#39

Adam.

Pensar que se va el próximo mes, hace que me ponga de mal humor, pero haré todo lo posible para hacerla sonreír hasta el último día, me ha resultado bastante. Estoy acostado en mi cama, mirando al techo, pensando en todo lo que ella ha cambiado en mí, debo admitir que de un comienzo me llamó la atención, sentía que ella tenía algo diferente a las demás y así fue.

Me había ayudado a ser mejor persona, mucho antes de que ella llegara a mi vida, era un completo idiota. Andaba de fiestas y bebía mucho, fumaba hierba y me drogaba de vez en cuando, por cada vez que ella se acercaba a mí, cada una de esas malas decisiones que hacía, desaparecía.

Diana llegó a mi vida en el momento en que más lo necesitaba, logró unir a mis padres, logró que la relación que tenía con mi madre mejorará, hizo que Jake fuera más unido a mí, trajo un rayo de esperanza a nuestra familia y eso nunca podría devolvérselo, me había hecho un hombre diferente.

Dicen que si conoces a la persona correcta en el momento equivocado, la vida los vuelve a juntar, ¿Nos pasará a nosotros?

Diana había entrado a mi vida hace seis meses, solo seis meses y me había cambiado de muchas formas. Ya no era alguien egoísta, me había convertido en una mejor persona, en un mejor hijo. Había dejado de lado las amistades que tenía con mis supuestos amigos.

Todo lo hice por ella.

Mi teléfono vibró solamente una vez, no le preste mucha atención, dejé que sonara, me quedé estirado en la cama con mis manos tapando mi cara, no me sentía con ningún ánimo, el teléfono me volvió a vibrar, una y otra vez, me levanté con la duda de quién sería.

Tenía cuatro llamadas perdidas de Elliot.

¿Qué mierda...?

Desbloqueé el teléfono, abrí el mensaje que había de Rash, el otro amigo de Diana, tuve que aprenderme sus nombres, eran muy difíciles. Cuando abrí su mensaje, era como si me hubiera quedado inmóvil, sentía que las palabras salían de la pantalla moviéndose alrededor de mí, rondando por mi cabeza.

Tuvo un accidente.

Diana tuvo un accidente.

Trataba de escribir, pero mis dedos no reaccionaban, tragaba saliva con dificultad, mi respiración estaba a mil y mi corazón estaba bombardeando cada vez más fuerte, la puerta se abrió, mi madre venía a dejar mi ropa como de costumbre.

– Cariño, aquí tienes tu ro... ¿Qué sucede, Adam?

No podía hablarle, le mostré el teléfono y ella vino de inmediato, haciendo que me moviera de allí junto a ella, no sé en qué momento lo hice, pero llegamos al primer piso, mi madre me ayudó a subir al auto, mientras que ella hablaba, no podía escucharla, era como si estuviera dentro de una bomba que en cualquier minuto podría explotar.

El hospital estaba en frente de nosotros, mi madre salió mientras que yo caminaba más lento, asimilando que todo esto era cierto, al entrar, no vi a nadie que conociera, no podía respirar sin ella, no podía perderla.

Había tenido el accidente con su hermano, me sentía frustrado por no saber nada. Su hermano había salido del peligro, no sabía nada de ella. Mientras me paseaba por los pasillos, me encontré con sus amigos, estaban esperando en otra área del hospital, me acerque a ellos, mientras que madre trataba de hablar con una enfermera. Me senté en una de las sillas que había junto a ellos, pasé mis manos por la cabeza desesperado, de vez en cuando los miraba a ellos, estaban con la misma expresión.

– Buenos días, buscamos a nuestra amiga Diana Fuller – Elliot se levantó de la silla y se acercó a la recepción.

La mujer tecleo su nombre y se quedó viendo la pantalla durante unos segundos.

Estaba desesperado por saber de ella.

– Está información es confidencial.

Qué mujer más molesta.

Caminé enojado hacia el otro lado, esperando que todo esto se calmara. Sus amigos iban en silencio detrás de mí, no sabía cómo iba a reaccionar si alguien volvía a decirme que no podía verla.

– Adam, estará bien. – Me tocó el hombro – Solo debemos encontrarla.

