#28

El viento chocaba contra mi cara, dándome a entender que había llegado a mi destino, le pagué los billetes al taxista y me bajé del auto. Las casas eran más sofisticadas, había menos árboles, ver todo esto hacía que mis recuerdos volvieran, escuchaba una melodía en mis recuerdos, recordando la noche en que lo conocí, caminé por las calles desconocidas esperando poder disfrutar estar aquí.

Llévame de vuelta a la noche en que nos conocimos.

Me encontraba sola en una ciudad completamente diferente a cómo la recordaba, toda la niñez que había vivido se había esfumado lentamente junto al viento, me quedé en frente de una casa que estaba a la venta, era mi primer hogar. Era una casa de color blanco, de dos pisos con grandes ventanas, había un árbol plantado en frente, era lo único diferente que había, se veían unas pequeñas rayas marcadas en la reja de la casa, estaban con plumón, era mi nombre con el de mi hermano, siempre dejábamos una carca en los lugares dónde vivíamos.

Seguí caminando hasta dónde recordara, mi mente me mostró los primeros recuerdos que tuve con Mark.

Éramos más pequeños, conocí a Mark cuando tenía diez años, sé que él no me recuerda de esa manera, pero yo nunca olvidaré ese día. Mark estaba mirando la tienda que vendía helados, siempre lo veía allí. No era que yo no hiciera nada en todo el día, pero lo seguía de vez en cuando.

– ¿Por qué me estás siguiendo?

Oh Oh.

– No te estaba siguiendo, venía a ver los helados.

Mark fue el primer amigo que me gustó, cuando cumplí los once años lo invité a mi fiesta de cumpleaños, mi madre estaba muy feliz de que tuviera nuevos amigos, Rash y Elliot siempre venían a verme, éramos vecinos, así que siempre íbamos a estar juntos. Mi padre pensaba que yo me enamoraba de cada niño que veía, ya que solamente me juntaba con niños. Una vez tuve una amiga, se llamaba Stella, pero se cambió de casa y nunca la volvimos a ver, en el año en que estuvo aquí, hablábamos de que seríamos compañeras en la universidad.

Temas muy maduros para una pequeña de diez años.

Di mi primer beso a los catorce años, fue algo incómodo. Fue con mi compañero de clase, Tyler. El chico no sabía besar a esa edad, lo único que hizo fue dejarme llena de baba y chocar con mi nariz. Nunca lo consideré como un beso, cuando cumplí los diecisiete, volví a reencontrarme con Mark, fue increíble volver a verlo, estaba más guapo y lo que menos le interesaba eran los helados.

Diana, te ves bien Me miraba de una manera diferente.

Sonreí nerviosa.

Gracias, tú también Exclamé ¿Aún te interesan los helados?

Él se río junto a mí.

No, solamente me interesas tú.

Luego de ese día, nunca más nos separamos. Pasábamos la mayor parte del tiempo junto, partimos siendo buenos amigos, hacíamos bromas entre nosotros, nos juntábamos con Elliot y Rash, ellos entendían lo que Mark quería conmigo, así que siempre nos dejaban a solas. Teníamos dos años de diferencias, mi madre no estaba muy convencida que me juntara con un niño que fuera mayor de edad, pero Mark siempre fue respetuoso conmigo, así que nunca hubo problema. Ese mismo día, Mark me besó. Fue un beso increíble, fue la primera vez que sentía algo, sentí fuegos artificiales, una electricidad que recorrió por todo mi cuerpo y estoy casi segura de que él también lo sintió.

– ¿Diana Fuller?

Esa voz hizo que volviera a la realidad, me giré al verlo y era Tyler, me acerqué con una gran sonrisa, me dio un abrazo mientras me daba una sonrisa. Tyler era un chico moreno, su cabello era oscuro y sus ojos claros, siempre me ha gustado su forma de ser, es un chico muy alegre y graciosa.

