Cap. 30 - Desesperación
El sonido del metal retumbaba una y otra vez en las cavernas más oscuras de Nido Profundo. Ghost luchaba con cada ápice de su ser para mantener a ralla a la monstruosidad que se alzaba frente a él. Un insecto guiado solamente por su sed insaciable de violencia.
Nosk estaba extasiado, del placer de finalmente volver a enfrentar a un rival tan digno, como aquellos que la era de las grandes guerras pusieron en su camino. Todos, imponentes guerreros que se habían ganado el respeto o temor de sus seguidores... Todo... decapitados, y sus cabezas preservadas decorando macabramente el lugar al cual el maniático insecto llamaba hogar.
La guadaña de Nosk tenía total ventaja en este combate tan disparejo. Las dagas de Ghost eran mortales, pero demasiado pequeñas en comparación. El fantasma debía arriesgarse a cruzar el umbral entre su seguridad y una muerte segura, para siquiera poder intentar acertarle un golpe a su oponente. Si tan solo tuviese consigo la katana de su padre.
—Jajaja. Si... ¡Sí! ¡Era esto lo que estaba buscando!
La maniática risa del arácnido resonaba tan fuerte como los impactos de su guadaña, saturando las cavernas den su gutural voz casi carente de cordura. Sus ojos, abiertos como platos, incapaces de apartar la vista de este misterioso guerrero que con solo unos cuantos cuchillos se atrevía a enfrentarlo. Y aún así, ser capaz de mantenerse firme ante el uso de toda su fuerza.
Ghost daba todo de si para mantener el ritmo. A diferencia de sus pequeñas dagas, la guadaña de Nosk solo necesitaba de un simple contacto para causarle una herida mortal. Su ojos, aunque vacíos, no dejaban escapar el más mínimo detalle, permitiendo a su cuerpo reaccionar a tiempo antes que Nosk fuese capaz de desarrollar el movimiento completo de sus ataques. Tiempo, en el que tenía que decidir su retroceder o atacar... Siendo la primera opción la más viable en casi todos los casos.
Sin embargo, graves noticias comenzaron a fracturar su concentración, cuando un dolor punzante comenzó a debilitar su cuerpo. Apenas habían pasado unos días desde que Hornet perforó su abdomen, y si bien había cicatrizado, aún faltaba mucho para sanar completamente. Un dolor que, aunque podía ignorar, no dejaba de estar presente. Mas, había otro problema que lo hacía apartar peligrosamente la mirada hacia atrás.
Hachi, usando sus dos aguijones, mantenía su posición como un fortaleza de piedra, mientras decenas de agujas se dirigían a su cuerpo. Los ataques eran tan constantes e ininterrumpidos, que la tejedora de blanco apenas tenía tiempo para desviar un ataque antes que otro se le abalanzarse encima. Por supuesto, dándole ninguna oportunidad para poder contratacar.
Hachi era una guerrera magistral, forjada por el duro entrenamiento ejercido por su propia madre, la bestia. Pero ella no era Hornet. La tejedora de blanca no había nacido para la guerra, y su seda era más delicada y fina que la de su hermana. Una seda capaz de crear obras de arte, pero que no podía usar para la guerra dada su fineza y carencia de resistencia. Por mucho que su apariencia fuese mucho más similar a su madre que la de su hermana.
—¡NO te distraigas en un duelo!
Ghost apenas tenía tiempo para mirar hacia Hachi, y ver como poco a poco era superada, mas ir a ayudarla no era una opción, pues la guadaña de Nosk no conocía ni la misericordia ni el cansancio. Cada vez que el fantasma giraba su cabeza para ver a la tejedora, un corte peligrosamente devastador pasaba cerca de su rostros o extremidades. No podía perder la concentración o su historia terminaría allí mismo.
Pero el cruel destino tenía otros planes.
—¡¡¡¡¡AAAAAAAHHHHHHH!
El corazón de Ghost se detuvo por una milésima de segundo, cuando escuchó el grito que provenía de sus espaldas. Esa voz... esa voz era la única que no quería escuchar gritar de todas las presentes.
Fue demasiado para poder ignorarla. Ghost giró su cabeza, sin importar nada más a su alrededor, solo para ver con terror como la tejedora blanca dejaba escapar su dolor por su cuerdas vocales, mientras el filo de la aguja de una de las enmascaradas se abría hueco en su defensa, cercenando dos de sus brazos izquierdos en el acto.
La sangre de Hachi salpicó su bella túnica blanca, y el carmesí de la muerte comenzó a mancillar la prenda, así como su propies esencia que escapaba de su cuerpo. El aguijón que portaba en esa mano cayó al suelo en un sonido y retumbante, y nada pudo hacer cuando de una patada cayó al suelo rodeada de enemigas.
