#17

¿Que tal están? 👀
Espero que estén disfrutando la historia, este libro tendrá 40 capítulos, ya vamos casi por la mitad.
Si les gusta no olviden comentar y votar por el capítulo! 🤟
También está disponible el playlist inspirado en esta historia, lo dejaré aquí nuevamente, para que las escuchen mientras leen la historia 🎧
Puede que algunas de las canciones aún no aparezcan, irán apareciendo mientras actualice nuevos capitulos.

https://open.spotify.com/playlist/0hmmMHbqP3k1fw9enBv0z2?si=xKIqUxY6R5Oh3f1e2gyHCA&utm_source=copy-link
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Me quedé en el escalón por horas, no podía hacer nada. Sentía que había perdido, pero no sabía qué. El timbre de la casa sonó haciendo que saliera de mis pensamientos, me levanté y la abrí sin ganas.

El doctor estaba allí, llevaba una gran carpeta en sus manos.

– Buenas tardes Diana, ¿Estás sola? – Exclamó mientras entraba a mi casa.

– Hola doctor – Añadí sin ánimos – Sí, pero llegarán pronto.

Él se sentó en el sillón, podía sentir que estaba analizando lo que me estaba pasando, la forma en que respondía.

– ¿Estás bien? Te veo diferente – Respondió mientras abría su cuaderno – ¿Cómo va la libertad? Supe de un nuevo amigo, ¿Quieres hacer de eso?

Negué rotundamente, no quería hablar de Adam, el doctor asintió y comenzó a seguir con otro tipo de preguntas.

– ¿Cómo vas con la luna? ¿Siguen hablándole?

Me relajé un poco, solté el aire que llevaba en mi pecho y le respondí.

– No he hablado mucho, pero le he contado mis días – exclamé – Ayer hablé con él, me sentí un poco mejor que otras veces.

La puerta se abrió, mi madre venía con una gran sonrisa, el doctor comenzó a escribir algo en su cuaderno.

– Srta. Camille, acabo de comenzar la sesión, ¿Cómo le va? Necesito hablarle de algo.

Mi madre se acercó a nosotros, se sentó a mi lado y estiró su ropa.

– He estado bien, gracias por preguntar, ¿Y usted, cómo le va?

Él asintió.

– Bien, gracias – le sonrió a mi madre – Anoche le contaba a Diana que me llamaron para ascenderme, tendré una oficina en Nueva York.

Mi madre estaba emocionada igual que el doctor, me sentía feliz por él. Mi madre tenía una gran sonrisa, pero desapareció al momento en que notó a lo que se refería.

– ¿Dejará las sesiones de Diana?

Él negó y se aclaró la garganta.

– Claro que no, está la opción de tomarla online, pero sería diferente. Siempre me ha gustado ver al paciente. La otra opción sería que ustedes se trasladen a Nueva York.

Mi madre me miró tratando de entender lo que quería, pero ni yo sabía lo que quería en este momento.

– ¿Podemos pensarlo? – Añadió mi madre en un tono preocupada.

Él se levantó del sillón, mientras que guardaba todas sus cosas en su bolso.

– Si claro, tienen hasta finales de octubre para hacerlo – exclamó – Viajaré en dos semanas, pero ustedes pueden ir a fin de año.

Asentí junto a mi madre, me sentía un poco más tranquila. Mi madre acompañó al doctor a la puerta, yo me quedé allí aceptando que me iría nuevamente de un lugar. Ya estaba cansada de escapar de mis problemas, el timbre del teléfono sonó haciendo que saliera de mis pensamientos.

– ¿Diga?

Podía oír alguien respirar, pero no escuchaba nada más.

– ¿Diga? Si no dice nada, voy a colgar.

Al momento en que lo iba hacer, una voz se me adelantó.

– ¿Podemos hablar? Estoy afuera de tu casa.

Era Adam.

Miré hacia la ventana, estaba al lado de mi madre. Le corté sin decir nada, iba decidida a enfrentar mis problemas, pero me congelé cuando quise abrir la puerta, tomé aire nerviosa y salí, mi madre entró dejándome a solas.

