Capítulo 21

¡Hola a todos! Sé que me he retrasado un poco subiendo capítulo, pero ¡llevo una semana de locos! Para compensar, el capítulo de hoy es más largo, espero que os guste :)

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Me acerqué a él y le cogí de los brazos descruzándoselos. Agarré sus manos y tiré hacia a mí. Él me siguió medio a regañadientes mientras yo subía la escalera de espaldas.

- Me estoy dejando llevar- confesó.

Aquella frase tenía doble sentido y no sabía por cual de los dos tomármelo. Me limité a sonreír mientras seguía andando. Caminé por el pasillo hasta que di con la espalda contra la puerta de la habitación. Le solté una mano y abrí la puerta. Volví a cogérsela, pero entonces no me hizo falta seguir tirando de él. Caminó por sí mismo y cerró la puerta con el pie. Se paró en medio de la habitación y tiró de mis manos para que me acercase. Mi pecho acabó junto al suyo y sus manos rodearon mi cintura.

- Eres preciosa- murmuró contra mi cuello.

- Y tú idiota.

- Y me encanta cuando me insultas- añadió.

Posó sus labios sobre mi cuello y pronto recorrió la línea de la mandíbula hasta llegar a mis labios.

Mis buenas intenciones se desvanecieron durante un momento. Aunque pronto recordé que yo no había ido allí con esas intenciones, que yo no era así. Un pensamiento poco oportuno cruzó mi mente: ¿y si Tom solo me quería como a cualquier otra chica? ¿Solo para una noche? ¿Por qué iba a ser diferente conmigo?

Sus labios estaban ahora en el hueco de mi garganta y sus manos acababan de introducirse bajo mi jersey.

- Tom- dije en un susurro apenas audible.

- ¿Algún problema?-murmuró cerca de mi oído.

- La verdad es que sí.

Sus manos salieron de mi jersey y sus labios se separaron de mí. Me miró esperando una explicación.

- Vas un poco rápido ¿no crees?

- Sí, tienes razón... es la costumbre.

- Ahora es diferente- aseguré.

Me abrazó con fuerza y me besó la coronilla.

- Te recuerdo que te he traído para que duermas.

Sonrió y se tumbó sobre la cama. Me tumbé a su lado y me rodeó con los brazos, apoyó su cabeza sobre mi pecho y respiró hondo. Le abracé ligeramente y no dije nada. Al cabo de unos minutos su respiración se volvió más lenta y pesada: se había dormido. Suspiré satisfecha. Cogí una de sus manos y entrelacé mis dedos con los suyos. Poco a poco yo también me quedé dormida.

Me desperté antes que él y busqué un reloj con la mirada para saber que hora era. La luz que entraba por la ventana no era de fiar, seguía nublado y no había ningún maldito reloj. Debí de moverme demasiado porque Tom finalmente se despertó también. Levantó la cabeza y me miró con los ojos medio cerrados.

- ¿Qué hora es?- preguntó

- Eso quisiera saber yo también.

Sacó su móvil de uno de los bolsillos del pantalón y miró.

- Las dos.- me informó- Tengo muchísima hambre. Voy a pedir pizza.

Sin levantarse de la cama llamó para que trajesen la pizza. Colgó y dejó el móvil sobre la mesilla de noche. Entonces se dio la vuelta y me miró fijamente.

- ¿Tom?- pregunté riéndome.

Se acercó más a mí y me besó.

- Me encantas- dijo al separarse.

Se levantó de golpe de la cama dejándome con cara de no entender nada.

- ¿A qué ha venido eso?- pregunté incorporándome.

- Soy bastante impulsivo, ya me conocerás.

- Lo dices como si no te conociese.

- No me conoces.

Volvió a la cama y se sentó de rodillas mirándome.

- Conoces la parte trabajadora y la fiestera... la parte amargada también. Pero te quedan todas las demás.

- Tienes demasiadas facetas creo yo...-bromeé.

Él se limitó a sonreír de forma encantadora. Me mordí el labio inferior encandilada y agité la cabeza. Me levanté de la cama y él me siguió.

La pizza no tardó en llegar y estuve allí el resto del día. Tom era magnífico, todo un personaje, y me lo pasé en grande con él. Por la noche, cuando decidí irme, no me lo puso nada fácil.