Asentí sin decir nada.

Sus amigos estaban más calmados, pero yo no podía tranquilizarme sin saber de ella. Decidí caminar por los pasillos pensando si podía encontrarla, pero en cada habitación había niños, mujeres adultas o ancianos. Ninguna habitación estaba Diana. Me senté en el suelo enfrente de una habitación donde estaba todo cerrado, mire hacia los lados esperando que nadie estuviera cerca, agarre el papel que estaba pegado y mire el nombre.

Fuller. D

¡Mierda!

Me devolví a buscar a sus amigos, estaban sentados esperando alguna respuesta, les hice una seña esperando no llamar mucho la atención, mi madre los siguió de la misma forma.

– Encontré a Diana. – me sentía aliviado.

Ellos sonrieron y me siguieron, caminé por los mismos pasillos hasta la habitación donde el papel seguía pegado.

Mi madre iba con una sonrisa más tranquila, me acarició el hombro, mientras que veía la habitación, me había quedado sin palabras, ya la había encontrado, solo debía entrar a la habitación. Me quede afuera esperando a que ellos entrarán primero, golpearon la puerta y una mujer salió de allí. Era su madre, tenía unas ojeras, la saludé junto con mi madre.

– Chicos, ¿Que hacen acá? – sus ojos observaron a sus amigos y luego a mí y a mi madre. – Adam, cariño. Me alegra volver a verte, Claire que bueno verte.

Sus amigos se quedaron allí esperando poder entrar, mi madre le sonrió a ella, todos queríamos saber si Diana estaba bien.

– ¿Y Felipe? – le pregunté.

Ella sonrió, mientras que soltaba aire un poco más calmada.

– Tiene unos cortes, pero está mejor, está en la habitación de al lado – exclamó.

Miré por la habitación, Felipe estaba acostado con los ojos cerrados, a su lado estaba Clara acariciando sus manos.

– ¿Podemos verla? Sé que es mucho pedir, pero necesitamos verla – preguntó Elliot.

Ella asintió.

– Claro que pueden.

Miré a mi madre, ella me dio una mirada, dándome a entender que todo iría bien, asentí y entré a la habitación.

Tuve miedo, pero de un miedo diferente. Sentía que si al abrir la puerta iba a encontrarla muy mal, la iba a encontrar en las peores condiciones.

Mierda.

Tenía miedo de perderla.

Al entrar a la habitación, el único sonido que había era la máquina que estaba conectada a su cuerpo. Logré abrir la puerta por completo, mi mirada se dirigió hacia la camilla dónde estaba ella, la luz que tenía a su alrededor, ya no estaba a su lado.

Me senté en una silla que estaba a su lado, miraba cada detalle de ella. La tranquilidad que había, sus ojos cerrados, su hermoso pelo rubio cayendo por sus hombros, sus suaves manos a su lado. Agaché mi cabeza mientras acariciaba sus manos.

Elliot y Rash estaban al otro lado, en silencio.

– ¿La quieres? – una voz me preguntó.

Levanté mi cabeza confundido, Elliot estaba mirándome, más bien analizando cómo estaba tocándola.

– ¿Lo dices enserio? – le respondí de la forma menos amable.

Rash estaba tratando de calmar a su amigo.

– Claro que hablo enserio, Diana es nuestra amiga y quiero saber si realmente la quieres – soltó bastante serio.

Asentí y aclaré mi voz.

– Claro que la quiero, ¡Dios! ¿Cómo puedes decir eso? Hemos estado hablando por seis meses, durante todo ese tiempo ella me cambió, la ayudé en todo lo que podía – suspiré y lo miré – Me enamoré de ella en el proceso.

– ¿Seis meses? Eso es... mucho tiempo – exclamó Rash impresionado.

– ¿Cómo lo harás con la decisión que tomó, de irse a Nueva York?

Se sentía extraño hablar de esto con alguien más que no fuera mi familia, nunca he tenido amigos tan cercanos que se preocupen de lo que sienta. La verdad, nunca he tenido amigos.

– Acepté su decisión, nunca podría obligarla a quedarse si tenía una oportunidad de mejorar.

