Cap. 12 - La Corte Verde

Capítulo escrito por OroMaster:

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En una oscura cámara, un alma derrotada hacía lo posible por despertarse. Su cuerpo dolía como hacía años no lo hacía, desde esos brutales entrenamientos que tanto lo habían forjado. Su visión era borroso, y la luz de la antorcha no era capaz de alumbrar del todo los muros te piedra rodeadas en musgo. 

Hachi apretó sus seis pares de ojos, y poco a poco la conciencia fue regresando a su moribundo cuerpo. No sabía donde estaba, pero sabía que era prisionera, seguro en algún calabozo del Sendero Verde. Levantar su cuerpo fue todo un tormento, pero su espíritu guerrero le impedía quedarse acostada. Su cuerpo herido había sido tratado, y ahora vendajes cubrían su pecho y su hombro herido, el cual no podía mover y dolía como el infierno. Pero al meno estaba viva, de algún modo. 

— Mira, está despertando. Ve y avisa al capitán. —

Una voz pudo escuchar, pero su visión borrosa no la dejaba enfocar del todo. Por su silueta podía definir que se trataban de unos musgosos, los cuales se encontraban del otro lado de unos barrotes de hierro fuera de la celda. 

Los minutos pasaron, y poco a poco Hachi se iba recuperando en el silencio. Podía sentir la mirada del otro guardia sobre ella, pero no tenía fuerzas para hacer el mínimo intento de escapar. El por qué estaba encerrada era todo un misterio, pero podría asumir que no se trataba de nada bueno. Debía encontrar una oportunidad para huir lo antes posible, aun cuando su cuerpo probablemente no respondería como ella quisiera. Entonces, la puerta de la prisión anunció la llegada de alguien más. 

— Veo que logras mantenerte por tu cuenta. Eres teca sin lugar a dudas. Eso te lo concedo. —

Hachi miró al origen de la voz, y pronto vió a un musgoso, el cual mostraba mucha más experiencia que el resto. Se trataba del propio capitán Yamato, el cual no apartaba la mirada desafiante de la tejedora. 

— ¿Que harán conmigo? — 

— Eso no es algo que me corresponda decidir. Pero vendrá con nosotros. No intente resistirse. —

Los musgosos abrieron las rejas, y pronto varios grilletes fueron colocados sobre sus cansadas extremidades. Esto probablemente era innecesario, pero ninguno de ellos confiaría en su enemigo, mucho menos le darían la espalda. 

Hachi tuvo que caminar con sus propios y débiles pies por las mazmorras, y subir las espinadas escaleras incluso con esos pesados grilletes de metal colgando de sus brazos y piernas. Algo cruel sin lugar a dudas para alguien herido, pero eso era algo que a ninguno de los presentes le importaba en lo más mínimo. 

Finalmente, el camino tortuoso llegó a su final, y las puertas se abrieron hacia el exterior. El patio central de una fortaleza dentro de Ciudad Concordia, en cuyo interior miles de efectivos apuntaban a la prisionera con arcos y lanzas. Sus planes de escape, deberían esperar mucho más. 

Frente a ella, se encontraba una carreta de prisioneros, donde fue obligada a ingresar a empujones y pinchazos de lanza. Su cansado y maltratado cuerpo se desplomó sobre el piso de madera de la carreta, temblando por el dolor y el miedo que trataba de controlar. Así como la impotencia de haber perdido, y que por su culpa, su pueblo había sido derrotado. 

La carreta era una caja de madera cerrada, y solo un agujero sobre el techo del ancho de un alfiler dejaba entrar algo de claridad y aire. Ella no sabía hacia donde la conducía, y los baches del camino hacia de su dolor más agonizante, incluso cuando aún estaba sentada. Sus heridas no estaban sanas del todo, y un rastro de sangre pronto manchó el vendaje que la recubría. Y finalmente, llegaron a su destino. 

La puerta de la carroza se abrió de golpe, y una mano tiró de ella y la aventó fuera del carruaje. El repentino movimiento la dejó más desorientada de lo que ya estaba, y su adolorido cuerpo cayó sobre el duro suelo. Estaba tan agotada... que hasta respirar le resultaba imposible. 