- Venga, quédate a dormir...- insistió por enésima vez mientras guardaba mis cosas en el bolso

- No Tom, me voy ya...

Avancé hasta la puerta principal mientras él me seguía.

- No te gusta conducir de noche, quédate.

- ¿Y tú como sabes eso?- pregunté sorprendida.

- Lo sé y ya está. Venga, quédate.

Me cogió de la muñeca.

- Tom...

- Por favor- insistió.

Estiró mi brazo y me quitó el bolso. Tiró de mi mano con la otra mano acercándome a él. Me rodeó la cintura con fuerza, apenas podía moverme.

- Vamos Tom, pórtate bien- pedí.

Su mirada estaba taladrando mi determinación.

- No eres una chica fácil- comentó.

- No, no lo soy. Deja que me vaya.

Me besó acaloradamente y finalmente me liberó.

- Más te vale volver pronto- dijo mientras me devolvía el bolso.

Regresé a mi casa como drogada. Estaba empezando a querer a Tom Kaulitz, el mismo Tom Kaulitz al que desde siempre había repudiado, el hermano de mi convaleciente novio. Mi vida siempre ha tenido un matiz surrealista, pero esto ya era pasarse.

Las semanas siguientes fueron raras pero aún así divertidas. Tom y yo nos veíamos a menudo y si no fuese por los besos que de vez en cuando me robaba, nadie habría apostado que éramos algo más que amigos. Yo sabía que él estaba viendo a otras chicas aunque no me lo había dicho; no puse inconveniente, puesto que estábamos empezando y lo considere "normal". En cuanto a Bill... parecía que Tom estaba ocupando su lugar, nunca habría creído que eran tan parecidos de no haberlo visto con mis propios ojos.

Un fin de semana animé a Tom a que viniese a cenar a casa. Volver a verle con camisa hizo que me temblasen las piernas.

- Buenas noches encanto- me dijo cuando le abrí la puerta.

- Hola- sonreí.

Me enseñó entonces una rosa que había ocultado tras su espalda.

- Para ti.

La recogí, le di un beso breve en los labios y le dejé entrar.

- Gracias-musité.

- No es nada- dijo mirándome de arriba abajo- ¿Ese vestido no es muy corto?- preguntó sonriendo.

- Quizá, pero como estoy en casa pues no tengo frío. Entonces no hay problema.

Sí, el vestido era muy corto y bastante ajustado, además de que dejaba la espalda al descubierto. Sabía que él lo notaría, me lo había puesto totalmente a propósito.

- La cena ya está lista y servida- dije tras un silencio- así que vamos

Entramos al salón y él se sentó obedientemente a la mesa. Yo dejé la rosa en el mueble del salón y me senté a su lado. Observé su cara mientras miraba la comida: ensalada de primero, pescado con patatas de segundo.

- Te recuerdo que eres un invitado y que por cortesía debes comértelo todo, aunque hubieses preferido una hamburguesa- me burlé.

- Si sabías que prefiero una hamburguesa debías haber hecho una hamburguesa. Es lo que hacen los buenos anfitriones.

- Eso sería ponerte las cosas muy fáciles.

Puso cara de chulo y pinchó la ensalada con resignación.

La conversación fue ligera y poco trascendental hasta la llegada del postre. Había comprado helado de café a sabiendas de que era el favorito de Bill, esperaba que a él también le gustase.

- ¿Te apetece helado?- pregunté- ¿De café?- añadí.

- Claro- sonrió- me encanta.

Genial, un punto para mí. Le saqué el helado y me reí ante la cara de ilusión que puso, parecía un niño pequeño. Yo me tomé uno de chocolate, era mi favorito. Él terminó antes que yo y me miró mientras comía. Odiaba que me mirasen comer, pero no dije nada. Cuando acabé el helado empezó a reírse.

- ¿Qué ocurre?

- Eres igual que una niña pequeña...

Vaya, el pensamiento era mutuo por lo visto.

- ...te has manchado- continuó

- ¿Dónde?- pregunté mirando el vestido.

Se levantó de su silla y se acuclilló junto a la mía.

- Aquí- dijo con paciencia.

Pasó su pulgar por la comisura de mis labios mientras me miraba a los ojos. Me mordí el labio inferior inconscientemente.

- Y también...- añadió mientras acercaba su rostro al mío.

