Cap. 27 - El Despertar de la Bestia.
—Hornet-dono —En los pasillos del palacio de Nido Profundo, la voz de una insecto extranjera detuvo el andar de la tejedora.
—Kaede-dono, Bretta-dono. Tienen que salir del reino de inmediato. Le diré a una escolta que las...
—No. —La voz de la escarabajo la detuvo. —Queremos ayudar. Si hay alguna forma de hacerlo, por favor, díganos.
Hornet miró a ambas féminas con una mezcla se sorpresa y desconcierto. ¿Por qué unos extranjeros quisieran intervenir en problemas del reino? Mucho más problemas de este tipo. Aún así...
—No sé como pudiesen ayudar. Tenemos que saber donde están Hachi y Ghost-dono. Y si algo les pasa al general Sun Ce podría provocar una ruptura en las relaciones diplomáticas. ¡Demonios! ¿¡Por qué tenía que pasar esto ahora!?
La tejedora se tensa y aprieta los dientes ante la impotencia. Su mirada se pierde por un momento sobre el oscuro suelo, mientras su mente se llena de frustración. Todo finalmente parecía estar encajando de algún modo. ¿Por qué fue que pasó esto? ¿Qué fue lo que hizo mal? Sin embargo, el momento de auto culpa de Hornet fue interrumpido, cuando una gran mano se apoyó sobre su hombro.
La tejedora alzó la mirada, aún con los dientes apretados y el seño fruncido, y enfocó su mirada en los seis pares de ojos de Kaede, quien hacía lo posible por devolverle una mirada firme, pero esperanzadora.
—Todo va a salir bien. De algún modo. Yo iré a buscar a Ghost y a su hermana. Que Bretta valla con usted. Sabe como curar heridas y cirugía de campaña.
Hornet le devuelve la mirada por unos segundos, aún dudosa de tal decisión, pero carente de opciones y de la fuerza para oponerse, simplemente bajo la cabeza y enfocó su vista sobre la escarabajo. Quien, aunque nerviosa, hacía lo posible por mostrar algo de coraje.
—Haré lo mejor que pueda... princesa Hornet.
La Khan finalmente se deja llevar por las decisiones que no le pertenecían, y deja escapar un largo suspiro ante la derrota emocional. Alza la mirada y asiente con la cabeza, aún no convencida del todo. Kaede seguía siendo la hija de Lü Bu. Si algo le llegase a pasar, Nido Profundo podría estar condenado.
Por otro lado, la propia Kaede no esperó un segundo más, y se lanzó a la carrera hacia la oscuridad del palacio, desapareciendo de la vista de ambas como un fantasma en la penumbra de la noche. Sin dejar huella alguna... rastro... o sombra. Hornet volvió a respirar una segunda vez, ahora enfocando su mirada sobre Bretta, quien permanecía a su lado. Su mirada decía mucho, cosas que no eran necesarias explicar con palabras. Se acercaban momento difíciles, pero Bretta no retrocedió ante el gesto. Por mucho que sus piernas tambaleantes le dijesen que corriese por su vida.
—Vamos. Debemos avisar al resto de la guardia.
—Voy detrás de usted, Hornet-sama.
Mientras tanto, corriendo contra la marea de civiles que corrían despavoridos, el general Sun Ce y su guardia se adentraban cada vez más a la ciudad. Dos de sus guardia iban al frente, con sus escudos en alto apartando la marea de bichos. Algunos chocaban contra ellos y caían, pero no podían detenerse para ayudarlos... No en este crisis. Más, cuando una enorme figura emergía del Salón de Guerra seguida de un numerosos séquito de tejedoras cubiertas por negras capaz cual azabache.
—¡Matriarca Herrah!
La gran tejedora se detiene por un momento, y ve al guerrero acercarse a paso apurado. Se detienen por un momento, cosa que no haría de no ser por su actual posible dependencia económica y alimenticia. Pero eso no removía el seño fruncido de su rostro.
—General. Me temo que no tengo tiempo para hablar con usted en este momento. Los asuntos del reino apremian mi tiempo. Le pido que salga de la ciudad y... y regrese a Sendero Verde de ser necesario.
Sun Ce finalmente se detuvo a pocos pasos de la matriarca, pero su fuerza élite de tejedoras negras no permitiría que se acercara demasiado. No en esta crisis. No por parte de un extrangero. Sin embargo, ni este gesto, ni el enojo en el rostro de la gran tejedora sosegaría su espíritu guerrero.