– Tyler, que gusto verte.

Caminamos juntos por la calle, me contaba que estaba en su último año de la escuela, lo habían llamado de una universidad muy importante, iba a estudiar derecho.

– ¿Cómo te va a ti?

– Bien, ahora puedo decirlo de verdad.

Me sonrió.

– Me alegro mucho verte Diana, no en esta situación, pero me alegra verte – Añadió entusiasmado – Digo, fuiste mi primer beso.

Solté una carcajada, nos reímos unos minutos. Tyler me contó que tenía una novia, se conocieron luego de irse de la ciudad, fue bastante entretenido volver a reencontrarme con él, se quedó unos minutos en silencio, hasta que decidió hablar.

– Diana, he querido decirte algo – Me miró con tristeza – Quería darte mi apoyo en esto, sé que con Mark eran novios y no estuve para ti, yo te consideraba una amiga.

– Gracias Tyler, por tus palabras.

Caminamos hacia el parque, más allá estaba la escuela y la casa de Janet.

– ¿Sabes dónde será? – Pregunté con nerviosismo.

Negó.

– Solamente recibí la invitación, ¿Quizás en la escuela?

Seguimos en nuestro camino, el clima aquí había cambiado. Menos mal que vine con abrigo, Tyler se había puesto hablar por teléfono, se alejó un poco de mí, dejándome a solas con mis recuerdos.

Ese día se puso a llover fuerte, Mark había estado afuera de mi casa durante horas, mi padre no quería que metiera a chicos a la casa y menos cuando él no estuviera.

Siempre me protegía, Felipe me ayudó a meterlo por la ventana, Mark subió la ventana arrastrando su cuerpo por toda la habitación, cuando la pisó, dio un gran estornudo, haciendo que sonara por toda la habitación.

Perdón, llevo horas allá abajo Decía mientras se tapaba la boca Me acostaré un momento.

Felipe lo miraba con una gran sonrisa.

Iré a buscar ropa y una sopa.

Me senté en el suelo, Mark estaba temblando del frío, Felipe volvió con ropa de él, Mark se levantó y fue directo al baño a cambiarse de ropa, dejando la suya adentro.

Gracias Decía mientras se tomaba la sopa, pero se le caía de la cuchara porque sus manos temblaban.

Le quité la cuchara de las manos, Mark se tapó hasta el cuello mientras que yo le daba de comer, podía ver sus hermosos ojos grises, era una de las cosas que más me gustaba de él. Siempre veo los ojos de la gente, ahí puedes ver si dicen la verdad, mi madre siempre me había dicho eso, le di una cucharada llena de sopa hacia su boca, Mark la abría como si fuera un niño pequeño.

Pareces un bebé.

Él no parecía reírse de la broma, abría la boca cuando le llevaba la cuchara.

– No es gracioso, Diana – Decía despacio – Vine a verte y de paso me he enfermado.

Terminé de darle la sopa, dejé el pocillo en la mesa y lo tapé con otra frazada, podía ver que estaba más cómodo.

Eso es muy romántico de tu parte – Exclamé mientras lo besaba en la boca.

Los primeros meses que estuvimos juntos fueros mágicos, Mark me sorprendía viniendo a mis clases, salíamos los fin de semanas, íbamos a ver juegos afuera de la ciudad. Nunca nos sacamos una fotografía, decía que debíamos vivir el presente y no prestarle atención a un trozo de papel.

– ¿Estás bien?

Tyler me estaba mirando.

– Sí, sólo estaba recordando.

Estábamos llegando a la escuela, cuando oímos que un auto nos comenzaba a tocar la bocina.

– ¡Tyler! ¡Diana!

Stella estaba aquí.

Se bajó del auto y nos abrazó al mismo tiempo, nunca fui tan cercana a ella. Pero sentía el dolor que nos entregó en su abrazo. Stella era una chica muy guapa, tenía el cabello oscuro, con unos hermosos ojos cafés.

