Capítulo 35


Me dolía profundamente que no se despidiese de Tom, y que quisiese huir a la otra punta del planeta tampoco lo aceptaba demasiado. Él corrió hacia la habitación y volvió en apenas cinco minutos y solo con una maleta grande.

- El resto de las cosas... bueno, ya veré que hago con ellas.

No me podía creer que tuviese tantas ganas de irse como para dejarse el 90% de su fondo de armario.

Antes de poder evitarlo, antes de ser realmente consciente de lo que estaba pasando, antes de poder pensar una excusa, ya estaba en el aeropuerto con Bill. Mi cuerpo había conducido hasta allí pero mi mente estaba muy lejos, intentando buscar alguna forma de que se quedase. Él se encargó personalmente de que no viese adónde era el billete de avión.

- ¿No me vas a decir adónde vas?

- No, no quiero visitas. Solo lo sabrá mi madre.

Simone... seguía sin perdonarnos a Tom y a mí. Le miré intentando transmitirle mi pena. Me parecía horrible que ni siquiera quisiese decirnos adónde iba ¿De verdad no quería visitas? Y si no las quería... ¿tampoco vendría de visita?

- ¿Cuándo sale el avión?- pregunté.

- En dos horas.

- Tom me va a matar por dejar que te vayas así.

- Bueno, ya se le pasará.

Justo en ese momento sentí mi móvil vibrar en el bolso. Lo saqué y vi que era Tom. Miré a Bill con cara de circunstancias y él negó lentamente con la cabeza.

- Shannon no lo cojas...

- Pero...

- Lo mejor es que no haya tristes despedidas.

- Pero...- no me salían las palabras

Mi bloqueo mental iba en aumento mientras el móvil seguía vibrando en mi mano. Tom iba a matarme si dejaba que Bill se fuese sin despedirse. No nos lo perdonaría.

Bill se mordió el labio inferior y se acercó a mí. Rodeó mi cara con sus manos y se acercó más, mirándome fijamente. Yo supe lo que venía a continuación pero no me aparté. Sus labios encontraron los míos tímidamente al principio y más intenso después. Sus manos descendieron por mis hombros y por mis brazos hasta llegar a mis manos. Entrelazó sus dedos con los míos en la mano que tenía libre y agarró el móvil que continuaba vibrando en la otra mano. Estaba tan distraída dejándome llevar en aquel beso que no noté como me quitaba el teléfono. Fui consciente de ello cuando se separó de mí.

No supe entonces si me había besado solo para quitarme el móvil o si había algo más.

- Devuélveme el teléfono- exigí.

- Después, cuando vaya a irme.

- Bill no me hagas quitártelo.

Enarcó una ceja y se lo guardó en uno de los bolsillos delanteros del pantalón.

- Creo que me daré cuenta si intentas quitármelo.

No dije nada y eché a andar. Tras facturar su maleta nos quedamos en una de las enormes salas de espera, antes de pasar el control de seguridad.

- Joder que hermano tan pesado tengo, no para de llamar- protestó Bill.

- Estará preocupado. Hemos desaparecido de casa sin decirle nada...

Él no dijo nada y yo tampoco. Mi cerebro estaba paralizado, dejé que pasasen los minutos hasta que llegó la hora. Entonces Bill se levantó y me miró. Apreté los labios que empezaron a temblarme y cerré los ojos con fuerza para evitar llorar. Al par de segundos volví a sentir los labios de Bill. Aflojé los míos y me dejé llevar sin abrir los ojos. No quería que aquel beso acabase, no quería que se fuese. Él buscó mi mano y dejó algo que supuse que era el móvil en ella. De repente él se separó y cuando abrí los ojos le vi corriendo hacia el control. No dije nada, me limité a llorar por no saber cuando volvería a verle.

El móvil volvió a vibrar en mi mano. Suspiré y descolgué.

- ¿Shannon?- escuché a Tom- ¿Dónde estás? ¿Por qué no me lo has cogido antes?

