"El escape"

Caminamos observando todos los calabozos hasta que llegamos al final encontrando una enorme cortina. Agarro una de las esquinas de la tela y con toda mi fuerza tiro para finalmente descubrir una horrible imagen, Hass encerrado en una especie de triángulo de cristal rodeado de un pequeño charco de lava.

—Tenemos que sacarlo rápido de ahí —Bieder se aproxima y golpea el cristal.

El triángulo comienza a hundirse en la roja lava mientras que Hass se mantiene inconsciente en su interior.

—¡Para! —grito reaccionando.

En el momento que deja de golpear el cristal, la cárcel deja de hundirse.

—Si entramos en contacto con su superficie desciende, así que tenemos que buscar otra manera sin contacto físico directo —corrobora Bieder alejándose y mirando a todos lados. Vemos las cadenas que sujeta la cárcel suspendidas sobre un mecanismo con engranajes, todo finamente encajado.

Me acerco y observó a Hass doblado sobre sí mismo.

—Por favor despierta —ruego en voz alta—. 《Venga, sé que estás ahí. Abre los ojos》—grito en mi mente. Necesito que todo lo vivido anteriormente funcione de algo.

Su boca se entreabre exhalando con fuerza, poco a poco recupera la consciencia.

—¿Klarheit, que haces aquí? —murmura levantándose con lentitud.

—Vine a salvarte —respondo poniéndome justo frente a él—. ¿Sabes como podemos sacarte de ahí? —contemplo las juntas que unen los paneles, es cosa de magia.

—Solo hay una manera de salir de la jaula del Trigomeno y es rompiendo el cristal —mareado apoya sus manos contra la superficie, se hunde unos centímetros más—. Y esta mierda nunca para —suspira dejándose caer contra la base—. Esta cárcel no solo está pensada para mantenerte cautivo, sino que además te obliga a no tener nada, no puedes comer, ni beber, estás abrasado por el calor. Ni siquiera puedes apoyarte, lo único que te permite es dormir o pensar... Pensar día tras día lo mismo... Necesito salir de aquí o al final lograrán que me vuelva loco.

—De acuerdo, pero respira, ya estamos muy cerca, solo aguanta un poco más —contengo las ganas de consolarlo—. Tenemos que romperlo de acuerdo, ¿sabes de algo con la suficiente fuerza? —inquiero buscando a Bieder quien se ha mantenido a nuestra espalda en silencio.

—No, el Inframundo me es desconocido —se encoge de hombros.

—¿Hass? —llamo su atención.

—Creo que no —responde pensativo—. Pero ahora que lo pienso mejor, los Bulser disparan bolas de roca fundida, si alguna diera en el cristal tal vez pudiera atravesarlo.

—Que bien, no solo tenemos que enfrentarnos a los Ongis, sino que también a las Bulsers —ironía Bieder cruzándose de brazos.

—¿Dónde se encuentran esos (seres)? —interrogo

—En los ríos de lava, ellos viven dentro.

—De acuerdo —asiento.

—Klarheit, por favor ten cuidado —ruega Hass.

—Lo tendré —evito su mirada. Agarro a Bieder—. Venga —insisto empujándolo—. ¿Te pesa el culo?

—No, no es eso. La verdad es que no tengo ganas de que un Bulser me persiga —comenta haciendo una mueca de desagrado.

—A mí tampoco me apetece, pero si hay que hacerlo se hace —digo posicioándome a su lado.

—Si no hay más remedio... —suspira rindiéndose.

Ambos subimos las escaleras en completo silencio ignorando los cuerpos.

—¿Ahora hacia dónde? —inquiere Bieder cuando terminamos de subir el último escalón.

—Por aquí —lo guio hacia el extraño balcón en el que había estado antes—. Está tan alto que podemos verlo todo —explico.

—Si —asiente. Bieder se asoma al borde saltando, cae unos diez metros como si nada—. ¡Tírate, yo te cojo! —grita poniendo sus manos alrededor de su boca.

