"El Valle de los Monstruos"

Miro al cielo, dos hermosos caballos alados se acercan descendiendo en cada aleteo, aterrizan acercándose.

—Estamos aquí para servirles —entona el primer caballo en llegar, su pelaje blanco y su crin prendida en llamas rojas resalta sus ojos anaranjados. El segundo caballo negro de pelaje y con la crin prendida en llamas azules de ojos grises, sigue a su compañero. Ambos hacen una reverencia.

—¿Cómo es que hablan? —pregunto escondiéndome detrás de Liegen.

—¿En serio es lo único que te sorprende? Tienen alas y sus crines son de fuego —responde entre risas.

—A ver, se me hace normal que haya seres fantásticos, pero no que hable —extiendo los brazos dramáticamente.

—Anda tonta, elige a uno y monta, que tenemos que irnos —explica agarrándome de los hombros mientras me empuja hacia delante.

—Yo soy Luna —entona la yegua blanca agachando la cabeza.

—Y yo soy Noche —reporta el macho imitando su gesto.

Los observo a ambos analizando, al final me decido por Noche, ya que es un poco más robusto que Luna. Me acerco y acaricio su morro, los bigotes de sus labios rozan mi mano. Asciendo lentamente por su largo cuello, cuando llego a la crin paro, desprende fuego y calor

—No pasa nada si la tocas, es fuego Server, no quema —explica la yegua agachándose. Liegen sube y acaricia su crin mostrándome que no quema.

Acerco mis dedos a la crin traspasando las llamas, sigo pasando mi mano hasta que llego al lomo, se agacha, con desconfianza monto. Lentamente me acomodo, cuando estoy lista extiende sus alas y comienza a batirlas de arriba a abajo. Cierro los ojos y siento como mi estómago sube hasta mi garganta.

—¡Mira hacia abajo! —grita Liegen no muy lejos de mí.

—No —agarro con fuerza el cuello del animal.

Una brisa golpea constantemente mi rostro mientras lo mantengo presionado contra uno de los costados.

—Venga, disfruta de la vista —corrobora Noche batiendo sus alas.

Abro los ojos, un bosque a toda pastilla pasa bajo nosotros, me yergo observando las nubes y tocando sus esponjosas curvas. Busco a Liegen el cual está unos cuantos metros hablando con su montura. Apoyo mi cabeza en el cuello de Noche viendo a los pájaros que vuelan cerca nuestra.

Las horas pasan y terminó durmiendo en su lomo, mientras la luna nos acompaña esta noche.


—Despierta Klarheit, ya estamos a las puertas de "El Valle de los Monstruos" —Liegen me zarandea.

—¿Por qué Luna y Noche no nos llevan hasta "El Bosque Oscuro" directamente? —pregunto desmontando. Noche golpea mi pecho con su hocico suavemente.

—Porque la Diosa Schitz creó un escudo alrededor del valle, el cual impide que salgan los monstruos, pero también impide que seres mágicos lo pasen, por eso no pueden traspasarlo —explica acercándose a una arbolada.

Observo un bosque de árboles muertos, gruñidos salen del interior de este y un camino en el centro hecho de piedras es la única guía.

—¿De verdad tenemos que pasar por ahí para salvar a Hass? —pregunto tragando saliva.

—Sí, y cuanto más tardemos peor será para él —responde adentrándose por el camino.

Miro a mi espalda una última vez, el sol aún se encuentra amaneciendo y los corceles resaltan con la luz a la espalda.

—¡Espérame! —exclamo corriendo, agarro su brazo.

—No grites o llamaremos mucho la atención —advierte poniendo un dedo encima de su boca.

—¡Claro! Y no va a llamar la atención un par de idiotas caminando por el medio del camino —digo irónicamente.

—Tienes razón, debemos salir del camino y adentrarnos en el bosque —asiente. Pongo los ojos en blanco.

—Claro que sí —respondo sin pensar hasta que caigo en algo—. Y si nos perdemos, ¿qué haremos?

—Tranquila, eso no pasará, tengo buen sentido de la orientación y olfato —pasa entre los árboles, rompiendo varias ramas que crujen—. Mientras evitemos a los Duendes Negros, y a las Hadas Oscuras todo irá bien, ya que los Octopus y las Sinche salen de noche —explica agachándose para evitar una rama. Yo también lo intentó, pero no me da tiempo, la rama hace un pequeño rasguño en mi mejilla el cual supura un poco de sangre.

—Au —me quejo.

—¿Qué te ha pasado? —pregunta Liegen observando mi rostro, se detiene en la herida—. ¡Oh no! —exclama mirando a nuestro alrededor.

Un zumbido empieza a escucharse y unas pequeñas luces avanzan hacia nosotros rápidamente.

–Son Hadas Oscuras, corre si no quieres morir —agarra el asa de mi mochila empujándome delante suya.

Corremos saltando troncos y esquivando árboles de un lado para otro, piso un trozo de madera muerta que cruje bajo mis pies, rompiéndose. Mi pie izquierdo queda enganchado en el tronco impidiendo que me mueva.