Lentamente sus labios encontraron los míos. Su boca sabía como el helado y me recordó a los múltiples besos de café con Bill.

- ... ahí también estabas manchada- dijo sonriendo al separarse.

Se incorporó y me guiñó un ojo con aire vacilón. Me levanté y me arrejunté junto a él.

- Creo que... sigo estando manchada- susurré.

Me evaluó como si fuese un médico.

- Sí... eso parece- contestó sonriendo.

Esta vez fui yo la que le besé. Mis manos fueron solas hasta su rostro y se lo rocé con cuidado.

- Vaya, vaya... ¿la invitación a cenar tenía segundas intenciones?-preguntó enarcando una ceja.

- ¿Tú qué crees?

- A juzgar por tus besos parece que sí.

- ¿Entonces qué duda hay?- inquirí cerca de su oído.

Me miró juguetón y pegó su cadera a la mía. Entrelazó sus manos a mi espalda y fue andando hasta la habitación, obligándome a andar de espaldas. Sus labios mientras tanto recorrieron con ansias mi cuello. Al llegar a la cama me liberó y me empujó ligeramente para que me tumbase pero no obedecí. Me agarré a él y le hice sentarse en la cama. Me levanté el vestido, me deshice de los zapatos y me senté sobre él. Empecé a besarle por el cuello mientras le desabrochaba la camisa. Él se dejaba hacer tranquilamente y cuando terminé de desabrocharle la camisa se la quitó, lanzándola por los aires.

Le empujé desde los hombros para que se tumbara y cuando lo hizo sentí una dura presión en mi entrepierna. Me incorporé un poco alejándome de ese roce para que las cosas fuesen más despacio. Contemplé su torso y lo rocé ligeramente con las manos: el color y la textura eran idénticos a los de Bill; la musculatura era superior y también las dimensiones, su pecho era más ancho. Aún así no pude evitar echar de menos la enorme "B" tatuada. Me incliné sobre él dejando mis rodillas a ambos lados de su cadera y las manos a los lados de sus hombros. Le besé de nuevo los labios y de repente sentí sus manos que recorrieron la distancia desde mis muslos hasta el cuello donde se apresuró a desatar el nudo que mantenía en su sitio mi vestido. Lo desató con una rapidez asombrosa y ambas tiras se deslizaron por mis hombros, desde su posición acababa de obtener un perfecto primer plano de mi pecho.

En apenas un segundo noté que me cogió con fuerza de la cadera y prácticamente me lanzó contra el otro lado de la cama, tumbándose rápidamente sobre mí. Su cuerpo estaba ahora ardiendo, y sus ganas eran más que patentes. Las mías no eran menos y al tiempo que él me besaba me dediqué a desabrocharle los pantalones. Al notarlos sueltos se los terminó de quitar él mismo. Sus besos se empezaron a volver más acalorados y húmedos. Sus manos tiraban hacia abajo de mi vestido, poco a poco hasta que terminé por sacármelo prácticamente a patadas. Su boca no tardó en dirigirse a mi pecho, ahora desnudo. Me estaba volviendo loca únicamente con sus besos, no quería imaginarme el resto. Volvió a mi altura y me miró con... lujuria, sí, esa era la palabra.

Su cuerpo cada vez estaba más caliente y sudoroso y mi respiración cada vez era más agitada. Terminó de desnudarse y pude notar su duro miembro contra mi ingle. Me miró de un modo que me dijo claramente que había llegado el momento. Me liberé del tanga al tiempo que él rebuscaba en sus pantalones y sacaba un condón. Se lo puso ágilmente y volvió a tumbarse sobre mí. No tardó en penetrarme una y otra vez, cada vez un poco más rápido y con algo más de fuerza. Aún así quería tenerle más cerca de mí, enrollé mis piernas a su alrededor y le abracé. Tuve que controlarme para no clavarle las uñas y desgraciarle la espalda pero lo que no pude controlar fueron los gemidos. Se me escapaban sin control y parecían animarle a continuar más y mejor.

- Joder... Tom...- dije como pude- más... más...

- Claro nena...- dijo en un susurro ahogado contra mi oído

Aumentó más el ritmo y la profundidad hasta que llegué al mejor orgasmo que nunca había tenido. No fue el único de la noche...    

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