— Levántate —

Fue capaz de escuchar, pero no responder. Con las pocas fuerzas que le quedaban, logró alzar la mirada, solo para ver frente a ella tres figuras imponentes que la miraban y esperaban por ella. A la derecha, Sun Quang, cuyo rostro no podía mostrar más rencor hacia la tejedora. A la izquierda, Sun Ren, la cual aunque la miraba, mostraba rastro de tristeza en sus ojos. Y en el medio, Sun Ce, el cual se mantenía sereno y con inexpresivo rostro. 

— ¿A que están esperando? Levántenla a la fuerza. O arrástrenla si es necesario. — Comentó el insecto de armadura blanca.

— Hermano... Eso no es necesario. Ella no puede hacerlo. — La chica trató de acatar a la razón.

— No me importa. Esta escoria no merece ninguna muestra de compasión. Háganlo... o o haré yo mismo. —

Hachi solo era capaz de escuchar las voces de los dos hermanos menores, mientras el del medio se mantenía sereno, sin decir nada. Como si estuviese pensando en que hacer. Sin embargo, un par de brazos se deslizaron por debajo de la tejedora y la cargaron con gentileza. 

Hachi estaba de espaldas a quien se acercó a ella, así que no pudo ver de quien se trataba, pero estaba segura que no era ninguno de los tres hermanos, sin embargo, su cuerpo apenas pudo reaccionar cuando pudo alzar la mirada, y vió que aquel quien la tenía entre sus brazos, era aquel mismo guerrero que la había derrotado. Aquel que mantenía su mirada hacia adelante. 

— No tienes que hacer esto, Ghost-san. — Ahora fue que la voz de Sun Ce se hizo presente. 

— ¿Cómo puedes siquiera tocar esa... cosa? — La voz de Sun Quang no trataba de esconder su desprecio. 

— No hay problema. Vamos... la Emperatriz nos espera. —

Hachi pudo sentir como Ghost comenzó a caminar, pero ya no le quedaban fuerzas para resistirse. Sin más opción que dejarse llevar, no podía hacer mucho que mirar hacia arriba, donde la silueta del rostro del fantasma a veces se tornaba borroso antes el repentino cambio de luces. 

Finalmente llegaron a su destino, y a pesar del dolor, Ghost hizo lo posible por colocar a la tejedora sobre el suelo. Hachi se quejó un poco, pero definitivamente era mucho mejor que cualquier otro trato que había recibido hasta entonces. Entonces, Ghost acercó un bolsa de cuero similar a una cantimplora y la acercó a su rostro, pero por su olor, trató de evitarla a toda costa. 

— Bebe... Es medicina. Te hará sentir mejor. —

Hachi forcejeó por un momento a pesar de las palabras del fantasma, pero no le quedaban muchas fuerzas para resistirse, y al final tuvo que beber esa cosa que más asqueroso su sabor no podía ser. Tanto, como para que recuperase un poco de compostura, y al menos fuese capaz mantener el torso erguido por su cuenta. Y tras unos segundos, sintió como una fina tela cayó sobre sus hombros y cubrió su cuerpos, colocada por el mismo guerrero que la había traído hacia ese lugar. Un acto que se sintió con algo de calizas en su cansado y maltratado cuerpo. 

Solo entonces, Hachi fue capaz de darse cuenta en el lugar que estaba. Un enorme salon, cuyas paredes y columnas plateadas estaba cubiertas de una bella capa de vegetación brillante y llena de vida. El suelo de baldosas, era de un vistoso color aguamarina y sobre los techos abovedados, la luz del exterior irradiaba sobre los vitrales e iluminaban el lugar. Muy diferente al salón de su madre en Nido Profundo. 

Y justo en el medio, alzada sobre una escalinata se encontraba un hermoso trono de mármol blanco, donde yacía una peculiar y hermosa criatura. Una que no parecía ser un insecto, o al menos, uno que Hachi jamás había visto en su vida. Una bella criatura de blanca piel cuya cabellera de raíces se alzaba por encima de su cabeza, decorada con hermosas flores blancas, como las propias prendas que vestía. Claramente se trataba de la regente de estas tierras, aunque parecía ser demasiado joven para ostentara dicho cargo. 

