#31
Adam.
¿Han oído hablar del amor juvenil?
Nunca tuve a nadie que me lo pudiera explicar, si iba a ser feliz o si me iban a romper el corazón. Nunca tuve una buena relación con ella, desde que supe que era adoptado lo que tenía con mi madre se había roto, haciendo que todo el amor que había de a poco se fuera esfumando, no me sentía valorado, mi padre hacia todo lo posible para que estuviera bien, siempre tratando de arreglar lo que ella había arruinado.
Un día supe que iba a tener un hermano, al comienzo tuve envidia el tener a otra persona, me iba a sentir aún más abandonado, pero cuando vi sus ojos, sus pequeñas manos, todo cambió. Un nuevo sentimiento atravesó por todo mi cuerpo, haciendo que de a poco comenzara a sentirme mejor, tener a Jake fue increíble, aprendí muchísimo con él, me convertí en una mejor persona, Jake sacaba lo mejor de mí.
Pero eso no era lo que iba a decir, me distraigo fácil.
Un día en que menos lo esperé, llegó una luz a mi vida, algo pequeño que se cruzó por mi camino, no pensé que se iba a expandir de una manera más grande, esa luz hizo que me uniera más a mi madre, arregló todo lo malo que había en mi vida, me ayudó a convivir con ella y aceptar todo lo que había hecho, esa luz atravesó mi corazón haciendo que nuevos sentimientos salieran, tenerla cerca se sentía como si fuera una nueva persona, sentía una vibración cada vez que sonreía, por cada vez que ella me miraba, me sentía mejor.
Era solo una chica; decían mis amigos. Nunca he sido bueno para querer alguien más que a mí mismo, he sido un completo idiota durante todo el año escolar, no valoraba lo que tenía enfrente, todo eso cambió cuando esa luz llegó a mi vida.
El amor juvenil lo tuve en mis manos, lo aproveché lo más que pude, la besé por cada segundo, la tocaba como si fuera la última vez, nunca quise preguntarle cuando se iría, sólo quería tenerla a mi lado y disfrutar de su compañía. Me había costado aceptar que se tendría que ir, pero lo acepté en algún momento. El amor juvenil es un sentimiento nuevo que crece dentro de ti, llega solamente una vez en la vida, te provoca un cosquilleo por cada vez que la escuchas, cuando no la ves sientes que no puedes respirar, eso es el amor juvenil. La amé con cada parte de mi cuerpo y sé que ella también lo hizo.
Tenerla en mis brazos era la sensación más increíble que podría imaginar, no hacíamos nada, solamente nos quedábamos en silencio. Diana estaba descansando en mi pecho, se había quedado dormida hace cinco minutos, quizás el viaje la había cansado o también la pequeña discusión que habíamos tenido. Le acaricié el cabello suavemente, su melena rubia se había metido en mis sueños, no la podía sacar de allí, nunca me había sentido tan diferente teniendo a una chica a mi lado.
Antes de conocerla no me importaba nadie, lo único que quería era divertirme, mi padre pagaba la mensualidad de la escuela a pesar de que yo no iba nunca, siempre me la pasaba en la casa de Kevin fumando hierba, olvidándome de todo lo que debía hacer, admitía que lo hacía pero en el fondo me sentía culpable. Nunca nadie iba a estar orgulloso de mí, no hacía nada bueno en la vida, Kevin se reía de las estupideces que hacía, pero no lo hacía por gusto, lo hacía simplemente porque era más popular que él.
Siempre me ha gustado ser el centro de la atención, salía con varias chicas, nunca nada serio. Las besaba en los pasillos para que todo el mundo nos viera, siempre quedaban enamoradas cuando salían conmigo, pero yo no sentía absolutamente nada.
Hasta ella.
Nunca me ha gustado beber alcohol, una vez probé la cerveza y la encontré asquerosa. Kevin trató de convencerme de que tomara vodka pero lo ignoré. No tenía intenciones de beber algo muy fuerte y olvidarme por completo, solamente fumaba hierba.
***
Había dejado de lado todo eso cuando entré a la escuela, mi padre me había encontrado fumando, no tuvimos la gran conversación pero podía ver que estaba defraudado, lo dejé sin decirle a nadie. Kevin me miraba desde una esquina mientras yo guardaba mis cosas en el casillero.
