#35

Adam estaba completamente acostado en la cama, con sus manos tapándose la cara y sus ojos cerrados, ya estaba cansado. Yo estaba sentada a su lado esperando impaciente por su respuesta.

– Vamos Adam, una vez más – Le suplicaba.

Abrió sus ojos, por un momento me distraje. Adam me agarró de la cintura haciendo que cayera a su lado, comenzó haciéndome cosquillas, no podía parar de reír, sus manos pasaban por mi cadera dándome pequeños apretones, me dolía el estómago de tanto reírme.

– ¡Ya basta! Me rindo – levanté mis manos – Ya no te obligaré, si te va mal es tu problema.

Adam soltó una pequeña risa.

– Hemos estudiado tres horas seguidas, merezco un descanso, ¿no?

Lo pensé durante unos segundos, debía hacerme la difícil.

– ¡Está bien! Descansa unos minutos.

Adam comenzó a festejar como si fuera un niño de cinco años, se levantó de la cama y comenzó a sacar los apuntes que se habían caído, los dejó encima de la mesa y se volvió acostar a mi lado. Su nariz rozaba con la mía, se movía despacio dándome una acaricia con sus manos en mi mejilla, tenía sus ojos cerrados.

– ¿Qué haces?

– Estoy descansando, ¿no lo ves?

Solté una risa y me dejé llevar. No podía ignorar sus caricias, me quedé allí con mis ojos cerrados mientras que Adam seguía acariciándome.

– Bésame, por favor – le rogué.

La mirada de Adam estaba en mis labios, se acercó lentamente y me besó sin discutirlo. Sus besos se habían convertido en mi cura, era lo único que necesitaba para terminar el día.

– ¿Qué sucede? – susurró mientras se sentaba para poder verme.

Lo único que quería era quedarme aquí para siempre. No quería arruinar nada en estos meses que me quedaban.

– Nada, solo quiero estar contigo – le respondí en un tono triste.

Él sonrió.

Me dio un beso suave en los labios, luego de eso me dio un abrazo haciendo que nos quedáramos más unidos. Podía sentir su respiración, su aroma era lo que más disfrutaba cuando estaba a su lado. Su respiración era lo más calmada que podía oír, me hacía olvidar lo que había pasado, ya me había arreglado la vida, me había traído luz, muchísima luz.

Nunca iba a saber lo que sentí al momento de conocerlo, en unos días iba a odiarme y olvidar todo lo que vivimos juntos, no podía hacerle eso. Adam me había entregado su vida y yo la mía. Con meses de terapia ya le había hablado de Mark, había entendido mis problemas. Pero debía hacerlo por mí, para mejorar y tener una relación estable con él.

Se alejó de mí y me sonrió.

– Diana, debo decirte algo – Sé qué probablemente me odiarás por hablar sobre eso, pero quiero ayudarte.

Solté aire nerviosa y lo miré confundida.

– ¿Qué sucede?

– Quiero ayudarte... con tu problema.

Podía ver que se le hacía difícil hablar sobre esto.

– ¿Mi problema? Ya tengo terapia por el accidente, no te preocupes.

Él me sonrió.

– No ese problema.

¿Hablaba de mi problema alimenticio?

Abrí mis ojos sorprendida y bajé la mirada.

– No te pongas así, lo que menos quería era hacerte sentir mal – exclamó.

Su mano hizo que lo volviera a mirar, nunca me había agradado hablar sobre ese problema, me avergonzaba lo que había hecho durante esos meses y lo que seguía haciendo. Me apoyé en el pecho de Adam sin decirle nada. Puse mis manos en su cara y lo besé en los labios.

– Tú nunca me harías eso, no te preocupes.

Solté un largo suspiro y lo miré.

– ¿Qué tipo de ayuda? – le pregunté curiosa.

– El mejor amigo de mi madre trabaja en un hospital, de hecho es nutricionista. Pensé que quizás eso podría ayudarte, ¿no crees?

Parecía que estuviera dudando de lo que me hablaba, le sonreí agradeciéndole por lo que había hecho, sabía que Adam haría de todo para poder ayudarme.

– Lo que podría ayudarme es un psiquiátrico, pero Martín me ayudará con eso – añadí – Gracias por ayudarme, ¿sabes? Eres el único que se ha dado el tiempo de buscar la ayuda que necesito.

