capítulo nueve.

There's no morning glory, it was war, it wasn't fair.

Felix se preguntaba cómo era posible querer tanto a alguien que en el pasado le había hecho más que dañarlo, maltratando sus sentimientos sin piedad alguna. Sin embargo, ahí estaba, dejándose tocar por aquellas manos que ahora cuidaban su cuerpo pero que antes lo agredían; dejando que esos labios que una vez lo insultaron pasearán por la tersa piel de su cuello. Actuaban como dos adolescentes hormonales mientras se besaban a orillas del lago, en la parte trasera de la casa que Chan adquirió hace un tiempo.

— Tengo que preguntarte algo... —inquirió Felix, rompiendo el beso pero sin despegar sus cuerpos, sentados uno al lado del otro.

Chan frunció el ceño ante el cambio en la expresión de rostro del castaño. —¿Qué es?

— Tú... ¿Qué opinas de recuperar a Chaewon? —preguntó, mirando los ojos verdosos observarle con sorpresa.

—No te voy a negar que es lo que más deseo. Quiero tener a nuestra hija, quiero que seamos una familia, Felix.

El mencionado se alejó unos cuantos centímetros de Bang, observándolo con cierta cautela, buscando alguna pista que le dijera que Chan le estaba mintiendo.

—No sé dónde está Chaewon, lo último que supe es que fue adoptada por una familia canadiense —le comentó.

Chan frunció el ceño mirando a Felix como si fuera un bicho raro. Por supuesto que aquello era una vil mentira.

—¿Quién te dijo eso? ¿La misma perra que se llevó a mi hija del hospital?

Maldito infierno.

—Te recuerdo que esa "perra" —hizo comillas con los dedos— tan solo seguía órdenes mías. En dicho caso, deberías insultarme a mí. No te permito que hables de Hally.

La risa sarcástica de Chan quebró algo dentro de Felix, algo que trajo tantos recuerdos consigo, algo que solo sirvió para hacer que el castaño hirviera de rabia y le recordaba por qué no podía confiar en Chan.

—¿Dije algo gracioso? —preguntó con ese tono seco en su voz.

—No pienso ir ahí, no voy a discutir contigo por eso — el tono de Chan era pacífico. Aquella mirada esmeralda cayó como un balde de agua fría sobre el cuerpo del castaño —¿Hay algo de malo en que quiera a mi hija conmigo? ¿En que quiera a mi familia conmigo?

—Tu familia... —para ese momento Felix ya tenía un nudo en la garganta.

—Sí, Felix. Mi familia. Tú, Chaewon y yo —apartó la vista del castaño, esta vez, perdiéndose en los pequeños remolinos que hacían los peces en el lago —¿Qué acaso tu plan es que nos quedemos escondidos como un romance adolescente?

—Lo que está mal es que intentes utilizarme para llegar a Chaewon —murmuró, lo que captó la mirada de Chan.

—¿Aún no confías en mí, verdad?

Ambos se sostuvieron la mirada.

—No —junto con esa respuesta, la vista de Felix se tornó acuosa—. Y sé que tú tampoco confías en mi.

Chan no tenía algo más que decir, o más bien, no quería. Se levantó del suelo, dándole la espalda a Felix se dirigió a la casa, dejando a Felix en aquel lugar con las lágrimas rodando por sus mejillas y preguntándole a los cielos cuando sería el día en que Chan y él podrían amarse con toda la del mundo, cuando seria el maldito dia donde ya no hubiesen mas secretos entre el uno y otro y formarán esa familia que tanto ambos anhelaban.

Seungmin tenía razón. Amaba con locura a Bang, más que lo que él mismo quisiera admitir, pero no podía simplemente entregarlo todo en bandeja de plata como un adolescente ciegamente enamorado, no cuando él tenía más que perder en este juego.

La cabeza le empezaba a doler y ya estaba oscureciendo. Se levantó y entró a la casa, cerrando las puertas de cristales tras de si. Buscó a Chan con la mirada por toda la sala de estar pero no había señales de rizado. Pensó en subir a la habitación, pero si era honesto consigo, no tenía ganas de discutir con él y terminar de mandar todo al diablo.

Optó por prepararse un té de frutos rojos, y luego subiría hablar con Chan; ese era el plan hasta que entro a la cocina y descubrió una nota "Vuelvo en unas horas, surgió algo importante que debo resolver, esperame, si te da la gana". Dejó nota en su lugar y continuó con la preparación de su té, ignorando la molestia en su pecho y lo nublada que se volvió su vista debido a las lágrimas de puro enojo.

La madrugada era fría en aquel lugar, pero poco le importaba a aquella chica sentada sobre aquel suelo terrenoso, con la mirada perdida a la nada y la mente navegando entre recuerdos. Una parte de ella le decía que debía levantarse, no obstante, su cuerpo no parecía querer reaccionar. Había llorado hasta que su cuerpo se sintio exhausto, sin embargo, el dolor no se iba, seguía ahí, clavado en lo profundo de su pecho.

El lugar seguía lleno de policías y bomberos, algunos reporteros y unos cuantos civiles. Luego de 12 horas lograron apagar el fuego, dejando el lugar irreconocible. Un grupo de bomberos entró a la estructura que en ese momento se encontraba débil debido a las llamas, y que podía derrumbarse en el cualquier momento sobre los hombres. Hasta el momento nadie les había informado nada sobre sobrevivientes y Nayeon no pretendían engañarse a sí misma, por el nivel de los daños es imposible que hubiesen sobrevivientes.

