Cap. 18 - La Cruda Realidad
Finalmente, y mucho más demorada de lo que Ghost hubiese deseado, uno de los mensajeros llegó hacia donde el fantasma estaba y le dió la noticia de que la emperatriz estaba lista para verlo. Todo esto de los protocoles realmente era agobiante, pero no estaba dispuesto a seguir llevando la contraria. Solo esperaba, que algún día tanta demora no causara alguna tragedia.
Ghost subió por los escalones del palacio a paso ligero, a pesar que el sirviente a sus espaldas, que debería ir al frente en principio, hacía lo imposible por alcanzarlo. En vano, por supuesto. El caballero llegó al último escalón, y los guardias no demoraron en abrir las puerta y justo a tiempo para que este entrase como un caballo que no mira hacia los laterales.
EL palacio estaba listo para un recibimiento oficial, pero a este no pudo importarle menos, y se acercó lo más que pudo antes de arrodillarse ante la emperatriz, esta vez por su propia voluntad. El reto de la corte ni siquiera había llegado. Y Sun Ce era el único de la familia que estaba en el palacio cuando se dió la noticias, así que sería el único presente hasta que el resto llegase.
— Ghost-dono. Nos alegra vuestro regreso tan pronto. ¿Dónde esta su maestro, Lü Bu-sama? — Preguntó el ministro Dong.
— El maestro se marchó, tras una pistas importante que zanjará definitivamente al complot detrás de este conflicto entre musgoso y tejedoras. — Rápido y conciso, como siempre solía ser.
— Asumimos que han descubierto algo. —
— Si. Encontramos rastros de pólvoras en una pasaje olvidado entre ambos reinos. La probabilidad que el Imperio esté detrás de esto es demasiado elevada. —
— El Imperio... ¿Por qué no me sorprende? — Mencionó el miembro de la familia Sun con disgusto.
— Mmmmm... Si el imperio está moviendo los hilas a nuestras espaldas, vamos a tener que actuar con más cuidado. —
— Ministro Dong... ¿Tiene alguna idea de qué puedan estar tramando? —
— Su alteza... El Imperio está tan fraccionado, que me resulta imposible siquiera imaginar qué podrían tener en mente. Sendero Verde ni siquiera tiene fronteras en común. —
— Lo más probable es que simplemente estén tratando de debilitar a todos los reinos por igual. —
— Es una opción, Sun Ce-dono. Pero quisiera pensar que hay algo más en todo esto. Además... El simple hecho de que hubiesen sido capaces de acabar con un Khan de Nido Profundo, me hace temer aún más. —
— Ministro. De momento deberíamos permanecer alerta... Tal vez... — La emperatriz parecía tener una idea en mente, pero ella misma aplacó sus propios pensamientos.
— Mi señora. Estoy seguro que encontraremos la forma de solucionar este asunto de una manera más diplomática. —
— Eso espero... Ghost-dono. ¿Hay algo más que pedas informarnos? —
— Si, su majestad. —
— Somos todos oídos. —
— Conmigo llegó una caravana de refugiados de nido profundo. —
— ¿¡Una qué...!? —
— Tranquilo, Sun Ce-dono... Por favor Ghost-dono... Podría ser más específico. — Trató de intervenir el ministro.
— Seis individuos. Dos escarabajos. Una grilla. Una híbrida y tres tejedoras. —
— ¿¡Tres tejedora en el reino!? ¿¡Cómo!? —
— Yo los escolté hacia aquí. — El rostro del general comenzaba a mostrar preocupantes signos de enojo.
— ¿¡Se puede saber en qué estabas pensando!? ¡Tres tejedoras ni más ni menos! ¿¡Acaso olvidaste que hace apenas unas samans quería conquistar nuestro reino!? —
— ¿Vas a juzgar a todo un pueblo por eso? — El tono de Ghost era tan frio como amenazante.
