"Una nueva vida"
Caminamos durante un rato hasta que llegamos a la entrada de "El Castillo Sagrado". El portón macizo se abre al sentir nuestra presencia, el jardín principal se encuentra desolado.
Al entrar todos nos felicitan.
—¿Esto tenía que estar tan vacío, lobito? —murmura Hass mirando de un lado a otro, todos los balcones y estancias se encuentran cerrados.
—¿Lobito? —Bieder enarca una ceja.
—Reconozco un collar cambiaformas a distancia, además hueles como ese cucho carnoso de Eis, que seguía a Klarheit a todos lados, aunque no recordaba tu nombre —Hass se encoge de hombros.
—¿Chuco? —Bieder se muerde la lengua.
—Chicos, solo un poco más... —suspiro. Son un par de minutos más y no tendrán que volver a verse.
—No, no es normal que esto esté tan silencioso, los Dioses deben de estar reunidos... Últimamente no hacen otra caso.
Dejo pasar a Hass el primero aprovechando para aproximarme a Bieder.
—No le hagas ni caso, yo no huelo nada —golpeo mi hombro contra el suyo agradeciendo que haya dejado pasar las hirientes palabras de Hass.
—Tranquila, tiene razón, cuando me ayudo a sacarte del lago helado se encontraba en su forma Ancestral, el Ciervo, y con su olfato seguro que estuvo horas oliendo mi pelo mojado —excusa.
—Claro, lo más normal, personas que se transforman en animales —ironizo.
—Tranquila con el tiempo descubrirás a tu forma Ancestral —extiende su mano intentando agarrar la mía.
—Creo que yo estoy exenta de cualquier poder... —aparto disimuladamente el brazo.
—Venga —Hass desde las escaleras del portal nos llama.
Subimos las escaleras imperiales, un escalón detrás de otro. Miro mis zapatillas sucias de tanto andar, dejan sobre la maqueta la marca de la suela. Hago una mueca.
—Esa es la puerta que da a la sala rectangular —señala Bieder.
Alzo la cabeza, la enorme puerta de más de tres metros de altura, blanca y dorada se encuentra entornada.
—¿Debemos entrar? —comento nerviosa.
—No es lo mejor, pero si —Bieder apoya su mano sobre mi hombro.
Nos terminamos de aproximar y al igual que los protones, la puerta se abre por sí misma.
La enorme estancia cuenta con varias gradas semejantes a las de un consejo humano, aunque estas no son curadas si no que rectas, cada una más corta que la interior formando triángulo invertido. Avanzamos bajo la atenta mirada de todos los presentes, Dioses y Príncipes, conocidos y desconocidos.
—¿Ves a esa pareja de allí? —susurra Bieder. Asiento—. Son Scheibe y Sonne, los Dioses que mandaron Noche y Luna...
—Me acuerdo... —los miro atentamente, el Dios de la Luna y la Diosa del Sol no pueden ser más diferentes, ambos de piel oscura, pero un vestido en plata y otro en oro, en sus frentes extrañas letras brillan en la lejanía—. ¿Son Hippies? —murmuro.
—¿El que? —alza una ceja.
—Las túnicas... Dejalo —me sonrojo, todos observan atentamente. Eis al costado de Freude se encuentra sentada en una de las filas más superiores.
Mi madre afianzada en la punta del triángulo presidiendo se alza, varias capas de seda le caen sobre los pies, la túnica verde agua contrasta en la pulcra sala.
—Diosas, Dioses, Príncipes y Princesas, he aquí ante todos a Hass, Príncipe del Odio, Klarheit mi hija capricho del Destino, y a Bieder Comandante en jefe de la brigada de Lobos de la Princesa Eis. Os hemos estado esperando —extiende los brazos y las voces se acallan.
—Wind he cumplido mi misión trayendo a ambos con vida —Bieder clava una rodilla en el suelo agachando solemnemente la cabeza.
—Lo veo buen amigo, ya es hora de que regreses a donde perteneces —mueve lentamente una de sus manos. El colgante de su cuello emite un destello vibrante justo antes de perder todo color, Bieder regresa a su forma animal. El lobo sacude su pelaje, camina un par de pasos colocándose detrás de mis piernas empujándome hacia delante.
—Madre —agacho la cabeza.
—Bien hecho mi tesoro —muerde su labio—. Disculparme homólogos, necesito disolver esta votación. —《Necesito hablar contigo, a solas.》
Después de años escucho su voz en mi mente, es como lo recordaba el cosquilleo antes y después. Sonrió.
Los Dioses y Príncipes comienzan a desalojar la sala.
—Nos vemos en un rato —Hass agarra mi mano dándole un leve apretón—. Ya nos veremos lobito. —Mi Príncipe del Odio sale junto a todos los demás.
Eis es la siguiente en aproximarse.
—Tengo ganas de hablar contigo, pero todo a su tiempo —coloca una de sus manos sobre mi hombro un instante—. Vamos Bieder —llama al lobo quien roza una última vez su cabeza contra mi pierna antes de marcharse.
No es hasta que la sala rectangular se queda vacía que Wind baja del estrado.
—Hija has hecho un buen trabajo, estoy muy orgullosa, pero ahora quiero saber algo, ¿deseas quedarte o regresará la Tierra? Puede que te suene algo apurado, sin embargo es algo a tratar en la próxima votación, eres un capricho del Destino, el Gran Dios que nunca se ha dejado ver, solo oír —la mujer sonríe con amargura tomando mis manos entre las suyas.
—No lo había pensado, hasta hace unas horas no sabía siquiera si iba a salir viva del Inframundo... —suspiro cerrando los ojos. No soy ni de la Tierra, ni de Leben, no soy de ningún lado.
—Bueno, Hass se quedará aquí algún tiempo, protegido por si acaso sus padres vuelven a por él —explica mirándome con suavidad.
—¿Si vuelvo a la Tierra tendré alguna oportunidad de regresar aquí? —pregunto observando todo a mi alrededor. Noto la magia impregnada en cada rincón.
—Me temo que eso está en manos del Destino, solo él puede permitirte la entrada y la salida. Cuando habla los Dioses acatamos, hasta entonces... —acaricia las palmas de mis manos.
—Entonces no me queda opción... Leben deberá de ser ahora mi hogar —muerdo mi carrillo al final, estoy renunciando a aquellos que por años han sido mis padres a cambio de algo inseguro, de algo abstracto como los es Leben, aún tengo que conocer esta tierra mágica, en la que soy una intrusa.
—Vas a tener que aprender mucho, hija mía. Las reglas de Leben son un tanto extraña, y que seas hija de Dioses primordiales no va a jugar a tu favor en el gran juego de poder que existe entre los distintos Dioses y sus reinos —me abraza con fuerza contra su pecho.
Por primera vez en mi vida me siento completamente segura, entre los brazos de mi auténtica madre, aquella que en algún momento me dio a luz y después me dejo ir para protegerme. Ahora que estoy aquí de vuelta, tengo muchas dudas que nadie está dispuesto a contestar.
Huelo su pelo, es como el Universo negro y oscuro lleno de matices dulces y agrios.
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