—¿¡Qué!? —exclamó atónita sin creerme lo que dice.

—¡Tírate! —repite haciendo gestos.

—No —respondo en un susurro apenas audible. Miro hacia abajo cerrando los ojos, doy un paso adelante, el aire golpea mi rostro hasta que siento que soy acunada por unos brazos.

—Ya estás abajo —susurra en mi oído provocando que un escalofrío recorra todo mi cuerpo.

Juntos observamos el paisaje ardiente, caminamos escondiéndonos entre las rocas evitando a los Ongi y avanzando hacia los ríos de lava. Divisamos un puñado de Blusers nadando en la lava, son seres de cuatro patas parecidos a caballos, pero en vez de cola tienen látigos terminados en punta y sus rostros semejantes al de un carnero prendido en fuego.

—Mira —susurro señalándolos.

Bieder gira su rostro visualizándolos. Baja un par de rocas y comienza a hacer gestos intentando decirme algo.

—No te entiendo.

—Ven aquí —pide enfurecido, señalando su lado.

Avanzo un poco hasta que un Ongi se posa encima de la roca en la que estoy, observado de un lado a otro mientras me mantengo presionada contra la piedra. De su boca un líquido transparente gotea manchando mi ropa. Ahogo un grito, creo que me ha olido. Sus garras se clavan más profundamente dejando marcas en la roca, mira una vez más a un lado a otro y se marcha.

—Ven —Bieder aparece por detrás tirando de mi brazo para colocarme a cubierto. Vemos una vez más los ríos de lava.

—Bien tú sales corriendo y haces que el Bluser te siga —señalo como si nada.

—¿Y tú qué haces mientras tanto? —pregunta poniendo cara de preocupación.

—Pues, yo me quedaré aquí sentada esperando a que el Bluser te siga, después cuando vayas a hacia Hass, os seguiré desde una distancia prudente —comento con una sonrisa.

—Eso sí que no, te vienes conmigo y al primero que persigan tendrá que llevarlo hasta Hass —responde indignado cruzándose de brazos.

—Pero... —replico.

—Pero nada —sentencio. Ruedo los ojos.

—Tú para la izquierda y yo a la derecha —comento dándome por vencida. Ambos nos separamos.

Bieber salta poniéndose encima de las rocas y gritando.

—¡Ey!

Yo imito su acción.

—Hola, monstruos —chillo balanceando los brazos de un lado a otro.

Estos comienzan a mirarnos, tras un instante dejan de prestarnos atención.

—¿Qué hacemos ahora? —inquiero a Bieder el cual está observado una cueva.

—Creo que ese es su nido —comenta yendo hacia la cueva, comienzo a seguirlo.

—¿No pensarás entrar ahí? ¿Verdad? —señalo la abertura.

—Sí, es exactamente lo que pienso hacer —responde entrando.

Observo como desaparece en la oscuridad, tras unos minutos se escucha un gruñido, una pequeña y tenue luz avanza hacia la salida. Veo a Bieder corriendo con una especie de pelota verde brillante entre las manos.

—Todo para ti —exclama pasándome la bola caliente.

—¿Qué es? —dudo agarrándolo gustosamente.

—Es uno de sus huevos —explica mientras pasa corriendo por mi costado.

—¿Y? —pregunto sin entender.

—¡Corre! —advierte.

Un rugido se oye desde la cueva, giro y observo un Bluser que me observa fijamente. Corro con el huevo en las manos siguiendo a Bieder.

—Dámelo —pide parando.

Se lo paso adelantándolo mientras que el monstruo nos persigue. Corremos por el pasillo llegando enseguida a las escaleras guiando al Bluser hacia abajo.

—Pasa —pido ahora yo, las manos ya se me han enfriado.

—Toma.

Avanzo hasta que visualizo a Hass metido en el triángulo.