— ¿¡A quién le importa!? ¡No permitiré que ningún arácnido vague libremente por Sendero Verde! —
— ESA DECISIÓN NO TE CORRESPONDE. —
Por un segundo, el hermano mayor de los Sun olvidó lo peligroso que era hacer enojar a este insecto. Él era un gran guerrero, y sabía que podía mantener un combate singular contra Ghost. Pero también sabría que podría perder más de una extremidad en el proceso. Y eso era algo que era mejor no intentar.
Sun Ce solo pudo apretar los diente. Ghost no apartaba la mirada de él, y sus ojos cansados e iracundos no mostraban la menor piedad. Por suerte, la voz del ministro rápidamente desvió la tensión entre esos dos.
— Debo admitir que ha sido un acto arriesgado, Ghost-dono. Traerlos aquí sin saber sus intensiones es muy temerario. —
— Ellos ya estaban en camino hacia Sendero Verde cuando los encontré. Yo solo hice de escolta, nada más. Y estoy seguro... que no serán lo últimos. —
— ¿A qué se refiere? —
— Los rumores son ciertos. Nido Profundo está al borde del colapso. La crisis alimenticia esa una realidad, y muchos insectos no quieren ser parte de tal desastre. El Imperio les cerró las puertas. Las Mantis no mostrarán piedad con ellos. Sendero Verde es su única posibilidad real. —
— Ese es su problema. No el nuestro. —
— Eso ha sido muy cruel, Sun Ce-dono. — La voz de la emperatriz se oyó muy inquisitiva.
— Lo siento... Su majestad. —
De repente, un incómodo silencio se apropió de la sala del trono. Cada uno de los presentes perdidos en sus propios pensamientos. El general claramente no se mostraba cómodo con la noticia. El ministro parecía dudoso, pero parecía estar formulando algún plan ingenioso. Y la emperatriz no podía esconder su tristeza, de tan solo imaginarse todo lo que pueda ocurrir. Y al final, fue la propia monarca de Sendero Verde la que habló con palabras compasivas a pesar de su corta edad.
— La Senda Verde es nuestra doctrina. Nuestra forma de ser. La misma que mantiene la paz en estas tierra, y el equilibrio con la Naturaleza. Y es esa misma doctrina, la que nos dice que todos tenemos los mismo derechos de vivir... de tener un futuro. Eso aplica para todos nosotros... Musgosos, escarabajos, grillos, mantis, tejedoras... raíces. —
Sus cálidas palabras llenaron de orgullo a aquellos que la escucharon. Sun Ce se mostró algo asombrado, sabiendo lo que diría a continuación. El ministro le dedicó una sonrisa, orgulloso en lo que se había convertido. Una sonrisa que ella devolvió. Como a aquel ser que ver como una figura paterna. Ghost sin embargo, se mantuvo inerte con la mirada cansada apoyada sobre el suelo, aunque en su pecho podía sentir una sensación aliviadora.
— Muy bien. El Sendero Verde no hará ojos ciegos ante el sufrimiento de otros. Prepárense para la llegada de los refugiados. Habiliten zonas para recibirlos y brindarles apoyo. Y debemos ponernos en contacto con la líder de Nido Profundo lo antes posible. —
— Excelente decisión, su majestad. — EL ministro no tardó en alagarla. — Sin embargo, debemos tener preparado un acuerdo más convincente. —
— ¿Qué quiere decir? —
— No creo que un reino acepte ayuda solo por caridad. En cambio, podemos ofrecer un acuerdo comercial. Comida por recursos. Y Nido Profundo tiene muchos que nosotros carecemos. —
— Una magnífica idea, ministro. — Un rastro de su ilusión escapó del rostro de la emperatriz. Como una luz de esperanza al final de un túnel oscuro. — Prepare un mensajero, para su partida inmediata. —
— Tal vez debamos prepáralo mejor. —
— ¿A que se refiere, Sun Ce-dono? — Preguntó el ministro, sabiendo que se traía algo entre manos.
