapado de su estoicidad. Su vista volvió al frente, recuperando su compostura y su rostro estoico, aunque su interior seguía igual de adolorido. Mas, sus pasos recuperaron su fortaleza, y el trayecto hacia a habitación de Hachi se redujo considerablemente. 

Una ver llegaron, dos tejedoras de la guardia real custodiaban el lugar. Y ambas las conocían por igual. Bretta, aquella que había cuidado las heridas de su Khan todo este tiempo, con una habilidad incluso superior a las propias médicas de la nación, y Kaede, la guerrera misteriosa que acabó con la vida de decenas de traidores en pasajes ocultos de Nido Profundo. Traidoras que estaban destinadas a interceptar a Herrah y su grupo en el camino.

Ambas tejedoras hicieron una reverencia de respeto en su presencia, y se hicieron a un lado para ingresar al lugar. Bretta tomó la delante y abrió la puerta, para luego invitar a la mal alta seguir su camino. Kaede dudó por un momento, cuestionándose si estaba lista para volver a ver a aquel que consideraba un hermano una vez más en ese estado. Sin embargo, su determinación fue más grande que su negativa. 

Una vez Bretta cerró la puerta con delicadeza, ambas se adentraron al interior, para encontrarse con las dos únicas figuras que ocupaban la habitación. Hachi, convaleciente sobre la cama, en las misma posición en la cual había descansado todos estos días. Su cuerpo, tapado por una manta suave y cálida, que mantenía sus heridas a una temperatura optima. Su respiración, lenta pero constante, demostraba un cansancio acumulado por los días sin alimentos ni agua. Sin embargo, solo podían esperar.

Por otro lado, a apenas unos pasos del lecho de la tejedora, se encontraba una estatua viva. Ghost, completamente inmóvil, parecía haber caído en una especia de coma inducido, aunque su cuerpo arrodillado mantenía un perfecto equilibrio. Saber si estaba despierto o no era imposible, pues sus cuencas oscuras no mostraban señales algunas de lucidez. 

Bretta se acercó a la cama de la tejedora, pues sus vendas necesitaban ser cambiadas. Usualmente una tejedora la ayudaría, pero ahora Kaede estaba allí para ayudarla. La escarabajo removió la sábana, y ni siquiera el cuerpo desnudo de la tejedora sacó a Ghost de su letargo... Si es que siquiera estaba vivo en ese momento. 

Bretta removió los vendajes antiguos, revelando los muñones que habían quedado, donde antes Hachi mostraba con orgullo aquellas extremidades con las que con tanta gracia tocaba sus cuerdas. Sus dos extremidades izquierda del centro, las cuales ahora mostraban una saludable recuperación, y la herida, aunque aún ligeramente latente, había cicatrizado casi por completo. 

A continuación, Bretta se puso manos a la obra, y con un trapo y un balde de agua cristalina, comenzó a asear a la tejedora convaleciente, recibiendo la ayuda de Kaede cuando fuese necesario. Y una vez la quitina de su piel estaba o suficientemente limpia, la escarabajo volvió a cubrir la herida expuesta, pues lo menos que querían era que una infección inesperada agravara aún más la situación. Luego, volvieron a tapar a Hachi entre sus sábanas, a como estaba cuando ambas llegaron al recinto. 

—Podrías traerme un paño y agua limpia. 

Bretta asiente ante la petición de Kaede y se retira, regresando a los pocos minutos con su pedido. La escarabajo tenía idea de sus intenciones, pues ella no tenía el valor de hacerlo.

Kaede tomó la cubeta y el trapo, y se acercó a Ghost lentamente. Bretta estaba muy nerviosa, pues la última vez que Ghost se movió, fue cuando tomó la mano de Sun Ce que intentaba moverlo, y la torció de manera abrupta. La escarabajo aún recuerda el grito de dolor del general, y desde entonces, nadie se había atrevido a acercarse más de lo necesario. 