Minhee hablaba con el sheriff, explicándole, mintiéndole. No podían decirle la verdad al hombre, por lo que Minhee le dijo que simplemente pensaban adoptar dos niñas de aquel lugar. El sheriff le dio el pesar ambas y se alejó para volver a sus asuntos, mientras que la pelinegra volvió al lado de la rubia, cosa que Nayeon no se percató hasta que esta la rodeó con sus brazos para apaciguar el frío que arropaba su cuerpo.

—¿Estas mejor? —preguntó Minhee en un bajo tono de voz.

Nayeon negó lentamente con la cabeza—. Nunca podré estar bien. No después de esto.

Minhee soltó a la rubia para tomar una de sus manos, sorprendiéndole lo frías que estaban.

—No sé cómo le voy a decir a Seungmin—expresó—. Todo este tiempo el ha creído que su hija esta con una familia y es feliz y yo...—sollozó.

Nayeon de dedicó su mirada. No lo culpaba, ella creía que un futuro Seungmin realmente escaparía de las garras de su padre y que se casaría con un buen hombre, una estabilidad que le permitiera proteger y cuidar de Zalia.

—No es tu culpa, hiciste lo que creías correcto. Lo que creímos correcto—dijo aquello con lágrimas en los ojos.

—Y mira cómo terminó.

—Señor, encontramos algo—se escuchó a lo lejos.

Uno de los bomberos se acercó al sheriff, entregándole una bolsita transparente con un objeto dentro. Ambas mujeres se pusieron de pie acercándose al sheriff para ver de qué se trataba. El hombre al ver a las mujeres interesadas en el objeto, se acercó para indagar un poco más.

—¿Reconocen esto?—le tendió a Nayeon el sobre transparente.

Nayeon no podía reconocer lo que estaba todo quemado y un poco deforme, parecía una joya o algo por el estilo. La luz de una linterna la ayudó a visualizar mejor aquel dije, y eso la terminó de romper en mil pedazos. Era cenicienta, el dije pertenecía a la cadena de Chaewon.

—¿Es lo que creo que es? —preguntó Minhee, con la voz rota.

Nayeon, paralizada por la emoción y la sorpresa, no pudo hacer más que asentir, incapaz de pronunciar palabra alguna. Un nudo en la garganta, una constricción emocional creada por las lágrimas que se agolpaban en sus ojos, le impedía cualquier tipo de expresión verbal. En su mano, apretó con fuerza aquel dije deformado, un objeto que ahora parecía contener todo el peso de su mundo. Volvió a levantar la mirada, perdida y desesperada, hacia el sheriff que tenía frente a ella. Con la esperanza de encontrar una explicación en sus ojos, una respuesta que diera sentido a la situación que estaba viviendo.

—Lo encontraron en uno de los cadáveres. Me informan que hay más 12 niños y 3 adultos muertos. Dentro de ellos estaba el o la portadora del collar.

—Su nombre era... Rian—mintió Minhee—. Era una de las niñas que pensábamos adoptar. Era su collar.

El oficial sacó abrió una carpeta que llevaba en la mano, buscando algo— No veo ninguna amanda en los registros de la casa hogar.

—No nos daban su nombre hasta completar la adopción, para proteger a los niños, pero amanda es el nombre que queríamos ponerle—volvió a llorar.

El oficial extendió la mano, pidiéndole devuelta la evidencia y Nayeon obedeció. El oficial se marchó de ahí dejando a las dos chicas sumidas en el dolor.

—Quizás...—Minhee intentó argumentar.

—Ni siquiera lo digas. No lo haga. No te des falsas esperanzas cuando encontraron su collar, en su cadáver—las lágrimas mojaron sus sonrosadas mejillas—. Desde el principio nunca hubo esperanza.

Después de varias horas, ambas chicas decidieron marcharse del lugar de vuelta a su hotel. Ninguna dijo una palabra en todo el camino, ambas mentes maquinando mientras sus corazones estaban destrozados y no solo por la muerte de ambas pequeñas. Sabían que debían regresar a Seúl, encubrir cualquier vínculo con las chicas y ¿Pretender?... vivir una vida completa con una herida que no sanaría. Minhee se debatía entre contarle la verdad a Seungmin o dejar que viviera engañado al pensar que su hija seguía viva y siendo feliz con una familia.

13 hours before the collapse

"Segunda llamada para vuelo A2015 con destino a Seúl"

En la vasta expanse de un aeropuerto internacional, donde los murmullos de viajeros se entremezclaban con el zumbido constante de anuncios, un hombre envuelto en un aura de misterio aguardaba pacientemente. Vestido con un abrigo oscuro que apenas permitía vislumbrar los contornos de su figura, y con un sombrero que ocultaba gran parte de su rostro, parecía estar en constante diálogo con la sombra misma.

Mientras el reloj marcaba el inexorable paso del tiempo, una figura caucásica se acercó con paso decidido hacia el enigmático individuo. Este último apenas giró la cabeza, lo suficiente para que la luz de las lámparas del aeropuerto reflejara destellos fugaces en sus ojos. El recién llegado extendió un sobre blanco con gesto cauteloso, como si temiera que el simple acto de ofrecerlo pudiera desencadenar una serie de eventos incontrolables.

El hombre misterioso tomó el sobre con la misma calma con la que había estado esperando. Sus manos, apenas visibles bajo los pliegues de su abrigo, se movieron con precisión quirúrgica para abrirlo. Dentro, encontró los documentos que había solicitado, aquellos que podrían desatar el mismo infierno la su cliente, pero poco le importaba por la suma que le estaban pagando.

Un intercambio silencioso tuvo lugar entre los dos hombres, un pacto implícito que trascendía las palabras. El hombre caucásico se marchó y el otro, tomó su maleta para dirigirse a vuelo con una sonrisa en el rostro.

¡gracias por leer!

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