Nos contó sobre su vida entera, trabaja en la empresa de su padre, abandonó la escuela, dice que le gustaría mucho tener dinero propio, Stella siempre ha tenido esos pensamientos, podía ver en sus ojos que quería darme el pésame, la miré y le sonreí para que entendiera que estaba bien. La escuela estaba como siempre, la pintura vieja aún seguía allí. El único lugar que no había cambiado en absolutamente nada, cuando entramos había una mujer en la entrada.

– ¿Vienen a la ceremonia?

Asentimos, Stella fue la única que había hablado.

– Sí, nos invitaron.

– Deben ir al fondo y anotar sus nombres en la ficha, luego esperar a que comience la ceremonia. Son los primeros en llegar.

Hicimos todo lo que nos indicó, Tyler fue el primero en escribir su nombre, luego lo hizo Stella y finalmente lo hice yo. El interior de la escuela seguía igual, las paredes tenían el mismo tono, había unas pocas plantas para alegrar al lugar. Tenían unas sillas puestas, al frente había una pequeña tarima, dónde había un micrófono. Se escuchaba una suave melodía por los parlantes que estaban al costado, de a poco comenzaron a llegar más invitados, más amigos que teníamos en común, algunos que no conocía, supongo que todos fueron amigos de Mark.

– Diana cariño, me alegra de volver a verte – Nos miró a todos – ¿Viniste sola? Pensé que vendrías acompañada.

Miré al suelo un poco avergonzada.

– No pudo venir.

Se sentó junto a nosotros, de a poco la sala se comenzó a llenar de personas de diferentes edades, algunos más jóvenes, más adultos y nosotros que teníamos de misma edad que Mark. Detrás de todos los desconocidos, estaban Elliot y Rash con unos trajes oscuros, me dieron una sonrisa al notarme.

– Bienvenidos al aniversario de mi hijo – Janet se acercó al micrófono – Quiero agradecer que pudieron venir todos, cada uno de ustedes tocó la vida de mi hijo y agradezco poder verlos. Sé que algunos no querrán hablar en frente de todos, pero me gustaría oír un poco de mi hijo a través de ustedes, este aniversario será un poco más diferente a los otros. Espero que les guste.

De a poco todos iban subiendo y contando como se habían conocido, Mark fue parte de muchas vidas, todos reían y lloraban al mismo tiempo cuando hablaban de él, yo no me podía mover, no era de la misma manera que la primera vez, pero sentía que volvía a mi pasado a pesar de querer cerrarlo. Los amigos más adultos hablaban de mí, no pensé que me conocerían.

– Mark un día me contó que conoció a la chica de su vida – Se río el amigo – Decía que era la indicada, me decía que tenía unos lindos ojos azules, era como ver al mar. Estaba tan enamorado de ti, Diana. Tenía tanto que darte.

Asentí mirándolo, todos me estaban observando, tratando de entender que estaba hablando de mí. Miré al cielo, esperando poder sentirlo de alguna manera, toqué mi cadena, la luna que llevaba a mi corazón, era la única manera en que lo podía sentir.

– Muchas gracias Gabriel – Janet volvió hablar al micrófono mirándonos a todos – Gracias por quedarse hasta el final, al fondo hay barra abierta y comida.

Todos se levantaron de los asientos, caminando hacia dónde estaba la comida. Yo fui la única que se quedó sentada, mirando a la pantalla, Janet se sentó a mi lado, mientras que me acariciaba el brazo.

– Perdón cariño, no pensé que te iba afectar tanto.

– Está bien, sólo que necesitaba esto.

Con tan sólo decir eso comencé a llorar. No sentía que eran lágrimas de tristeza, si no eran de superación, necesitaba todo esto para poder continuar con mi vida, había amado a Mark con cada pedazo de mi ser, amarlo fue joven, salvaje y dulce, pero también amarlo tuvo consecuencias. 

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