— Lo más probable es que las tejedoras ataquen al mensajero antes siquiera poder estableces una conversación. Por más que Ghost-dono quiera decir lo contrario. — Los dos guerreros se miraron, un claro desafío sin necesidad de palabras. — Sin embargo, si ven una cara familiar, podríamos empezar con el pie derecho. —
— ¿Qué propone entonces? —
— Han pasado dos semanas desde que la Khan Hachi despertó, y estoy seguro de que sus heridas deben estar en mejor estado. Esa sería una carta de triunfo garantizada. —
— ¿Planeas usarla como oferta de paz? — Preguntó Ghost con enojo, tan solo imaginando la idea de tratar a un ser vivo como un objeto.
— No creo que la tejedore se moleste por regresar a su hogar. ¿No es así? —
El rostro de Ghost cayó por uno momento. Dejando de lado el propósito real de tal propuesta, el hermano mayor de los Sun no carecía de razón. La Khan debía de estar lo suficientemente bien como para efectuar tal travesía, aunque fuese con cuidado y evitando rutas muy peligrosas. Puede que este fuese el fin de su responsabilidad después de todo.
— Ghost-sama — La voz de la emperatriz fue suave y calmada. — Espero contar con su apoyo para esta tarea. —
— Si, su majestad. — Respondió sin vacilar.
— Excelente. Formaremos una caravana para... —
— Eso no es buena idea, ministro Dong. —
— ¿Por qué cree eso, Ghost-dono? —
— Lo poco que se de las tejedores, es que no les importa los protocolos ni las profesiones. Además, enviar soldados podría no ser buena idea. De momento lo mejor será ir en un grupo pequeño. —
— Tienes algo en mente. —
— Si. El comerciante que nos trajo puede llevarnos en su carreta. Es un local de la zona, y estoy seguro que devolverá el favor. En tal caso, sería mejor que solo fuéramos la Khan Hachi, la señorita Bretta como enfermera provisional por su surgen complicaciones y yo. —
— No es mala idea, pero debo agregar algo. — La voz de Sun Ce se alzó de pronto. — Creo que alguien cercano a la corte debería ir para establecer acuerdos más concretos con Nido Profundo. Usualmente sugeriría a mi hermano Quang pero... Está demasiado inestable para tal tarea después de la muerte de padre. Y mi hermana aún es muy joven. Por tal consecuencia, recomendaría ir yo personalmente. —
— Eso es muy arriesgado, Sun Ce-dono. Dos generales en medio del territorio enemigo no es nada sensato. Si algo pasa, no quiero siquiera imaginarlo... —
— No se preocupe, ministro Dong. Con las pruebas que tenemos y los motivos, espero que la matriarca Herrah al menos escuche nuestra propuesta. —
El salón quedó en silencio una vez más. Era una idea muy arriesgada, pero tampoco tenían muchas opciones. Tratar con Herra, La Bestia, era algo que ningún político de Sendero Verde sería capaz de hacer dado su intimidación natural. Sun Ce podría hacerlo, pero poner en peligro a la nueva cabeza de la casa Sun no era para nada sensato.
El ministro devolvió la mirada a los insectos presentes, y el miedo en sus rostros le confirmaba sus temores. Sun Ce se veía confiado para la tarea, pero solía ser impulsivo en ocasiones. Sun Quang era la mejor opción, pero tal como había dicho, no estaba en condiciones para tal tarea. Y por otro lado, Ghost permanecía siempre con la mirada baja, y saber cómo se sentía al respecto era todo un misterio. Al final, giró su mirada hacia la emperatriz, pero como suponía, ella aún era muy joven para poder tomar una decisión así. Si tan solo él mismo fuese más joven, iría personalmente. Supuso entonces, que no había más opciones.
— Muy bien entonces. Sun Ce-dono, Ghost-dono. Les confiamos esta tarea de vital importancia. Y oramos para que la paz y los tratos mutuos se establezcan entre Sendero Verde y Nido Profundo. ¿Cuando piensan partir? —
— Mañana en la mañana. — Respondió Ghost sin dudar.