—Venga —Liegen tira de mi brazo.

—No puedo —explico señalando mi pie—. ¿Qué hacemos ahora? —pregunto mientras veo a las hadas acercarse.

—¿Te acuerdas de cuando en el laberinto nos separamos? —Asiento—. Vale, yo intentaré despistar a las hadas, tú quédate aquí quieta y luego vuelvo. —Agacha mi cabeza—. No te muevas —repite.

Liegen sale corriendo haciendo aspavientos para llamar la atención de las hadas. El zumbido se aproxima y después desaparece lentamente, alzó la cabeza e intento liberarme, la zapatilla golpea contra los bordes del agujero. Cansada optó por romper el tronco para sacarlo el pie. Golpeo con el puño la boca de agujero haciendo trocitos la madera. Una vez el hueco es lo suficientemente grande saco lentamente la extremidad. Por suerte el calcetín me ha protegido de las rozaduras.

Alargo el cuello, el bosque a mi alrededor está desolado y ni un ápice de vida se vislumbra, me acurruco en el suelo y espero. Los minutos pasan y yo sigo esperando su regreso.

–Klarheit, ¿estás ahí? —pregunta una voz acercándose, asomo la cabeza por encima de los trozos del tronco encontrándome con un Liegen malherido.

—¿Qué te ha pasado? —pregunto levantándome para socorrerlo, agarro su brazo pasándolo por mi hombro, apoya su peso en mi cuerpo, lo arrastró hasta un árbol. Cuidadosamente ambos nos sentamos.

—Resbalé por culpa de un charco y las hadas me alcanzaron acribillándome a mordiscos —explica entrecerrando los ojos.

—¿Necesitas algo? —insisto evitando que se duerma, aunque es en vano, ya que sus ojos se cierran dejándome con la visión de un chico lleno de pequeños cortes, mientras que de sus labios salen pequeños suspiros.

Apoyo la cabeza en el hueco que hay entre su hombro y cuello, cerrando los ojos esperando a que termine de amanecer del todo.


Despierto sintiendo unos brazos rodeando mi cintura presionándome contra otro cuerpo, mi espalda choca contra un pecho. Giro el rostro encontrándome con un Liegen sin herida alguna.

—Despierta, ya es de día —lo zarandeo.

—Cinco minutos más Eis —murmura intentando apartarse para que no lo zarandee más, siento un poco de confusión al escuchar el nombre de Eis.

Cuando estuve por primera vez aquí en Leben, Eis fue muy sincera conmigo y me presentó a todas aquellas personas a las que consideraba familia y amigos, pero nunca mencionó a nadie como Liegen, ni siquiera su nombre.

—Va, cacho vago, que ya ha salido el sol —insisto con mayor fuerza.

—Klarheit, ya deja de moverme —abre los ojos.

—¿Cómo es que te has curado tan rápido? —pregunto mirando de nuevo su cuerpo.

—Ah —mirando sus brazos—. No sé, tal vez mi metabolismo de curación es más rápido que el de los humanos —finaliza levantándose y extendiéndome su mano para que yo también me levanté—. Bien, continuemos, ahora será más seguro.

—Si, claro como que no hemos llamado ya mucho la atención —comento irónica pensando en lo ocurrido—. ¿Cómo nos encontraron las Hadas Oscuras?

—Tu sangre, la olieron, esas cabronas tienen un radar —rompe una rama para que pueda pasar—. Siento mucho no haberme acordado de que estabas detrás mía, no debí soltar la rama. Fue culpa mía que las hadas nos descubrieran —comenta cargando con toda la culpa.

—No fue todo culpa tuya, yo debí haber esquivado la rama.

—No es verdad, tu madre y Eis me encomendaron protegerte y de momento solo he hecho un trabajo pésimo. Ven —agarra mi mano ayudándome a pasar entre unas piedras.

Sobre la tierra vamos dejamos impresas las huellas hasta que ya no somos capaces de mover los pies, el barro poco a poco ha ido ganando centímetros de profundidad.

—Klarheit, ¿puedes caminar? —pregunta Liegen forcejeando con sus pies.

—No —respondo mirando hacia abajo—. Creo que nos estamos hundiendo más.

—Tienes razón, deberíamos dejar de resistirnos y buscar otra manera de salir —explica desistiendo en sus movimientos.

Suspiro un instante. Liegen mira a su alrededor analizando el panorama. De repente gira el cuello, ha oído algo a nuestra espalda.

—Pero qué tenemos aquí... Sí, son un par de bobos —susurra una voz aguda e irritante detrás nuestra.

Un pequeño duende es el causante de la voz desagradable, el cual no llega a medir ni medio metro, viste de negro y sombrero en punta azul marino contrasta con su piel verde suave, las orejas puntiagudas sobresalen por debajo del ala.

—¿Qué quieres? —pregúntale Liegen a la defensiva.

—Nada —responde el duende sentándose en una roca.

—¿Nos puedes ayudar? —pregunto. Liegen niega con la cabeza ante mis palabras.

—¿Por qué debería hacerlo? —inquiere apoyando su verde mano debajo de su barbilla, interesado.

