#9
Hola lectores! Aquí les dejo una playlist con la que me inspiré escribiendo este libro, espero que les este gustando esta historia y más con estas canciones.
Lo pueden encontrar con este link también;
https://open.spotify.com/playlist/0hmmMHbqP3k1fw9enBv0z2?si=_pK73FzpTXmXME-2quL8zQ&utm_source=copy-link
Que disfruten el capítulo! 💗
***
Habían momentos muy extraños dónde al dormir siestas, despertaba con recuerdos en mi mente. Digo, todos recuerdos que llegan y luego al despertar se desvanecen. Pero estos recuerdos eran hermosos, recuerdos que me dejaban pensando si de verdad había ocurrido o había sido un sueño.
Hoy tenía cita con el terapeuta, el señor Martin, miré mis cosas por última vez y bajé las escaleras decidida a contarlo todo, mi madre estaba en el sillón leyendo un libro, Felipe no estaba por ningún lado.
–Diana, cariño. – Dejó su libro en la mesa – Ha llamado el doctor Martín, me dijo que la cita sería más tarde, ¿no te molesta?
Negué con mi cabeza, me senté en el sillón cerca de ella, solté aire mirándola.
– ¿Mamá?
Ella me observó con atención.
– ¿Sí?
Sonreí nerviosa, me acerqué más a ella poniendo mi cabeza en sus piernas, mientras que ella me hacía cariño en mi cabello. Al principio se quedó quieta sin saber qué hacer. Quizás se asustó que de la nada me acercará a su lado, había pasado tiempo en que no lo hacía.
Cuando éramos pequeños, siempre lo hacía cuando nos sentíamos mal. Esta vez, era todo lo contrario.
Comenzó a deslizar sus dedos a través de mi cabello, dándole suaves masajes a mi cabeza, amaba la paz que me causaba.
– Te quería contar que me estoy sintiendo mejor. – sonreí al decirlo.
Miré hacia arriba, mi madre había parado de hacerme cariño, me miró con una gran sonrisa. Mi madre siempre ha sido una mujer que nunca oculta lo que piensa, siempre la he admirado.
– Cariño, eso es genial. – Decía muy feliz – Sabía que cada pequeño paso que darías te llevaría a un resultado fantástico. Esta es una de tus primeras victorias – exclamó orgullosa – No te sientas presionada a estar siempre bien, porque no siempre uno puede estarlo, pero quizás el hecho de que hables de tus problemas y te sientas escuchada sin prejuicios te da una paz interior. Estoy muy orgullosa de ti, mi niña.
Me acomodé poniéndome de frente a ella, se acercó para darme un abrazo. Extrañaba muchísimo sentirme segura, sentirme amada. Debía admitir que todos estos cambios que he tenido han sido buenos para mi terapia. El timbre nos interrumpió, haciendo que mi madre se levantara del sillón, cuando fue a la puerta, oí una voz familiar.
– Camille, déjame hablar con ella. – Me acerqué a la puerta – Se merece una explicación, también es mi hija.
Era mi padre.
Cuando me puse detrás de mi madre, la mirada de él cambió por completo. Pareciera que se hubiera quedado sin palabras. Lo único que hizo fue sonreír.
– ¿Qué quieres? – exclamé.
No podía dejar que este reencuentro arruinara todo lo que había construido en tan poco tiempo. No dejaré que todo se eche a perder.
– Sólo quiero hablar con ustedes, con mis hijos. – decía susurrando.
– No, al menos yo no quiero verte más. – Estaba enojada – No quiero que vengas hablar de tus hijos, perdiste esa oportunidad cuando alejaste a Lizzy de nuestras vidas. Y en vez de explicar o arreglar tu error, solo te fuiste. – exclamé.
Nadie dijo nada. Todos estaban impresionados, al igual que yo. Nadie lo había enfrentado sobre Lizzy desde que se fue. Asintió y comenzó abrir su bolso.
– No te quise decir antes, pero Lizzy está bien. – sacó un paquete gigante de cartas y me las entregó. – Lizzy enviaba cartas todos los días, yo las recibía y las escondí.
Mi mirada se mantuvo en las cartas, podía notar que era la letra de mi hermana, las recibí sin decir nada. Lo miré con odio, soltando todo lo que había tenido escondido por años.
– ¿Por qué las escondiste? Debe haber una razón específica para esto. Si no piensas explicarlo, puedes irte y no esperes que quiera verte. – dije mientras le quitaba las cartas de sus manos, su rostro se veía cansado e incluso triste, me daba lastima ver como nuestra relación había cambiado todo y sólo por culpa de un engaño.
– Porque tu hermana descubrió... – murmuró este mientras miraba el suelo, quitando la mirada del rostro de mi madre.
– Que me engañabas, ¿no? --- mi madre respondió sin ánimo.
Él solo la miró y asintió.
– No puedo verte ahora mismo, leeré las cartas. Adiós papá.
