#30
¡Hola lectores!
Ya son 30 capítulos de esta historia, le tengo muchísimo cariño, ya que tiene meses de preparación y edición, espero que los que las estén leyendo les este gustando, no olvides de votar y comentar el capítulo 🙌
Ya queda muy poquito para llegar al final de esta historia
Con cariño.
Sofía
~
El padre de Adam se había quedado en el hospital con su esposa, así que Jake se quedó con nosotros. Mi madre acomodó a Jake en la cama de ella, estaba muy feliz de poder tener un niño nuevamente en sus brazos, Felipe estaba muy concentrado en su teléfono, era primera vez que lo veía de esa manera, Adam se había ido a dormir a la habitación de Lizzy, yo me había quedado en la mía, había pasado bastante tiempo en que no estaba a solas, durante todo este tiempo me escondía de los demás, recorrí cada rincón de mi habitación recordando mis momentos de soledad, me puse en frente del espejo pensando en que era lo que veía Adam, no era como las demás chicas, en cierta parte sí por ser rubia y tener ojos claros, pero era un poco rellenita.
De alguna manera él se había enamorado de mí y yo de él, pero aún no estaba preparada para decírselo.
Mi computador se encendió, la llamada del doctor estaba en espera, la acepté y me senté en la silla esperando a que el entrara a la sesión. Allí apareció el doctor con una gran sonrisa, sentía que había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos habíamos visto, se podía notar que estaba feliz, no supe en que momento habían pasado las dos semanas, el tiempo parecía pasar más rápido al momento en que querías que pasara lento.
– Diana, cuanto tiempo sin verte, ¿Cómo estás?
Pasé una mano por mi cabello.
– Tengo tanto que decirle... – suspiré, podía ver que se había preocupado – No es malo, es todo lo contrario.
Y sonreí mientras le contaba todo lo que había pasado en tan poco tiempo, mientras le hablaba de prácticamente todo, no lo decía con malos pensamientos, me daba cuenta que me sentía bien al hablarlo, ya no me sentía obligada al hacerlo. Le conté sobre Lizzy, solamente la parte en que volvió a casa, el golpe lo quise mantener en secreto. Le conté sobre mi reencuentro con mi pasado, en ningún momento me fijé en que anotara algo, solamente me prestaba atención, era primera vez que yo le hablaba sin parar, me reía de las cosas que le decía.
– Diana, me alegra mucho saber que lograste cerrar esa etapa, eso es increíble – aclaró – ¿Qué piensa tu familia de todo esto?
– Están felices de verme mejor – levanté mis hombros – Y es verdad, me siento mejor pero aún hay algo que no he podido arreglar.
– ¿Qué cosa?
Me quedé unos segundos mirando a la pantalla, esperando poder encontrar las palabras.
– Mi problema para comer, sigo sin retener nada.
No estaba orgullosa de hablar de esto, era lo que más me avergonzaba, sentía que había avanzado muchos pasos pero en esto, seguía estancada.
– Mira, en este caso este problema no se va a solucionar de un día a otro, se debe trabajar durante todo el tiempo que se necesite – me sonrió – Déjame consultarlo con un colega, pero no te preocupes. Te daré a mis mejores compañeros para que te sientas mejor.
Asentí.
Luego de hablar un buen rato sobre mi problema alimenticio, le comenté lo que tenía con Adam, se alegró mucho de que estuviera con alguien, que viera más allá y que hiciera lo que Mark me pidió, que me arriesgara y amará otra vez.
– ¿Adam sabe sobre el traslado?
Miré hacia la puerta, esperando poder solucionar pronto ese problema.
– No, pero planeo decirte – suspiré – No quiero arruinar lo que tengo con él, pero quiero mejorar también, ¿sabe? Quiero estar con él de la mejor manera posible.
– Deberías decirle pronto – miró su reloj – Diana, fue un gusto hablar contigo, sabes que siempre puedes llamarme, pero ahora debo ir a otra cita. Espero verte pronto y que mejores con el otro tema, te iré avisando sobre eso.
– Gracias doctor, nos vemos – y la llamada se acabó.
Asentí y solté aire.
Me apoyé en la mesa durante unos minutos pensando en cómo se lo iba a decir, no quería arruinar nada, recién habíamos comenzado esta relación.
No quise salir de la habitación, me acosté en la cama mientras que miraba al techo, pensando en las cosas que debía hacer. Lo que más quería era mejorar, deseaba poder decirle a mi familia que estaba bien, me acomodé en la cama para dormir, pero los golpes de la puerta me interrumpieron.
– ¿Quién es?
Nadie hablaba.
Odiaba cuando hacían eso, me tuve que levantar. Cuando abrí la puerta, me sorprendí verlo.
– Adam, ¿Te pasa algo?
Él asintió y entró a la habitación.
– Sí, me pasa algo.
Cerré la puerta y fui hacia dónde estaba.