— ¡Se encuentra en presencia de la Emperatriz Shuang. Divinidad de la Senda Verda y máxima autoridad de Senderos Verdes! — 

La voz del propio Sun Quang asustó a la tejedora, pues este se había quedado a su espalda sin que ella lo notase. Sin embargo, sus siguientes palabras las susurró, para que solo Hachi fuese capaz de escucharlas, antes de irse hacia un lado de la sala junto a sus hermanos. 

— Más te vale no hacer nada estúpido. —

(Shuang en chino puede interpretarse como Clara. Guiño guiño.)

Hachi miró hacia un lado, y pode ver a los tres generales, ahora que Sun Quang se había unido al resto de hermanos. Al otro lado, se encontraba el capitán Yamato y Ghost, quien como siempre se mostraba mirando al frente perdido en sus pensamientos. Al frente estaba aquella a la que llamaban Emperatriz, y a su lado un insecto corpulento, con varias partes doradas decorando su cuerpo. Alguien de gran importancia sin lugar a dudas, y cuyas barbas y agrietado caparazón daba a entender que se trataba de alguien de avanzada edad. 

— ¿Qué le ocurrió? —

Esas fueron las primeras palabras de la emperatriz dedicó a sus generales, mostrando que no tenía la madurez ni los protocolos de una corte. Sin embargo, los tres generales se arrodillaron al ver que se dirigía a ellos, siendo el propio Sun Quang quien tomó la palabra. 

— Heridas durante la batalla, su señoría. Pero como puede ver, goza de buena salud. —

— Eso no es gozar de buena salud. —

— Lamentablemente, así es la guerra, su majestad. Ella debería sentirse afortunada de seguir con vida, y que el arma de Ghost-sama tuvo piedad de su vida. — 

Esta vez, fue la voz del viejo insecto a su lado la que dió explicaciones. Una voz grave y lenta, pero calmada y certera. 

— Ya veo, ministro Dong. Es una pena. Esta guerra es una tragedia, y demasiadas vidas fueron perdidas en vano. —

— Estoy completamente de acuerdo, su excelencia. Sin embargo, no fuimos nosotros quienes empezaron esta guerra. —

De repente, todas las miradas se posaron sobre la tejedora en la sala, quien aún seguía sentada sobre el suelo, cubriéndose con temor con la capa que Ghost le había dado. Mirando a todos aquellos a su alrededor, temerosa de ser incapaz de defenderse si algo malo ocurría. 

— Sería tan amable de presentarse. — Le pidió la emperatriz a la tejedora. 

— Soy la Khan Hachi. Lider de Guerra e hija de la matriarca Herrah. Princesa de Nido Profundo. —

— ¿Herrah? ¿La famosa Herrah? — Comentario de la joven emperatriz, con ojos llenos de ilusión en una situación que no debía. Por suerte el insecto a su lado le recordó la situación.

— Si, su alteza. La misma Herrah que su madre la Dama Blanca le contaba cuando era pequeña. —

— Wao... No pensé que escucharía otras historias sobre Hallownest de otros reino. —

— Si, mi señora. Cada reino dentro de Hallownest está lleno de historias que deben ser escuchados. Pero por desgracia, en estos momento debemos prestar nuestra atención en otros asuntos. —

No podían culpar a la Emperatriz. Era una adolescente después de todo, y su actitud era demasiado noble para este mundo tan cruento. Algo que dejó bastante confundida a Hachi, al saber que el trono de Sendero Verde estaba ocupado por alguien tan joven e inocente. Aunque no sería de extrañar que ese tal ministro Dong y la familia Sun controlaban el reino tras el telón.

— Lamentablemente, hay cosas que no podemos evitar. Señorita Hachi, se le solicita que ahora, frente a la corte de Sendero Verde, explique los motivos de su ataque. La Senda Carmesí y la Senda Verde no había entrado en conflicto hasta este punto. ¿Por qué ahora? — Preguntó el ministro. 