Sin embargo, Kaede no parecía tenerle miedo a esto. De hecho, por la forma en que se acercaba, era de suponer que no era la primera vez que lo hacía. La insecto de cabellos de hojas, vio a su hermanastro con pesar una fina capa de polvo acumulándose sobre su quitina de su cabeza y su capa negra. 

Kaede removió la capa polvorienta, revelando el cuerpo negro del fantasma, contraído en una pose fetal. Remover su equipo donde guardaba sus armas ocultas fue una tarea titánica, pues Ghost no cedió lo más mínimo para tal tarea. Y a pesar de la preocupación y temor de Bretta, el fantasma no parecía reaccionar ante la forma en que Kaede invadía su espacio personal. Como si fuese capaz de reconocerla en su abismo de culpa. 

Kaede tomó el paño mojado, y comenzó a limpiar la cornamenta de Ghost, quien no se movía ni un milímetro. Como si fuese realmente una estatua. Sus músculos parecían estar en un estado de tensión constante, rígidos como la sólida roca. Y su respiración tan lenta era casi imperceptible. 

Las gotas de agua cargadas de polvo caían por su máscara blanca, hasta precipitarse sobre su cuerpo, y la suciedad se fue removiendo a media que el trapo mojado aplicaba tanta presión como delicadeza por igual. Un baño efímero, allá donde las manos de Kaede eran capaces de llegar. Y finalmente, una tela blanca propia del cuarto de Hachi fue enrollada sobre su cuerpo, mientras Bretta se llevaba la capa negra para lavarla. 

Por desgracia, no había mucho más que ninguna de las dos pudiese hacer, más que tomar el recipiente con caldo frio que Bretta había dejado a un lado del fantasma en la mañana. El último de una serie que se había repetido por los días anteriores. Y con suaves pasos, ambas abandonaron ese lecho de tristeza y amarguras. Ninguna de las dos, capaces de ver como la poca consciencia que le quedaba al fantasma dejó escapar un ápice de su presencia en forma de lágrima, una vez que ambas habían abandonado el recinto. 

A pesar de la ayuda, esa noche no hubo celebración en ningún lugar de Nido Profundo. Las mesas de la ciudad volvían a sustentar los tan anhelados alimentos, pero cada boca de la ciudad comía en silencio. Y no era la excepción en el comedor del Salón de Guerra. 

Una larga mesa compartía la presencia de varios comensales. Hornet sentada en su asiento de siempre, no se atrevía todavía a ocupar el puesto que antes pertenecía a su madre. Una enorme silla ubicada en la punta de la mesa. A su lado, Sun Ce, quien había sido un apoyo invaluable durante todos estos días, y al lado de este, Bretta, quien había cuidado de su hermana como nadie hubiese sido capaz de imaginar. 

Al frente, se encontraba Sun Quang, cuya voz estaba dispuesta a romper el silencio con cientos de preguntas. Pero algo dentro de él le obligaba a permanecerse en silencio. Pues incluso Kaede, sentada a su lado, tenía esa expresión vacía mientras comía con pereza de su plato. Y fue el suspiro pesado de Hornet quien destruyó el silencio. 

—Agradecemos toda la ayuda que Sendero Verde nos ha brindado. Por tal motivo, prepararemos varias carretas con productos de nuestra confección como agradecimiento. —Sun Quang escuchó esas palabras, y aunque era lo justo, algo diferente latía en su pecho en ese momento. 

—No es necesario que se apresuren. Sendero Verde puede esperar un poco más. 

—No hace falta. Ya varios de los ministros se están encargando del asunto, y un grupo de comerciantes están dispuestos a unirse en vuestro regreso. 

—Me... Me alegra escucharlo. 

No fueron muchas las palabras relacionadas al intercambio. Solo lo preciso y lo justo. Lo mínimo necesario antes que la atención cayera sobre los platos en el silencio. Pero pasado unos minutos, fue la voz de Bretta la que se alzó esta vez. 

—Sun Ce-sama, Sun Quang-sama. Pido permiso para quedarme aquí hasta que la Khan Hachi se halla recuperado de salud. 