Adam estaba sentado en el suelo, su cabello estaba desordenado, más de lo habitual.

– ¿Qué quieres Adam? – Suspiré cansada – Te dije que necesitaba tiempo.

Me senté a su lado, a pesar de lo que sentía, me sentía traicionada, Adam me miró de frente.

– Fue una apuesta, pero te juro que no iba aprovecharme de ti. – Añadió mientras agarraba mis manos – Era solamente poder acercarme a ti, por ser la chica nueva.

– ¿Solo era hablarme? ¿Qué planeabas con eso?

Él miró el suelo avergonzado.

– Lo único que quería era molestarte, pero empezamos hablar de cosas más personales, te mostré a mi familia... En ese preciso momento, había dejado la apuesta.

Volví a mirarlo, su mirada estaba perdida, ni siquiera intentaba mirarme a los ojos, aclaré mi voz.

– Gracias por decírmelo, pero aun así necesitaré un tiempo, no es tan fácil olvidar todo esto – susurré – Confiaba en ti, Adam.

Él suspiró derrotado.

– Lo sé, arruiné todo, pero déjame volver a ganarme tu confianza.

Lo miré a los ojos, Adam estaba mirándome, podía ver que estaba arrepentido.

– Todo a su tiempo, Adam – Le respondí mientras me levanté del suelo – Nos vemos mañana en la escuela.

Él asintió y salió de allí, entré a mi casa y me sentí un poco mejor. Aunque en el fondo seguía enojada, pero Adam me había contado la verdad, quería perdonarlo, lo necesitaba.

No quería que se repitiera lo que había pasado con Mark, no quería estar en una relación llena de mentiras, no quería eso otra vez.

Subí a mi habitación y me senté en el suelo, busqué en mi cajón otra carta de Lizzy, habían pasado días en que no leía otra de sus cartas, agarré una y comencé a leerla.

Diana, hoy tuve mi primera medalla, fue increíble.

Lo único que pensaba era que dirá Didi.

Quizás me iba a molestar, pero se sintió increíble, por fin pude sentir que pertenecía a un lugar, aún no he ido a guerras, dicen que no estoy preparada. He visto a soldados que vuelven de estar en una y llegan mal, espero no quedar así.

Espero saber pronto de ti, ya han pasado dos semanas, lo único que quiero saber es que estés bien.

Un beso, Lizzy.

Cerré la carta y me la puse en mi pecho, me quedé allí unos segundos recordando las palabras como si me las hubiera dicho de frente. Me levanté del suelo, agarré un pedazo de papel y comencé a escribir.

Lizzy.

No sabes lo que ha pasado, me ocultaron tus cartas y no supe de ti durante todo este tiempo, tengo tanto que decirte Lizzy.

Conocí a un chico, me he divertido mucho con él, pero hizo algo y lo arruinó todo, me lo explicó muchas veces, dice que me quiere, ¿Cómo es eso posible?

Te caería bien, es muy simpático.

Ya quiero que vuelvas, te echo mucho de menos.

Un beso, Didi.

Doblé la carta y comencé a buscar alguna estación de correos, no había muchas, pero una me quedaba bastante cerca. Bajé las escaleras y salí a buscar el lugar, lo único que quería era que supiera de mí.

Cuando abrí la puerta, me topé con una gran sorpresa.

– ¿Diana? – La voz de mi padre sonaba diferente – Justo iba a tocar la puerta, ¿Vas algún lado?

Asentí, cerré la puerta y caminé hacia mi destino.

– Iré a unas oficinas de correo, tengo una carta para Lizzy.

Pude notar que asintió, pero no salía nada de su boca, mientras iba caminando, sentía sus pasos detrás de los míos.

– No tienes porqué venir, puedo ir sola.

Él comenzó a caminar más rápido, no quería que estuviera conmigo, aún no me sentía preparada para estar con él.

– Quiero ir contigo, hija.

¿Hija? No me agradaba escuchar esa palabra saliendo de su boca.

– No me digas así – Dije enojada – Quiero ir sola, déjame en paz.