—Mis hombres están reagrupando a los civiles a las afuera de la ciudad. Si... Si algo paso. Los llevaremos a Sendero Verde. Pero mientras tanto, hay cosas que necesitan hacerse.
Los ojos de Herrah se entrecierran levemente, juzgando las palabras y acciones de este guerrero desconocido, muy diferente a sus seguidoras de negro, quienes mostraban verdadera confusión ante la actitud y el peso de las palabras del general de otras tierras.
—¿Qué tiene en mente? —Preguntó la matriarca aún con dudas.
—Debe haber algo que se pueda hacer. —Herrah duda por un momento, luego habla.
—Sabíamos que esto podía pasar. Tratamos de racionar las comidas, pero el descontento era cada vez superior. Sin embargo, después que ustedes llegaron y las raciones fueron entregadas, el descontento debería haber sido mermado... ¿Por qué entonces...?
—¿Está segura que las raciones fueron entregadas?
El comentario del general sacó algunas expresiones de sorpresa y temor en los presente, pero Herrah solo le devolvió la mirada con ojos entrecerrados y acusatorios.
—¿Qué está insinuando, general?
—No insinúo nada... Solo analizo los hechos.
Tentar la furia de la matriarca de Nido Profundo no es muy sensato, e incluso aquellos que jamás la hallan visto en persona lo sabían. Era sentido común en Hallownest. Conocimiento general. Algo que Sun Ce estaba ignorando, mirando a la regente con la misma mirada desafiante que ella le dedicaba.
—¡Madre!
La repentina voz de la tejedora roja rompió la tención entre ambos insectos, girando sus cabeza al peculiar dúo que salía del Salón de Guerra hacia el grupo reunido justo al frente.
—¿Generel? ¿Qué está haciendo aquí? —Preguntó Hornet, al ver a Sun Ce junto al resto de tejedoras.
—¿Qué? ¿Pensaste que huiría con la cola entre las piernas?
—Mal momento para sus bromas.
—Si, si... Contigo nunca es buen momento.
Ver a Hornet irritada realmente no era muy difícil, aunque sus enojos con este insecto de tierras lejanas eran... diferentes. Sobre todo para una madre que es capaz de notar detalles tan pequeños que ni los propios.
—No es momento de reirse, madre. —Mencionó la tejedora aún con enojo.
—Lo se, hija mía. Lo se. —Toma una bocanada de aire, y luego regresa a su expresión férrea. —Muy bien, general. Escucharé sus palabras. Hornet, llévate a algunas tropas y dirígete los almacenes del nivel once. Distribuiremos las raciones sobrantes en los sectores más bajo.
—¿Está segura, se señora? Tal vez no sean suficiente. —Mencionó una de las tejedora de negro.
—Entonces usaremos las de todos los niveles superiores si es necesario. Solo quiero que el responsable de tal fallo se presente ante mi... Y me de una buena justificación de sus errores.
—Esta bien, madre. Iré de inmediato.
—General. ¿Pueden sus hombres ayudar a la princesa?
—Cuente con nosotros, reina Herrah.
—Pero madre...
No hizo falta respuesta verbal por parte de la matriarca. Bastó una mirada carente de emociones para que Hornet entendiera que debía hacer silencio y acatar la orden. Y si bien podría refunfuñar por eso, debía obedecer su mandato.
La tejedora roja solo le lanzó una mirada fulminante a Sun Ce, quien se encogió de hombros al no tener culpa alguna de tal decisión. Cosa que irritó un poco más a la ya malhumorada tejedora. Sin embargo, órdenes son órdenes, y no pasaron ni dos minutos antes que cada cual tomase su camino. Debían detener esta locura a toda costa.
Mientras tanto, en las zonas más profunda de Nido Profundo, Hachi y Ghost se movía a paso ligero hacia los niveles superiores. Despistar a los insectos coléricos rezagados no era tarea difícil dado sus habilidades, pero los números eran cada vez mayor. Y los espacios disponibles para esconderse escaseaban. Y abrirse paso a la fuerza, definitivamente sería la última opción.
—¿Alguna idea? —Preguntó el fantasma.
—Solo un par de niveles más... Pero son demasiados.