—Esta bien. Informaré al señor Yamato de la situación. 

—Asumo que Ghost-dono... también se quedará. —Comentó Hornet. 

—Eso parece... No creo que ninguno pueda sacarlo de ese estado. Y no me atrevo a que me intente desprender un brazo de nuevo. 

—¿Tan mal está, hermano?

—Si... Lo está... 

—No lo entiendo... —Comentó la tejedora. —Ghost-dono no muestra interés con nada... Por que se niega a abandonar a mi hermana. ¿Cuál es su propósito?

—A veces... El corazón no obliga a hacer cosas de la que no somos consientes. 

La respuesta de Sun Ce fue suave como un suspiro, pero su mirada cansada no se apartaba del plato que tenía al frente, incapaz de ver el pequeño sonrojo que se formaba en el rostro de la tejeroda. Algo que no pasó desapercibido para Sun Quang, quien era el único que estaba al tanto de cada detalle de la mesa. Sin embargo...

—Es más que eso... —La repentina voz de Bretta tomó a todos por sorpresa. 

—Qué quieres decir. —Preguntó Sun Quang, posiblemente el que menos tenía los ánimos por el piso. 

Bretta no respondió inmediatamente. Su mente divagó un poco en sus recuerdos, mientras la misma duda moral que tuvo Kaede horas atrás ahora la atacaba. La escarabajo miró a los presentes, quienes tenían sus ojos puestos sobre ella, algunos con cansancio, otros con tristeza. Pero todos con interés. 

 —Mis recuerdos sobre esa época son vagos y borrosos... Pero... Recuerdo al señor Elderbug-sama, el pa... padre de Ghost-sama, tocar el Erhu con entusiasmo. Ghost, yo... y un amigo... solíamos escucharlo tocar algunas tardes. Era un maestro, y sus melodías eran embriagadoras. Cuando la Khan Hachi... tocó por primera vez frente a mi, estábamos en la villa del capitán Yamato-sama. Su melodía era muy parecida e igual de armoniosa... Y cuando Ghost-sama la escuchó por primera vez... algo cambió en él. Yo... creo que encontró en la princesa Hachi algo que había perdido... Un recuerdo de su pasado. 

—Ghost no recuerda su pasado. —Añadió Kaede. —Cada vez que intentamos preguntarle al respecto, su mente comenzaba a saturarlo con recuerdo de la tragedia, y controlar sus gritos de dolor eran desgarradores. Mi padre y yo simplemente dejamos de intentarlo. Por temor a su estabilidad mental. 

—Nadie sabe que pasó con Ghost-sama esa noche. —Bretta volvió a tomar la palabra. —Nunca habla al respecto. Cada vez que los recuerdos vienen a su mente, son en formas de pesadillas que lo atormentan por las noches. 

—¿Y...? ¿Estas noches...? ¿Ha tenido alguna? —Preguntó Sun Quang.

—No... Aunque ni siquiera puedo asegurar si ha dormido. 

—Supongo que... No podremos hacer más que esperar. 

Dos días pasaron, y los preparativos para regresar a Sendero Verde estaban listos. Tal como fue prometido, Tres carros llenos de finas telas y artesanía estaban listas para partir hacia Sendero Verde, y varios carros pertenecientes a mercaderes locales estaban dispuestos a acompañar a los generales de regreso a casa. 

Por desgracia, la estadía de Sun Ce en Nido Profundo había tardado demasiado, y sus responsabilidades como líder militar de Sendero Verde ya no podían ser postergadas. Kaede, para su pesar, también debía regresar, aunque eso conllevaría dejar a Ghost en ese estado. Al menos tenía el alivio de que Bretta cuidaría de él en su ausencia. Después de todo, una vez su padre regresase del Imperio, temas sumamente delicados deberían ser puestos sobre la mesa.