Le dije a mi madre que iría a mi habitación, cerré la puerta de un golpe y me senté en el suelo, teniendo las cartas en mis manos, pegadas a mi pecho. No podía reaccionar, eran muchísimas. Decidí abrir la primera, dejando las otras cuidadosamente en el suelo. Tenía un nudo en la garganta, estas cartas tenían fecha de hace tres meses, tres meses que Lizzy se había comunicado conmigo y no obtuvo ninguna respuesta.
Mi querida Didi.
Extraño todo, extraño las risas de Felipe y la tuya. No saben lo diferente que es aquí, pero trato de encajar y hacer lo que me ordenan. Escribí esta carta escondida de mi comandante, eran las dos de la madrugada, cuando recordé lo mucho que te extraño, espero que esta carta llegue bien y poder saber de ti.
Te mandaré todas mis fuerzas, espero que puedas superar pronto el dolor que tienes acumulado en ti. Nadie merece pasar por lo que pasaste, eres muy dulce para tener todo ese dolor. Quiero pedirte algo, quiero pedirte que aguantes,que olvides y que muy pronto obtendrás la luz que merece tu vida. Espero que cuando vuelva, estés llena de luz.
Te quiere mucho.
Lizzy.
Me quedé mirando la carta muchas veces. Extrañaba muchísimo a Lizzy. No me había dado cuenta, pero estaba llorando y al mismo tiempo comencé a reírme, fue muy extraño todo. Pero no eran lágrimas de tristeza, eran de aceptación. Podía llorar sobre lo que había pasado, sin pensar en el dolor que tenía en mí. Me levanté del suelo y guardé las cartas en mi cajón, me miré al espejo y me arreglé un poco. Necesitaba hablar con alguien de lo que había pasado, marqué el número de Elliot desde el teléfono fijo de mi habitación y esperé.
– ¿Sí?
La voz de mi amigo había cambiado muchísimo.
– Soy Diana, ¿Puedes venir a mi casa? – Aclaré mi garganta – Trae a Rash,debemos hablar.
Lo escuché suspirar.
– Sí, claro. Nos vemos en diez minutos.
Colgué y me quedé esperando.
Estaba nerviosa, no había hablado con nadie sobre esto. ¿Qué podía hacer endiez minutos? Me quedé mirando mis libros, había pasado mucho tiempo desde queno me ponía a leer. Quizás ya era tiempo de volver a ser la chica de antes,tenía que volver a ser feliz. Me acerqué a mi estantería y agarré un libro.
Harry Potter parecía ser un buen libro.
Comencé a leer y a olvidarme por completo de todo, sumergiéndome en la historia. Parecía ser entretenido, me gustaban los personajes y el drama del libro. ¿Por qué Harry tenía una cicatriz? Me gustaba Ron Wesley. Iba en la parte cuando estaban dividiendo a los alumnos por las casas, cuando el timbre me volvió a la realidad, ojalá mi escuela fuera más divertida. Dejé mi libro de lado y bajé las escaleras.
Cuando abrí la puerta, mis amigos estaban allí. Rash me sonrió, al igual que Elliot.
– Pasen, ¿Quieren algo?
– No, gracias. – dijeron al mismo tiempo.
Entraron a la casa, podía notar que miraban la casa, por si algo había cambiado. Se sentaron en el sillón mirándome.
– Sé que no he sido la misma chica que antes, pero todo tiene una explicación. –estaba orgullosa de mí. – Me cambié de ciudad porque tuve un accidente, no salí del hospital por un mes. – aclaré mi garganta – Mark iba conmigo en el auto, pero él no sobrevivió. Lamento que les diga esto así de golpe, pero pensé que ya sabían.
Podía ver que la mirada de Elliot cambió por completo, ahí supe que no había hablado con Rash. Era primera vez que hablaba de Mark y no lloraba. Era un gran avance para mí. Se sentía bien.
– ¿Qué fue lo que pasó?
Miré a Elliot.
– Al parecer, Mark estaba apostando. – Le respondí, era lo único que sabía – Le debía dinero a unos tipos, nunca supe quiénes eran.
Rash tenía una de sus manos tapando su boca, estaba asombrado, al igual que Elliot.
– Luego de eso, nos mudamos aquí. Estoy con psicólogo todos los días, tengo algunos problemas al comer. – exclamé en voz baja.
– ¿Por qué no nos contaste? ¿Estás bien? Maldición, Diana. Tuviste que lidiar con todo esto sola. – dijo Elliot.
– Está bien, en su tiempo no podía hablar y como ya les dije, pensé que ustedes ya estaban al tanto. – Admití un poco más calmada – No podía sacar lo que tenía dentro de mí, estaba conociendo esos nuevos sentimientos e intentando repararme.
Ellos asintieron, se levantaron del sillón y se sentaron cada uno a mi lado,dándome un gran abrazo. Asentí, mientras estaba entre ellos.
– No queremos que pases por esto sola, somos tus mejores amigos, ¿recuerdas?Siempre estaremos para cuando estés triste.
– Lo sé. – Les respondí con una sonrisa un poco triste, mientras que una pequeña lágrima caía por mi mejilla – Ahora díganme, ¿Cómo están ustedes? También conocían a Mark, eran sus amigos.
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