— ¿No piensa descansar de su viaje? —
— Mientras sepa que hay insectos sufriendo, no podré descansar. —
Una frase llena de honor sin lugar a dudas, pero con un peso abrumador. Palabras que el fantasma se tomaba al pie de la letra, y motivo por el cual su rostro siempre portaba esas ojeras tan pronunciadas. Después de todo, han pasado siete años desde la última vez que pudo dormir sin que los gritos y miedos del pasado lo atormenten.
— Entendido. Puede retirarse. —
Ghost se puso de pie sin esperar, y se dió la vuelta para salir de la sala del trono. Sin embargo, una figura lo alcanzó en el camino, cuando ya estaba a mitad de las escaleras rumbo a la ciudad. Era el general Sun Ce.
— ¿Apurado a algún lado? —
— Avisaré a señor Ferregal de la situación. —
— ¿Es quien os trajo? —
— Si. —
— Bueno. Iré contigo. Quiero ver a estas... tejedoras personalmente. —
Sin dejar de caminar, Ghost miró hacia el mayor de los Sun con rostro amenazante. Como si le estuviese advirtiendo que no tratase nada estúpido. No era una amenaza, pero con la forma en que el fantasma miraba, era difícil pensar lo contario. Aunque, Sun Ce no se dejaría doblegar por eso.
— Haz lo que quieras. —
Ambos insectos caminaron a paso apurado hacia la puerta sur, donde la caravana se había establecido hasta que recibieran instrucciones. Caminar junto a Ghost era agobiante en muchos sentidos, desde que no hablaba a menos que fuese estrictamente necesario, o su largas zancadas, como si siempre estuviese desesperado por llegar a su destino. Al menos los insectos que lo reconocían y mostraban sus respetos eran un alivio para el mayor de la casa Sun, quien no estaba acostumbrado a este tipo de ¨paceos¨ por las cayes de la ciudad.
Finalmente llegaron. Aprovechando que el teniente Ming se acercó para darles un informa, Sun Ce logró recuperar algo de aliento mientras Ghost seguía hacia la caravana. La llegada de los generales causó un conmoción, pero el propio Sun Ce logró calmarlos, ya que Ghost simplemente siguió su curso, y se fue con ese escarabajo anciano a hablar hacia otro lado. Seguro ya le estaría contando lo sucedido y pidiendo de su colaboración.
Una vez Sun Ce logró recuperar el aliento disimuladamente, se acercó a los recién llegados para analizarlos personalmente. Los primero en ver fue a la familia de escarabajo, tejedora y su hija hibrida, la cual si que era algo extraño a ojos de general. Sin embargo, los tres mostraron sus respeto y de cierto modo le agradecieron por su acogida.
Sun Ce solo se limitó a asentir con la cabeza, manteniendo su estatus social, y demostrado algo de aire de superioridad. Él era una de las figuras más importantes de Sendero Verde después de todo, y esa escolta a su espalda era todo lo que necesitaba para demostrarlo. Tenía que dar a entender quien daba las órdenes, ya que Ghost hacía un pésimo trabajo por ese aspecto.
Justo detrás de la familia, estaba otro tejedor y una grilla, las cuales se mostraron igual de obedientes que los tres anteriores. Una buena señal, al saber que al menos podrían no tener porblemas a futuro. Con eso serían cinco, y con el insecto mayor que Ghost estaba hablando eran seis. ¿Dónde estaba la séptima?
Sun Ce lazó la mirada y buscó un poco, y pronto vió una figura roja cerca de los establos, la cual estaba dando de comer al ciervocamino que había tirada de la carreta hasta Sendero Verde. Tan pronto la vió, los ojos de Sun Ce se abrieron como platos. Esa figura roja, ese porte. No podía ser. Era imposible que fuese ella. Aquella contra quien luchó en el ataque de las tejedoras.