— ¿Para que más sería? Para apoderarse de nuestras tierra y esclavizar a nuestra gente. Son unos bastardos que merecen morir. Empezando por esta... basura que se arrastra sobre las preciadas baldosas del palacio. —

Las palabras de Sun Quang no se andaba con rodeos. El hermano del medio no era capaz de esconder su rencor, mucho más cuando Hachi lo miraba carente de miedo, pues ya había aceptado que sería ejecutada hace mucho. 

— General Sun Quang — Habló el ministro. — Le recuerdo que está en presencia de su santa majestad. Le pido que se comporte como es requerido. —

— Si. Lo siento, su majestad. Hable sin pensar. —

El ministro sabía poner a los suyos en su lugar, a pesar de su avanzada edad, parecía tener el respeto de todos los presentes. La Emperatriz Shuang miraba a ambos con preocupación, pero incapaz de decir algo. No tenía el valor para hacerlo, y agradecía a Dong por actuar por ella. 

Sin embargo, el silencio volvió a adueñarse del lugar, esperando a que la tejedora hablase de una vez por todas. Hachi podía sentir las miradas sobre ella, y tenía que tener cuidado por no revelar ninguna información comprometedora. Sin embargo, había algunas cosas que si podía decir. Cosas que sacaron un enojo en su rostro que dejó a todos confundidos. 

— Nosotras no fuimos las que atacamos primero. —

— ¿¡Pero que calumnias son estas!? — Replicó Sun Quang con enojo de inmediato. 

— Hermano. Déjala hablar. — 

— ¿Dejarla hablar? ¿Qué? ¿Ahora va a tener el descaro de decir que fuimos nosotros quienes atacaron primero? —

— General Quang, se le pide que deje a la acusada justificar su afirmación. — Sentenció el ministro. 

Estaba claro que el enojo de Sun Quang estaba nublando su juicio y raciocinio. ¿Y como no hacerlo? Si por culpa de esas malditos arácnidos había perdido a su padre de la forma más deshonrosa posible. Ni siquiera pudieron enterrar su cuerpo completo, pues la cabeza de Sun Jian jamás fue encontrada. Malditas bestias. Solo aquellos que lo conocían sabían cuanto el general plateado se estaba controlando. 

— Una delegación partió de ciudad Komonosu hacia aquí, pero nunca regresaron. Lo único que recibimos de ellos fue la cabeza del embajador envuelto en una tela, empotrada a una estaca con el estandarte de la Senda Verde. —

La mirada de Hachi fue desafiante, sobre todo cuando se entrecruzó con la de Sun Quang. Su terquedad era digna de admirar, aunque nada sensata teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba. 

— Ja... ¿Y quiere que creamos eso? Tus palabras no valen nada en esta corte. —

— Me da igual lo que quieran creer o no. Esa es la verdad, y una clara declaración de guerra. Nosotros queríamos parlamentar, y ustedes nos enviaron una cabeza amputada... Nos llaman bestias, poro ustedes son incluso peor. —

— Maldita escoria. Vamos a ver si mantienes esa actitud cuando arranque cada una de tus patas. —

¡SUFICIENTE!

La voz del ministró dejó su gentileza de lado, y su temple retumbó en toda la sala, aunque tal esfuerzo le hubiese costado un repentino ataque de toz. Sus cuerdas vocales ya no son lo que eran antes, pero su propósito de llamar al orden y la disciplina al menos surgieron efecto. 

— General Sun Quang cof... cof... cof... la corte solicita que abandone la sala de inmediato. —

— Pe... Pero... —

— Sin peros. Ya ha hablado cof... cof.. hablado suficiente. En su estado actual, no está en condiciones cof... cof... cof... de continuar en este parlamento. —

— Es suficiente, hermano. Déjalo por ahora. —

Sun Quang no pudo hacer más que apretar los dientes por la impotencia, pero una orden no podía ser refutada. Se dió la vuelta y abandonó el salón, dejando bien en claro su descontento en su precipitado andar. Él admiraba a su padre como nadie en este mundo, y a pesar de su postura serena, sus impulsos negativos muchas veces lo controlaba. Algo que sus hermanos podían controlar hasta cierto punto.