—¿Rutas alternas?
—Algunas... Pero ninguna en la que quepas.
—No estoy gordo.
—No me refiero a la gordura.
Eso fue un piropo, en cada sentido por la palabra, acompañada de una mirada algo pícara de la tejedora. Un piropo que Ghost no entendió en lo absoluto, y solo ladeó la cabeza de lado preguntándose a lo que se refería. Hachi solo pudo suspirar con decepción y negar con la cabeza.
—Sigamos.
—Espera.
La tejedora se estremeció un poco ante las palabras, y su rostro se enrojeció ante el garre de Ghost sobre su antebrazo. Sin embargo, al darse vuelta y ver al fantasma mirado con sospecha sus alrededores, supo que algo no estaba bien.
—¿Qué ocurre? —Preguntó la tejedora inquieta.
—Sígueme.
—¿A don...? ¡Ghsot!.... Grrrrrr...
No servía de mucho tratar de razonar con él. Mucho menos cuando salió corriendo a quien sabe donde sin esperar. Hachi, que antes estaba a la cabeza, tuvo que apresurarse para alcanzarlo antes de perderlo de su campo visual, perguntándose que le pasaba o que había visto para tal repentino cambio de actitud.
Tras una no muy pronunciada carrera, se topó con Ghost, agachado tras una esquina e inmóvil.
—Ghost. ¿Qué estás...?
Sus palabras fueron interrumpidas, cuando el fantasma se giró con prisa y colocó un dedo frente a su boca en señal que guardara silencio. Hachi obedeció de inmediato, y se acercó lentamente hacia donde él estaba. Y cuando lo suficientemente cerca, varias voces pudieron ser escuchadas. Voces de conspiración.
—¿Está todo listo?
—Solo es cuestión de tiempo para que alcancen los niveles superiores.
—Bien. Ya saben que hacer. Deben interceptar a la roja antes que llegue a su destino.
—¿Qué quiere que hagamos con ella cuando terminemos?
—Déjenla fracasar, pero la necesitamos viva.
—¿Y que hacemos si aparece la blanca?
—Acabad con ella. Es un estorbo para nuestros planos.
—Debió haberse quedado muerta.
—Esto es solo un contratiempo. Los planes se mantienes sin cambios. Que la luz del alma nos guie.
Las voces se calmaron, y los pasos se alejaron en la distancia, mientras las figuras a las que pertenecían se adentraban en grutas y callejones vacíos. Ghost y Hachi se mantuvieron escondidos. Ghost, en silencio mientras pensaba en lo que había escuchado, a la par que sostenía con fuerza el hombro de la tejedora, quien se vió tentada a irrumpir en el reunión de esos bastardos y decapitar a cada uno de ellos.
—Malditos... Ellos son los culpables de... todo —Dijo con indignación y rabia. —¿Por qué me detuviste, Ghost? Debimos haberlos matados aquí y ahora.
—Lanzarse a lo desconocido es de insensatos.
Hachi solo puede apretar los dientes ante la impotencia. Su expresión no hace el intento por ocultar su ira, y Ghost solo la analiza en silencio. Esos traidores mencionaron algo de detener a la roja. Seguro se referían a Hornet. Al parecer, la princesa tenía un plan que pudiese detener esta crisis. Sin embargo, acabar con la blanca fueron las palabras que lo llenaron de rabia. La única diferencia, era que Ghost aún era incapaz de expresar sus emociones abiertamente, pero la furia aún se desataba dentro de su pecho y mente. La gran pregunta era... ¿Por qué necesitaban a Hornet viva y a Hachi no? Pregunta, que por el momento, debería esperar.
—Valla, valla. Realmente no esperaba encontrarlos por aquí.
Tanto Hachi como Ghost se dieron la vuelta rápidamente al escucha la aparición de una nueva voz. La voz de una enorme figura que poco a poco se acercaba sin ser detectado. Una que, a pesar de su tamaño, era tan silencioso como el vacío mismo.
—General Nosk, me alegra verlo. Escuche. Algo malo está pasando. Un grupo de insectos que...
La tejedora trató de hablar, pero fue interrumpida cuando la figura de Ghost se alzó lentamente y colocó justo en medio, si apartar la mirada del colosal insecto, el cual detuvo su andar al ver como el fantasma se interponía en su camino de forma tan amenazante. Como una cobra extendiendo sus membranas para avisar del peligro.