- Estoy en el aeropuerto-dije conteniendo las lágrimas- Ahora vuelvo a casa.

- ¿y qué haces allí?

- Luego te cuento.

Colgué y me encaminé hacia mi coche. Conduje intentando controlar mi estado de ansiedad pero aún así llegué a casa hecha un manojo de nervios. Tom me iba a matar por haber permitido aquel desastre. Cuando llegué me esperaba en el salón y salió a la entrada nada más escucharme.

- ¿Eres consciente de lo que he llegado a preocuparme?

- Bill se ha ido- dije ignorando su pregunta

- ¿Qué? ¿Adónde?

- A su nueva casa.

Me lancé a su pecho llorando como una niña pequeña y no tardé en sentir sus brazos rodeando mi cuerpo.

- Explícame que ha pasado-pidió acariciándome la cabeza con cariño.

- Vio un... un anuncio en Internet y... llamó, hizo las maletas y se fue.

- ¿No te ha dicho adónde?

- No- negué entre espasmos por el llanto.

- ¿Y no quería despedirse de mí?

No respondí a su pregunta, no me atrevía. Le escuché suspirar contundentemente y noté como me abrazaba con más fuerza aún.

- No debería haberle dejado irse...

- No es culpa tuya- dijo Tom apretándome un poco más.

- Claro que sí, Tom. No he sabido llevar esto, no...

Se separó de mí y cogió mi cara con las manos. Me miró fijamente a los ojos mientras negaba con la cabeza. Pasó su pulgar por mis mejillas recogiendo varias lágrimas.

- Repito: no es culpa tuya. Bill necesitaba espacio y ya está. Seguro que no tarda en volver

Bajé la mirada. No me convencía. Estaba segura de que pasaría mucho tiempo sin saber de él.

A los pocos días recibimos una llamada de Simone. Fui yo concretamente quien cogió el teléfono.

- Shannon...-dijo ella algo seca- mándame a casa las cosas de Bill.

- ¿A tu casa?

- Sí, quiere que se lo envíe yo. Así que mándame toda la ropa, los libros... y todo lo demás.

- Vale Simone, lo haré cuando pueda.

Pero la verdad es que mi vida aquellos días parecía un auténtico huracán. Ni siquiera empecé a empaquetar sus cosas. Llegó él día de mi visita al médico y Tom volvió a acompañarme.

- Vaya, vaya señorita, ya me acuerdo de usted- dijo el médico- ha engordado usted bastante, sin ánimo de ofender.

- No me ofende, acaba de decir una verdad como un templo.

Había engordado bastante, ya había tenido que comprarme pantalones en tallas enormes y camisetas holgadas.

- Creo que ya podremos ver el sexo del bebé.

Miré a Tom que estaba apretando los labios por la emoción.

La ecografía, en efecto, reveló el misterio.

- Felicidades señorita- comenzó el médico- y caballero- añadió mirando a Tom- van ustedes a tener un niño.

Sonreí a Tom porque sabía que él lo estaba deseando. No había expresado su opinión sobre el tema, pero yo lo sabía.

- Estarás contento ¿eh?- le dije sonriendo.

- También lo estaría si fuese una niña- replicó él.

- Nah, no mientas.

Él médico imprimió unas cuantas imágenes, me recetó hierro y me dio la baja para el trabajo. Volví a casa con una torre de papeles.

- ¿Y cómo vamos a llamarle?- preguntó Tom sentándose en el sofá

- Pues no he pensado nada... No sé, creo que es mejor decidirlo en el momento. Viéndole la carita seguro que se nos ocurre algo.

Él sonrió de forma encantadora y a mí también se me escapó una sonrisa.

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Espero que os haya gustado. Que sepáis que en su día me dio mucha pena escribir la marcha de Bill, para mí es de los momentos más tristes de la historia.

Gracias por las lecturas ¡ya queda muy poquito!

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