—¡Hass, agachate! —grito. Lanzó el huevo contra el cristal y este se rompe dejando un líquido viscoso deslizándose hacia abajo. El Bluser frena de golpe furioso, me posiciono justo enfrente suya asegurándome de tener atrás la jaula. El Bluser comienza a abrir la boca.

—Klarheit, apártate —grita Bieder asustado.

—¡No! Aún tengo que esperar —murmuro.

—Por favor, apártate —ruega Hass detrás de mí.

—Un poco más —respondo irritada. Comienzo a ver formarse una bola dentro de su boca, el Bluser va haciéndola más grande, cuando por fin está lista la expulsa en mi dirección, me agacho por instinto, está pasa por encima golpeando el cristal creando un agujero.

—Bieder, ayuda a salir a Hass. Yo voy a sacar de aquí al Bluser —ordeno levantándome y echando a correr de nuevo.

Avanzo por los pasillos rocosos buscando una manera de despistar al monstruo, hasta que veo una grieta y entro en ella. El Bluser pasa de largo.

Vuelvo atrás observando como Bieder saca a Hass de la jaula del Trigomeno.

—Klarheit, ¿Estás bien? —pregunta Hass abrazándome.

—Si estoy bien. ¿Y tú? —asiento agarrando con mis manos su rostro.

—Perfecto, ahora —responde apoyando sus mejillas contra mis manos.

Una tos fingida nos interrumpe.

—Tenemos que salir de este sitio —explica Bieder pasando entre medias de ambos.

—Tienes razón. ¿Pero no pensabas salir por las puertas del Inframundo, verdad? —inquiere Hass con cierto tono de superioridad.

—Pues, si...

—No podemos salir por ahí, en el momento en el que se enteren de que me he escapado —entona cruzándose de brazos— doblarán la seguridad impidiéndonos el paso.

—¿Pues entonces por dónde vamos? —murmura Bieder imitando su gesto.

—Por los pasadizos secretos —sonríe Hass dirigiéndose a una de las paredes de roca maciza.

Tanto yo como Bieder nos posicionamos detrás suya, observamos una roca que sobresale más que las demás, Hass agarra esta girándola, cruje y una puerta se abre ante nosotros dejando ver un pasillo iluminado por pequeñas arañas de pared con tres bombillas. Entramos y la puerta se cierra de golpe detrás nuestra.

Hass agarra mi mano, mientras arranca una de las arañas cerca nuestra para iluminar el suelo.

—¿A dónde nos lleva este pasadizo? —pregunto sin visualizar el fin.

—Nos guiará hasta una trampilla en las afueras de "El Bosque Floreciente" —Hass extiende el brazo apartando telarañas.

—Entonces saldremos cerca de "El Castillo Sagrado" —comenta Bieder separando mi mano de la de Hass.

—Correcto —deja pasar el acto ofensivo de Bieder.

—Bien, nos queda una larga caminata —digo con una sonrisa fingida. No me apetece estar entre medias de estos dos en un espacio reducido. La tensión se puede cortar con un cuchillo.

Caminamos durante horas acompañados del silencio.

—Ya estamos cerca —suspira Hass agotado.

Al final del camino se aprecia una escalera excavada en la roca, cada escalón más alto que el anterior. Subimos poco a poco con mucho cuidado, miro hacia arriba sin ver nada. Hass golpea el techo intentando abrir una trampilla.

—No puedo solo —comenta Hass incómodo.

—Deja que te ayudo. —Bieder pasa por mi lado sin tocarme, ambos dos juntos consiguen abrir, con cuidado salimos. El bosque frondoso nos recibe con su fragancia.

—Bien ahora es hacia allá —comenta Hass señalando el Norte.

—Me temo que es por aquí —réplica Bieder moviendo la mano de Hass para señalar hacia el Sur.

—Vale, vale —suspiro poniéndome entre medias de ellos dos para evitar que se golpeen. Hass echa humo, no soporta que lo corrijan. 

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