Hachi ahora yacía sobre el suelo, con el dolor de la pérdida de dos de sus extremidades acompañando al dolor de la herida de su abdomen, cuyos daños internos aún no habían sanado del todo. Todo, mientras decenas de agujas se acercaban para rematarla, sin que ella, exhausta, no pudiese hacer nada al respecto.
Ghost lo vió todo en cámara lente, y parte de él se desmoronó al ver como, la única insecto que fue capaz de avivar algo en su corazón, ahora yacía postrada en el suelo frente a las puertas de la muerte. Se dió la vuelta para ir a salvarla... pero...
—Grave error...
Ghost sintió un gélido aliento, fétido de muerte a sus espaldas, apenas pudo darse vuelta, para ver como la parca materializada en sangre y exoesqueleto alzaba su guadaña a una distancia que no sería capaz de evadir, en una postura que no sería de bloquear del todo. No podía escapar de eso.
La guadaña de Nosk descendió en un movimiento elíptico, concluyendo en sentido horizontal. Ghost alzó sus dagas, y aunque sus armas fueron capaces de frenar la mayor parte del ataque, la mortal punta de la guadaña terminó incrustándose en su pecho... A pocos milímetros de su corazón.
El fantasma gruñó, pero ningún grito de dolor escapó de su boca, mientras veía con su creciente rabia e impotencia a su enemigo. Un arácnido, cuya satisfacción solo hacía más que agrandar su macabra risa, mientras el combate se hacía cada vez más y más peligroso. Al punto, de querer disfrutar cada maldito segundo de este deleite de sangre.
En un movimiento rápido, Nosk retrajo su arma, desincrustando la punta de su guadaña del pecho de su oponente. Podía acabarlo allí, y ahora. Pero quería disfrutar el momento, y a aquel que tan digna batalla le había proporcionado. Su guadaña giró sobre su eje, y su lado sin filo se lanzó contra Ghost con todas sus fuerzas. El fantasma trató de bloquearlo... pero los brazos de su lado herido no respondieron...
Ghost recibió el impacto, y sus exoesqueleto de fracturó peligrosamente sobre sus costillas, mientras su cuerpo era lanzado brutalmente contra las paredes de las cavernas. Su cabeza recibió un brutal golpe, pero de algún modo, su conciencia se mantuvo activa.
El fantasma trató de ponerse de pie, mientras sentía los pesados pasos de Nosk acercarse. Sus manos no respondía, y su vista no era capaz de mantener una vista panorámica de la situación... Sin embargo... Él no miraba su cuerpo herido, ni sus brazos que no respondían. Ni siquiera miraba al enemigo que lo había dejado en ese estado, y ahora se acercaba para terminar el trabajo... Nada de eso... Sus ojos, solo miraban a la tejedora de tela blanca que yacía sobre el suelo, tratando de levantarse, mientras las agujas que le pondría fin a su vida ya se abalanzaban sobre su cuerpo. No había nada que él pudiese hacer...
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Tanto en las profundas catacumbas como en los niveles inferiores, la situación era para nada favorable para los defensores del orden. Hornet no dudó en atacar a esta despreciable interruptora que se puso en su camino, pero esta poseía la habilidad suficiente para detenerla.
Adia blandía el khopesh de una forma que Hornet jamás había visto. Más que una espada, actuaba como un gancho, que se colaba entre sus hebras de hilo y las cortaba con una facilidad abrumadora. Cualquier ataque que la tejedora intentase mediante el uso de su seda, era neutralizado incluso antes de ser ejecutado.
Su aguja, tampoco era capaz de alcanzarla, pues su cuerpo pequeño como el de ella misma y ágil le proporcionaba las habilidades suficientes para estar a un nivel similar a la segunda guerrera más infalible de todo Nido Profundo. Sin embargo, su objeto más peligroso, sin lugar a dudas, era ess extraña farola que portaba en us otro brazo.
Ya habían sido varias las ocasiones, que su brillante luz cegaba a Hornet en más de una ocasión, adaptada a vivir en las zonas más profunda de Hallownest, donde la luz del sol ni siquiera llegaba. Sin embargo, el calor que irradiaba era tal, que cualquier hebra de hilo que tocase se convertía en una llamarada que consumía la fibra hasta no dejar más que cenizas. Un fuego blanco que devoraba de tela de araña como si esa fuesa su razón de ser.
No había dudas. Esta insecto estaba equipada y capacitada específicamente para matar tejedoras.
