Capítulo 34


Él que se quedó pálido en ese momento fue él y yo supe que había dado en el clavo.

- ¿Qué? ¿No vas a responderme?- pinché.

- Shannon...

- Me lo acabará contando él...

- No lo hará.

- ¿Por qué?- pregunté

- Es su secreto mejor guardado...- negó con la cabeza levemente- No puedo contártelo.

- No le diré nada -prometí.

- Me va a matar por decirtelo.

- No le diré nada- repetí- haré como si nunca hubiésemos hablado de esto.

- Tom está enamorado de ti, Shannon.

Le miré incrédula. ¿Eso era todo? Aquello no me parecía para tanto. Si estaba dispuesto a ser padre sería porque me quería ¿no?

- ¿Y?

- Está enamorado de ti desde que te conoció, prácticamente- aclaró-. Le fastidiabas a todas horas, le dabas caña y le dejabas las cosas claras. Le llevabas la contraria y eso ninguna otra chica podía dárselo.

- No me lo creo. Tom no me soportaba.

Estaba totalmente shockeada. Bill se rió ante mi cara de sorpresa.

- Te adoraba. Y él solo quería devolverte la caña que tú le dabas. Nunca me lo dijo, hasta el día de mi accidente. Jamás sospeché nada.

- Se supone que no recordabas nada de aquel día.

- Tom volvió a contármelo hace unos días.

Aquella noticia me chocó y confundió, pero aún así no comenté nada más sobre el tema. Aunque ahora ya entendía mejor el por qué del cambio de opinión de Bill, se estaba haciendo a un lado para que su hermano pudiese ser feliz. La confesión de Tom había cambiado sus planes respecto a mí, abandonaba el plan de "acoso y derribo" y se iba para intentar encontrar un nuevo rumbo para su vida. Me sentí fatal en aquel momento. Si intentaba retener a Bill allí sería cruel para los tres, pero solo de pensar en que se fuese me sentía como una niña sola y perdida.

Al día siguiente empecé un traspaso de mis cosas a casa de Tom. Si Bill iba a irse no pensaba quedarme con su casa; que la vendiese, alquilase o la prendiese fuego, pero yo no iba a quedarme allí viviendo del morro.

- Bill te lo ha dicho ¿verdad?- me preguntó Tom que sujetaba una caja mientras yo abría la puerta de su chalet.

- ¿Qué?- dije asustada.

- Que quiere mudarse.

- Ah, sí. Me lo ha dicho.

Bill estaba en aquel momento en rehabilitación. Septiembre estaba acabando y ya le quedaban pocos días de estar allí. Aunque para volver a ser el de antes tendría que poner de su parte y hacer algún deporte.

- Ya decía yo que estas ganas de venir a mi casa no eran por el amor que me tienes.

- Eres idiota Tom- respondí abriendo la puerta por completo y empujándola.

Le dejé entrar y él se apresuró a dejar la caja en el salón.

- ¿Me vas a decir que es casualidad que Bill se vaya y que tú quieras dejar esa casa?

- ¿Estás insinuando algo?- pregunté espantada.

- Quizá.

- Tom, quiero dejar esa casa porque no es mía. Porque me trae recuerdos pasados constantemente, porque me agobia y me oprime. Y porque no soy ninguna okupa.

- Bill te dejaría la casa sin ningún problema. Proponle que la ponga a tu nombre, fijo que lo hace.

- Tom, me estas pinchando para que discutamos y no voy a picar. Si no quieres mis cosas aquí dímelo y las llevaré a otra parte.

Abrió mucho los ojos y negó con la cabeza.

- Claro que te quiero aquí. No tienes que irte a ningún lado.

- Pues ya está.

Salí exasperada hasta la calle y cogí una de las cajas que aún quedaban.

- ¿Adónde vas con eso?- dijo Tom saliendo también- te vas a hacer daño.

Me la quitó de las manos y cargó con ella al interior. Le ignoré por completo y cogí la caja que aún quedaba. Cuando me vio con ella volvió a quitármela, aunque esa vez sin decirme nada.

Volvimos a casa en absoluto silencio.

- Voy a ir a buscar a Bill- dijo cuando aparcó.

- Vale.

Aproveché para llamar a la discográfica e informarme de lo que tenía que hacer para poder dejar el trabajo un tiempo. Me dijeron que necesitaría un justificante del médico. Genial, no tenía cita hasta dentro de unos días.

Así que, mientras tanto, ahí estaba yo: vuelos de un lado a otro, del trabajo en el culo del mundo a casa, de casa al trabajo en un lugar nuevo. Y una vez en casa ir llevando mis cosas a casa de Tom. Y soportar a Bill todo el santo día pegado al ordenador buscando casa en un lugar recóndito del planeta. Resultaba casi ofensivo que tuviese tantas prisas, aunque la situación fuese difícil ¿tan insoportable era para él? Un día, finalmente, encontró lo que andaba buscando.

Mientras yo estaba en mi portátil en el sofá, él se levantó de golpe de la mesa y salió corriendo para coger su móvil. Volvió, marcó un número y empezó a hablar a toda velocidad en inglés. Me quedé mirándole totalmente alucinada y él, al darse cuenta, salió del salón. Volvió con una ligera sonrisa en los labios.

- ¿Me acercas al aeropuerto?- preguntó.

- ¿Para qué?

- Por que voy a hacer las maletas e irme.

- ¿Qué?- se me heló la sangre.

- He encontrado casa. Tengo que ir allí para firmar y eso, pero será mía en cuanto lo haga.

- Ah...

- ¿Entonces qué? ¿Me llevas al aeropuerto o me cojo un taxi?

- ¿No vas a esperar a Tom? Para despedirte...

- No tengo ganas de ponerme pasteloso...- le resto importancia- ya le llamaré desde allí.

- Vale... haz las maletas.

Me dieron ganas de llorar. ¿De verdad iba a irse así? Sin darnos tiempo de asimilarlo, sin despedirse de Tom, sin la mitad de sus cosas. Sentí un frío aterrador por todo el cuerpo. No quería que se fuese, no podría seguir mi vida sin él, no yéndose de aquel modo.

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