En general dejó a su escolta y pasó de largo de todos, con pesadas pisadas sobre la tierra mientras se acercaba. Hornet no sabía que estaba en la mira de uno de los guerreros más letales de Sendero Verde, mientras movía colocaba las frutas frente al ciervocamino, pero pronto su instinto de guerrera le dijo que algo andaba mal.
Apenas la tejedora se dió la vuelta lo vió, y sus ojos se abrieron tan grandes como los del propio Sun Ce estaban. Era él... Era el guerrero que la había enfrentado en aquella batalla, e involuntariamente tragó en seco ante la idea. Sun Ce estaba parado frente a ella, a escasos pasos, y no pasó desapercibido como apoyaba su mano sobre el pomo de su espada látigo. Hornet había dejado su aguja dentro de la carreta, así que no tendría forma de defenderse. Esto no tenía buena pinta.
— Oh mis disculpas... Al parecer se confundí con otra insecto. —
La frase de Sun Ce sorprendió a Hornet de inmediato pues, a diferencia del general de Sendero Verde, ella estaba de incógnito con todas esas marcas sobre su máscara, la cual le daba un aspecto diferente. Algo que se le olvidó por completo, cuando vió a su oponente justo en frente de ella.
— Eh... yo... esto... —
— Está bien, señorita. Pido disculpa por mi confusión y mi brusquedad. —
— Está bien... Supongo que... A sus ojos ojos todas las tejedoras somos iguales. —
— ¿Qué? NO... No era lo que quería... Yo... —
Sun Ce se quedó estático. Literalmente. No supo por qué, pero las palabras no salían de su boca. Su corazón latía con fuerza, y hacía lo posible por mantener la respiración serena. ¿Qué era esa sensación? ¿Por qué se sentía tan extraño frente a esta tejedora vestida de rojo? ¿Acaso era una bruja o algo similar? Sun Ce jamás se había sentido tan extraño en su vida. Mientras, Hornet solo podía tratar de sonreírle al insecto, rezándole a todas las entidades que conocía porque no descubriese su identidad.
— Bueno yo... Creo que... Debo retirarme... Ha sido un honor se... señorita... —
— Soy Zuu... señor. —
— Sun... Sun Ce, para servirle. —
¨¿Qué diablos le estaba pasando?¨ Era algo que Sun Ce se preguntaba, incapaz de encontrar una respuesta. Esto era nuevo para él. ¿Sería miedo? ¿Temor por esa tejedora? No lo creía. Definitivamente era algo diferente. Algo nuevo. Gracias a la Madre Natura que el teniente Ming lo sacó de su dificultad.
— General... ¿Todo en orden? —
— Eh... Si... Solo estaba conociendo a los refugiados. ¿El general Ghost ya terminó? —
— Si, general. Se marchó hace unos minutos. —
— Será bastardo... Arg... Me dejó atrás... Ese insecto es insufrible. Está bien teniente. Prosiga con sus actividades. Pronto recibirán noticias del palacio, pero de momento hágale saber al grupo que Sendero Verde los acogerá. —
— Si, señor. —
Una vez dada la orden, Sun Ce se dió la vuelta y se adentró en la ciudad. Sus palabras pronto calmaron los corazones de los refugiados, quienes casi lloran de alegría al saber que tendría una oportunidad para comenzar una nueva vida. Una tranquila y sin grandes temores.
Sin embargo, el rostro de Hornet no mostraba alegría alguna. Tan pronto escuchó el nombre Ghost, su expresión se tornó fría y vengativa. Ese bastardo que le arrebató a su hermana había venido y no lo supo. No podía esperar para reclamar su venganza, y tan pronto callera la noche, iría en su búsqueda para acabar con esto de una vez por todas. Para saldar su deuda de sangre y poder salir de esta dolida pérdida que tanto la arrastraba al pasado. Esta noche... Sería la noche de su casería. Su noche roja.
Ghost, en cambió, no perdió el tiempo, y olvidándose que Sun Ce lo acompañaba, se dirigió a casa del capitán Yamato tan pronto obtuvo la confirmación por parte del anciano Ferregal. Ahora solo quedaba informar a la Khan de lo sucedido.