— Señor Dong. ¿Se encuentra bien? —

— Si... Su alteza cof... Perdone este viejo cascarón. —

— No hay nada que perdonar. Sus servicios en la corte son impagables, y mi gratitud eterna. —

— Sus palabras me llenan de júbilo, su alteza. — Expreso con una reverencia, a lo que la emperatriz Shuang respondió complacida. 

— Khan Hachi, el la Senda Carmesí. Sus acusaciones contra nuestra nación son serias,  y no son algo que pueda dejar a un lado. A mis oídos nunca ha llegado este acontecimiento, pero dudo que el pacífico pueblo de la Senda Verde halla sido capaz de hacer algo así. —

Aquella joven asustadiza se desvaneció frente a todos, cuando la Emperatriz tomó un carácter más serio, decidido. Miraba a los ojos de la tejedora sin temor y convicción en sus palabras, pues no permitiría que el pueblo del que tanto se enorgullecía fuese acusado de esa forma. 

— Sendero Verde y Nido Profundo están conectado por una única vía directa. — Comentó el capitán Yamato pensativo. — Dudo mucho que simples bandidos hallan hecho algo así. ¿Creen que hallan sido las mantis? Son las únicas que podrían llegar a ese camino sin obstáculos. —

— No lo creo. — Respondió Sun Ce. — He luchado contra las mantis antes. Son demasiado orgullosas para hacer algo así. He escuchado historias que los shogunes mantis decapitan a sus propios subordinados cuando actúan sin honor en combate. Y si bien la posibilidad no es nula, dudo mucho que ellas hallan sido las responsable. —

— Pero entonces... ¿Quién? —

Un silencio incómodo reinó en el lugar. Todos tratando de encontrar una respuesta, aunque la que se encontraba en peor estado era la propia Hachi. Pensar que habían sido engañados y atacaron el reino de los musgosos por tal motivo era inaudito. Imposible. Sus emociones estaban lastimando su ya herido cuerpo, y una voz pronto se dió cuenta de tal cosa. 

— No podemos sacar conclusiones sin pistas fehaciente. — Ghost rara vez alzaba su voz, pero cuando la hacía, los más sensatos preferían escucharlo. — Si lo que dicen es cierto, alguien está moviendo hilos que no somos capaces de ver. Si lo que dice la Khan es cierto, es posible que todos en esta sala hallamos sido víctimas de una misma mente pensante, que quería ver a ambos reinos debilitarse en una guerra pírrica. —

— Estoy de acuerdo. — Sentenció la Emperatriz. — Hasta que no sepamos que ocurrió en realidad, mantendremos una actitud defensiva. Quiero respuesta de este evento lo antes posible, para aclarar este mal entendido. Khan Hachi, va a tener que disculparme, pero mientras nuestras naciones estén en guerra, deberá seguir siendo prisionera en ciudad Concordia. Pero al menos le daremos un trato más justo. Eso es todo. General Sun Ce, quiero aclarar este asunto lo antes posible. Quiero respuestas. —

— Si, su alteza. —

— Ghost-sama, quisiera pedirle que se encargue de la Khan mientras este asunto sea aclarado. Confió en que su neutralidad y buen juicio hagan lo correcto. — Ghost solo asintió con la cabeza. — Muy bien. Esta sesión termina ahora. Pueden retirarse. —

Las palabras de la emperatriz fueron absolutas, y tan pronto concluyó, se retiró del lugar seguida por el ministro Dong. Los hermanos Sun que quedaban se dieron vuelta y se retiraron del palacio, así como las decenas de guardias que custodiaban el lugar. Dejando solamente a Hachi, a Ghost y al capitán Yamato, cuya expresión no mostraba mucho entusiasmo que digamos. 

Hachi suspiró con pesar. Esto había terminado de alguna manera con un resultado no tan desastroso, aunque aún tenía muchas preguntas en mente. Ghost se acercó para cargarla una vez más, pero esta la rechazó fervientemente. Lo menos que podía hacer en ese estado era conservar algo de orgullo y valerse por su cuenta. Aunque su magullado cuerpo no estaba de acuerdo. 