Al momento en que su amigo iba a responder, uno de los dedos de Diana comenzó a moverse, haciendo que reaccionara, me levanté del asiento y comencé a buscar alguna enfermera, los amigos salieron en busca de su madre. Me quede allí esperando alguna otra respuesta, se estaba despertando.

Mierda, me sentía aliviado.

Unos doctores comenzaron a examinarla más de cerca, no pude quedarme mucho más tiempo allí, ya que uno de ellos me sacó de la sala, me quedé enfrente de la puerta, esperando que todo estuviera bien, me di vuelta y estaba mi madre.

No pude hacer nada, ella se acercó y me dio un abrazo, al hacerlo mis emociones explotaron, comencé a llorar como si fuera un pequeño otra vez.

– Está despertando... – le susurraba.

– Todo estará bien, te lo dije hijo – respondía ella mientras me acariciaba la cabeza.

Me limpié las lágrimas que tenía y comencé a caminar para poder calmarme, ya había pasado lo peor. Caminé hacia la puerta de al lado, los ojos de Clara se separaron de la vista de su hermano y se voltearon hacia quien entraba a la puerta.

– ¿Adam? ¿Cómo estás? – exclamó ella con una voz dulce.

Me senté en la silla acompañándola, parecía estar asustada.

– Hola, estoy mejor ahora que Diana empezó a despertar – sonreí y ella hizo lo mismo.

– Me alegro, recé por ella.

Le sonreí. Miramos a Felipe que aún seguía con los ojos cerrados, esperando alguna respuesta.

– ¿Cómo está él? – le pregunté, ella volvió a mirarlo.

– Estará bien, solo necesitara tiempo para mejorar.

Sonrió para poder convencerse de lo que había dicho, me sentía mucho más tranquilo ahora que todos estaban bien, Felipe comenzó a moverse en forma desesperada.

– ¿Diana...? ¿Dónde está mi hermana? – hablaba en tono serio.

Me acerque por el otro lado, Clara trataba de calmarlo, sus ojos encontraron los míos y comenzó a calmarse.

– Hey, ella está bien – exclamé – Acaba de despertar, no te preocupes amigo.

Cerró sus ojos aliviado, le sonreí y le di un apretón en sus manos, Felipe comenzó a reírse y a llorar.

– Todo paso rápido, no vi el auto que estaba adelante de nosotros, Diana no despertaba cuando abrí los ojos.... – exclamaba asustado – Pensé que la había perdido...

Lo interrumpí.

– No lo hiciste, amigo – exclamé, convenciéndome – Está bien, ella está bien.

Los deja a solas, necesitaban un momento a solas. Volví pasearme por la puerta de Diana, ya estaba despejado de doctores, solo había una enfermera que estaba arreglando algo en la máquina, su madre estaba en la silla mirándola, podía ver todo el amor que estaba en sus ojos.

Cuando me vio entrar, me dio una gran sonrisa y una seña para que entrara.

– Alguien está preguntando por ti.

Sonreí y entré a la habitación.

Diana estaba con sus ojos abiertos, tenía unos pequeños cortes en la ceja, un moretón en su mejilla, a pesar de tener todo eso, ella me sonreía de la mejor manera, me daba miedo acercarme a ella y romperle algo, me sentía inútil sin ella, me senté en la otra silla, agarré una de sus manos y la besé suavemente.

– Me asustaste, Diana. – le susurré, ella me estaba mirando.

– Nada malo pasó, aquí estoy y aquí estaré.

Asentí, me levanté de la silla y me acerque a ella, puse mis labios en los suyos y la besé, lo necesitaba, me quedé unos segundos más allí, disfrutando de ella.

– Te amo, Diana.

– Te amo, Adam --- respondió ella.

Ahí lo supe.

Supe que la amaba de verdad, no era un amor de jóvenes, me podía imaginar una vida juntos, podía vernos envejecer y seguir juntos, volví asentir ante mis pensamientos, dispuesto a dejarla ir, estaba dispuesto a que se fuera para que pudiera mejorar, por mucho que la viera reír, dentro de su corazón y alma, aún estaba rota.

Mierda, la iba a extrañar tanto.

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