– ¿Martín? – su sonrisa había desaparecido, volviéndose muy serio.

¿Estaba celoso?

– Sí, mi médico – añadí mientras me reía de él – No te pongas celoso, sólo tengo ojos para ti.

Y lo besé, una y otra vez hasta que Adam se le borró lo serio que estaba.

– Me has convencido, ¿eh? – me respondió con una dulce sonrisa.

***

Mi madre y Felipe habían preparado una cena para celebrar al bebé de Clara, mi madre había invitado Adam, ya que pasaba la mayor parte del tiempo en nuestra casa, él acepto muy feliz.

– Cariño, la cena está lista – oímos a mi madre desde el segundo piso.

Nos levantamos de la cama dispuestos a disfrutar de la cena, cuando llegamos al primer piso, Felipe estaba conversando con Clara, ella sonrió al vernos de la mano.

– Hola, un gusto en conocerte. Soy Clara. – exclamó dando una gran sonrisa.

– Un gusto en conocerte Clara y felicitaciones por tu bebé – respondió Adam.

Nos unimos a la mesa, dónde había muchas cosas para comer y beber, todos estaban a gusto disfrutando de la cena, mi madre parecía estar más tranquila con respecto a que iba a ser abuela.

– Adam, ¿Estudias en la misma escuela que Diana? ¿Cómo se conocieron? Me gusta oír historias románticas.

Podía ver que Felipe se reía con mi madre, mientras que yo estaba un poco avergonzada.

– Sí, estudiamos juntos – aclaró mientras tomaba de su vaso de jugo – La conocí por un proyecto que debíamos hacer juntos.

– ¿Nada más que eso? – pregunto Clara defraudada.

Sonreí mirando Adam.

– Así fue como sentí el flechazo, ¿Lo sentiste cuando conociste a Felipe?

– ¿Flechazo? – pregunté curiosa.

Sonrió mientras me miraba.

– Eso es cuando conoces a tu alma gemela, ¿sabes? Sientes un cosquilleo, no paras de pensar en ella, lo único que quieres es besarla – sonreía sin dejar de mirarme.

Clara estaba mirándonos, podía ver que tenía unas lágrimas.

– ¡Perdón! Son las hormonas – exclamó mientras se limpiaba los ojos – Es que es hermoso, ¿saben? Tan juvenil, eso sentimos con Felipe cuando nos conocimos, al pasar los años nunca se olvida el amor que se tiene.

Sonreí mientras bebía de mi vaso de jugo, mi madre estaba en silencio.

– Clara, no te disculpes por eso. Así es como se siente el primer amor, siempre es algo especial.

Decía mientras miraba al costado, le di una mirada a Felipe que estaba pensando igual que yo.

Ella estaba hablando de papá.

– ¿Y planean algún nombre? – preguntó Adam mirando a Clara.

Ella le sonrió.

– Sí, tenemos pensado en llamarla Olivia – le respondió Felipe.

Y así estuvimos toda la tarde, hablando del bebé de Clara, ella parecía disfrutar de toda la conversación, se notaba muy radiante y feliz por cada cosa que le decían. Como me gustaría estar así de feliz, de vez en cuando Felipe le daba un beso en la mejilla haciendo que ella se sonrojara.

– A mí también me gustaría tener hijos – decía Adam, mi madre parecía estar a punto de desmayarse, al igual que yo – Digo, en el futuro, cuando ya tenga todo planeado.

Mi madre asintió calmándose. Por mi parte estaba igual que ella, un poco alterada. Digo, pienso de la misma forma, me gustaría tener hijos, pero mucho más adelante.

– ¿Sí? – preguntaba Clara.

– Será muy ambicioso decir esto, pero siempre he soñado con tener tres hijos. Me gusta mucho la compañía de los niños, aparte mi hermano siempre ha sido muy solitario.

Ella sonrió.

– No es para nada ambicioso, tendrás una familia gigante. Eso es genial, serán unos niños muy hermosos – y nos guiño el ojo.

– ¿Gracias? – soltó una sonrisa.

– Tu hermano puede jugar con mi bebé, no tengo ningún problema.

Y así fue como Adam se unió más a la familia, por una parte estaba muy feliz de que lo hiciera, me alegraba muchísimo pero por otra parte no me agradaba tener que romper todo esto en los pocos meses que me quedaban. 

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