– Podríamos fumar hoy a la tarde, ¿Qué dices?
Cerré la puerta del casillero y caminé hacia mi sala.
– Ya dejé esa mierda.
Podía oír su risa burlándose de mí, odiaba cuando lo hacía, me giré a enfrentarlo pero al momento en que lo iba hacer, ya estaban todas las chicas admirando a mi amigo, ¿de verdad podía llamarlo así?
– Entonces podríamos jugar a otra cosa, ¿Qué tal una apuesta?
Solté aire y acepté.
Kevin podría ser malo, pero nunca para hacer algo desagradable, sólo queríamos molestar alguna chica, eso era todo. Kevin estaba mirando por todo el pasillo en busca de alguna víctima, no parecía estar satisfecho con ninguna, alcé mi mirada hacia el pasillo y la vi. Una chica de mediana estatura, rubia de ojos claros, llevaba un vestido celeste con flores, era bien guapa. Iba aferrada a sus cuadernos con la vista en el suelo.
– ¿Qué tal ella? – la apuntó.
La miré por última vez y acepté.
Si tan solo supiera lo que ella iba a cambiar en mí.
Entramos a la sala, dónde el destino se hizo cargo de ponerla allí. La profesora comenzó con lo mismo de todos los años, debíamos presentarnos, todos estaban felices o más bien incomodos al hablar de ellos mismos. Un extranjero se presentó, no le di mucha importancia, ¿quién quería conocer a nuestra cultura? Tan idiota.
La profesora la apuntó, ella se levantó mirando a todos lados. Estaba nerviosa.
– Mi nombre es Diana, con mi familia llegamos ayer a esta ciudad, ¿mi propósito? Tratar de ser mejor conmigo misma.
Su voz era perfecta.
Adam, ¿Qué te pasa? Se supone que vas a ganar la apuesta, no enamorarte de ella.
Todos se quedaron en silencio, la profesora la observó hasta que se volvió a sentar, luego de eso me apuntó. Me levanté muy seguro de mí mismo, ella debía conocerme.
– Soy Adam, muchos me conocen por ser el capitán de futbol – añadí mientras miraba a todos, la chica estaba mirando a su cuaderno – Mi propósito sería que el partido del viernes fuera un éxito.
Mis amigos me apoyaron, sabía que lo harían. Siempre iban apoyar al chico más popular, me senté mientras daba una sonrisa triunfadora, así me sentí unos minutos. Estuvimos así un buen rato, hasta que la campana sonó y todos salieron, me fijé en que la chica se había quedado allí muy concentrada en su cuaderno.
¿Qué será lo que hará tan concentrada?
***
Odiaba la clase que venía, no le daba mucha importancia ya que la había reprobado, miré a la chica que aún seguía mirando a su cuaderno, el profesor comenzó a decir unos nombres, no entendía de qué hablaba.
– Adam Miller y Diana Fuller.
Qué hermoso nombre.
Por la forma en que se lo tomó, no estaba muy feliz de que estuviéramos juntos, se sentó a mi lado y no dijo absolutamente nada.
Iba a ganar esta maldita apuesta.
– Diana, ¿verdad? – Pregunté dándole una gran sonrisa – Bienvenida a la escuela.
Me sonrió.
Qué hermosa sonrisa.
Ya basta Adam, contrólate.
– Gracias Adam – Me respondió de la forma más educada.
El profesor se había levantado de la silla, nos estaba observando a todos, todos estaban mezclados, nadie se conocía, di una mirada hacia atrás y no había nadie que conociera.
Esto iba a ser aburrido.
– El trabajo es sobre algo histórico, busquen información sobre algo importante, puede ser vídeo, informe o presentación. Lo presentan en dos semanas.
¿Dos semanas? Esto sería aburrido, solamente era el primer día de clases.
Diana comenzó a escribir todo, es una chica muy responsable, dejó el lápiz encima de su cuaderno y me miró.
– ¿Qué podemos elegir? – Me preguntó.
También anoté todo, así creía que era inteligente, cerré el cuaderno y la miré con misterio.
– ¿Por qué te llamas Diana? – Le pregunté.
Se quedó unos segundos pensando, su mirada estaba fija en mis ojos, podía ver que estaba nerviosa.
– A mí madre le gustaba – aclaró su voz – De hecho, estaba un poco obsesionaba con la realeza. Mi hermano se llama Felipe, cómo el duque.