Un chico más atento, hubiese intentado agarrarla cuando a medio levantarse, Hachi perdió el equilibrio y cayó sobre el suelo. Pero Ghost no hizo nada para ayudarla. Solo se quedó mirándola con cara de poker, pensando en el tiempo que estaba perdiendo por la terquedad de la tejedora. Yamato, solo podía esperar cansado, mientras restregaba sus ojos. 

— ¿Terminaste? — Fue lo único que el fantasma dijo, al tercer intento fallido de la tejedora. 

Esta sujeto la irritaba a más no poder. No solo le había ganado en combate y casi acaba con su vida. Ahora se burlaba de ella en su cara. Y no podía hacer nada para evitarlo. Su cuerpo estaba demasiado agotado, y apretar los dientes por la impotencia fue todo lo que pudo hacer, cuando Ghost la cargó en peso una vez más y la sacó del lugar. Yamato solo los siguió suspirando con pesar. 

— Se ve que disfrutar burlarte de los demás. — 

Dijo la tejedora con veneno, muerta de pena sobre los brazos de Ghost como princesa en apuros. 

— No disfruto ver sufrir a los otros. No se de donde has sacado tal idea. —

— Te regocijas de mi vergüenza. Ahora que estoy herida y soy incapaz de defenderme. —

— No entiendo que tiene intentar ayudarte de vergonzoso. —

— Me estas llevando como un trofeo por las calles de esta ciudad. Todo me miran como una debilucha. ¿Cuanto más piensas humillarme? —

— Te estoy llevando porque eres incapaz de caminar por tu cuenta. Y todos te miran porque era la única tejedora de la ciudad. Y porque hace siete días, los tuyos atacaron la frontera. —

— ¿Siete días? — Preguntó atónita. 

— Si. Tu cuerpo estaba muy débil. Las medicinas hacen efecto, pero no son un milagro. Eres fuerte, y solo por eso estas viva. Pero las vendas tuve que cambiarlas al menos dos veces al día. —

— ¿Tu... me curaste? ¿Por qué? —

— Porque nadie más estaba dispuesto a hacerlo. —

Las palabras de Ghost eran crueles, pero no carecía de realidad. Nadie en su sano juicio quisiera atender a alguien que dirigió un ataque contra sus tierra, o en el peor de los casos, hubiesen actuado para acabar con su vida con sus propias manos. Cuando Ghost lo pensó con cuidado decidió actuar y encargarse del asunto personalmente. La tejedora no pudo hacer más que quedarse en silencio, incapaz de darle aunque sea las gracias por orgullo propio. Pero pronto, una verdad se gestó en su cabeza. 

— Espera, espera.... tu... tu tu... ¿Tu me cambiante las vendas? — Decía con una marcada coloración rojiza sobre su rostro. 

— Si. —

— ¿¡Y lo afirmas así como si nada!? —

— No veo ningún problema. —

— Pero... Me viste desnuda. —

—Bueno... Tuve que hacerlo. —

— ¿¡Y tienes el descaro de ni siquiera negarlo!? ¡Suéltame! —

— Oye... ¿Pero que te pasa? Te vas a caer. —

— No me importa, suéltame ahora mis... ay ay ay ay ay — Su herida le recordó el  por qué no podía moverse. 

— ¿Te quieres calmar? Ves, tu herida volvió a abrirse. Solo queda quieta... Ya estamos llegando. —

Hachi no pudo hacer más que bufar por eso. Su humillación cada vez crecía más y más con cada cosa que pasaba, pero el dolor y la sangre sobre su hombro le dijo que lo mejor sería no volver hacer nada testarudo. Aunque es no quitaba la vergüenza que sentía en ese momento. 

— Pervertido... —

Un último susurro, que sacó un pesado suspiro por parte del fantasma. El capitán Yamato a sus espaldas, hacía lo imposible por no reírse de tal parafernalia. Cosa que era bastante difícil. 


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