Por otro lado, Sun Ce tampoco lo tenía nada fácil, pues si bien logró recuperarse antes que el enorme insecto lo alcanzase con su guadañan, estaba en una situación incluso pero que la de Ghost.
Galien... El guerrero. Controlado por la magia pálida, envuelto en un frenesí descontrolado con un único objetivo en mente. Su brutalidad no reconocía entre aliados y enemigos, y su frenesí incluso acabó con la vida de varias tejedoras enmascaradas que tuvieron la mala suerte de estar en el medio, sin contar todas las estructuras y puestos callejeros abandonados que encontraba en su camino. Pero nada de eso era su objetivo. Pues su cometido, era exclusivamente acabar con la vida del general de Sendero Verde, quien entre volteretas y rápidos movimiento, solo había sido capaz de mantener distancia, sabiendo que no sería capaz de derrotar a un monstruo de ese calibre su lo enfrentaba de frente.
—¿Preocupada por tu noviecito?
Hornet no tardó en reaccionar, cuando tras un fuerte ruido, giró su atención para ver el estado de Sun Ce. Y aunque pudo respirar aliviada al ver que aún se mantenía con vida, tuvo que regresar su atención al frente, cuando el khopesh de su adversaria fue detenido a escasos milímetros de su rostro por su aguja. Después, usó la fuerza suficiente para hacerla retroceder.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres con todo esto? —Preguntó colérica la tejedora roja.
—Oh... No tienes por qué estar tan enfadada. —Dijo con una peculiar tono de voz burlesco y despectivo. —Te estoy haciendo un favor después de todo. Deberías estar agradecida.
—Agradecida estaré cuando arranque cada una de tus extremidades.
—Valla... Pero que burda eres. Que decepción... Una dama al menos debería tener un poco de etiqueta. Incluso una sucia y rústica tejedora como tu.
—Vas a tragarte esas palabras... Una por una...
—Ustedes son tan... vulgares, que siento asco de mancharme las manos con su sangre.
La poca paciencia de Hornet fue llevada al límite, antes las palabras cargadas de veneno y la desesperada situación. Haciendo que toda su atención se tornase a la bastarda que tenía delante. Justo lo que ella quería.
Por otro lado, Sun Ce ya podía sentir como el cansancio lo comenzaba a afectar, y sus movimientos eran más lentos y cansados. A diferencia del enloquecido Galien, cuyo fenecí no conocía el descanso. Su espada ya no podía ignorar la guadaña del guerrero, cada vez más cerca de su objetivo.
En un brutal ataque, Galien blandió su guadaña con tanta fuerza, que su fino no encontró resistencia ante la dura roca. Encajando su arma el tiempo suficiente, para que el general pudiese tomarse al menos dies segundos para recuperar el aliento.
Sun Ce sabía que no podía seguir corriendo. A este paso, solo sería cuestión de tiempo que sus músculos llegara a su límite, y sus extremidades tambaleantes era prueba suficiente de ello. Un único ataque. Una única oportunidad. Si lo lograba, sería una posible victoria. Si fallaba, su funeral. Tenía que encontrar una apertura en los movimientos del frenético guerrero. O sería el final.
Un estruendo sacó a Sun Ce de sus pensamientos, cuando vió la pared de roca ceder ante la fuerza de la brutal monstruosidad. Sus respiración errática, sus ojos inyectados en sangre. Nada en él parecía mostrar signo alguno de cordura. Era una bestia... Una bestia sedienta de sangre.
Sun Ce se colocó en guardia, esperando a que el brutal monstruo regresara a su arremetida desenfrenada. Adquiero una pose defensiva, con su espada en horizontal, lista para ser lanzada con todo sus fuerza tan pronto esa tan esperada apertura se mostrase ante sus ojos. Aunque.. ¿Sería siquiera capaz de encontrarla? Eso no sería capaz de verlo en ese momento. Lo que si fue capaz de ver, fue un extraño objeto que impactó en el medio del rostro de Galien.
Sun Ce no supo que diablos fue eso o de donde había salido, pero lo que si podía apreciar, era como el imparable monstruo ahora se retorcía de dolor, mientras llevaba una de sus manos al rostro, intentando desesperadamente quitar el extraño líquido amarillento que se había esparcido por su cara, cuando un tarro de porcelana estalló en su rostro. Entonces, una figura familiar apareció a su lado.
—Bueno... Mi especial sopa bantan super picante seguro no es de su agrado. —Dijo una conocida voz femenina a su lado.
—Tu eres... ¿La cocinera del puesto ambulante? ¿Que rayos haces aquí?
—Llámame Tobu, enamorado. —Decía mientras hacía que el filo de dos cuchillos de carnicero rozaran entre ellos. —Ese bastardo me debe un puesto de comida.
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