Al momento en que dije eso, otra voz se sumó a nuestra conversación. Lo único que pedía era que no hubiera más conflicto, pero el destino siempre quería otra cosa.

– Te dijo que la dejarás en paz – Adam se acercó a nosotros, su voz era más ronca.

Sonreí sin que nadie lo notará, Adam me estaba protegiendo y tenía que admitirlo, me gustaba como me hacia sentir.

– Tranquilo Adam, no me hará daño.

Mi padre lo miró de frente, ponía notar que lo estaba analizando. Seguí caminando, dejándolos atrás, no tenía ánimo para ninguno de los dos, pero me daba gracia la forma en que se estaban mirando.

– No te metas en asuntos que no te incumben, niño.

La mirada cambió por completo, su mano se había cerrado formando un puño, eso significaba solamente una cosa; iba a golpearlo, me puse en frente de él, al momento en que se iba acercar, agarré su mano, haciendo que la abriera para unir la mía.

Me arrepentí al momento en que lo hice, él parecía muy confundido.

– Adam, te presento a mi padre.

La mirada de Adam estaba fija en los ojos de mi padre, podía notar que estaba confundido, me puse a su lado mirando a mi padre, que estaba viendo nuestras manos.

– Gusto en conocerlo señor – Decía Adam sin dejar de mirarlo, bastante serio.

Miré a mi padre ocultando la sonrisa que estaba a punto de escaparse de mi boca.

– ¿Qué haces acá? – Le pregunté a mi padre.

Él parecía ser otra persona, se veía más delgado, con ropa diferente a la que usaba antes.

– Quiero hablar contigo – se aclaró la garganta – Pero en privado.

Le di una mirada Adam, parecía estar a punto de querer golpearlo otra vez, él se alejó de nosotros; al segundo que lo hizo mi padre comenzó hablar.

– Me gustaría volver a encontrarme contigo y Felipe – Añadió mientras me daba una gran sonrisa.

No podía creerlo, su mirada parecía estar con mucho entusiasmo. En el fondo sabía que si le daba otra oportunidad, él volvería hacer lo mismo y no quería volver a tener esos sentimientos otra vez. Tenía que saber lo que yo valía, no iba a permitir que entrara a mi vida y la volviera a pisotear. Quería estar bien, quería dejar todo lo que había vivido, de alguna forma tenerlo alejado, me hacía sentir bien.

– ¿Qué parte del no, no entiendes? No quiero verte – le respondí en un tono más fuerte – Quiero estar mejor y para seguir así, no debo dejar que entres a mi vida otra vez.

– ¡¿Cómo te atreves a decirme eso?! Soy tu padre – Respondió en el mismo tono mío – Si entro a tu vida, es por tu bien, tengo el derecho de querer a ver a tu hija.

– ¡No! No me digas que es por mi bien – exclamé enojada – No tienes ningún derecho. ¡Me dejaste! ¡Me dejaste mientras sufría por la muerte de Mark!

Di media vuelta y comencé a caminar, Adam estaba esperándome, sus ojos estaban más abiertos, asombrado por la forma en que había hablado. Podía notar que me trataba de alcanzar, pero no podía calmarme. Sentía un nudo en la garganta, pero no podía llorar, no se merecía mis lágrimas.

Cuando Adam se puso en frente de mí, rompí en llanto, no podía esconderme de él, Adam me abrazó, yo me apoyé en su pecho buscando refugio, mientras mis lágrimas caían por mi mejilla. La decepción más grande que tenía era la de mi padre, había creído que estaba cambiando en estos días, pero seguía siendo el mismo idiota de siempre. La mano de Adam me acariciaba la cabeza, por cada caricia lograba tranquilizarme.

– Gracias por eso – Dije mientras me limpiaba la cara.

Él asintió.

– De seguro te preguntas quién es Mark – Le dije susurrando.

Él se aclaró la garganta y me miró.

– Sí, pero no quiero que te sientas obligada hablar sobre él – Exclamó dándome una sonrisa – Cuando te sientas preparada, te escucharé. 

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