— Oh... Ghost-sama — La voz de la sirviente Mei interrumpió el andar del fantasma, quien esperaba paciente a que ella se acercara.
— Mei-san, podría decirle a Bretta-san que valla al cuarto de la Khan Hachi lo antes posible. Hay algo que debo decirle. —
— Si, Ghost-dono, pero tanto la señorita Bretta como la Khan Hachi no se encuentra en su habitación. —
— ¿Y donde están? —
— En el patio trasero, junto al joven maestro Guangli. —
— Entendido. Voy en camino. —
Ghost se despidió de la sirvienta y retomó su camino, atravesando los pasajes de la villa hasta llegar a los jardines traseros del lugar. Un lugar tranquilo, donde el pasto creía verde y fresco, y un pequeño estanque llamaba a la paz y la tranquilidad. Muy en contradicción con lo que los insectos presentes estaban haciendo.
La Khan Hachi estaba sentada cerca de edificio, y el joven musgoso hijo del capitán estaba sentado a su lado. Ambos, viendo con dedicación como Bretta hacía su mayor esfuerzo para tensar un arco largo, apuntando hacia una diana circular, donde ya varias flechas yacían sobre la madera o el piso.
— Debes contraer el pecho y los brazos. Si no no tendras la fuerza suficiente para llegar a tu objetivo. — Indicaba la tejedora.
— Lo intento, pero mis brazos ya están cansados. Este arco es muy grande. —
— Papá dice que los arcos largos son mejores que los cortos. Son más fuertes y tienen mayor alcance. —
— Eso es cierto, pero los arcos cortos te permiten disparar más rápido. Después de todo. Es solo cuestión de práctica. —
Ghost decidió no interrumpir, y miraba como Bretta hacía lo posible por hacer un disparo certero. Ninguno de los presentes había notado su presencia, y prefirió que así fuese hasta que la flecha fuese disparada del arco de la escarabajo. Sin embargo, Bretta no fue capaz de dar en la diana, y su flecha se encajó sobre el pasto verde a sus espaldas.
— Así no lo vas a conseguir. —
— ¡Ghost-kan! — Exclamó la joven apenada.
— Valla... Regresaste. —
— ¿Qué hacían? —
— La señorita Hachi enseñaba a Bretta a usar un arco... Pero no han tenido mucho progreso. —
— Ya veo. —
Ghost pasó al frente, y dió sus pasos sobre el verde pasto hasta donde la escarabajo estaba. Bretta se mantenía algo avergonzada por sus fallos, pero no podía culparse por eso. Hachi le había mencionado que no sería fácil, pero ella insistió en querer aprender. Además, para la tejedora era mejor que seguir esperando dentro de la habitación. Sin embargo, Ghost ahora estaba allí, y le ofrecía una nueva flecha a la escarabajo.
— ¿Lista? —
— No tiene caso. Soy un desastre. —
— Eso mismo pensé yo cuando comencé a entrenar con el maestro. —
Bretta alzó la mirada, y no pudo evitar sentirse apenada un poco más ante sus palabras. Tomó la flecha de la mano del fantasma, y decidió hacer un nuevo intento. Con su mano izquierda sujetó el arco al frente, la derecha tensó la cuerda con la flecha en posición. Una pose tensa, que Ghost no tardó en rectificar.
El fantasma fue paso a paso. Primer corrigió la posición de su codo izquierdo, el cual debería estar mirando hacia abajo, y no hacia el lado como Bretta lo tenía. Después su brazo derecho estaba muy abajo, y Ghost no tardó en rectificarlo. Contactos que eran muy vergonzosos par Bretta, mucho más, cuando se colocó detrás de ella para afinar la puntería. Algo incómodo para la tejedora a sus espaldas.