Faltaban solo unas horas para que la caravana abandonase la ciudad, y Sun Quang organizaba a las tropas que lo acompañaron, así como a los comerciantes que los acompañarían. En el interior del palacio, Hornet terminaba de prepararse para hacer la despedida formal del evento, ayudada por dos tejedoras de su confianza, cuando el repentino tocar a su puerta llamó la atención de los presentes. 

—Su señora, el general Sun Ce solicita una reunión con usted. —Comentó una de las guardianas del exterior. 

—Dile que pase. 

Tras sus palabras, el picaporte de la puerta de su habitación se abre, revelando al general quien ingresaba a la habitación. Algo recuperado tras estos dos días de descanso, pero aún algo desaliñado. Aunque listo para le viaje. 

—Te ves hermosa. 

Sus palabras escaparon con una sonrisa, cuando vio a la tejedora roja, portando una vestimenta mucho más decorada que su túnica roja habitual. Algo digno para un evento público, recomendación de una de sus damas de confianza. Aunque esos volantes y el lazo rojo sobre uno de sus cuernos parecía no ser del todo del agrado de la tejedora. 

—Déjennos. 

Ante su comando, las dos tejedoras mostraron sus respetos y se retiraron del lugar, cerrando la puerta con delicadeza a sus espaldas. 

—Te ves bien. Es en serio. 

—Demasiados adornos. Me siento abrumada con todo esto. No es propio de Nido Profundo. 

—Entonces, elige algo que te guste más.

—Ufff... Protocolos... Sabes como funciona. 

—Jeje. Si. Lo se. 

Un pequeño momento de silencio tras las palabras. Momento, en que ambos de vieron directamente a los ojos, como esperando algo. Los segundos pasaban, y el silencio cada vez más incómodo, y fue el propio Sun Ce quién rompió el hielo, acercándose y tomando descaradamente las manos de Hornet con las suyas. 

—La próxima vez que nos veamos, te voy a pedir que te cases conmigo. 

Los ojos de Hornet se abrieron como platos ante la noticia. Sun Ce había investigado un poco, y sabía que las tejedoras preferían a machos que fuesen directos con sus sentimientos. Y Sun Ce ya estaba cansado de huir de ellos. Ahora, con el mismo coraje que la enfrentó aquella primera vez que ambos se vieron en el campo de batalla, la enfrentaba en esta batalla de lasos y sentimientos. 

Hornet, nerviosa, bajo la mirada, y contempló sus propias manos sujetas por la de Sun Ce, quien, a pesar de su actitud serena, no podía esconder su nerviosismo en el ligero temblor de sus manos, esperando una respuesta que podría ser tan confusa como las aguas agitadas de un rio. Sin embargo, la repentina sonrisa desafiante de la tejedora fue tan clara como sus palabras. 

—Tendré que esperar al parecer.

La respuesta, aunque no era un si definitivo, llenó el corazón del general de alivio y esperanza, quien con una muestra de elegancia, besó la mano derecha de la tejedora, haciéndole honor a los modales de su tierra natal. ¿Quién sabe cuando volverán a verses? ¿Quién sabe bajo que circunstancias lo harían? Lo que si sabían, era que ese día llegaría.

Por desgracia, la espera llegó a su fin, y aquellos de tierras lejanas debían regresar a su hogar, dejando a sus espaldas dudas y anhelos. La incertidumbre del futuro, y la esperanza de un más brillante porvenir. 

¿Qué les depararía el futuro? Eso nadie sería capaz de saberlo.

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Hola a todos. 

Informales queremos que este es el fin de la 1ra temporada de Hollow Knight Fanficción - Honor y Sangre. 

Realmente espero que les halla gustado, y que dejen su comentario y sus votos si así lo consideran. De momento, nos temaremos un tiempo, para plantear mejor el desarrollo del futuro, aunque seguro no demoraremos mucho. 

Estamos abiertos a ideas, sugerencia, etcétera. (No con matar a Nosk y a Hachi XD)

Por ahora, Oro y Crónicas de despiden. Nos vemos en la próxima temporada. 

Temporada que será publicada en esta misma historia. 




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