– ¿Qué?
No entendía lo que sucedía, Adam estaba furioso mirándome, era la segunda vez que lo veía así. Traté de acercarme, pero se alejaba de mí mientras que negaba con la cabeza.
– ¿De verdad no vas a decirlo? – Exclamó enojado – Las paredes son delgadas, Diana.
Mierda.
Mis ojos se agrandaron al momento en que me di cuenta de lo que hablaba.
– Adam, déjame explicarte.
– ¿Qué cosa? Planeabas dejarme así sin decirme nada, Diana. ¿Cómo pudiste?
Podía ver el dolor en sus ojos, lo miraba constantemente para poder calmarlo pero sus ojos estaban perdidos.
– ¿Desde cuándo lo sabes?
Su mirada volvió a la mía, ya no era la de antes.
– Hace un mes atrás.
Se pasó las manos por el cabello frustrado mientras que se paseaba por la pequeña habitación.
– ¿Por qué no me lo contaste? Se supone que confías en mí.
– Lo hago, confió en ti.
– Entonces, ¿Qué fue?
– No quería herirte, no quería romperte el corazón tan pronto – admití mirándolo.
Trague saliva con dificultad, no podía verlo así. Me dolía verlo tan enojado y roto a la misma vez y todo era mi culpa.
– De todas formas ya lo hiciste – respondió.
– Eso no es verdad Adam. Lo que menos quería era hacerte daño.
– Entonces no te vayas – me susurró – Quédate conmigo y seamos felices.
Pude ver que una pequeña sonrisa había aparecido, todo el enojo se había esfumado. Sus manos estaban en mi cara mientras me acariciaba, podía ver en sus ojos todo el amor que podía darme, deseaba tanto tenerlo.
– Necesito hacerlo... – susurré mientras le quitaba las manos de mi cara – Para ser feliz y tener una relación estable contigo, es lo que más quiero.
– Por favor, no me dejes – comenzó a suplicar – No tengas miedo.
– No es miedo...
– ¿Entonces qué? Puedo verlo en tus ojos Diana – aclaró – Tienes miedo de volver amar, eso es – Me miró de la peor forma; con odio – Por eso nunca me lo has dicho.
– Adam yo si...
Me interrumpió.
– Ni siquiera puedes decirlo – me respondió en forma de burla.
Mi corazón estaba a punto de estallar, no podía guardarlo más.
– Es verdad, tengo miedo pero no de quererte – admití – Porque sí te quiero, desde hace mucho tiempo. Tengo miedo de volver a caer en ese agujero lleno de malos recuerdos – aclaré mientras subía un poco mi tono de voz – Tengo miedo de perderte, tengo miedo de todo.
Silencio...
Sus ojos se abrieron sorprendidos, Adam se sentó en la cama mientras que yo seguía de pie. Fui al baño mientras que iba caminando, me caían unas lágrimas, me senté en el suelo con mis rodillas al pecho, mientras que comenzaba a llorar pensaba en que hice lo que nunca pensé que haría.
Romperle el corazón.
– Diana, ábreme la puerta por favor – podía sentir su voz más cerca de la puerta.
Levanté la cabeza y me quedé allí escuchándolo, lo que menos quería era tener los últimos meses discutiendo, quería disfrutar estar a su lado, conocerlo aún más, quería amarlo. Me levanté del suelo, sequé mis lágrimas y le abrí la puerta, Adam estaba llorando, podía ver sus ojos rojos y una pequeña lágrima caía por su mejilla.
– No quiero dejarte... – susurré mientras lo abrazaba.
Adam extendió sus brazos para que yo encajara perfectamente, sus brazos estaban hechos solamente para mí. Mis lágrimas aun caían por mi mejilla, sin darme cuenta comencé a sentirme mejor, Adam siempre ha tenido eso en mí.
– Entonces aprovechemos estos meses como nunca – me decía mientras besaba mi boca.
Le recibí el beso, a pesar de que aún teníamos tiempo lo había sentido como una despedida. Nos preparamos para dormir, Adam no era una persona que siguiera reglas, así que durmió conmigo, en mi pequeña cama.
Fue como la primera vez, Adam se puso de lado, para que yo estuviera mirándolo, estábamos en la misma posición, lo único que hacíamos era mirarnos, él me acariciaba la mejilla, sonreí ante sus caricias. Estuvimos así durante horas, sin decir absolutamente nada, pero se podía decir que nuestras miradas lo decían todo, Adam me miraba con mucho más interés, había más amor en sus ojos pero a la vez también había tristeza, pero sabía que él lo entendía.
Esta vez lo había hecho bien, había escogido al chico bueno, el que me entendía, el que no me apresuraba a nada, el que me aceptaba con todas mis grietas, Adam de a poco comenzó a convertirse en mi mitad, la que me faltaba luego de lo que viví. No somos perfectos, pero juntos podemos serlos.
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