Y volvió a sonreírme.
Daría todo por verla sonreír todos los días.
Me acerqué a ella poniendo un mechón de su cabello detrás de su oreja, pude notar que se había puesto nerviosa.
– Tienes bonitos ojos, Diana.
Sí que eran bonitos, eran azules como el mar. Y a mí me gustaba mucho el mar.
– Gracias – Me respondió amablemente.
Dejé de mirarla, no me podría concentrar de esta manera, quizás si haría el trabajo.
– Podríamos hablar sobre la realiza, es algo interesante – Le propuse.
Sonrió un poco confundida.
– ¿Estás seguro de querer hablar sobre eso? Quizás a tus amigos les aburrirá saber de algo tan importante.
La miré con seriedad, me agradaba esta chica, le di una sonrisa triunfadora.
– No me importa lo que piensen los demás y menos sobre mí.
Y es verdad.
El timbre sonó y todos salieron tranquilos con respecto al trabajo, de alguna manera este trabajo me había gustado, sí quería ganar esta apuesta me iba acercar mucho a esta chica, la miré y le insistí sobre el trabajo.
– Podemos seguir con el trabajo, ¿verdad?
Parecía sorprendida.
– Sí.
Se había quedado en silencio, noté que se comenzó a poner extraña, como si estuviera a punto de desmayarse o algo parecido.
– ¿Estás bien? Te ves un poco pálida.
Volvió a mirarme bastante seria.
– Si, nos vemos por ahí – Y se fue.
Me dejó solo, me fijé en que iba a toda velocidad hacia el baño de chicas, me quedé pensando en que si entraba o no, era muy privado hacer algo así, pero ella se veía mal.
Miré hacia todos lados esperando que nadie me viera y entré al baño buscando por las puestas.
– Hey, probablemente me lleven a dirección – Me reí esperando a que ella se sintiera mejor – Pero, ¿Estás bien, Diana? Puedo llamar alguien si quieres.
Lentamente la puerta se abrió, parecía triste. Sus bellos ojos estaban rojos, como si estuviera llorando.
¿Bellos ojos? Te pasaste Adam.
Estaba peleando con mi mente por todo lo que decía mi boca.
– Gracias, pero estoy bien.
Le sonreí a medias.
– Sé que no me conoces, pero si quieres hablar de lo que sea, puedes contar conmigo.
Asintió.
– Es muy amable de tu parte Adam, pero creo que ahora me siento mejor.
Una lágrima caía por su mejilla, me acerqué a ella y le di un abrazo.
Mierda.
No debí hacer eso, sentía que cada parte de mi cuerpo coincidía con ella, podía sentir su olor, era increíble.
– No puedo... – decía entre sollozo.
Le acaricié el cabello, esperando que se calmara. La miré y le sonreí, ya había dejado de llorar. Salimos del baño, pero me arrepentí al momento en que todos nos vieron, no quería que se viera de otra manera.
No seas idiota, quieres ganar la apuesta.
– No te voy a obligar a decir nada Diana, pero todo lo que tienes adentro te hará pedazos.
Me dio una mirada, una que me decía de todo. De alguna manera este pequeño momento nos conectó.
– Mi papá está engañando a mi madre, al parecer es de hace mucho antes.
La miré a los ojos, pude notar que eso no era lo que le ocurría pero decidí seguirle la corriente.
– Eso es terrible.
Miró el reloj que llevaba en su mano, en unos segundos todo se había arruinado. Comenzó a desesperarse, se levantó del suelo y comenzó a caminar más rápido alejándose de mí.
– ¿Qué sucede? ¿Estás bien? – Le pregunté.
No quería decirme, podía verlo en sus ojos. Le agarré la mano esperando que de alguna forma se calmara, pero lo único que hizo fue gritarme.
– ¡Está bien! – Me miró enojada – Tengo que ir a terapia, ¿Okay? Voy tarde.
Y se alejó de mí, me quedé viendo cómo se alejaba de mí, de pronto una voz hizo que me pusiera tenso.
– Qué rápido eres, se nota que quieres ganar la apuesta, vas a ganar mucho dinero chico – Kevin se reía de mí.
Entramos a la escuela, no era que necesitara el dinero ni nada pero quería por alguna vez en la vida callar al idiota de Kevin.
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