—Oh. Tranquilo general Ghost. Me alegro poder haberlos encontrado. Con todo este caos...
—¿Cómo llegaste aquí? —Preguntó el fantasma sin vacilar.
—Bueno. Cuando me informaron que la princesa Hachi había venido a los niveles inferiores con usted, general Ghost, supe que no debía quedarme de brazos cruzados y garantizar su seguridad. Es mi deber después de todo.
Algo no cuadraba, y eso era algo que ya Hachi comenzaba a sospechar. Algo de lo que Ghost estaba convencido desde que vió al enormes insecto por primera vez en el banquete de bienvenida, y que se había confirmado en su ¨fortuito¨ encuentro en los oscuros pasillos del Salón de Guerra. Algo que... contradecía mucho entre la situación actual de reino... y la extraña sonrisa maquiavélica que Nosk portaba sobre su rostro.
Sin embargo, mientras algunos intentaban encontrar respuestas, otros tenía la desdicha de ver con sus propios ojos la desgracia y la pérdida. Años de sacrificio arruinados en un segundo.
Herrah, matriarca de Nido Profundo, corrió junto a su guardia para tratar de mitigar la revuelta que tan rápido había avanzado desde los niveles inferiores. El cómo era todo un misterio para la regente, pero esas preguntas pasaron a un segundo plano, cuando vió con sus propios ojos la desgracia que se extrendía por todo lo ancho del nivel nueve.
—Por los ancestro... ¿Qué ha pasado?
La voz de una de sus seguidoras no pudo ser controlada, mientras las recién llegadas veían con terror el funesto panorama. En vez de encontrarse con una revuelta, ciudadanos furiosos y un cordón militar tratando de contenerlos, se encontraron con una masacre, cientos de cuerpos sin vida sobre el suelo, y la guardia local haciendo lo posible por ayudar a aquellos cuyas vidas aún pendía entre la vida y la muerte.
Herrah no fue capaz de reaccionar de inmediato, a pesar de haber visto tales escenarios antes en su vida, cuando la guerra asolaba cada rincón de Hallownest. Mucho antes que la luz del Emperador iluminase el futuro y las esperanzas. Sin embargo, esta vez, incluso la más brutal de las guerreras, se quedó petrificada ante el escenario. Tal vez, porque la edad había ablandado su corazón... Tal vez... porque era su propio pueblo la víctima de tal desgracia.
—¡Su alteza!
Una voz conocida la sacó de su trance, mientras giraba la cabeza aún incrédula hacia un lado. Un gran arácnido se acercaba a paso apurado, cojeando de una pata y con una gran venda alrededor de uno de sus ojos perdido. Uno que, se acercó al grupo, y cuyo paso fue permitido por las tejedoras de negro hasta arrodillarse ante la matriarca. Incluso con la clara conmoción que aún reflejaba su rostro.
—Capitan Dirge. ¿Qué...? ¿Qué demonios pasó aquí?
—Fue... fue el general Nosk... A... apareció de la nada y... simplemente siguió hacia los niveles inferiores. Pen... pensábamos que veía a ayudarnos a... a controlar a los ciudadano pero... pero... ellos... solo....
—¡Tranquilícese capitán! ¡Necesito todos los detalles! ¡Ahora!
El insecto se sacudió ante la furia de la matriarca, quien tan solo escuchar el nombre de Nosk, sintió como la furia invadía su cuerpo ante la traición. Necesitabas respuestas... Las necesitaba desesperadamente. El capitán Dirge, solo podía ver en conmoción la furia que su reina desbordada, pero no era momento de flaquear a pesar de eso. Solo respiró profundamente, y habló con más calma.
—El general Nosk y sus tropas arrasaron con todo, sin detenerse hacia los niveles inferiores. Apartaron a todos de su camino, ya fuesen soldados o civiles. No preguntaron, no se detuvieron... Solo... Siguieron su camino.
La expresión de Herrah cambió ante estas palabras. Una expresión que muy pocos había visto, pero que hizo que algunos corazones palpitaran con temor. Los ojos de la matriarca se entrecerraron de furia, sus manos se apretaban sobre sus agujas, sus mortales dientes se asomaban a vista de todos.
La Bestia, había despertado una vez más.
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