Miro a Liegen no sabiendo que decirle al Duende Negro, Liegen entiende mi situación así que decide hablar por mí.

—Esta chica que ves aquí a mi lado es Klarheit, la hija de Wind y Wasser, si nos ayudas hablaremos con ellos para que puedas salir de "El valle de los monstruos". ¿Qué te parece? Es el sueño de cualquiera aquí encerrado —negocia, sorprendiéndome.

—Así que los rumores de que los Dioses del Viento y el Agua habían tenido un hijo eran ciertos —comenta el duende levantándose—. Vale, os ayudaré a cambio de la libertad —camina hasta desaparecer entre los árboles.

—¡Oiga señor, no se vaya! —grito, pero es en vano—. ¿Por qué le has dicho eso.

—Es la única manera de que salgamos de aquí, además el barro ya casi nos llega por las rodillas, a éste ritmo en menos de media hora estaremos hundidos hasta el cuello —reporta Liegen defendiéndose.

—Bien, agarraos.

Una enredadera cae sobre nosotros, el duende reaparece con el otro extremo en las manos. Ambos agarramos la enredadera y el duendecillo comienza a tirar.

—¡Gracias! ¿Cómo te llamas? —preguntó retirando pedazos de fango apegados a la ropa.

—Soy Maquiavelic —responde soltando la enredadera—. Bueno, ahora quiero lo acordado —finaliza poniendo sus manos en su pequeña cadera.

—Lo siento, pero ahora mismo no podemos liberarte —escupe Liegen apartando al pequeño, pone una mano en su rostro empujándolo.

—Oye... Llamaré a las hadas de la oscuridad —amenaza el duende señalando a Liegen con el dedo. El señalado se pone a la defensiva acercándose a Maquiavelic con intenciones de golpearlo, rápidamente me pongo delante suya impidiéndole golpearlo.

—Tranquilo Maquiavelic, deja que yo te lo explique. Ahora mismo no podemos darte tu libertad, estamos en una misión y hasta que no la completemos no podemos hablar con la Diosa Wind... mi madre —explicó poniéndome a su altura para que se sienta más seguro.

—¿Qué misión? —inquiere interesado.

—Vamos al Inframundo para salvar al Príncipe Hass —respondo decidida.

—¡Ja, estáis locos! Ir al inframundo —masca Maquiavelic entre dientes marchándose.

—Espera, ¿por dónde está la salida? —intento seguirlo, pero el pequeño es escurridizo.

—¡Por el norte! ——escuchamos su voz a lo lejos.

—Eso ya lo sabía, yo —se queja Liegen enfadado.

—¿Qué te pasa? —Su humor ya me está fastidiando.

—No tenías que haberle contado lo de la misión —escupe riñéndome.

—¡Claro, porque es mejor apartarlo y marcharnos! —reniego irónica. Liegen frena, gira y me mira fijamente—. Además no fui yo la primera en hablar y contarle quién soy —suspiro—. Le prometimos que lo sacaríamos aquí, y yo no soy una mentirosa —finalizó ignorando su mala mirada.

—Es un Duende Negro, no puede salir de aquí —comienza a andar conmigo.

—¿Por qué? —freno a escasos centímetros de él.

—Porque los duendes son mezquinos y diabólicos, no pueden estarse quietos...

—Eso no lo sabes —contengo las ganas de gritar.

—Lo sé mejor que tú que solo has estado una vez en Leben —réplica soltando una rama.

—Lo que tú digas —susurro para que no me oiga.

Continuamos andando uno detrás de otro separados por un par de metros. Avanzamos durante horas sin descanso, ninguno pronuncia palabra, pareciendo dos extraños.

Ahora que tengo tiempo para pensar, apenas conozco a Liegen, solo sé que conoce a mi madre y que ella me pidió que vaya con él. Sinceramente solo quiero salvar a Hass y estar cerca de él, como antaño, recuperar esa sensación de seguridad, esa sensación de completa paz. Sin embargo Liegen me confunde, sé que él me conoce de algo, pero no me lo quiere decir. ¡Es frustrante! Confío en él aunque no quiera admitirlo, y sé que no me dice quién es realmente.

—¡Venga Klarheit, apenas nos quedan unos cuantos metros para salir de este maldito valle! —grita Liegen echando a correr. Me dispongo a seguirlo, pero un tentáculo sale de un tronco agarrando mi tobillo, tira con fuerza de mí.

Caigo golpeando mi nuca contra el suelo, siseo de dolor. Agarró una rama y hago fuerza evitando seguir siendo arrastrada.

—¡Liegen! —grito pidiendo su ayuda.

—¡Klarheit! —corre en mi dirección agarrando una de mis manos tirando—. ¡Suéltala! —replica. Pataleo persistentemente consiguiendo que el calamar suelte mi pie.

—¿Qué narices era eso? —Nos alejamos del tronco por el cual ha salido el tentáculo.

—Un Octopus o más conocido como calamar gigante —responde ayúdame a levantarme—. Venga, la salida está cerca. 

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