— Abre ambos ojos. No pierdas la vista del objetivo... Respira y luego... libera. —
Bretta estaba nervioso, y controlar su respiración no sería nada sencillo. Sus brazos ya estaban algo cansados, y no podría sostenerlo por mucho más tiempo. Sin embargo, decidió escuchar sus palabras, y su respiración se tornó tranquila y serena. Miró a su objetivo su objetivo, y aspiró una gran bocanada de aire. Y luego, dejó ir la cuerda.
La flecha surcó el espacio intermedio a una velocidad impresionante. Veinte metros recorridos en una fracción de segundo. Su mortal punta impactó de lleno contra el blanco, y aunque no dió en el centro, fue el mejor disparo que había hecho desde que comenzó a practicar. Tanta era su emoción por su logro, que daba brinquitos de alegría, y aquellos dos que estaba a su espalda no dudaron en sonreír contagiados. Lástima que Ghost no era capaz de expresarlo como cualquier bicho normal haría.
— Buen trabajo. — Era lo mejor que podía conseguir de él, y Bretta lo sabía. — Guangli-dono. ¿Me permitiría un momento? Necesito hablar de algo importante con la Khan Hachi y Bretta-san. —
Incluso un adolescente como él sabía que las peticiones de Ghost no eran capricho, y no tardó en retirarse tras despedirse. Sea lo que sea sería importante, y Bretta no demoró en ayudar a Hachi a llegar al interior del resiento, a un salón de Té donde podrían hablar con más calma. La Khan ya podía moverse con más libertad, pero aún necesitaba algo de ayuda, sobre todo en escalones y a la hora de sentarse.
Una vez acomodados, Ghost explicó la situación con palabras precisas y certeras. Cómo descubrieron pólvora en su investigación, y como es posible que el Imperio estuviese involucrado tras la muerte del hermano mayor de Hachi. Esa fue una noticia que dejó a la tejedora dolida del corazón, pero que alivió sus penas al saber la verdad. Aunque su odio hacia el imperio solo se incrementó exponencialmente.
Bretta no estuvo muy segura sobre emprender un viaje tan pronto, pero la Khan lo aceptó de inmediato. Quería regresar a sus tierras. Quería decirle a todos que estaba bien. Quería abrazar a su madre y a su hermana y disculparse por todo. Mucho más ahora, que sabía que este acuerdo comercial entre Nido Profundo y Sendero Verde podría aliviar la crisis de alimentos que su nación sufría. Era demasiado perfecto para ser real.
— Muy bien. Ya hable con un comerciante, y él nos llevará de regreso. Conoce el camino y su carreta será de mucha ayuda. Yo me retiraré por ahora y recogeré mis cosas. Pediré permiso a la familia para pasar la noche aquí para partir al amanecer. Bretta, asegura de tomar todo lo que puedan necesitar para el viaje. —
— Yo me encargo. —
— Muy bien. Eso es todo. Regreso tras el anochecer. —
Ghost no tardó en ponerse de pie para retirarse, cuando una voz lo detuvo de pronto.
— Ghost-dono... — El fantasma se dio la vuelta, al llamado de la tejedora. — Gracias... Por... Por todo. —
En el rostro de Hachi se podía apreciar un sinfín de emociones. Muchas positivas, y en espacia, una clara de agradecimiento. Ghost la vió y simplemente asintió con la cabeza, dándole a entender que todo estaba bien. Que solo estaba haciendo lo correcto. Aunque la verdad... Ella hubiese añorado una respuesta de su parte. Una lástima que él estuviese tan roto por dentro.
Una vez Ghost se retiró, Hachi se dió la libertad de suspirar con pesar, como si un enorme peso se hubiese caído de sus hombros. En estos días que estuvo en Sendero Verde, Bretta no solo fue su enfermera y cuidadora, sino que también se convirtió en un apoyo emocional muy importante, y en algo similar a una amiga. Una que no demoró en apoyar su mano sobre su hombro, haciéndole entender que todo estaría bien de ahora en adelante. Un pensamiento, que al fin logró sacar una sonrisa sincera en el rostro de la tejedora.
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